Nacido el 9 de enero de 1861, en Aix les Bains, el año de la recuperación de Saboya para Francia, crece en una familia de notables. Intenta el concurso para entrar en la Escuela Naval, donde se le rechaza por cuestiones de salud. Decepcionado, se orienta a la Escuela de Aguas y Bosques, donde se hace ingeniero. Finalizada la carrera, entra muy joven en el Servicio de Parques y Paseos de la ciudad de París.
Gran viajero, sobretodo a partir de 1.910, lo llevan a España, Portugal, Marruecos y América Latina (Sevilla, Granada, Lisboa, Barcelona, Rabat y Casablanca, La Habana, Santo Domingo, Buenos Aires) donde lo mueven numerosos proyectos.
Entre 1.911 y 1.923 hace frecuentes estancias en Sevilla y Barcelona, donde trabaja en la ordenación del Parque de María Luisa primero, y en la Exposición Iberoamericana, y en la ciudad Condal en la ordenación de la montaña de Montjuich, con vistas a la Exposición Internacional.
Como Director de Parques y Paseos de la ciudad de París, es responsable de la restauración de los jardines del Pabellón de Bagatelle y de las ordenaciones paisajísticas de la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas (1.925) en París.
Su obra testimonia la concreción de ideas modernas en un estilo nuevo de jardín, marcado por un afán de unidad, de orden, de armonía, de claridad y de sencillez. Introdujo el funcionalismo en lo que constituía hasta entonces un arte aparatoso. Si bien está marcado por un cierto academicismo, tiene una fuerte inclinación por el eclecticismo.
Concibe jardines cerrados con trazados regulares y compartimentalizados. Se preocupa de hacer agradables y prácticos los lugares donde es interesante vivir. Sus creaciones rústicas pero refinadas modulan espacios mineralizados (suelos decorativos a imagen de los suelos de los jardines islámicos que se recorren con los pies desnudos y conjuntos vegetalizados donde dominan las sombras y los altos setos, buscando el cromatismo del color y la expresión de nuevas condiciones de vida, exalta la claridad y la regularidad del plano, sin excluir el pintoresquismo de las variaciones de nivel y de la diversidad de formas de decoraciones minerales o vegetales.
Murió en París a la edad de sesenta y nueve años en noviembre de 1.930.
Forestier parte de unos principios básicos a la hora de crear un jardín. Antes de iniciar la obra ha tenido en cuenta qué es lo que quiere hacer y cómo quiere hacerlo. Una reflexión previa en la que trata de obtener el mejor partido posible a los elementos que se le ofrecen, a fin de crear un resultado válido estética y funcionalmente.
La idea de jardín como remanso de paz, en contraposición al ambiente de la ciudad con una vida estrepitosa y ajetreada.

El jardín para Forestier es una obra de arte elaborada con una intencionalidad precisa, que construye a través de un orden que es el que da lugar a resultados satisfactorios en nuestra contemplación.
“Los artistas jardineros dejarán la huella de una mano a la vez acariciadora y autoritaria, pero no tiránica. Someterán la tierra a sus deseos, y mantendrán bajo las leyes de las líneas clásicas las formas originales, sabrán reunir estrictamente los follajes, las flores en abundancia, las piedras y las aguas para componer lugares de reposo, dominios de la poesía”
El jardín es una obra de arte en la que la intervención de la técnica es decisiva. Constituido por elementos vivos, de ahí el que sea efímera y modificable, estando además sus trazos creados a base de materiales no durables.
“Los jardines son verdaderas escuelas de paciencia…” la mano del hombre no es definitiva, a veces los resultados son imprevistos. Se hace necesario el paso del tiempo para que el jardín adquiera la fisonomía determinada por el diseñador en el proyecto.
La belleza del jardín llega cuando éstos han envejecido.
El papel del jardín no debe ser simplemente artístico u ornamental con afán lucrativo, debe ser social, lugar de descanso y relajación, de calma física y psíquica. Hace años que dejó de ser el privilegio de los ricos. Es imprescindible dentro de la ciudad, cada vez más activa, sumándose a los jardines y urbanizaciones privadas y públicas.
Las adaptaciones climáticas son fundamentales, tanto como su adaptación a la época y a las circunstancias. Es un error sin sentido copiar los jardines antiguos.
Una serie de elementos complementan al jardín, el buen uso que se haga de ellos y la importancia que se les concede, su selección y trato van a ser los responsables de otorgar el sello de personalidad del jardín y de su creador.
El trazado será la base de donde parte la obra, el marco general donde va a desarrollarse.
El orden y la claridad facilitan la tranquilidad de espíritu, pero sin rigurosidad.
Los ingleses siguen las líneas que dicta la naturaleza adaptándolas a las costumbres y necesidades del momento, congenian la simplicidad con el ingenio, la regularidad y la fantasía.
La sombra es un elemento importante dentro del jardín creada por obra de magia de las pérgolas y los emparrados, las glorietas y los árboles diseminados sobre el jardín.
Las proporciones son fundamentales en todo momento para conseguir una deliciosa armonía.
Forestier es un enamorado de las rosas, figuran en lugar destacado en sus proyectos, las utiliza formando setos, aisladas y enredándose por las pérgolas.
El seto que más utiliza es el arrayán, con su delicioso perfume, recontándolo de diversas formas, la imaginación crea las formas más originales: arquerías, nichos, pórticos…
Cada rincón tiene su importancia, pero lo que cuenta en un golpe de vista general es la interconexión de sus diversas partes, el fondo que se percibe.
El jardín no es un decorado teatral.
El contraste y las asociaciones de plantas ordenan la masa geométricamente, sin romper la unidad, creando un ambiente armonioso que no distorsione el conjunto general.
Las plantas han de manifestarse libremente con todo su rigor y distinción.
También aquí el agua juega un papel fundamental, un bien comparable a la mayor y más esplendorosa riqueza, de aquí que su presencia sea imprescindible, cuidando la forma en que aparece para ser mejor percibida por los sentidos en el aspecto de apreciar su frescura y para lograr su mayor fuerza evocadora y sugestiva.
Conjugada con la vegetación, el agua alcanza cotas insospechadas.
Las plantas acuáticas entran en combinación con el agua para reflejarse en ella y encontrarse con los destellos de los materiales inorgánicos que forman los estanques como los azulejos de vivos colores, la piedra o el mármol.

En las pérgolas la estructura, el armazón, se hace visible y cumple la misión decorativa junto con las plantas que envuelven las traviesas que conforman el techo.
Para contemplar y gozar de la tranquilidad de los rincones creados sitúa los bancos, insertos en pérgolas o esparcidos por todo el jardín, que construye de ladrillo, mármol o con la riqueza colorista de los azulejos.
Terrazas, rellanos y escaleras salvan los desniveles del jardín, creados con una clara intención decorativa de amenizar el terreno, creando un fabuloso juego de líneas, luces y sombras, acompañándolas en muchas ocasiones con elegantes jarrones o macetas vidriadas o de barro cocido.
Se hace difícil encasillar a Forestier en un estilo determinado de jardinería, clasicismo francés, pero también clasicismo italiano en alguna de sus obras, un jardín sencillo, claro, lógico y preciso. La jardinería árabe, y como extensión la hispano-árabe, deja caer sobre él un peso estremecedor, gusta de la predominancia del color azul de la cerámica del jardín que armoniza y contrasta con el resto de los vegetales que lo acompañan, utiliza los enlosados debido a las características del suelo, polvoriento en verano y enfangado en invierno.
Se deja embriagar por los perfumes que considera en el jardín como un elemento constitutivo.
La admiración por los jardines árabes hace que imite muchos de estos jardines en sus realizaciones, en especial en España, porque ve que, además de adaptarse a las condiciones climáticas, piensa que son del gusto de los que allí gozan de ellos y, lógicamente, su camino está en agradar. Asimila su concepto y lo adapta, combinando elementos conjugándolos armoniosamente con otros estilos.
La heterogeneidad es el aspecto que nos da la clave para calificar el estilo de Forestier de ecléctico. Un eclecticismo profundo, no sólo en el sentido de diferencia de estilos de unas obras respecto a otras, sino de una obra determinada con respecto a sí misma. Dentro de una misma obra, los matices pueden ser varios, sin que por ello pierda su carácter unitario.
Emplea muchos recursos que se derivan de sus conocimientos adquiridos tras largos años de observación y adaptación de muchos estilos de jardines al medio donde intervenía.
“Era verdaderamente un enamorado de la naturaleza y “el hombre de los jardines”, no habiendo hecho nunca exportación francesa al extranjero, más de un fondo, adquirido de nuestras bellas tradiciones, de las cuales ha sido un embajador completo, parecía ser del país mismo donde se encontraba”.

Forestier en España
La creación, reforma y remodelación del Parque de María Luisa como jardín público supuso para Sevilla una gran revolución desde el punto de vista jardinístico, incomparable con todo intento habido anteriormente.
Monsieur Chevalier. Experto en jardines botánicos. Director de los jardines de Argelia y Montpelier.
Desde el principio Forestier demostró su interés por la cerámica, visitando sus fábricas en Triana, acompañado por D. Francisco Doblado.
“Ante todo, he de tener en cuenta las condiciones climatológicas de esta ardiente ciudad”.
“El parque tendrá su personalidad”.
El eclecticismo se asoma sin timidez de ningún tipo, con descaro, fruto de una inspiración múltiple.
“Un conjunto preciso, claro y simple” con respecto a los árboles existentes.
La Isleta de los Patos, ya existente, la Fuente de los Leones, y el Estanque de Los Lotos son la estructura principal del agua en el Parque, incrementada después con el estanque central de la Plaza de América.
La Fuente de los Leones y el Estanque de Los Lotos, con remates absidales y en el fondo el Gurugú.. La primera con un banco de cerámica que interrumpe las pérgolas y la segunda, a cargo de un banco semicircular con elemento arquitectónico incorporado en forma de pérgola.

El Estanque de Los Lotos lo conforma una estructura rectangular en cuyo interior se inserta una isla de la misma forma que, a su vez, contiene en el centro un pequeño estanque rectangular con fuente de mármol.
La construcción toda en ladrillo, tanto el borde del estanque como los pilares cuadrados de las pérgolas que enmarcan el recinto, los bancos de igual material y el suelo de ladrillo y olambrillas.
En el eje de este acceso al centro del Parque, una elevada y altiva fuente de mármol desaparecida ha sido sustituida por una fuente estrellada de azulejos blanco y azules con surtidor de nueva incorporación.
Siguiendo nos encontramos con la Isleta de Los Patos, de forma irregular, rodeada de agua, se accede a la misma por el puente con barandas de piedra de albero, la misma que rodea todo el estanque.
De nuevo la lámina de agua en forma de T construida con ladrillos, escuadras y azulejos nos lleva hasta la Fuente de las Ranas, de forma circular y toda ella construida en cerámica trianera.
Descendiendo por una escalera nos adentramos en el Jardín de Los Leones, donde nuevos estanques, uno largo rectangular primero y después otro central de forma pentagonal, todos ellos construidos con azulejos blancos y azules con reflejos cobrizos. Decoran y dan nombre al jardín cuatro esculturas de leones de piedra de los que mana el agua a través de sus bocas. En el centro, una pequeña fuente hundida con un fino surtidor toda ella de cerámica.

Todo el jardín está enmarcado por un juego de pérgolas construido con pilares de sección cuadrada de 40 cm. blanqueados a la cal con incrustaciones de rombos de cerámica azul en su parte alta, todas ellas con plantas enredaderas y trepadoras.
Un banco central de celosía de ladrillo en la parte alta de su respaldo y cerámica y ladrillos combinados cierran el eje central del Parque, dominado por fuentes y estanques, setos de arrayán, palmeras y macetas de flores que se colocan sobre los pretiles y bordes que los configuran
En el jardín cómo no, las rosas, predilectas de Forestier. Utilizó especies botánicas para la formación de bordes y setos, principalmente “wichurianas” y “multifloras”, que con el tiempo en el argot jardinero del parque se le ha seguido denominando “Forestier”.
En el Parque de María Luisa destaca el abundante uso de la cerámica y los revestimientos de azulejos en los estanques y los bancos, azulejos de colores variados junto a los tradicionales tonos cobrizos de reflejos metálicos. Bancos de ladrillo, revestidos de vistosas cerámicas, en glorietas y paseos.
Los bancos, además de servir de reposo al paseante, dinamizan la composición, poniendo notas de color en el jardín.
Al margen de la obra de Forestier, y a modo de complemento, se fueron incorporando al Parque una serie de obras escultóricas que completan su fisonomía actual.

Se inicia con la erección del monumento a Gustavo Adolfo Bécquer que, por iniciativa de los Hermanos Alvarez Quintero, se inaugura en 1.911. Obra del escultor marchenero Lorenzo Coullaut Valera, a las que siguieron las glorietas dedicadas a Benito Mas y Prat, literato y periodista, la de los Hermanos Alvarez Quintero, a José Mª Izquierdo, a Cervantes, a Rodríguez Marín, a Ofelia Nieto,a los Hermanos Machado y a la propia Infanta María Luisa, donante del Parque a la ciudad, sin cuya generosidad hubiera sido imposible la realización del Parque.
En la portada principal, la figura de Hispania de Delgado Brackembury, en el centro y las laterales de Enrique Pérez Comendador.
“Un carro trasplantador para árboles de gran desarrollo, conforme al modelo presentado por la casa Beusnier, de Saint Cloud”.
Artículo de prensa: “En este gran espacio de terreno se ha hecho porción de rotondas, jardines y estanques cuya traza, debida al Sr. Forestier, se enmendó luego notablemente –así nos lo aseguran- adaptándolos a la usanza antigua sevillana, trabajados y embellecidos con singular acierto por nuestros jardineros… así nos iremos acostumbrando a dar a lo de casa su justo valor, que tan menospreciado suele ser por nosotros mismos”.
Se desprende de estas líneas una clara reivindicación de lo propio y un cierto desdén a lo que realizara Forestier.
…guirnaldas de rosales trepadores encadenaban los naranjos… con gran resultado colorístico y aromático.
Forestier se trajo sus colaboradores Maulet y Chevalier, que trabajaron con él de forma entusiasta en principio, pero al correr del tiempo y por circunstancias adversas, llegaron a enfrentarse –Forestier y Chevalier- provocando este hecho la dimisión de este último como jardinero responsable de las obras del Parque de María Luisa. Discusión que se produjo por la lentitud de los trabajos, lo que se excusó Chevalier alegando circunstancias ajenas a su voluntad, inundaciones, pedidos de plantas incumplimentados, instalaciones de riego no finalizadas, etc… en agosto de 1.912 presentó finalmente su dimisión que le fue aceptada.
Se propone para sustituirlo al Sr. Manuel Paz, Jardinero Jefe del Real Jardín Botánico de Madrid, como jardinero segundo del Parque de Mª Luisa, pero finalmente fue Manuel Romero, jardinero sevillano que conocía la marcha de las obras ya que había trabajado en el Parque desde el inicio de las mismas quién, junto con el entonces capataz D. Emilio López, fueron los que hicieron posible que se convirtiera en realidad el proyecto de Forestier, en lo que a jardinería se refiere.
El Parque de María Luisa reformado se abrió al público el 18 de abril de 1.914, coincidiendo con el primer día de la Feria de Abril sevillana.
Las reformas tuvieron buena acogida y sorprendieron a cuantos la visitaron, por su acierto y magnificencia, aún a los más exigentes, fueron alabadas por todos.
La apertura del Parque de María Luisa fue un monumento definitivo para Sevilla, elevó la cultura del pueblo al mirar con íntimo respeto y voluntaria admiración las bellezas conseguidas, ejerciendo una vigilancia propia en mantenerlas incólumes, frente a la antigua ignorancia (1.914).

La originalidad del Parque es corroborada en términos precisos con textos periodísticos:
“Todo él va siendo ahora de una agradable originalidad: las fuentes de ricos azulejos, donde el agua borbotea con alegría al sol, las blancas estatuas de heráldico prestigio, las rotondas de policromados escalones, las vidriadas macetas sobre los blanqueados pedestales, las amplias galerías se entoldarán de rosas, como emparrados campesinos, los largos estanques morunos que reflejan el cielo azul, las calles de árboles que empiezan su maravillosa ascensión, los senderos de crujiente arena bordeados de flores bajo los sombríos enramados, los bancos que refulgen como tronos convidando a descansar en ellos… todo el nuevo Parque de Sevilla es de un encanto singularísimo, porque nos sorprende la variación y admiráis lo bien que ha sido inspirada en nuestro arte regional” Bética Ilustrada, 20 de abril de 1.914
“La fama que goza Sevilla por la belleza de sus flores, no se justificaba en los jardines públicos. Ahora no hay sólo que buscar pensiles en nuestra ciudad, también hay un vergel”.
Conferencia en el Ateneo y Sociedad de Excursiones de Sevilla, 8 de mayo a las 9 de la noche de 1.915.
…los frondosos oscuros de los cipreses…
… espacios cerrados sin salida, retirados o disimulados, que son muy agradables en un jardín privado, no resultan positivos desde el punto de vista de la vigilancia. La psicología del jardín va más allá de la impresión estética.
Forestier tuvo que adaptarse, en la medida de lo posible, a los planos generales de la Exposición.
La idea de que fuera un francés el destinado a reformar el Parque de María Luisa no fue acogida con entusiasmo en principio, pero cuando se vieron los resultados, todo el mundo quedó admirado del mismo.

El eclecticismo del Parque de María Luisa
Fiel al estilo de Forestier, el de María Luisa es un parque que se puede definir como ecléctico, eclecticismo que, como vamos a ir viendo, le viene dado por una serie de rasgos intrínsecos de entre los que cabe destacar la herencia del pasado: el elemento romántico ligado al fenómeno historicista y regionalista, el elemento islámico y la tradición andaluza, y lo que puede existir de esencia francesa e italiana.
La herencia del pasado se concreto en lo que Forestier encontró en el terreno que se le concedió para aplicar en él su reforma, realidad de la que muchas de sus partes tuvo que respetar, siguiendo fiel a las imposiciones del Comité Ejecutivo de la Exposición, procurando no deshacer un testimonio, tan querido por Sevilla, como era el parque resultante de la donación de la Infanta María Luisa de parte de los jardines de su palacio de San Telmo.
Esta herencia es en esencia romántica. Lecolant había creado un jardín con matices de paisajismo inglés, pero le había infundido un romanticismo claramente manifiesto de los distintos elementos que lo configuraban. Las sendas siguiendo un trazado irregular son curvadas y serpenteantes, acordes con el gusto romántico. Arboleda excesiva, variada, con tonos verdosos predominando los oscuros que originan una vegetación tupida y protagonista del parque, con una arquitectura escasa, totalmente subsidiaria.

La presencia e un montículo artificial nos traslada a través del tiempo al jardín manierista de efectos misteriosos y simbólicos. Forestier no sólo conserva estos rasgos sino que los embellece.
El pintoresquismo dentro del romanticismo queda reflejado en las cascadas, grutas y edificios que existían en el Parque, su exponente principal nos lo muestra la Isleta de los Patos, bordeada de piedras de albero y árboles que proporcionan sombras acogedoras a través de las cuales se filtran los rayos de sol, creando sugestivos reflejos en el agua donde nadan los patos.
El Pabellón de Alfonso XII responde a un revival historicista.
Un jardín de distintas escenas tiene eco en el Parque de María Luisa. Existe una visión general, un concepto unitario, pero con variadas escenas conectadas entre sí de un modo adecuado, sin rupturas. Es el propio Forestier quien crea y escenifica las distintas partes del parque, concretándolo en bellísimas glorietas con bancos y fuentes.
La estampa de Sevilla, como ciudad romántica, es reconocida universalmente al primer tercio del siglo XX.
El regionalismo fue una nota bordada y enfatizada en la que Forestier quiso inspirarse para su reforma de forma entusiasta, fascinado por su contemplación.
Según palabras de Forestier: “¿No es en la capital de Andalucía, verdadera cuna de los jardines de la Europa, donde pueden evocarse las flores, los árboles, los arbustos recortados y con sus estanques, regueros y fuentes, entre otros mil detalles interesantísimos, y donde el ruido refrescante del agua se asocia a los colores y perfumes, entre los embaldosados, los bancos de cerámica, las tazas de azulejos, con los naranjos en flor, las adelfas y los mirtos?”
El Estanque de Los Lotos se inspira del Patio del Ciprés de la Sultana del Generalife, con una estructura similar a la granadina.
La Fuente de Los Leones, una interpretación libre de la existente en el Patio de Los Leones de la Alambra, originalmente ajardinado.
El mismo Forestier, al querer remontarse en la tradición local del jardín hispano-árabe y adaptarla al Parque de María Luisa, se encuentra con el gran problema de que la concepción íntima y cerrada del estilo árabe, no puede incorporarse a un parque para uso y disfrute del público, un parque abierto con apenas limitaciones de acceso.
Incorpora escenas, elementos coherentes con una uniformidad de concepto en un parque que no existe una unidad de percepción a simple vista, así mismo incorpora escenas del jardín mediterráneo con la instalación de pérgolas ricamente vegetalizadas.
Plantea estanques semejantes a las acequias musulmanas en su inspiración, poco profundos con bordes elevados a los que incorpora la cerámica tradicional trianera flanqueados por setos de arrayanes, el agua utilizada como espejo para que se refleje en ella el verde de las plantas y el azul del cielo en el cromatismo de sus reflejos, agua en movimiento y agua en reposo en un equilibrio sagaz. Fuentes colocadas en alto con clara influencia cristiana, las musulmanas se caracterizaban por emerger desde el suelo.
El agua del estanque central de la “Isleta de los Patos” lo utilizó como alberca desde donde se riegan parte de los jardines de sus alrededores.
Los bancos de azulejos y ladrillos, con una sabia combinación de estos materiales adecuadamente distribuidos por el Parque, le dan color y originalidad, acompañando pérgolas y armonizando con enlosados de ladrillos y olambrillas de colores variados que utiliza en el Parque de modo limitado.
Juega con pequeños desniveles, ya que el terreno es completamente llano para dar amenidad al jardín, en los que emplaza suaves escaleras para salvarlos.
Fuentes geométricas y parterres poligonales van configurando las partes más nobles del Parque, parterres pequeños, huyendo de la monumentalidad, próximos a los puntos de agua para ser fácilmente regados.
Las espesuras del jardín romántico, formada por los árboles existentes y los plantados, nos distribuyen la luz y las sombras, donde el eje central trazado es el más luminoso, alegre y soleado, enmarcados por la penumbra de los bosques limítrofes que, surcados por caminos serpenteantes, nos trasladan a otras escenas románticas del Parque.
La influencia de la jardinería francesa en el Parque de Mª Luisa es casi nula, ni existen trazados de fuerte predominio geométrico, ni grandes perspectivas clásicas, no las consideró. El geometrismo existente es de origen islámico.
En algunas zonas, praderas de césped insertadas entre el arbolado, nos dan cuenta de una ligera presencia del paisajismo inglés que convive en feliz armonía con la carga romanticista.
No duda en rendir culto al clasicismo renacentista con el empleo de vistosas guirnaldas de rosas encadenando los de los naranjos del Parque.
Fue muy apreciada por la burguesía al generalizarse la costumbre del paseo en el siglo XIX.
Fue biblioteca pública con los libros que existían en las glorietas dedicadas a insignes poetas y literatos, lamentablemente ahora desaparecidos, en una idea que fue muy elogiada en su momento, en el que el ciudadano podía deleitarse en un ambiente muy propicio con la lectura que enriquecía su espíritu.
Una vez terminada la Exposición, y por causas por todos conocidas, el Parque cayó en el más desafortunado estado de abandono, los vegetales crecieron en libertad convirtiendo lo que había sido un vergel en un aspecto selvático propiciado por el crecimiento de las especies de más desarrollo, así eucaliptus, acacias, ailantos y olmos formaron el bosque central. El Parque, convertido en patrimonio de todos los sevillanos, no podía seguir así, nos compete a todos su cuidado. A partir de 1.954 se inician los trabajos de recuperación, restauraciones de pérgolas hundidas, glorietas destrozadas, fuentes, paseos; el Parque había sufrido las riadas de la ciudad y los deterioros eran importantes.

Se realizaron reformas, unas más acertadas que otras, sin que el espíritu del Parque creado por Forestier fuera desvirtuado.
La sociedad actual había cambiado los hábitos y acudía al Parque a expansionarse, la falta de otros espacios verdes en la ciudad hacía que se inundara de gente, principalmente los fines de semana, los niños correteando y buscando lugares para sus juegos, los mayores paseando, los adolescentes aficionados al atletismo practicando deporte, actividades culturales, conciertos, actividades deportivas, tenían como marco el Parque de María Luisa.
El Parque fue recuperado para la ciudad, se realizó la ordenación de nuevas plantaciones, eliminación de árboles en peligro o crecidos ahogando especies destacables, ordenando paseos y creando glorietas en zonas totalmente abandonadas.
Sevilla marzo 1995