Alhambra.-Patio de los arrayanes-

El amor por las flores y la naturaleza en general fue una constante en todo el mundo islámico, ocupando el jardín un lugar privilegiado en el imaginario musulmán. Su predilección por estos lugares tiene su origen en el Corán, que aporta más de medio centenar de referencias al Paraíso como jardín. La imagen evocada en sus numerosos pasajes es tan precisa y deliciosa que llegó a ser fuente de inspiración para los jardineros.

La cultura andalusí no podía dejar de ser menos, legándonos maravillosos jardines, en los que experimentaron técnicas agrícolas, mejoraron los cultivos, plantaron numerosas especies exóticas y realizaron grandes avances en botánica.

Respecto a su construcción, podrían establecerse las siguientes características:

Jardines del Generalife (Granada)

Responde a la idea del patio interior a la vivienda, con forma cuadrangular, generalmente con un trazado en crucero (a dos ejes) y siempre con un eje vertical implícito que dota al espacio de una relación simbólica con el cielo. Esta división del espacio cuadrangular proporciona una jerarquía (que refleja el orden al que aspiran los constructores de jardines, a un dominio de la naturaleza) y una organización práctica (paseos, distribución del agua de riego, disposición de las plantaciones).

Los paseos en forma de andenes sobreelevados permiten recorrer el perímetro y los ejes del patio.

Se usa el agua como espejo (para reflejar el cielo e introducir luz en espacios pequeños), pero también como perturbación del espejo para distinguir el reflejo (lo imperfecto) de lo reflejado (lo perfecto, lo alto).

Agua y vegetación forman un binomio inseparable, de tal modo que el paseante puede tener al alcance de la mano las copas de arbolillos o arbustos grandes, mientras el agua aparece en láminas que reflejan el cielo, sólo perturbadas ligeramente por pequeños surtidores, generalmente en los extremos de los estanques o canales.

El agua aparece, además, circulando por canalillos que pueden acompañar a los andenes, uniendo a su faceta útil de agua de riego, el beneficio de refrescar la atmósfera y producir un sonido agradable. Dentro de las redes de riego, las acequias, albercas y fuentes representan los métodos de adquisición y almacenamiento de agua.

Es notable la conjunción de los aspectos olfativo y visual. El jardín tenía plantas aromáticas y flores especialmente difusoras de perfume durante el día o la noche. También crecían en él, árboles frutales que perfumaban el ambiente durante el tiempo de su floración.

Alhambra y Generalife.-Castillo_Silla del Moro al-Sabika

Cuando es posible, puede darse una relación visual con el paisaje circundante, integrándolo por medio de ventanas o ajimeces.

La decoración responde a esta concepción del jardín como paraíso coránico y ofrece versículos y otros textos que responden a la idea de bienestar que se pretende alcanzar.

La tradición de jardín-huerto se extendió por todo al-Ándalus. Era huerto y jardín a la vez, así como un campo de experiencias botánicas, en el que se adaptaban aquellas especies traídas de Oriente, como la granada o la palmera datilera. Se aclimataban también especias y condimentos, como la pimienta negra y el azafrán y plantas aromáticas y medicinales como la alhova y la alheña. En las albercas andalusíes solía haber plantas acuáticas, como los nenúfares, y peces multicolores, tal y como puede apreciarse actualmente en el Jardín del Partal y en el Patio de los Arrayanes de la Alhambra.

El auge de la agricultura se debe, principalmente, a la tecnología hidráulica, capaz de transformar los terrenos de secano en fértiles huertas de regadío, con grandes norias giratorias de acequias, pequeñas aceñas, acueductos, acequias, canales, pozos artesianos, etc. Los molinos de agua, instalados en las orillas de los ríos, molían los granos de cereales. Los de viento, provistos de anchas velas de barco, hacían girar un eje vertical que movía la piedra de moler el grano. El mejor aceite se elaboraba en los molinos que trituraban los frutos del olivo (almazaras).

Así pues, se crearon enormes huertos, con una dotación constante, y se buscaron los mejores geóponos de la época, para que, como avezados investigadores, cuidaran y experimentaran en ese jardín botánico. Los emires, califas y sultanes de al-Ándalus favorecieron con enorme interés la creación, junto a sus palacios, de jardines botánicos donde se experimentaba con las nuevas especies traídas, iniciándose una técnica de injertos que dio lugar a muchos frutos que hoy se degustan en Europa y América, como el albaricoque, ciertas especies de higos (como el de Málaga), tipos de dátiles, etc.

Las huertas del Generalife.-
Las huertas del Generalife.-Alcauciles

LAS HUERTAS ESTAS DESCONOCIDAS.

En el Generalife, la otra mitad del Patronato de la Alhambra mantiene el paisaje de huertos y frutales que dibujan el vergel que fue en época nazarí.

Las huertas alhambreñas mantienen el diseño de alineaciones sujetas en terrazas, con árboles y frutales que tiñen el monumento del color de almendros, caquis, membrillos o azofaifos, y que distribuyen el olor de perales y laureles, ciruelos y granados, los dulces y los agrios que son emblema e identidad de la ciudad.

El servicio de Jardines, Bosques y Huertas de la Alhambra se afana en mimar este otro lado del monumento, el que los miles de visitantes que pasan cada día por los Palacios Nazaríes vislumbran desde la Torre de las Infantas o la de la Cautiva.

Se trata además de las únicas huertas medievales de España asociadas a recintos palatinos que siguen siendo eso, huertas ecológicas que en 2018 ofrecieron una cosecha de unos 2.400 kilos de habas, berenjenas, calabacín, calabazas, tomates, granadas y patatas, alimentos que se destinan a entidades con fines sociales.

A los cultivos de esencia nazarí como las alcachofas, las berenjenas, las habas o los ajos, se sumaron desde el siglo XVI otros llegados de América como las patatas o los tomates, pero todos mantienen un cultivo ecológico con maneras ancestrales.

El Patronato de la Alhambra ha diseñado una línea estratégica para conservar y proteger esta porción monumental diseñada por los asurcados de la tierra, el agua de las acequias, las sombras de las moreras o el aroma de menta y albahaca de sus cuatro huertas.

Y en esa línea, la dirección del complejo monumental mantiene la recuperación de especies como el espárrago, considerado un manjar en época nazarí y reintroducido en 2017, el azafrán que el año pasado volvió a colorear la Huerta Grande, o el pistacho, que se perdió de la Alhambra a la que ha vuelto el pasado marzo.

El Patronato también ha recuperado el uso de las bestias -burros y mulos-, encargados del trabajo físico, y esta primavera ha «contratado» a Charcón, un burro de raza andaluza de trece años que se ha encargado de labrar, arar y hacer surcos con un arado romano para convertirse en un atractivo más para los visitantes.

Jardines del Generalife
Generalife.-Patio de la acequia

Sin lugar a duda, el jardín más espléndido e inolvidable de la España musulmana es el Generalife (del árabe “Ÿannat al’arif “: la más noble y elevada de todas las huertas, o también huerta del arquitecto), la almunia de la Alhambra de Granada. Esta última también puede presumir de notables espacios verdes, cercano al paraíso: los jardines del Partal, de los Adarves y de Lindaraja, con sus rimeros de macetas floridas, los recortados setos que bordean acequias, los estanques y fuentes cubiertos de nenúfares, y todo un conjunto, esplendoroso y sutil, asomándose a la legendaria ciudad, al blanco barrio del Albaicín (de “al-bayyazín”: musulmanes de Baeza que se refugiaron en Granada), a las cumbres nevadas de la sierra, y a la aceitunada apacibilidad de la Vega.

En la Alhambra, la puesta en escena entre agua y vegetación es una manipulación de todos los sentidos, la mirada se ve arrastrada más allá de los muros del recinto, en un espectáculo armonioso entre arquitectura y naturaleza. El sonido del agua es invitador y refrescante y se entrelaza con los aromas de las flores y árboles.

El concepto del Carmen granadino es de origen hispanomusulmán. La palabra Carmen viene del árabe “karm”, que significa viña. Los cármenes ocupan las laderas de las colinas enclavadas entre los cauces del Darro y del Genil, y aquellos que se encuentran en el Albaicín, frente a la esplendidez de la Alhambra, son considerados los más típicos. En sus orígenes eran minifundios suburbanos; el terreno se dedicaba en parte a jardín y en parte a huerta.

Fueron también muy  famosos los jardines del palacio de Al-Rusafa, almunia (huerto o granja) de recreo del emir Abderrahmán I, a pocos kilómetros de Córdoba, la primera hacienda ajardinada de al-Andalus y el lugar donde se trasplantaron y aclimataron numerosas plantas exóticas, enviándose mensajeros a lugares lejanos para importarlas. Otro ejemplo importante de jardín es el de Madinat al-Zahra, también en Córdoba, construido por orden del califa Abderrahmán III.

Sevilla.-Jardines de la Buhaira

Sevilla tuvo su esplendor en la zona de Buhayra, hoy conocida como Huerta del Rey; allí se plantaron, con  la colaboración de expertos del Aljarafe, olivos, árboles, viñas y frutales raros de todas las especies. El propio emir al-Mutamid salía a pasear por estos campos y observar los avances en la plantación.

Los jardines islámicos representados en los jardines hispanoárabes presentan una variedad de dispositivos que contribuyen a la estimulación de varios sentidos y la mente, para mejorar la experiencia de una persona dentro del jardín. Estos dispositivos incluyen la manipulación del agua y el uso de plantas aromáticas.

La literatura árabe y persa refleja cómo las personas interactuaron históricamente con los jardines islámicos. La encarnación mundana del paraíso en los jardines proporcionó el espacio para que los poetas contemplaran la naturaleza y la belleza de la vida. El agua es el motivo más frecuente en la poesía del jardín islámico, ya que los poetas representan el agua como piedras semipreciosas y características de sus amadas mujeres u hombres.

Los poetas también involucraron múltiples sensaciones para interpretar la naturaleza desmaterializada del jardín. Los sonidos, las vistas y los olores en el jardín llevaron a los poetas a trascender el clima seco en lugares desérticos.  La literatura clásica y la poesía sobre el tema permiten a los académicos investigar el significado cultural del agua y las plantas, que encarnan cualidades religiosas, simbólicas y prácticas.

El agua es una parte integral de la arquitectura del paisaje y cumple muchas funciones sensoriales, como el deseo de interacción, reflexiones ilusorias y animación de objetos inmóviles, estimulando así los sentidos visuales, auditivos y somatosensoriales.

En el islam, el agua representa la pureza y el conocimiento con sus atributos de transparencia, luminosidad y adaptabilidad. Estas cualidades cobran aún más relevancia por el hecho de tratarse de un Mensaje surgido en un medio geográfico inhóspito donde el agua, contrariamente a otras latitudes, es percibida como una bendición del Cielo.

Las piscinas y fuentes ubicadas en el centro de los jardines islámicos recuerdan a los visitantes la esencia del agua en el mundo islámico.

Generalife.-Escalera del agua.-

Jardín del Generalife de Granada.

El islam surgió en el desierto, y la sed y la gratitud por el agua están arraigadas en su naturaleza. En el Corán, los ríos son los componentes principales del paraíso, y abundan las referencias a la lluvia y las fuentes. El agua es la materia prima del mundo islámico, como se afirma en el Corán 31:30: «Dios prefirió el agua sobre cualquier otra cosa creada y la convirtió en la base de la creación, como dijo:» Y creamos todo lo viviente de agua’.» El agua encarna las virtudes que Dios espera de sus súbditos. «Entonces se le dijo al agua: ‘Quédate quieta’. Y todavía estaba, esperando el mandato de Dios.

Esto es agua implícita, que no contiene impureza ni espuma» (Tales of the Prophets, al-Kisa ‘). Examinar sus reflejos en el agua permite a los fieles integrar la quietud y la pureza del agua, y la implicación religiosa del agua establece el trasfondo de la experiencia de estar en un jardín islámico .

Basado en la experiencia espiritual, el agua sirve como un medio de limpieza y refrigerio físico y emocional. Debido a las condiciones cálidas y áridas donde a menudo se construían jardines, el agua se usaba como una forma de refrescar, limpiar y enfriar a un visitante exhausto. Por lo tanto, muchas personas vendrían a los jardines únicamente para interactuar con el agua.

Las piscinas reflectantes se colocaron estratégicamente para reflejar las estructuras del edificio, interconectando los espacios exteriores e interiores.  El reflejo creó una ilusión que amplió el edificio y duplicó el efecto de solemnidad y formalidad. El efecto de ondular el agua de los chorros y la brillante luz del sol enfatizó aún más el reflejo.

En general, reflejar las estructuras circundantes combinadas con la vegetación y el cielo crea un efecto visual que expande el espacio cerrado de un jardín. Dada la conexión directa del agua con el paraíso, sus efectos ilusorios contribuyen a la experiencia espiritual del visitante. Otro uso del agua era proporcionar movimiento cinético y sonido a la quietud de un jardín amurallado,  animando la atmósfera imponente. Las fuentes, llamadas fuentes de salsabil para «la fuente en el paraíso» en árabe, prevalecen en los palacios y residencias islámicos medievales.

Generalife.-Patio del Cipres de la Sultana

A diferencia de las piscinas que manifiestan quietud, estas estructuras demuestran el movimiento del agua, pero celebran la solidez del agua a medida que corre a través de canales estrechos que se extienden desde la cuenca.

El Patio de los Leones (1362), Granada, España, cuenta con fuentes con leones echando agua. En el Palacio de la Alhambra, alrededor del borde de la cuenca de la Fuente de los Leones, se inscribe la admiración por la virtud del agua: «La fusión de plata que fluye entre las joyas, una como la otra en belleza, blanca en pureza; una corriente que evoca la ilusión de una sustancia sólida; para los ojos, de modo que nos preguntamos cuál es el fluido. ¿No ven que es el agua que corre por el borde de la fuente, mientras que es la estructura la que ofrece canales para flujo de agua ¿ «.

Al hacer que las corrientes de agua se derritan en plata, el poema implica que aunque la fuente crea dinámicas, el agua que fluye en los canales estrechos permite que la estructura se mezcle con el estilo arquitectónico solemne en lugar de interrumpir la armonía.

Muchos palacios nazaríes incluyeron una escultura en su jardín en la que un chorro de agua fluiría de la boca de la estructura, agregando movimiento y un «sonido rugiente» de agua al jardín.  Como componente central de la arquitectura islámica, el agua incorpora las implicaciones religiosas y contribuye a la experiencia espiritual, corporal y emocional que los visitantes difícilmente podrían adquirir del mundo exterior.

La irrigación y el suelo fértil se utilizaron para apoyar una variedad botánica que de otro modo no podría existir en un clima seco.

Muchos de los jardines existentes no contienen la misma vegetación que cuando se crearon por primera vez, debido a la falta de precisión botánica en los textos escritos. Los textos históricos tendieron a centrarse en la experiencia sensorial, en lugar de los detalles de la agricultura.

Sin embargo, existe un registro de varios árboles y flores frutales que contribuyeron al aspecto aromático del jardín, como cerezas, duraznos, almendras, jazmín, rosas, narcisos, violetas y lirios.  Según la literatura médico-botánica, muchas plantas en el jardín islámico producen aromáticos terapéuticos y eróticos.  El científico musulmán al-Ghazzi, que creía en los poderes curativos de la naturaleza, experimentó con plantas medicinales y escribió extensamente sobre plantas perfumadas.

Un retiro en el jardín era a menudo una receta «real» para tratar dolores de cabeza y fiebres. Se aconsejó al paciente que «permanezca en áreas frías, rodeado de plantas que tengan efectos refrescantes como los árboles de sándalo y alcanfor».  La medicina Yunani explica el papel del olor como un refuerzo del estado de ánimo, describiendo el olor como «el alimento del espíritu». El aroma mejora las percepciones de uno,  agita los recuerdos y hace que la experiencia de visitar el jardín sea más personal e íntima.

Generalife.-Patio de la Acequia
Jardines del Generalife.-Fuentes

La literatura medico botánica islámica sugiere la naturaleza erótica de algunas plantas aromáticas, y los poetas musulmanes medievales notan el papel de los aromas en los juegos de amor. Muhammad Quli Qutb Shah refleja los aromas que usan los amantes para atraerse entre sí, y la presencia de ramos aromáticos que proporcionan placeres sensuales en los espacios del jardín.  Las plantas exóticas también fueron buscadas por la realeza por su exclusividad como símbolos de estatus, para significar el poder y la riqueza del país.  Los ejemplos de plantas exóticas que se encuentran en los jardines reales incluyen granadas, higos Dunaqāl, una variedad de peras, plátanos, caña de azúcar y manzanas, que proporcionaron un sabor raro.

Jardines Patrimoniales de la Alhambra y el Generalife
Jardines el Partal.-Palacio del Portico -Alhambra-de Granada

En el siglo X, los jardines reales de los omeyas en Córdoba estaban a la vanguardia de los jardines botánicos, experimentando con semillas, esquejes y raíces traídos de los confines del mundo conocido.

Para los jardines que estaban destinados a representar el paraíso, había temas comunes de vida y muerte presentes, como las flores que florecerían y morirían, representando la vida de un humano. Junto con las flores, otra agricultura, como los árboles frutales, se incluyó en los jardines que rodeaban los mausoleos.

Estos árboles frutales, junto con áreas de sombra y agua refrescante, se agregaron porque se creía que las almas de los fallecidos podían disfrutarlos en el más allá . Las fuentes, a menudo encontradas en el centro de los jardines, se usaban para representar el paraíso y eran más comúnmente octogonales, lo que geométricamente incluye un cuadrado y un círculo.  En este diseño octogonal, el cuadrado era representativo de la tierra, mientras que el círculo representaba el cielo, por lo tanto, su diseño geométrico tenía la intención de representar las puertas del cielo; La transición entre la tierra y el cielo. El color verde también fue una herramienta muy destacada en este simbolismo religioso, ya que el verde es el color del islam, y la mayoría del follaje, aparte de las flores, expresó este color.

Todas las artes se hicieron eco de estos vergeles, reproduciéndose su grandeza y magnificencia en tapices, alfombras y decoraciones. Los poetas, en sus versos, también dejaron su impronta naturalista, ensalzándose la variedad de sus flores: rosas, narcisos, lirios, anémonas, jazmines, alhelíes, violetas, amapolas, margaritas y otras especies que atraen la mirada y entretienen los ojos.

Papaver somniferum

Las especies predominantes fueron las siguientes:

  • Adormidera (“Papaver somniferum”).
  • Alhucema (“Lavandula latifolia”).
  • Azucena (“lilium candidum”). Se plantaba junto a las acequias, con poco riego.
  • Balaustre (“Punica granatum”). Variedad de la flor de granado, de carácter especialmente ornamental y presente en casi todos los jardines.
  • Limonero (“Citrus limon”). Del árabe “laimún”.
  • Lirio amarillo o lirio del agua (“Iris pseudacorus”). Es esencialmente planta de adorno y no tiene olor. Se cría junto a las aguas (albercas y acequias).
  • Manzanilla (“Anthemis nobilis”). Planta con pequeñas flores muy aromáticas frecuente en los jardines andalusíes.
  • Manzano (“Pyrus malus”). Se cultivaban abundantemente las dos variedades de manzanas: dulces y ácidas. Se utilizaban en confituras y en jarabes y aplicaciones cosméticas, ya que, al parecer, las manzanas fortalecían el ánimo y daban alegría.
  • Melón (“Cucumis melo”). Era fruto muy apreciado.
  • Hierba aromática utilizada principalmente en jarabes y tisanas.
  • Arbusto omnipresente en los jardines, de la misma familia que el arrayán.
  • Es un tipo de rosal con flores blancas, pequeñas y de olor densamente almizclado.
  • Nenúfar amarillo (“nuphar luteum”). Planta acuática que se cría en lagunas y estanques. Sus flores desprenden un suave perfume y flotan en el agua. A veces el refinamiento llegaba a tal extremo que se ponían sobre las aguas de los estanques o albercas, nenúfares de plata, como fue el caso de la almunia de Almanzor.
  • Otros cítricos: El toronjo y la naranja (del árabe “naranja”) amarga fueron importados de Asia oriental. Eran utilizados para conservar los alimentos, elaborar zumos y extraer esencias para la fabricación de perfumes.
  • Romero (“Rosmarinus officinalis”). Al médico-filósofo Ibn Sina (Avicena) se le atribuye el empleo de esta aromática, cocida con aceite, como bálsamo para todos los males.

Otras plantas y cultivos que nunca faltaron en Al-Andalus fueron los siguientes: hierbabuena, laurel, albahaca, ciprés, arroz, lino, esparto, sandía, jazmín, caña de azúcar, algodón, seda, alcachofa, morera, frutos secos…

El oficio de jardinero tenía una significativa dignidad entre los musulmanes andalusíes, siendo muy apreciado por emires y califas. Este jardinero/botánico era el complemento del perfumista y el médico, oficios llenos de misterio y fórmulas magistrales.

La farmacopea brilló particularmente en Al-Andalus, vinculándose fuertemente a la botánica. El naturalista árabe es un incansable colector de especies; viajando y cultivando en bellos jardines botánicos plantas de las tierras más diversas.

Tratados de agricultura

De estas actividades nos dejaron escritos voluminosos tratados descriptivos de plantas y animales. En las más interesantes enciclopedias botánicas no sólo se describen, cuidadosamente la morfología, cultivo y particularidades de la especie, sino que se ordenan y clasifican; en la ordenación suelen seguir a sus maestros griegos y alejandrinos, y en los tratados de los hispanoárabes más originales apunta una clasificación que los aproxima a la ciencia moderna.

Al-Gasani, por ejemplo, confeccionó una clasificación taxonómica en géneros, especies y variedades, adelantada en cuatro siglos a los demás botánicos europeos. Los botánicos suelen señalar con especial cuidado las propiedades medicinales o nocivas de las plantas, de modo que estos tratados tienen un carácter marcadamente farmacológico.

En los siglos XI y XII, surge una escuela agrónoma en Al-Andalus que será la más importante del islam clásico. Los más conocidos geóponos (estudiosos de la agricultura) de este período son Ibn Wafid, el toledano Ibn Bassal, Abu l-Jayr al-Isbilí (Sevilla) e Ibn Al-Awwám.

La personalidad de Ibn Al-Awwám es prácticamente desconocida, al tenerse escasos datos sobre la misma. Parece ser, por las frecuentes citas en su obra, que vivió en la zona del Aljarafe de Sevilla. Sin embargo, su tratado fue la única referencia sobre la agronomía hispanomusulmana durante muchísimo tiempo, influyendo en el Renacimiento y revalorizándose en tiempos de la Ilustración. En él menciona cerca de seiscientas plantas, además de medio centenar de árboles frutales, ocupándose de cómo han de ser cultivados.

Ibn al-`Awwam  nombre completo Abu Zakariya´ Yahya b. Muhammad b. Ahmad Ibn al-`Awwam al-Ishbili (Sevilla, segunda mitad s. XII – mediados s. XIII),1​ era un agrónomo andalusí de época almohade, autor del célebre tratado de agricultura Kitab al-Filaha​ (El libro de la agricultura).)

Esta obra enciclopédica recoge todo el saber agrícola y zootécnico de su época, pero no volvió a ver la luz hasta el siglo XVIII, cuando fue encontrada en la biblioteca del Escorial, traducida al español e imprimida en Madrid en 1802 y en Sevilla en 1878. Después se tradujo en francés y se publicó en París en 1865. Desde entonces ha sido una referencia en materia de agricultura en Europa.

En sus obras, Ibn al-`Awwam se apoya sobre las observaciones y las informaciones anotadas por otros científicos, como Al-Dinnouri y Al-Fadel Al Andalusí, citando sus obras y reconociendo sus contribuciones. Se apoya también sobre sus propias experiencias. Describe el «gota a gota» bastante antes que los agricultores del siglo XX, sin atribuírsele el mérito.

Por la misma época, el geógrafo cordobés Al-Bakrí estudió en sus trabajos los árboles y los vegetales de Al-Andalus. En Tunicia, Abu al-Salt al-Ándalusí escribió, también en el siglo XII, el innovador “Libro de las drogas simples”. El andalusí Abu Ÿa’far Al-Gafiqí, llevó a cabo una novedosa descripción científica de las plantas.

En el siglo XIII, Abu-l-Abbás Ibn al-Rumiyya Al-Nabatí se hizo célebre con sus trabajos sobre botánica. En 1217 realizó un viaje a Oriente con el doble objetivo de peregrinar a La Meca y de llevar a cabo observaciones científicas. Sobre el periplo escribió un libro titulado «El viaje botánico», cuyo original se ha perdido.

Ibn al-Baitar (Málaga) fue el más grande botánico farmacólogo de la civilización islámica. Estudió en Sevilla y en 1220 dejó Al-Andalus para seguir la misma ruta que su maestro Al-Nabatí, instalándose en el Oriente musulmán y muriendo en Damasco. Fue nombrado jefe de los herboristas de palacio por el sultán de El Cairo, escribiendo allí sus obras más importantes, entre las que destaca su gran enciclopedia: «Colección de nombres de alimentos y drogas simples». Viajo a Siria y Anatolia para recoger plantas, y sus trabajos constituyen la mejor sistematización sobre las plantas medicinales que jamás se emprendió antes de la época moderna. En esos tratados, dio entrada a mil quinientas especies —trescientas de las cuales nunca se habían inventariado hasta entonces—, citó a los autores griegos y latinos y anotó sus propias observaciones.

En relación con el cuidado de la tierra en Al-Ándalus, la figura más sobresaliente es Ibn Luyún de Almería (1282-1349). Su obra lleva por título “Tratado de Agricultura”, está realizada en verso y contiene importantes conocimientos sobre el tema agrícola, el cuidado de jardines, etc.

Palacio del Generalife desde la Alhambra
Palacio de la Alhambra desde el Generalife

El Palacio del Generalife fue el palacio de verano y la finca de los gobernantes nazaríes de El Emirato de Granada en Al-Andalus, ahora junto a la ciudad de Granada en la comunidad autónoma de Andalucía, España.

El palacio y los jardines fueron construidos durante el reinado de Muhammed II (1273-1302), Sultán de Granada, y más tarde por Muhammed III (1302-1309). Fueron redecorados poco después por Abu I-Walid Isma’il (1313-1324). Gran parte del jardín es una reconstrucción reciente de dudosa autenticidad.

Théophile Gautier, un visitante de mediados del siglo XIX, se quejó de que: Del Generalife no queda nada más que algunas arcadas y algunos grandes paneles de arabescos, desafortunadamente cubiertos con capas de cal que se han aplicado una y otra vez con toda la obstinación de un desalentador limpieza. Poco a poco, las delicadas esculturas y los maravillosos guilloches  (El guilloché  es una técnica decorativa de grabado en la cual un patrón de diseño repetitivo y complejo es grabado mecánicamente en un material subyacente con gran precisión y detalle ). de esta arquitectura de hadas han sido borrados, llenados y engullidos. Lo que en la actualidad no es más que una pared débilmente vermiculada, antes era un encaje abierto tan fino como esas hojas de marfil que la paciencia de los chinos esculpe para los fanáticos.

Generalife.-Patio de la Acequia

El Patio de la Acequia antes de la instalación de fuentes modernas.

El complejo consiste en el Patio de la Acequia (Corte del Canal del Agua o Patio del Jardín del Agua), que tiene una larga piscina enmarcada por parterres, fuentes, columnatas y pabellones, y el Jardín de la Sultana (Jardín o Patio del Ciprés de Sultana). Se cree que el primero conserva mejor el estilo del jardín medieval persa en Al-Andalus.

Originalmente, el palacio estaba vinculado a la Alhambra por una pasarela cubierta a través del barranco que ahora los divide. El Generalife es uno de los jardines árabes sobrevivientes más antiguos.

Siglo XX .- Los jardines actuales se iniciaron en 1931 y fueron completados por Francisco Prieto Moreno en 1951. Las pasarelas están pavimentadas en estilo tradicional granadino con un mosaico de guijarros: los blancos del río Darro y los negros del río Genil. .

El Generalife es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en Granada, junto con el palacio y los jardines de la Alhambra y el distrito del Albayzín.

Muchos de los jardines de la civilización islámica ya no existen hoy. Si bien la mayoría de los jardines existentes conservan sus formas, no se han cuidado continuamente y las plantaciones originales se han reemplazado por plantas contemporáneas.

Una forma transitoria de arte arquitectónico, los jardines fluctúan debido al clima y los recursos disponibles para su cuidado. Los jardines más ricos requerían recursos considerables por diseño, y su mantenimiento no podía mantenerse a través de las épocas. La falta de precisión botánica en el registro histórico ha hecho que sea imposible restaurar adecuadamente la agricultura a su estado original.

Existe un debate entre los historiadores sobre qué jardines deben considerarse parte de la tradición de los jardines islámicos, ya que abarca Asia, Europa y África durante siglos.

En el Generalife, Granada: construido por el sultán Muhammad III en una colina frente a la Alhambra. El palacio contiene muchos jardines con fuentes, pabellones que ofrecen vistas del paisaje y plantas de raíces poco profundas. Dos jardines actuales son originales: el patio de Acequia («canal») y la escalera del agua que conducía al nivel superior de la finca..

Alhambra de Noche.-Patio de los arrayanes
Alhambra de Noche..-Patio de los Leones

Jardines andalusíes y el paraíso

Comenzaremos diciendo que los jardines andalusíes, con sus diferentes usos y morfologías, hunden principalmente sus raíces en el concepto de jardín paradisíaco. La importancia del agua, de las fragancias, de la sombra, de los frutos al alcance de la mano y de la existencia de elementos arquitectónicos de asueto como pabellones y quioscos, que ya encontramos en los jardines persas y se reproducen en los islámicos, no responde a un mero capricho estético, sino a toda una rica cosmología retratada con minucia en el Libro Sagrado, las tradiciones Proféticas y los tratados sufíes.

Este pasaje del Génesis también evidencia la simbología del jardín como sinónimo de Paraíso, presente en el judaísmo y el cristianismo:

«Plantó Dios un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo brotar en él de la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Salía del Edén un río que regaba el jardín y de allí se partía en cuatro brazos. El primero se llamaba Pisón..el segundo se llamaba Guijón… el tercero Tigris… el cuarto Eufrates»  Génesis 2, 8 a 14.

Pero tal vez fueron los persas quienes más resaltaron la espiritualidad del jardín, siendo los precursores del arte paisajista en el mundo islámico. Así, la palabra “paraíso” procede del antiguo vocablo persa pairideaza. Peiri significa “en torno”, y deaza, “muros”, lo que nos sugiere un espacio aislado y cerrado, precursor del hortus conclusus semítico, y la idea de jardín patio acotado y acogedor, tan querida por los árabes, en contraposición a la inmensidad y el desamparo de su medio natural: el desierto.

Y es que la belleza y la verdad son una, que fluye como el agua a través de las culturas y los siglos.

Se aprecia, en estas breves descripciones, la importancia de estos elementos que se incorporarán al jardín andalusí: la arquitectura de pabellones y quioscos, los aromas, los frutos fácilmente asibles mediante los parterres rehundidos, y la presencia de fuentes y de agua corriente. Incluso los pájaros tienen su cabida en el jardín andalusí, siendo capaces de recorrer grandes distancias para encontrar en ellos su sustento y su tranquilidad.

Por lo demás, estos jardines de tradición monoteísta, que aguardan a los creyentes  serán un lugar idílico, lleno de paz y al resguardo de las necesidades y los deseos corporales, a pesar de que la tradición nos los describe como colmados de sensaciones placenteras.

 

Febrero 2020