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Nadie discute el impacto benéfico de las zonas arboladas y la naturaleza sobre la calidad de vida. Hasta no hace mucho tiempo, el enfoque estuvo dominado por cuestiones urbanísticas y ecológicas. No es para menos: los espacios verdes tienen una función central en las ciudades donde impera el cemento. Además de representar una mejora estética, regulan la temperatura, producen oxígeno, filtran la radiación, absorben los contaminantes y amortiguan los ruidos. Pero más allá de su funcionalidad urbana, los espacios verdes también funcionan como ámbitos de recreación, encuentro y relax.

“Hay que considerar a las plazas y parques de la ciudad como sitios privilegiados para el encuentro ciudadano, es decir, para la comunicación y para los vínculos sociales, como soporte para el esparcimiento, la recreación –activa y pasiva- y, también, para el fortalecimiento de la identidad urbana”, explica a Diario Z la arquitecta Graciela Brandariz, especialista en gestión ambiental metropolitana y responsable del área de medio ambiente de la Sociedad Central de Arquitectos.

“Los espacios verdes públicos otorgan calidad a la ciudad y, por ende, deben ser uno de los ejes de las políticas públicas”, añade.

La Universidad de Exeter, en Gran Bretaña, comprobó que existe una relación intrínseca entre la calidad de vida y el acceso a las áreas verdes en las grandes ciudades. El estudio, que relevó datos de unas diez mil personas durante 18 años, muestra que quienes viven en las zonas urbanas con más espacios verdes “tienden a reportar un mayor bienestar en relación con quienes no tienen parques, jardines u otro espacio verde cercano”.

Bosque de Pinos

Según la revista Phychological Science, se trató de un “estudio longitudinal” aplicado sobre el mismo grupo de personas, donde se analizaron distintas variables relacionadas con la salud mental a través de un índice de calificaciones de satisfacción con la vida.

Así los investigadores descubrieron que los individuos que tienen un acceso más próximos a zonas verdes sienten menos angustia y están más contentos y satisfechos con su vida y con ellos mismos: “Vivir en una urbe con niveles relativamente altos de espacios verdes pueden tener un impacto significativamente positivo en el bienestar; alrededor de un tercio del que produce estar casado”, afirman.

Si la población necesita de los parques y las plazas, es inevitable que haya tensiones con los que ven en la mancha verde una oportunidad para hacer negocios.

El ciudadano hace un uso más intenso de estos espacios y requiere variedad de oportunidades para el aprovechamiento de su tiempo libre, para lo cual demanda, entre otras cosas, espacios sectorizados, niveles adecuados de accesibilidad al interior de los espacios verdes, seguridad para adultos y para los niños, calidad en la cobertura vegetal y lugares de encuentro con protección del sol mediante una adecuada forestación urbana.”

Idealizando

Curitiba, la capital del estado de Paraná, en Brasil, es la ciudad más verde de América latina con 52 m2 por persona. Vitoria-Gasteiz, en el País Vasco, recibió el premio Capital Verde Europea 2012 con 40 m2 por habitante. Vitoria tiene huertas gratuitas para los vecinos, que viven –sin excepción– a menos de 300 metros de una plaza. Nueva York, a pesar de sus enormes rascacielos y avenidas, tiene 23,1 m2 por habitante. Santiago de Chile concentra en sólo nueve comunas –donde vive el 20 por ciento de la población– casi la mitad de las áreas verdes de la ciudad

Está pensado para 20 años y apunta a “mitigar los efectos del daño que provoca el cambio climático, reducir la temperatura de la ciudad, disminuir el consumo energético y limitar la emisión de gases de efecto invernadero”

En Buenos Aires, según la arquitecta Brandariz, la ciudad está igual que en 1923, cuando se puso en marcha el Plan Noel, que preveía la “construcción de un sistema metropolitano de espacios verdes jerarquizado con parques plazas, patios de juegos, comunicados por avenidas paseos y boulevards, y arbolados. Los espacios verdes que hoy tenemos –dice– no constituyen un sistema interrelacionado y complementario, sino que se distribuyen irregularmente en el territorio y sin correspondencia con la densidad de población y urbanización”.

“Una ciudad que no puede ofrecer a sus ciudadanos suficiente cantidad de espacios verdes, de acceso público y distribución homogénea, proporcional al número de habitantes, ejerce una enorme presión adicional sobre los espacios verdes existentes, sobre su entorno periurbano y sobre el ambiente”, reflexiona Brandariz.

La calidad de vida en las ciudades

«Para que se cubran las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos, respecto a la habitabilidad de la ciudad, es aconsejable que se oriente el diseño, la gestión y el mantenimiento de los sistemas urbanos, de modo que se proteja la salud pública, se fomente el contacto, el intercambio y la comunicación (…) los espacios verdes, los equipamientos, los servicios y los transportes públicos han de ser accesibles, han de estar a una distancia-tiempo mínima para vencer la distancia psicológica que todos tenemos y que, de lo contrario, no facilita su uso (…).

La esencia de la ciudad es el contacto personal.

La ciudad es, en consecuencia y sobre todo, de la persona que va a pie. Los viajes a pie, en bicicleta o en transporte público son los medios que pueden reducir drásticamente el estrés ambiental provocado por los vehículos privados, lo que potenciará el contacto y la comunicación en el espacio público. A la vez que se reduce el estrés ambiental se puede mejorar, en nuestras ciudades, el paisaje urbano, ya sea en la vía pública como en las fachadas del parque edificado, generando un entorno propicio y de calidad.

La mejora de la calidad ambiental incide de manera precisa en varios de los aspectos que conforman la calidad de vida de los ciudadanos, en primer lugar sobre el estrés ambiental y en concreto sobre la contaminación atmosférica, el ruido, la contaminación visual y la seguridad viaria; en segundo lugar permite aumentar las relaciones interpersonales, pues la calle (pasear) se convierte en un lugar idóneo para el contacto, el ocio y el tiempo libre para todos, sin importar edad o condición. Ese espacio público de calidad se revela también como un escenario para el desarrollo de diversos acontecimientos de participación social.»

llle de France

Sin excedernos en catastrofismos, vamos a considerar serenamente que la ciudad actual es un hecho que preocupa, desde hace tiempo, a planificadores, políticos y ecólogos, por el simple hecho de la escala, de la dimensión que está adquiriendo y los problemas que ello engendra.

Si nos referimos a la tasa de urbanización de la población mundial, esta era en 1800 de sólo un 3,4%. Un siglo después era de un 13,6%. En la actualidad un 45% de la población mundial vive en áreas urbanas y es previsible que el año 2005 se supere ampliamente el 50.Así pues, en el año 2025, más de las tres quintas partes de la población mundial vivirá en zonas urbanas (5.200 millones de personas) (GIRARDET, 2003).

En la actualidad, y por poner un ejemplo que podemos asimilar; en nuestro país, la mitad de la población vive en las 18 áreas metropolitanas más desarrolladas, y un tercio lo hace en las cinco áreas metropolitanas más importantes: Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Bilbao.

Sin embargo, este crecimiento en las ciudades, a nivel mundial, se está realizando según una antigua ley urbanística, que los problemas urbanos progresan en proporción mucho más elevada que el crecimiento demográfico de las poblaciones.

Madrid.-Jardin-el-capricho.-Alameda de Osuna

«Hoy es vital para el hombre reencontrar la doble amistad perdida del azul del cielo y el verde del árbol.».-expresion atribuida a  Le Corbousier.

«Lo que se proponía era un planteamiento racionalista de la ciudad, que equivalía a sumergir ésta en el campo y disponer de una serie de zonas verdes; en realidad se llegaría a un concepto deshumanizado de la convivencia, ya que desaparecería el entorno urbano. Se olvidaba que el hombre no es sólo un ser que vive en edificios, sino que necesita un entorno, unos espacios convivenciales. La calle no era sólo un sitio por donde pasaban los vehículos o la gente para trasladarse de un lugar a otro, sino donde se convivía realmente.» (NIEMEYER, 1985)

Desde hace años este modelo ha entrado en crisis y ha sido esta crisis profunda de la ciudad, del urbanismo actual, con sus extraordinarios cotas de degradación, quien nos ha obligado a pensar en el valor que tienen los elementos naturales presentes en las áreas urbanas.

Los-espacios-verdes-

¿Cómo ha podido ocurrir esto?

«Los seres vivos están continuamente adaptándose al ambiente físico que los rodea”

Dependen de él inmediatamente. De este hecho habría que sacar un argumento más en pro de la modificación sustancial del actual «hábitat». humano, que resulta fuertemente negativo y antinatural; en caso contrario, cabría esperar una adaptación imprevisible de la especie al ambiente hostil.»

«La huella de la naturaleza sobre el hombre es la del sosiego; en este orden de ideas, llevar a la ciudad, donde está más ausente, la equilibrada unidad de la Naturaleza viva, puede ser uno de los difíciles y hondos objetivos de la planificación, superando el desorden y la incoherencia de los núcleos vegetales que existen o se crean dentro y alrededor de la ciudad.» (LÓPEZ LILLO & al., 1969)

La vegetación en la ciudad, no sólo tiene una función ornamental (que la tiene), sino que tiene un papel regulador de la agresión ambiental: retiene las aguas atmosféricas, contribuye a la evapotranspiración, constituye un filtro contra la contaminación y representa un excelente regulador del intercambio de aire, calor y humedad con el entorno urbano; habría que hablar también del papel perceptual-paisajístico; desde antiguo se ha hablado de la necesidad psicológica del habitante de la ciudad por acercarse a la naturaleza, siendo conocidos los efectos terapéuticos: disminución de la tensión, de la fatiga y tantos otros aspectos que la OMS, y otros muchos autores han destacado .

Espacios verdes de Roma.-

El árbol empieza a ser una pieza insustituible del entramado de la ciudad y con una función capital en el espacio urbano:

«El árbol, considerado “arquetipo de la naturaleza”, se ha hecho insustituible en las calles urbanas, como único elemento vivo en el desierto de asfalto y hormigón. El árbol es el “otro” ser vivo que está en nuestro espacio experimentado; su espacio y el nuestro coinciden y se confunden.» (LÓPEZ LILLO & al., 1969)

Es un hecho que las legislaciones hablan de dotaciones necesarias y las recomendaciones internacionales amplían estos estándares.

Se crítica a los sistemas de planeamiento actuales que favorecen el uso y abuso del vehículo privado como única alternativa a las demandas individuales de movilidad.

Don coche y zona-verde-Barcelona-

En definitiva, el sistema de espacios verdes en ciudad y su planificación interaccionan con el sistema de microclima urbano y con aspectos psicológicos ambientales, de gran importancia para el habitante de la ciudad, como es el medio ambiente urbano, el confort y, en definitiva, la calidad de vida que pueden llegar a tener los ciudadanos.

La infraestructura verde de las ciudades, podríamos concluir, es la única que da respuesta a ciertas necesidades de convivencia, agrupación y socialización de distintos grupos humanos que habitan las urbes, cumpliendo, por tanto, una importante función social que llega a ser de interés incluso en la reafirmación de la integridad de la persona en cuanto facilita su unión con el pasado (jardines de origen histórico, acompañamiento verde en zonas monumentales) o lo que es lo mismo, facilita la ubicación de la persona en un orden cultural, pero también en un orden natural gracias a la conexión de la sucesión temporal de los aspectos biológicos (paso de las estaciones, temperaturas, longitudes del período diario de luz) con estos espacio vivos.

Los usuarios de parques y jardines, y más concretamente los niños, ancianos y otros elementos de la población inactiva, encuentran en las zonas verdes la satisfacción de una demandas concretas que tienen que ver sobre todo con lo lúdico y el descanso, beneficiándose, al mismo tiempo, de todo el resto de efectos favorables que otorgan estos espacios. Otros grupos de la población se sirven de los espacios verdes d distinta manera, más dinámica como es el paseo, la práctica de deportes, la lectura, la tertulia, etc. (BALLESTER, 2003)-

La especialización funcional de los usos del suelo urbano que predica, como ideal, la Carta de Atenas, proyecta sobre el espacio de las ciudades una excesiva y rígida fragmentación, una cerrada compartimentación estanca, que aísla a los espacios intraurbanos entre sí debido a su propia unidimensionalidad económica y social.

Importancia-zonas-verdes-urbanas

«Desde la Carta de Atenas se han propuesto innumerables opciones, pero todas ellas comienzan a ser vehementemente impugnadas.

Requieren soluciones más sólidas, más humanas, gracias a las cuales pueden volver a existir calles para peatones con sus sectores debidamente integrados y sin que se creen grandes zonas desiertas y abandonadas fuera de las horas de trabajo. Los especialistas en urbanismo estudian atenta y apasionadamente el problema de las grandes ciudades y surgen las críticas: se habla de contaminación, del poder inmobiliario, de la bárbara densidad de la población, de las distancias entre el hogar y el lugar de trabajo, etc.» (NIEMEYER, 1985).

Al mismo tiempo, todas estas contradicciones se agudizan y se intensifican por obra y gracia de unos sistemas de planeamiento urbanístico que favorecen el uso y abuso del vehículo privado como única alternativa a las demandas individuales de movilidad.

Uno de los mayores fallos del planeamiento urbano hasta ahora, al menos en España, y en lo que se refiere al sistema de espacios libres y áreas verdes, es que en general se han tratado los jardines y ordenado o dispuesto nuevas zonas verdes para la ciudad, pero ha faltado siempre una visión amplia y una voluntad de integrar la naturaleza en la ciudad, evitando la polarización y la noción de ghetto para espacios verdes.

Se ha olvidado, con frecuencia, que el árbol es el primer y gran protagonista del verde en la ciudad, y con mucha mayor razón en nuestras ciudades cálidas. «La relación del árbol (y los espacios verdes por extensión) con la mejora del medio ambiente es estrecha y aparece con inmediatez. Las nociones de confort y de calidad de vida van ligadas a la de bienestar que proporciona la vegetación urbana, moderando todas aquellas componentes agresivas (contaminación, ruidos, exceso de radiación) y compensando la aridez, el consumo de CO2 y hasta la frialdad estética de las construcciones, basadas en lo mineral» (SUKOPP, 1990).

Cualitativamente, por otra parte, destaca en los últimos años el interés por reproducir los modelos del paisajismo inglés; el auge por el césped está invadiendo totalmente las ciudades del área mediterránea, que poseen una climatología poco favorable para su buen desarrollo, e incluso para la supervivencia en épocas de sequía .

Para muchos autores resultaría más razonable seguir los diseños del jardín mediterráneo, marcado por la tradición romana, árabe e incluso conventual; sin explanadas de césped, sin coníferas de gran porte, con empleo de plantas vivaces, de flor y arbustos; especies que se caracterizan por  su rusticidad, su adaptabilidad a toda clase de terrenos y por la economía de su cultivo,mantenimiento y exigencias hídricas.

Ciudades verdes

Las áreas verdes urbanas  y su futuro

Aún es poco conocido el documento que la Comisión de la UE hizo público (COM, 1990), de gran trascendencia, sobre el medio ambiente urbano, que supone una crítica viva y contundente al urbanismo actual, una visión certera de los problemas de la ciudad moderna y donde se realizan una serie de sugerencias de un enorme interés.

Precisamente, sobre los temas ecológicos del medio urbano se dice: «la Comisión debería plantearse la posibilidad de lanzar un programa de Proyectos Piloto, repartidos por toda la Comunidad, para demostrar los beneficios de los planes verdes», y a continuación afirma: «debería animarse a las autoridades municipales a revisar la cantidad de espacios libres de que disponen, y a ampliarla cuando exista la oportunidad».

En efecto, las breves consideraciones que hemos hecho, sobre el «presente» de las zonas verdes en la ciudad, invitan a repensar las dotaciones que son necesarias, teniendo en cuenta el papel tan importante que, desde el punto de vista ecológico, van a ejercer.

Techo-verde-intensivo

La Organización Mundial de la Salud, hace ya tiempo, recomendó para las ciudades la cifra de 9 m2/hab. Aunque la CEE, en algunos documentos, ha señalado la conveniencia de alcanzar estándares de 10 a 20 m2/hab.

En nuestro país la media de las ciudades más importantes es de 4,5 m2/hab, ello a pesar de que la Ley del Suelo es muy explícita en este contexto y especifica la necesidad de que los Planes Generales de Ordenación Urbana reserven una dotación mínima de espacios verdes de 5 m2/hab, a lo que hay que añadir los 18 m2/vivienda o por 100 m2 de edificación residencial, que se establece en los Planes Parciales que determinan el Plan General. Independientemente de razones de tipo administrativo, el primer factor que imposibilita alcanzar cotas tan altas de espacios verdes es el vehículo privado, su principal competidor en la lucha por el espacio libre.

Afortunadamente, ya se levantan voces, aunque tímidas, apoyando líneas de investigación para limitar el uso del automóvil en las ciudades; en la actualidad se realiza un estudio que se llama «ciudad sin coches» y es exactamente la prefiguración de una ciudad europea que funcione sin transporte privado.

Barcelona.-Parc Cervantes

Este estudio demuestra que esa hipótesis no solamente es factible, sino que este tipo de ciudad costaría entre dos y cinco veces menos que el modelo actual.

Por su parte, el Libro Verde sobre el Medio Ambiente Urbano resalta que el tiempo de ocio ha aumentado de forma generalizada, y con ello los ciudadanos han ido adquiriendo una mayor conciencia del valor y la importancia de los espacios abiertos en la ciudad o en sus proximidades.

La Comisión de las Comunidades invita, como posible solución, a la realización de posibles Planes Verdes, que se entienden como documentos urbanísticos, Planes Especiales que la legislación española reconoce para determinados supuestos (protección del paisaje, conservación del patrimonio histórico, del medio rural, mejora de jardines, protección del medio físico, desarrollo del sistema de espacios libres) que han de desarrollar los Planes Generales de Ordenación.

Un Plan Verde tiene un objetivo fundamental que es el bienestar de los ciudadanos, para lo que realiza una propuesta múltiple de ordenación del sistema de espacios libres y zonas verdes, y formula una protección y mejora del paisaje, la naturaleza y el medio físico. Una especie de tecnología blanda para la ciudad (PEDRO SALVADOR,2003).

Madrid rio .-Arganzuela

Sin embargo, hemos de tener en cuenta que la evolución tecnológica ha transformado profundamente la fisonomía de nuestras ciudades y ha llevado a dejar los antiguos espacios libres cada vez más artificializados.

«Poner en práctica esta idea supone compatibilizar la cantidad con la calidad, y esta engloba desde la concepción inicial hasta las renovaciones periódicas necesarias; los suelos y su fundamento, los vegetales, el agua, las circulaciones, los diversos materiales y equipamientos, pero también el arte de los proyectistas para crear paisajes interesantes, agradables y variados» (BERAUD, 1989).

El entorno de la ciudad

Desde los años cuarenta se viene hablando de la Ecología Urbana, aunque esos primeros intentos para definir la peculiar estructura de la ciudad no tuvieran una inspiración ambiental; tendría que pasar algún tiempo para que se depurara el concepto ambientalista, de la ciudad como sistema..

Hoy este concepto nace de la necesidad de definir las razones por las cuales las condiciones para la vida son distintas en una ciudad que en su entorno geográfico. En efecto, existe la evidencia de que la ciudad se encuentra sobre un entorno físico (biotopo), intensamente transformado por el hombre del que se distingue por una serie de condicionantes de tipo natural (OKE, 1980).

Valencia- antiguo cauce del Turia-gardens

Evidentemente, las zonas verdes cumplen funciones de gran interés ciudadano, como son: ornamental y recreativa y perceptual paisajística; pero otras están en relación con el bienestar de los ciudadanos (SUKOPP & al., 1982) y mejoran las condiciones climáticas, al actuar como refrigeradores o reguladores del intercambio de aire y temperatura. También juegan un papel muy importante en el control o reducción de la contaminación acústica y en la alteración de la composición de la atmósfera urbana.

. Confort climático de la ciudad

La ciudad es el paisaje humanizado más espectacular. En ella, la acción del hombre alcanza la máxima intensidad, incluso en aspectos no visibles, como la composición del aire y los elementos del clima (temperatura, lluvia, vientos) de gran repercusión ecológica, ya que afectan de forma inmediata a todos los habitantes.

Ahora es importante establecer una relación entre hombre-medio que atenúe por lo menos, los graves errores del presente; en tal sentido, es evidente la importancia extraordinaria que tiene la alteración del clima en las ciudades, especialmente en las mayores de 100.000 habitantes, que albergan a más de un quinto de la humanidad.

Anillos-de-zonas-verdes.-Barcelona-2200

La ciudad es el ejemplo más representativo de las modificaciones que el hombre es capaz de introducir en el medio. La ciudad representa la forma más radical de transformación del paisaje natural, pues su impacto no se limita a cambiar la morfología del terreno, nuevas construcciones, otro plano y disposición del territorio, ni tampoco la aglomeración humana o mecánica que determina, sino que todo ello modifica las mismas condiciones climáticas y ambientales, elevando la temperatura y afectando al régimen de precipitaciones y de vientos.

La absorción de calor por la masa de la edificaciones durante el día y su lenta irradiación durante la noche determina que se forme una «isla de calor», rodeada por un medio rural más fresco.

A ello contribuyen también, secundariamente, los emisores térmicos locales: vehículos, calefacciones, etc. En las noches de calma las diferencias con el campo próximo pueden llegar hasta los 10 °C, con todos los efectos que ello supone sobre todos los demás elementos meteorológicos y la vida y la actividad de los habitantes de la ciudad.

Huertos urbanos

Esta diferencia entre el medio ambiente urbano y el periurbano radica en la absoluta diferencia que existe en la estructura de sus superficies. En términos cuantitativos, el¡ paisaje natural o agrícola se caracteriza por la vegetación y un suelo más o menos compactado y permeable; sin embargo, el área urbana posee unas superficies altamente compactas e impermeables .

Junto a las temperaturas, también se modifica la dirección y la intensidad del viento, que se adapta a la disposición del plano. Aumenta la lluvia por la existencia de más núcleos de condensación, aunque la mayor temperatura puede, en ocasiones, ejercer el efecto contrario y por ello disminuyen las nevadas (LÓPEZ GÓMEZ, 1985).

Sevilla-terapia-urbana.-Jardin vertical

En principio, ello no tiene nada de particular en cuanto que edificios y viviendas tienen por finalidad esencial crear un área de bienestar suficiente para mejorar la habitabilidad humana. Pero las modificaciones ambientales de la ciudad van más allá y afectan también a calles, plazas y jardines aunque, en principio, no se buscara este efecto. ¿Hasta qué punto, por tanto, la ciudad sus barrios y su estructura crean un ambiente de mayor o menor confort, y cómo puede relacionarse este hecho con las restantes variables urbanas?

Max Sorre uno de los geógrafos que primero abordó, con mayor precisión, el tema del confort climático, como un fundamento esencial de la geografía humana. Y lo que aquí más nos interesa, fue también el primero que lo relacionó con el microclima de las ciudades y con las modificaciones debidas al hombre.

De forma paralela, la preocupación ambiental, la búsqueda de confort, bienestar y calidad de vida, la influencia de esos factores en el comportamiento social e individual del hombre, se convirtieron en temas de interés de diversas disciplinas.

Areas verdes.-Picnic- en Nueva York

Asimismo, resultó de extraordinario valor la aportación de la sicología ambiental, y, por supuesto, la geografía volvió a considerar el confort como elemento propio en cuanto factor del comportamiento humano y no sólo como consecuencia del clima (SORRE, 1951).

El sistema de espacios verdes en ciudad y su planificación, interaccionan con el sistema de microclima urbano y con aspectos psicológico ambientales de gran importancia para el habitante de la ciudad, como es el medio ambiente urbano, el confort y, en definitiva la calidad de vida que pueden llegar a tener los ciudadanos.

Es evidente que la vegetación mejora el clima urbano, pero de lo que se trata es de obtener información directa y resultados propios del comportamiento, en una ciudad concreta, de la vegetación, sobre la micrometeorología de esa ciudad, y de la acción de esta sobre otros procesos humanos y naturales que se intercomunican (isla de calor humano, percepción, equilibrio psicosomático). Por ello, la planificación verde, con su búsqueda de la satisfacción de déficit y carencias de espacios verdes y libres, puede favorecer altamente mejoras de carácter higienista y ambiental, un mejor equilibrio suelo-clima-vegetación y un alto grado de confort climático, salud y bienestar.

BIBLIOGRAFÍA

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BERAUD, G. (1989): «L’education a l’environment et l’animation dans les parcs et jardins», Les parcs et jardins de demain, Presses de L’Ecole National des Ponts et Chaussées, París.

CLEMENTE, E. (1991): «Medio ambiente y urbanismo. Hacia un enfoque integrado», El futuro europeo del medio ambiente urbano, Ministerio de Obras Públicas y Transportes, Madrid.

LÓPEZ, A. (1985): El clima de las ciudades, Ed. Arbor, 474. — & A. RAMOS (1969): Valoración del paisaje natural, Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes, Madrid.

NIETO, J. (1991): Prólogo al libro El árbol fuente de vida, V. CABALLER, Universidad Politécnica de Valencia

NIEMEYER, O. (1985): La ciudad del año 2000, Correla Unesco, marzo.

OKE, T. R. (1980): «Climatic impacts or urbanization», en W. BACH & J. PANKRATH & J. WILLIAMS (eds.),

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RODRÍGUEZ, L. (1982): Zonas verdes y espacios libres en la ciudad, IEAL, Madrid.

SALVADOR, P. (2003): La planificación verde en lasciudades, GG, Barcelona.

SORRE, M. (1951): Les fondements de la GéographieHumaine. Les fondaments biologiques, Essai d’une Ecologie de l’hommme, T.I., París, A. Colins.