

En poco más de quince días los elementos arquitectónicos de los jardines de Chapina se han visto ensuciados con unos mal llamados grafitis. Los muros enchinados han sido cubiertos de pintadas.
Hay auténticas obras de arte, aunque el soporte sea, ese, la calle y el acto en sí, ilegal. He de confesar que me gusta el grafitti como arte, definiéndolo como «El uso de la habilidad y la imaginación para crear objetos, entornos o experiencias que se pueden compartir con otras personas» cuando están integradas en el espacio que ocupan y se han ideado con gusto, no son actos de vandalismo, sino lo contrario. Expresado así el graffiti no es más que otra disciplina dentro de las corrientes que emanan del arte urbano de la calle.


Pero el graffiti que aquí les presento, es el de lo más marginal ,de alta suciedad, difícil de eliminar sobre los muros enchinados.
Como sigamos fomentando los grafitis y a los grafiteros nos van a poner la ciudad hecha un asco, sin respetar nuestras fachadas, puertas, jardines, ni nuestro patrimonio.
Esta cultural urbana se basa en el respeto, un graffiti de una firma mal hecha de unos niñatos malcriados en casa ajena, no es arte, no nos confundamos.
El nuevo grafiti ecológico es una forma de arte urbano en sí mismo y da lugar a piezas de arte temporales genuinas pero debido a que el grafitti ecológico no utiliza pintura o tinta, no puede ser acusado de desfigurar el espacio público y por lo tanto es considerado legal, hechos con pinturas de musgo para no contaminar el medio ambiente y colorear de verde las ciudades.
Mientras Lipasam para ocultar los grafitis pinta sobre los mismos al no existir formas de eliminarlos al estar incrustados en la piedra.
Los daños son inmensos para eliminarlos, los que mezclan el arte con el vandalismo a la vez y que son la mayoría lo que hacen es ilegal.