“ Yo enamoro a este jardín donde la margarita es la sonrisa, el mirto,los bucles y la violeta, el lunar

Ibn Jafaya  ( 10158-1138 )

El Jardín islámico es un tipo de jardín que se ha desarrollado en el Cercano y Medio Oriente y en los territorios ocupados por los árabes en la cuenca mediterránea..

Parte intrínseca de la cultura islámica, el jardín ha estado bien representado en la pintura y en las miniaturas. El jardín islámico llama a todos los sentidos, el moteado de la cerámica, el perfume de las flores, el murmullo del viento y el agua, los cantos de los pájaros, ofrece al espectador una visión del jardín celestial del que hablaba Mahoma.

CARACTERES ESTILISTICOS    

El jardín en niveles

Los jardines del Islam han tenido que adaptarse a difíciles condiciones climáticas para crear espacios naturales embellecidos con las plantas del Sur. Los espacios abiertos son poco comunes, al igual que los caminos descubiertos, muy expuestos. La escasez de agua y la permanente insolación llevó a un tipo particular de desarrollo de los jardines inspirado en los oasis: el jardín a diferentes niveles».

El nivel de la sombra: Una plantación de árboles ofrece protección contra el sol. A menudo son palmeras, cipreses y cedros, que combinan un porte elevado y una sombra permanente.

El nivel de las plantas con flores: Este piso intermedio está dedicado a los arbustos de flor: daturas, cuyas pesadas flores de cálices colgantes aparecen en los grabados, adelfas, hibiscos, jazmines, rosas, madreselva, limoneros o naranjos. Los arbustos son elegidos por su exuberante floración y por su fragancia, que atrae a los pájaros y las mariposas.

El nivel del agua: Un nivel más abajo está ocupado por las fuentes y los canales que distribuyen el agua, ahorrándola y reciclándola. Los setos de boj se utilizan por su sencillez y durabilidad excepcionales. Los pavimentos están diseñados para aprovechar los rayos de luz que atraviesan el follaje. Se hace hincapié en la variedad de materiales y texturas, cerámica vidriada y mármol se combinan con el ladrillo y la piedra.

Nivel del agua: efectos de los reflejos sobre la textura de los pavimentos.

Para protegerlo de los efectos desecantes del viento, el jardín está rodeado por un muro. Así, puede tener la apariencia de un patio plantado en el corazón de un palacio o de un edificio.

Cuando se tiene una perspectiva en el paisaje, el jardín acaba en un muro de arcos que controlan el paso del viento. Los arcos son parcialmente oscurecidos por mashrabiyas, paredes perforadas que aceleran el viento, concentrándolo en un estanque o en un gran plato lleno de agua, lo que contribuye a enfriar la atmósfera.

En todos los casos, el jardín se adapta a los desniveles del terreno para producir áreas sombreadas y recintos protegidos. Las terrazas se suceden y permiten un recorrido natural .

Jardines El Partal .-Palacio del Portico.-Alhambra de Granada

El agua en el jardín islámico

La escasez de agua en los países del Sur la convierten en un activo muy valioso que debe recolectarse, almacenarse y distribuirse de la manera más eficaz y barata.

Los qanat y las norias se perfeccionaron y fueron muy difundidas. Testigo de los conocimientos hidráulicos de los árabes es la misma gota de agua que serpentea a través de las impresionantes rampas de agua del Palacio del Generalife de la Alhambra en Granada, que fluye hacia las fuentes, se desliza por los canales y riega las huertas de un nivel más abajo.

El poder de refrescamiento del agua se utiliza en una sucesión de efectos a distintos niveles que envuelven al caminante: a nivel de los ojos, son los chorros de las fuentes; a nivel de las manos, las rampas de agua; a nivel de los pies, las acequias y estanques que se insertan en el pavimento y que cruzamos casi sin darnos cuenta

En la Alhambra, un acueducto de 10 kilómetros trae el agua a las cisternas superiores desde un represa en la cercana Sierra Nevada. Las acequias que atraviesan el pavimento unen los estanques en un complejo flujo por gravedad. Al igual que en los oasis, las acequias riegan las plantas de una manera totalmente controlada. Los parterres están divididos por muros de contención, atravesados por pequeños tubos de barro cocido. Bloqueados sucesivamente por una simple piedra, permiten el riego a cada nivel del jardín.

Este papel funcional se combina con los valores simbólicos y religiosos: el Corán, en efecto, impone ciertas abluciones antes de la oración. La limpieza del cuerpo se expresa por la abundancia y la sofisticación de los baños y sus anexos.

El agua es finalmente un elemento estético importante, cuyos reflejos son repetidos y multiplicados por las cerámica, entre ellas las famosas cerámicas de brillo metálico, transmitidas a los árabes por los bizantinos. El murmullo de los regatos trae la calma y la serenidad y se combina con el canto de los pájaros atraídos por las flores.

Caminos de sombra

Cada espacio, estanque de agua o parterre siempre está acompañado por un camino de sombra. Permite tanto al paseante admirar el jardín como protegerse del sol.

Sombras naturales o sombras conseguidas mediante galerías, la orientación y el emplazamiento de la circulación de las personas por el jardín son objeto de una atención especial..

Amer Fort.-Islamic-garden

EL PAPEL DE LA GEOMETRIA  

Entusiastas de la matemática, la geometría y la astronomía, los árabes han aplicado al arte de la jardinería los conocimientos adquiridos por los científicos y filósofos como Avempace o Averroes. Los planos de los jardines se articulan a partir de un conjunto de plazas en rotación (sebka) formando patrones poligonales o estrellados característicos. Se repiten también a menor escala en otros jardines realizados mediante grupos de alicatados o azulejos, y con pavimentos geométricos.

Motivos florales decoran las paredes y el estuco con escritura cúfica, amplía su profusión de hojas entrelazadas. Los textos inscritos mezclan versos del Corán, acerca de la construcción del jardín y poemas:

¡Qué hermoso este jardín, este jardín donde las flores de la tierra compiten con el brillo de las estrellas del cielo.

A este cuenco de alabastro lleno de agua cristalina, ¿qué podemos comparar?

Sólo la luna en todo su esplendor, brillando en medio del éter sin nubes.

Los mejores jardines del Islam, Varios jardines entre los mejor conservados se encuentran en territorio europeo, anteriormente ocupado por los árabes

España:

Granada, los Jardines de la Alhambra: Principalmente los jardines de verano del Generalife (del árabe ‘’Yannat al-Arif’’ o jardín de Arquitecto.) Estos jardines se benefician del microclima único de la ciudad, en la ladera de Sierra Nevada, que les proporciona la humedad y el agua en abundancia. Tienen muchas variedades de plantas inusuales en estas latitudes.

Las características de los jardines islámicos.

James Dickie afirmó que el diseño del jardín islámico, al igual que la arquitectura islámica, no se puede describir simplemente con los términos occidentales, no solamente porque queda fuera de la evolución occidental histórica, sino que porque es producto de un contexto intelectual diferente, y atestigua que “El arte islámico jamás quedó bajo la atracción de los conflictos sobre los cuales se basan los patrones europeos.” .

Dr. Yahia Uazîri presentó en su libro llamado (Al ‘Imârah Al Islâmîah Ual Bî’ah)  algunas de las características que distinguen los jardines islámicos, como por ejemplo:

  • La inspiración coránica y profética en cuanto a la descripción del Paraíso:
  • Los jardines islámicos eran inspirados en la descripción coránica y profética del Paraíso, hasta en los detalles minuciosos, como: los árboles, el agua, los sofás, los lugares de reunión y los olores.

Por ejemplo, de las aleyas sagradas en las cuales los musulmanes se inspiraron en cuanto a elegir el lugar ejemplar para la instalación de los jardines y paraísos terrestres, es la aleya en la que Al-lâh .

El ejemplo de quienes contribuyen con sus bienes anhelando complacer a Al-lâh, y tienen total convicción de que ser recompensados, es como el de un jardín que se encuentra sobre una colina, al que le cae una lluvia copiosa y produce el doble de su fruto. Y aunque no le hubiera caído una lluvia copiosa un rocío le hubiera bastado; y Al-lâh Conoce lo que hacéis.} .

Granada.-Huertas del Generalife
Cultivo de alcauciles en las huertas del Generalife

Aquí los musulmanes se dieron cuenta de una indicación precisa, ya que la sagrada aleya mostró que la ubicación ejemplar de los jardines y los huertos son los lugares elevados, o sea las lomas, ya que esto protege las raíces de los árboles de encontrarse con el agua subterránea, la cual limita su crecimiento, y también mejora la calidad del desagüe y la liberación del exceso de agua.

El cuidado llevó en ocasiones a rodear los troncos de los árboles con placas de oro. Y Jimaruaîh ibn Ahmad ibn Tûlûn cuidaba los jardines de su palacio a tal grado que cubrió los troncos de las palmeras con cobre dorado. Y es digno de mencionar que, con respecto a este estilo, los musulmanes se inspiraron en el Hadîz del Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam): “No hay ningún árbol en el Paraíso cuyo tronco no sea de oro”.

LA TEORIA DEL PARAISO

La arquitectura islámica se distinguió por lo que podemos nombrar “La teoría del Firdaus” en un intento de hallar jardines y huertos terrestres dentro de ambientes caracterizados por condiciones climáticas severas, a fin de mejorar y embellecer este ambiente. Y con el crecimiento y la evolución de los artes y de la arquitectura islámica, se esforzaron en perfeccionar el diseño de los jardines y manejarlo con gran habilidad para darles este esplendor con el cual el Corán describe los jardines de la Tierra; Al-lâh

-Fueron escritos sobre sus puertas o muros aleyas del Corán, Hadîces u otras frases islámicas.

Abundaron en las casas, de modo que se instalaban en los patios interiores de las casas para lograr la privacidad y disponer la alternativa complaciente en lugar de los patios, jardines y plazas públicas.

La privacidad era lo que más distinguía al jardín en la era islámica. Por lo tanto, los jardines fueron rodeados con muros altos o palmeras para impedir la vista de los paisajes interiores.

Granada.-Jardines de la Alhambra

Es importante concluir mencionando esta observación fundamental sobre el jardín desde la perspectiva islámica y desde la occidental, pues mediante ella se aclara el fundamento de la filosofía islámica que cuida la belleza tal como el beneficio, mientras que el fundamento de la civilización occidental cuida solamente el lado material y funcional.

Esta observación es de James Dickie y con ella interpreto el motivo del “Asesinato del patrimonio islámico de la jardinería”. Él dijo:

Expulsar a los moriscos, de todos modos, habría asesinado el patrimonio de la jardinería en España, incluso si la caída de Granada no hubiera coincidido con el cambio de los gustos producido por la era del renacimiento (en Europa). La razón de esto es que la era del renacimiento consideró que el jardín es algo complementario del arte de la arquitectura, mientras que los musulmanes se inclinaron a considerar que el palacio es un anexo del jardín. Y por lo tanto, la coincidencia entre ambos puntos de vista contradictorios era imposible.

El origen más remoto de los jardines musulmanes hay que rastrearlo en Oriente y se basa en la idea del Paraíso Terrenal que hablan todas las cosmogonías antiguas y está descrita en la Biblia:

«Plantó Dios un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo brotar en él de la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Salía del Edén un río que regaba el jardín y de allí se partía en cuatro brazos. El primero se llamaba Pisón.. el segundo se llamaba Guijón… el tercero Tigris… el cuarto Eufrates».Génesis 2, 8 a 14.

La predilección musulmana por los jardines tiene su origen en el Jardín-Paraíso descripto en el Sagrado Corán que es, ante todo, la suprema e infinita promesa de felicidad a los que hacen el bien y vedan el mal.

«Quienes obedezcan a Dios y a Su Enviado, Él les introducirá en Jardines debajo de los cuales fluyen ríos, en los que estarán eternamente»..-Sagrado Corán: Sura 4, Aleya 13.

Numerosos pasajes del Libro por excelencia evocan este lugar delicioso con una imagen tan precisa que ésta llegó a ser fuente de inspiración para los creadores de jardines. En el seno de un cercado protegido de los vientos del desierto, el agua de los Cuatro Ríos del Paraíso discurre por canales entre parterres con árboles cargados de frutos y poblados de pájaros, mientras unas huríes acogen en sus pabellones a los bienaventurados para toda una eternidad de delicias… (al respecto, véase también las siguientes aleyas coránicas: 38-52, 44-54, 52-20, 55-72, 56-22 y 78-33).

«A los que creen y hacen buenas obras, les haremos entrar en jardines, bajo los cuales corren ríos, donde morarán eternamente; tendrán en ellos esposas purificadas y les haremos disfrutar de una densa sombra»..-Sagrado Corán: Sura 4, Aleya 57.

«Los que temen a su Señor tendrán, junto a su Señor, los Jardines de la Delicias»..-Sagrado Corán: Sura 68, Aleya 34.

Marrakesh .-Secret Islamic Garden

El jardín, paraíso y recuerdo del primigenio oasis del desierto, ocupa por tanto un lugar privilegiado en el imaginario musulmán. La catedrática María Jesús Rubiera Mata de la Universidad de Alicante, en su obra.

La arquitectura en la literatura árabe (Hiperión, Madrid, 1988), desarrolla esta perspectiva: «El oasis debe ser el principio del jardín árabe, el oasis, que ofrece al beduino el placer estético del claroscuro, al presentarse como una mancha negra en el luminoso horizonte, y luego, cuando se acoge bajo sus palmeras colmará el resto de sus sentidos con la frescura de su sombra, con el agua de su manantial, recogida en una charca tranquila como un espejo, o sonora y fluyente en riachuelos o en rudimentarias acequias que nacen de su fuente.

El Profeta del Islam trascenderá estas sensaciones y mientras los persas habían hecho de sus jardines, paraísos, los árabes harán del Paraíso un jardín».

Árboles, sombra y agua componen un jardín persa. Para ese pueblo, el Paraíso habla de flores y jardines. Precisamente, la palabra «paraíso» por mediación del griego paradisos, procede de Persia, donde figura en el Avesta bajo la forma pairi («circular») daéza («pared» o «muro»), en persa moderno (farsí) firdaus.

En el Sagrado Corán la morada de los justos se denomina al-ÿanna, en árabe. También se la denomina ÿannat ‘adn «el Jardín del Edén», o ÿannat an-na’im «el Jardín de las Delicias».

Esto era de esperarse, puesto que el paraíso muslímico, revelado por el libro sagrado es una promesa de jardines en flor:

«No oirán allí frivolidades ni reproches de pecado, sino una palabra: ¡Paz! ¡Paz! Y los bienaventurado se alojarán allí, entre los tallos de lotos, bajo árboles de mawz recubiertos de flores».-(Sagrado Corán: Sura 56, Aleyas 25-9).

El famoso islamólogo español Miguel Asín Palacios (1871-1944), a propósito de la tradición monoteísta de los Cuatro Ríos, cita un pasaje del texto del Mi’raÿ (cfr. Tafsir de Jazin, III. 145 y ss., Muhammad Effendi Mustafá Editor, El Cairo, 1318 de la Hégira) en la que el Santo Profeta Muhammad (BPD) dice:

«Y he aquí que había cuatro ríos, dos ocultos y dos exteriores. Dije: «—¡Oh, Gabriel! ¿Qué son estos ríos?». Respondió: «—Los ocultos son dos ríos del cielo, y los exteriores, el Nilo y el Eufrates»» (M. Asín Palacios: La escatología musulmana en la Divina Comedia, seguida de Historia y crítica de una polémica, Hiperión, Madrid, 1984, pág 431).

Islamic Bagh-e_Eram

El jardín islámico se inscribió principalmente en la tradición que procedía de la Persia sasánida. Los más bellos jardines de los primeros siglos de la Hégira (VII a IX en Occidente) se lograron en el Irán musulmán. De este período son dignos de mención los jardines omeyas, en los que se incorporaron rasgos de la tradición de los parques reales helenísticos, a su vez inspirados en los jardines persas, aunque con una particular disposición de los elementos arquitectónicos (pórticos, paseos, peristilos).

Así, en Ÿirbat («Ruinas») al-Mafÿar, en Palestina, en la primera mitad del siglo VIII, explanadas y patios de armas se adicionaron al patio con peristilo situado en el interior del castillo. Este tipo de disposición prefiguró la evolución de los jardines de producción omeya, que dieron paso a los grandiosos parques de las residencias abbasíes. Estos se inscribieron directamente en la filiación de los jardines sasánidas, de los que recuperaron la amplitud y la rigurosa disposición geométrica. Y al igual que sus modelos sasánidas, eran empleados para las cacerías reales y acogían las paradas militares y las recepciones privadas y oficiales. En ellos se practicaba también la equitación y el polo.

El parque del palacio Ÿaushaq al-Jaqaní, por ejemplo, situado en Samarra (Irak), siglo IX, se extendía sobre una inmensa explanada florida y plantada de árboles, en las que se intercalaban acequias, estanques y kioscos. El relato maravillado de los embajadores bizantinos que fueron recibidos en 917 en el palacio del califa al-Muqtadir (que gobernó entre 908-932), en Bagdad, evoca unos jardines en los que, entre estanques de mercurio resplandecientes como un espejo, se paseaba una fauna de animales exóticos en medio de una profusión de raros perfumes (cfr. Jonas Lehrman: Earthly Paradise. Garden and Courtyard in Islam, Thames and Hudson, Londres, 1980).

Los vestigios de un jardín del siglo XII descubierto en Marrakesh bajo las ruinas de la primera mezquita de la Kutubiyya muestran que, a pesar de su superficie reducida, había incorporado el esquema persa con sus dos alamedas en forma de cruz. El modelo de rigurosa geometría originario de Irán dominó tanto en Oriente como en Occidente, donde al parecer fue adoptado desde el siglo XII. Los jardines nazaríes de la Alhambra (siglo XIV), constituyen un ejemplo de ello, que además inspiró a numerosos jardines del Magreb a partir del siglo XVI (palacio Badí en Marrakesh, 1578). Véase Dumbarton Oaks Colloquium on the History of the Islamic Gardens, Dumbarton Oaks, Trustees for Harvard University, Washington, 1976; The Garden in the Arts of Islam, March 25-April 27, 1980, Mount Holyoke College Art Museum, South Hadley, Massachusetts, 1980.

Vista panorámica de los jardines en el Alcázar de los Reyes Cristianos en Córdoba en un hermoso día de verano, España

BOTÁNICOS Y GEÓPONOS ANDALUSÍES

En la época del Islam clásico, la historia natural comprendía los dominios de la geología, la farmacopea -vinculada a la medicina-, la física, la zoología y la botánica, con sus derivaciones hacia la agricultura. No es extraño que algunos grandes sabios del Islam, como al-Kindí, al-Biruní y ar-Razí, trataran de estas ciencias en sus trabajos enciclopédicos o especializados.

Ya en el siglo IX, el Libro de los animales (Kitab al-hayawán), del gran literato de Bagdad al-Yahiz (776-868), constituyó a su manera un tratado de zoología en el que se describen 350 especies de animales. Un siglo después, un grupo de sabios shiíes, los «Hermanos de la Pureza» (Ijuán al-safa), establecidos en Basora a partir de 983, otorgaron en sus Epístolas (Rasâ’il) una gran importancia a la geología, la botánica y la mineralogía. Las ciencias naturales y la farmacopea fueron inseparables de la práctica de los más grandes médicos —como ar-Razí, Avicena y Averroes— y efectuaron brillantes progresos en la época del Islam clásico, como lo patentizan incontables obras, con frecuencia pioneras, acerca de los minerales, las plantas y las drogas.

SOCIOLOGIA DE LAS PLANTAS

La jardinería persa tuvo un rol preponderante en la evolución de la botánica islámica. Un hábito genuino de esta tradición milenaria consistía en podar los retoños o sierpes hasta la misma copa del árbol a fin de que, al acumularse aquí el follaje, ganase en esbeltez y nobleza de estampa, al mismo tiempo que se le infundía un cierto aire de refinamiento, inequívoco de civilización tan culta y peculiar.

Los persas distribuían sabiamente, como en un tapiz las manchas de color, las flores en los parterres, distinguiendo entre ellas, a imagen de las constelaciones terrestres, las anémonas, caisímones, egipanes, clemátides, ampelis, heliantos, leucantemos, ásteres, diamelas, y otras más exóticas aun que ellos llamaron «sidr» (loto) y «falh» (acacia mimosa).

Entre los árboles veneraron el mítico «arak» (árbol de cólquidos), los «ban» (mencionados en las inscripciones de la Alhambra), al mismo tiempo que el «panjí» (árbol del Paraíso), el «natey» (especie de palmera), el mirabolano y el cinamomo (de cuya raíz extraían el jengibre), además del almez, la catalpa, el ailanto y el nogal. A semejanza de los druidas, los persas creyeron que en cada árbol habitaba un genio, y que cuando se secaba era porque éste, como el alma al cuerpo, lo había abandonado.

Los musulmanes de los primeros siglos del Islam intuyeron, asimismo, lo que actualmente conocemos por «sociología de las plantas», es decir, la afinidad magnética entre ellas mismas, de modo que se cuidaban de sembrar en un mismo arriate plantas de distinta familia, cuyos perfumes y pólenes no fuesen homogéneos. Iban incluso más lejos: sabedores de que ciertos pájaros muestran inclinación por determinados árboles, así la golondrina por el ciprés y el ruiseñor por el almendro, y de que los cánticos de las aves influyen en el metabolismo de las plantas, conforme a la hipersensorialidad que se ha podido observar en el mundo vegetal, tenían también muy presente el árbol que iba a dar sombra a las flores con el fin de que hubiese afinidad perfecta, no ya entre árboles y flores, sino entre éstas y el cántico de los pájaros, por lo que las rosas, vaya como ejemplo, aparecían junto a los almendros y los lirios cerca de los cipreses, justamente como espontáneamente se ofrecen en la Naturaleza.

El patio interno de la fortaleza islámica de la Aljafería, con el típico jardín musulmán con naranjos y fuentes, en Zaragoza, Aragón, España

AL-ÁNDALUS, JARDIN DEL ISLAM

La farmacopea brilló particularmente en al-Ándalus. En la España musulmana la farmacología, la zoología y la botánica estuvieron vinculadas, después de que los árabes introdujeran numerosas plantas, desarrollaran una rica agricultura de regadío y crearan jardines botánicos.

El geógrafo cordobés al-Bakrí (m. 1094) estudió en sus trabajos los árboles y los vegetales de su España natal.

En Tunicia, Abu al-Salt al-Ándalusí (1067-1134) escribió, también en el siglo XII, el innovador «Libro de las drogas simples» (Kitab al-adwiya al-mufrada). Pero era en la España musulmana donde se hallaba la vanguardia de la investigación en ciencias naturales.

Por la misma época y con el mismo título que el empleado por Abu al-Salt, el andalusí Abu Ÿa’far al-Gafiqí (m. 1165), hijo del célebre oculista Muhammad al-Gafiqí, llevó a cabo una novedosa descripción científica de las plantas.

En el siglo XIII, su compatriota Abu-l-Abbás Ibn al-Rumiyya al-Nabatí (1166-1240), que estudió en Marrakesh con el farmacéutico Ibn Salih, se hizo célebre con sus trabajos sobre botánica. En 1217 realizó un viaje a Oriente con el doble objetivo de peregrinar a La Meca y de llevar a cabo observaciones científicas. Sobre el periplo escribió un libro titulado al-Rihla al-nabatiyya («El viaje botánico») cuyo original, desgraciadamente, se ha perdido.

1-En la primera mitad del siglo XII vivió el oculista Muhammad Ibn Qassum Ibn Aslam al-Gafiqí, que nació cerca de Córdoba y practicó en dicha ciudad. Este fue el autor del Kitab al-murshid fi-l-kuhl («Guía del oculista») del que se conserva un manuscrito único en la biblioteca de El Escorial. El tratado está compuesto por seis libros, ocupándose de medicina ocular e higiene de los ojos en los dos últimos, y puede considerarse como un fiel ejemplo de los conocimientos oftalmológicos que llegó a dominar la medicina islámica de la época. El instrumento óptico de dos cristales montados en armadura que se sujeta a las orejas llamado gafas debe su nombre al inventor, el oculista cordobés al-Gafiqí. Hoy día un busto honra su memoria en el barrio de la Judería, cerca de la célebre mezquita.

IBN AL AWWAM

En los siglos XI y XII, surge una escuela agrónoma en al-Ándalus que será la más importante del Islam clásico. Los más conocidos agrónomos y geóponos (los estudiosos de la geoponía, o sea la agricultura) andalusíes de este período son Ibn Wafid (1008-1074), el toledano Ibn Bassal (s. XI), autor de un tratado de agricultura llamado Kitab al-Qasd ua l-bayán (trad. por el arabista y hebraísta José María Millás Vallicrosa, M. Aziman, Tetuán, 1955), Abu l-Jayr al-Isbilí (s. XI), natural de Sevilla como indica su nisba, y del que apenas nada se sabe (su Tratado de Agricultura fue traducido y comentado por J.M. Carabaza, AECI, Madrid, 1991), e Ibn al-Awwám.

El tratado de Ibn al-Awwám (Kitab al-filaha) fue, durante bastante tiempo, la única referencia sobre la agronomía hispanomusulmana y, paradójicamente, la personalidad del autor casi totalmente desconocida, ya que son mínimos los datos autobiográficos que aporta y una fuente como la de Ibn Jaldún parece conocerlo poco y mal (cfr. Ibn Jaldún: Introducción a la historia universal. Al-Muqaddimah, FCE, México, 1977, pág. 919). Por el estudio de su obra parece claro que el autor vivió en Sevilla, y más concretamente, en la zona de Aljarafe, dadas las frecuentes citas que, de este distrito en que él realizaba prácticas agrícolas, aparecen en su tratado: «yo sembré arroz en el Aljarafe», o «jamás he visto en los montes del Aljarafe higueras plantadas entre las vides». También dice: «Ninguna sentencia establezco en mi Obra que yo no haya probado por la experiencia repetidas veces» (cfr. Ibn al-Awwám: Libro de Agricultura, trad. J.A. Banqueri, 2 vols., AECI, Madrid, 1988, facsimile de la de 1802).

Ibn al-Awwám redactó su tratado en la segunda mitad del siglo XII. Enlaza con la tradición latina de Lucio Columela (siglo I d.C.), pero recoge mucho de la tradición árabe oriental, representada por el «Libro de agricultura nabatea» de Ibn Uahsiyya, al que en general resume, incorporando los ricos conocimientos farmacológicos andalusíes, manifestando el alto grado del saber existente en al-Ándalus acerca de las casi seiscientas plantas que menciona, además del medio centenar de árboles frutales que describe, ocupándose de cómo han de ser cultivados.

La obra de Ibn Awwám influyó en el Renacimiento, y, revalorizada por los ilustrados, fue objeto de una versión castellana íntegra, publicada en 1802, por impulso del historiador, economista y político español Pedro Rodríguez Campomanes y Pérez, conde de Campomanes (1723-1803). La misma fue traducida por Fray José Banqueri, discípulo del célebre monje maronita Michel Casiri (1710-1791), que editó el texto árabe basándose en el manuscrito de El Escorial y lo tradujo al castellano. Resulta muy curioso subrayar que tanto Banqueri como Campomanes estaban convencidos de la utilidad que podía tener la obra de Ibn al-Awwám para el fomento de la agricultura en España a fines del siglo XVIII.

2 .-Entre los logros que habitualmente se atribuye a los musulmanes de la Edad de Oro (s. VIII al XII), está el de desarrollar de modo notable la agricultura, sobre todo aquella que se refiere a los cultivos de regadío. Y al igual que sucedió en otros campos, como filosofía, música y arquitectura, los musulmanes recuperarán la tradición clásica, en este caso romana, contenida en obras de autores griegos o romanos, como Plinio el Viejo o Lucio Columela, y la pondrán en práctica desde la India hasta al-Ándalus. La primera gran obra de agricultura es el conocido Kitab filaha al-nabatiya («Libro de agricultura nabatea»), obra de Ibn Uahsiyya, que floreció hacia 900 y recoge los conocimientos de los antiguos nabateos y los cultivadores mesopotámicos. Recordemos que los nabateos eran árabes de una rica zona agrícola, cuya capital era la legendaria Petra (hoy Jordania), la ciudad color rosa, redescubierta en 1812 por el viajero suizo Johann Ludwig Burckhardt (1784-1817), convertido al Islam con el nombre de Ibrahim Ibn Abdallah (véase Vida y Viajes de John Lewis Burckhardt, Laertes, Barcelona, 1991).

Tratado de Agricultura de Ibn Luyun

IBN AL BAITAR

Sin embargo, el más grande botánico farmacólogo de la civilización islámica fue otro hispanomusulmán, Diya al-Din Abu Muhammad Abdallah Ibn Ahmad, llamado Ibn al-Baitar («el hijo del veterinario»), de Málaga (m. 1248), discípulo de al-Nabatí. Estudió en Sevilla y en 1220 dejó al-Ándalus para seguir la misma ruta que al-Nabatí, aunque él ya no volvería a su tierra natal instalándose en el Oriente musulmán hasta encontrar la muerte en Damasco. En la ciudad de El Cairo, el sultán ayubí Malik al-Kamil Nasiruddín Muhammad (sobrino de Saladino, que gobernó entre 1218-1238) lo nombró jefe de los herboristas de palacio y fue probablemente allí donde escribió sus obras más importantes, entre ellas su gran enciclopedia: al-Ÿami li-mufradat al-adwiya ua-l-agdiya («Colección de nombres de alimentos y drogas simples»). Ibn al-Baitar viajó a Siria y Anatolia, a pesar de las invasiones cruzadas, para recoger plantas, y sus trabajos constituyen la mejor sistematización sobre las plantas medicinales que jamás se emprendió antes de la época moderna. En esos tratados, dio entrada a mil quinientas especies —trescientas de las cuales nunca se habían inventariado hasta entonces—, citó a los autores griegos y latinos y anotó sus propias observaciones. Se trata, en fin, de un repertorio crítico del conjunto de la ciencia farmacológica que permaneció como el fundamento de toda la botánica ulterior en el Oriente musulmán.

IBN LUYUN DE ALMERIA  

En relación con el cuidado de la tierra en al-Ándalus, la figura más sobresaliente es Ibn Luyún de Almería (1282-1349). Su obra ha sido editada por Joaquina Eguaras Ibañez y lleva por título Tratado de Agricultura (Granada, 1988). Está realizada en verso y contiene importantes conocimientos sobre el tema agrícola, el cuidado de jardines, etc. Una obra muy recomendable para profundizar sobre los secretos de la agricultura, la irrigación y el apropiado uso del agua en al-Ándalus es la de Cherif Abderrahmán Jah y Margarita López Gómez: El enigma del agua en al-Ándalus, Lunwerg Editores, Barcelona, 1994. También es muy interesante consultar el trabajo de varios autores: El agua en la agricultura de al-Ándalus, Lunwerg/El legado andalusí, Barcelona, 1995.

MAESTROS DE LA HORTICULTURA

Hay unos conocidos versos de Calderón , que hablan de la gran fama que tenían los musulmanes andalusíes como horticultores:

«…Porque no sólo a la tierra,

pero a los peñascos hacen

tributarios de la yerba;

que en agricultura tienen

del estudio, tal destreza,

que a preñeces de su alzada

hacen fecundas las piedras»

(«Amar después de la muerte», tema religioso).

Un refrán popular español de aquella época rima así:

«Una huerta es un tesoro, si el que la labra es un moro».

El etnólogo e historiador español Julio Caro Baroja (1914-1995), decía que «La fama de los moriscos como horticultores es grande y siempre se les consideró en esta actividad como muy superiores a los cristianos viejos.»

Alhambra-Huertas-nazaries.-Berenjenas

Los moriscos, dice Andrea Navaggiero (1483-1529, embajador veneciano ante Carlos V) en su memorable descripción de Granada, son los que tienen las tierras labradas, y llenas de tanta variedad de árboles; los españoles -añade-, lo mismo aquí que en el resto de España, no son muy industrioso y ni cultivan ni siembran de buena gana la tierra. Cuando los historiadores arabófilos hablan del estado de florecimiento a que llevaron los árabes la agricultura en España debían decir, de modo más exacto, la horticultura. En efecto, entre las varias oposiciones existentes entre moriscos y cristianos viejos, una de ellas es la que parecían tener en lo que se refiere a la misma explotación del suelo. A través de varios textos parece rastrearse la hostilidad que experimentaban ciertos cristianos, agricultores de secano, cultivadores de cereales en superficies grandes, hacia los horticultores, que cuidaban de huertos de regadío, con cultivos variados e intensivos y de vergeles de tipo mediterráneo» (J. Caro Baroja: Los Moriscos del Reino de Granada, Ediciones Istmo, Madrid, 1991, pág. 98).

El especialista Jesús Ávila Granados tiene similares conceptos:

«El auge de la agricultura nazarí se debe, principalmente, a la tecnología hidráulica, capaz de transformar los terrenos de secano en fértiles huertas de regadío, con grandes norias giratorias de acequias, pequeñas aceñas, acueductos, acequias, canales, pozos artesianos, etc. De este modo, los agricultores nazaríes pudieron, incluso, aclimatar nuevos productos. Los nazaríes perfeccionaron asimismo el sistema romano de riego. Los molinos de agua, instalados en las orillas de los ríos, molían los granos de cereales. Los de viento, provistos de anchas velas de barco, hacían girar un eje vertical que movía la piedra de moler el grano. El mejor aceite se elaboraba en los molinos que trituraban los frutos del olivo (almazaras)» (J. Ávila Granados: La Granada Nazarita, Editorial Bruño, Madrid, 1990, pág. 12).

3.- Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), dramaturgo y poeta español, es la última figura importante del siglo de Oro de la literatura española. Nació en Madrid el 17 de enero de 1600. Se educó con los jesuitas en Madrid, y continuó los estudios en las universidades de Alcalá y Salamanca hasta 1620. Fue soldado en la juventud y sacerdote en la vejez, lo que era bastante habitual en la España de su tiempo. En sus años jóvenes su nombre aparece envuelto en varios incidentes violentos, como una acusación de homicidio y la violación de la clausura de un convento de monjas. De su vida militar existen pocas noticias, aunque consta que tomó parte en la campaña para sofocar la rebelión de Cataluña contra la Corona (1640).

Alhambra Patio de Daraxas.-Fuente y cipreses

Contrasta lo impulsivo y mundano de su juventud con lo reflexivo de su madurez, un aspecto que se acentúa al ordenarse sacerdote en 1651. Disfrutó del máximo prestigio en la brillante corte de Felipe IV y su nombre va asociado a la inauguración del palacio del Buen Retiro de Madrid, en 1635, y a numerosas representaciones teatrales palaciegas. El rey le honró otorgándole el hábito de Santiago. También fue capellán de la catedral de Toledo y capellán del rey. Murió en Madrid el 25 de mayo de 1681. En vida fue un autor respetado por todos y rara vez aparece mezclado en las violentas polémicas literarias de sus compañeros de letras. Después de la muerte de Lope de Vega y Carpio (1562-1635), en 1635, fue reconocido como el dramaturgo más importante de su época. El más conocido de los dramas filosóficos de Calderón es La vida es sueño (1636), una de las obras de la literatura española de valor universal. Su complejidad, como ocurre con tantas obras maestras, ha dado lugar a infinidad de interpretaciones. La idea central del drama, recogida en los versos «que toda la vida es sueño / y los sueños son», contaba con una historia larga, variada e ilustre, pero Calderón la revive con otros temas como la lucha de la libertad contra el destino y la trascendencia simbólica; y con unos personajes que llegan a representar a toda la condición humana. Su densidad filosófica y simbólica, sus soluciones teológicas, su sentido moral, jurídico y político hacen que sea la obra más comentada de la literatura española, a excepción de El Quijote, de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616). Goethe (1749-1832) consideraba a Calderón el gran genio del teatro y de la poesía: «En esplendor el Oriente cruzó el Mar Mediterráneo. Si conoces las rimas de Calderón, tú debes conocer y amar a Hafiz». Friedrich von Schlegel (1772-1829) llegó a afirmar que Calderón había resuelto el enigma del universo en algunos de sus dramas. También algunos románticos ingleses, como Percy B. Shelley (1792-1822), vieron en Calderón al poeta dramático y lírico más grande. Calderón es el dramaturgo por excelencia del barroco español. El sentido teológico y metafísico de su tiempo informa todas sus obras, donde aúna la fe y la razón, y, sin embargo, su debate entre deseos y terrores que el verbo intenta vanamente comprender remite al presente.

LA TIPOLOGÍA DEL JARDÍN HISPANOMUSULMÁN

El arquitecto-jardinero catalán Nicolás María Rubió i Tudurí (1891-1981) confiesa con franqueza: «El Islam fue, en aquellos tiempos de bárbara oscuridad, el jardinero de Occidente… El contacto jardinero árabe latino se realiza directa y naturalmente bajo el cielo mediterráneo… Los puntos en que se realizó directamente el contacto fueron las islas mediterráneas de Sicilia y Baleares y, en la península hispánica, Andalucía, Murcia y Valencia principalmente… Por los mismos años, Sicilia conocía notables obras del arte del jardín árabe. En Palermo, los jardines de la Ziza eran famosos» (N.M. Rubió i Tudurí: Del paraíso al jardín latino, Los 5 sentidos, Barcelona, 1981).

Cordoba.-Alcazar de los Reyes Cristianos
Cordoba.-Alcazar de los Reyes Cristianos

En al-Ándalus la idea del jardín era más extendida que en otras regiones del mundo islámico. Era huerto y jardín a la vez, también era un campo de experiencias botánicas, donde aclimatar aquellas especies traídas de oriente, como la granada o la palmera datilera, idea que sería imitada posteriormente por los británicos y materializada en los Royal Botanical Gardens de Kew, sobre el Támesis, cerca de Londres, a partir de 1759.

Los emires, califas y sultanes de al-Ándalus, a lo largo de sus ocho siglos de historia (711-1492), favorecieron con enorme interés la creación, junto a sus palacios, de jardines botánicos donde se experimentaba con las nuevas especies traídas, iniciándose una técnica de injertos que dio lugar a muchas frutas que hoy se degustan en Europa y América, como el albaricoque, ciertas especies de higos, como el de Málaga, tipos de dátiles, etc.

También se aclimataban especias y condimentos, como la pimienta negra y el azafrán y plantas aromáticas y medicinales como la alhova.- Trigonella foenum-graecu y la alheña..- Lawsonia alba Lam. Para ello se crearon enormes huertos, con una dotación constante, y se buscaron los mejores geóponos de la época, para que, como avezados investigadores, cuidaran y experimentaran en ese jardín botánico.

Fueron famosos los huertos de ar-Rusafa, almunia (huerto o granja) de recreo del primer emir omeya en al-Ándalus, Abderrahmán I (731-788); del califa Abderrahmán III (891-961), descendiente del anterior, que instaló un jardín de experiencias botánicas en sus palacios de Madinat az-Zahara («Ciudad de los Azahares»), a ocho kilómetros de Córdoba; del emir al-Mutamid (1027-1095) en Sevilla en la Buhaira al-kubra, luego ampliados por el califa almohade Abu Yaqub Yusuf en 1172; del soberano de la taifa de Toledo, al-Ma’mún (que gobernó entre 1043 y 1075), que construyó la almunia al-Mansura, donde hoy se ubica el Palacio de Galiana (cfr. Francisco Prieto Moreno: El Jardín Hispanomusulmán, Caja de Ahorros de Granada, Granada, 1975).

Arte islamico
Arte islamico

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Marrakesch Safi.-a

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En las albercas andalusíes solía haber plantas acuáticas, como nenúfares y peces multicolores, como hoy todavía pueden apreciarse en el Jardín del Partal y en el Patio de los Arrayanes de la Alhambra.

El oficio de jardinero tenía una significativa dignidad entre los musulmanes andalusíes. No era oficio vil, sino todo lo contrario; representaba una antigua profesión, basada en la ciencia experimental y en una exquisita sensibilidad. Este jardinero/botánico era el complemento del perfumista y el médico, oficios llenos de misterio y fórmulas magistrales. Oficios muy apreciados por emires y califas.

Granada.- La Ahambra

LA POESIA DE LOS JARDINES

El amor por los jardines, las flores y la naturaleza en general, fue una constante en todo el mundo islámico y en especial entre los andalusíes. Los poetas dejaron su impronta naturalista en su observación de los jardines y almunias que tanto abundaban en al-Ándalus.

De esta observación, sensible y exquisita, nació todo un género poético conocido con el nombre de raudiyyat (de rau «jardín»), que fue muy popular desde finales del siglo X y principios del XI. Dentro de este género, se cultivaron especialmente los temas florales (nauriyyat) por poetas como el iraquí domiciliado en al-Ándalus, llamado Sa’id al-Bagdadí (m. 1026), que descolló en la corte de Almanzor, e Ibn al-Qutíyya.

La aceptación popular de estos géneros y estilos trajo como consecuencia el gusto por la naturaleza de todas las clases sociales andalusíes, como un símbolo de que la poesía había descendido al pueblo, tras el monopolio poético del poder califal.

Veamos un ejemplo de estos bellos fragmentos poéticos:

«Contempla para recrear tus ojos, un jardín lujuriante sobre el cual la brisa no cesa de soplar y la lluvia de caer».

4.- Abu Bakr Muhammad Ibn Umar Ibn Abdul Aziz Ibn al-Qutíyya (muerto hacia 977) es uno de los más importantes historiadores, filólogos y poetas de al-Ándalus. Su apodo quiere decir «el hijo de la goda». Nació en Sevilla y murió en Córdoba. Era descendiente de Sara la Goda, sobrina del rey Witiza (m. 710), desposada con un musulmán. Brilló en la corte del califa al-Haqam II. Su obra Tarij iftitah al-Ándalus («Historia de al-Ándalus») es fundamental para comprender la entrada de los musulmanes en la Península. Este manuscrito se guarda en la Biblioteca Nacional de París. Véase la traducción de Julio Ribera y Tarragó: Historia de la conquista de España de Abenalcotía el cordobés, Madrid, 1926.

Bagh -e-Fin
Generalife.-Escalera del agua

IBN JAFAYA 

Un poeta famoso en este género fue el valenciano Abu Ishaq Ibrahim Ibn Jafaÿa de Alcira (1058-1138), al que llamaban al-Ÿannán («El Jardinero»), por su dedicación a este tipo de poesías y porque fue especialista en describir flores y jardines. Su obra ha sido citada por el historiador musulmán argelino al-Maqqarí(1591-1634) en su Nafh at-tib min ghusn al-Ándalus ar-ratib («Exhalaciones de perfume de la rama tierna de al-Ándalus»), y analizada por el profesor Hamdán Haÿÿaÿi de la Universidad de Argel en su estudio Vida y obra de Ibn Jafaÿa, poeta andalusí (Hiperión, Madrid, 1992).

Ibn Jafaÿa de Alcira ejercita la predilección de los poetas musulmanes de apelar a este tipo de metáforas y alegorías:

«Ráfagas de perfume atraviesan el jardín cubierto de rocío, cuyas tapias son el circo donde corre el viento…».

«Era un caballo alazán con el cual se encendía la batalla con un tizón de coraje. Sus crines eran del color de la flor de granado; su oreja, de la forma de la hoja de mirto».

«La flor hace pensar en un ojo que, bañado por las lágrimas, se ha despertado; el agua, en una boca sonriente que seduce por el brillo (de sus dientes)».

«¡Oh habitantes de al-Ándalus, qué felicidad la vuestra al tener sombras, ríos y árboles!

El Jardín de la Felicidad Eterna no está fuera, sino en vuestro territorio; si pudiera elegir es este lugar el que escogería. No creáis que mañana entraréis en el Infierno; ¡no se entra en el Infierno después de haber estado en el Paraíso!».

5 .-Alzira (en castellano, Alcira) es un municipio español de la provincia de Valencia en la Comunidad Valenciana. Tiene 112 km2 de extensión y se ubica a 14m de altitud. Es la cabecera de la comarca de Ribera del Júcar. Su nombre en árabe (al-ÿazirah) significa «la isla», pues se originó en una isla fluvial del Júcar. El territorio donde se encuentra el municipio fue conquistado a los musulmanes por Jaime I en 1242, y se sublevó durante las Germanías en 1521 (rebelión popular contra la monarquía, pero donde se aprovechó para atacar a los moriscos obligándolos al bautismo por la fuerza; acabó con una feroz represión real).

LOS AROMAS Y ORNAMENTOS DEL JARDIN ANDALUSÍ

El jardín en al-Ándalus tenía plantas aromáticas y flores especialmente difusoras de perfume durante el día o la noche. También crecían en él, árboles frutales que perfumaban el ambiente durante el tiempo de su floración.

Sin embargo, para poder precisar el tipo de flores o plantas que se cultivaban en los jardines de al-Ándalus, es necesario acudir a los tratados de los geóponos andalusíes ya citados. También habría que consultar «El Calendario de Córdoba» del médico cordobés Arib Ibn Sa’id (s. X) —cfr. Reinhart Dozy: Le calendrier de Cordue,trad. Francesa de Ch. Pellat, Leyden, 1961—

Punica grantum.-Granada
Lilium candidum o L. regale.-Azucena

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Alhucema dentada.-Lavandula dentata

 

Mirto.-Mirthus communis

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

FLORES AROMÁTICAS Y PLANTAS ORNAMENTALES   

ADORMIDERA (Papaver somniferum). Llamada en el mundo árabe jashjash. De cultivo milenario ya en la Grecia antigua, es citada por el rapsoda Homero como la droga que se le dio a Helena en el asedio a Troya, para olvidar toda pesadumbre. Se cría en jardines en la especie de flores dobles muy ornamentales. Ibn al-Awwám nos describe en su tratado «una especie de adormidera» con hojas de color cambiante, parecido al azafrán disuelto en agua, con unos vástagos con cabecitas, que se abren en una flor de color amarillento. Cada planta puede durar en el mismo sitio unos cuatro años y de ella se hace un colirio refrigerante para los ojos.

AZUCENA (Lilium candidum). Llamada en al-Ándalus sawsan. Originaria del Cercano Oriente, se cultivaba como planta de gran belleza ornamental desde la Antigüedad remota. Sus flores en ramillete terminal, de un blanco inmaculado, exhalan un fuerte aroma, especialmente al anochecer, hasta el punto de que José Quer en su «Flora española», asevera que a muchos les causa dolor de cabeza. En al-Ándalus, las azucenas se plantaban junto a las acequias, con poco riego. Al parecer, la azucena figuraba en los jardines de Madinat al-Zahrá, la ciudad-palacio hecha construir por el califa Abderrahmán III cerca de Córdoba, y en los de los reyes de taifas de la dinastía Ibn Abbad de Sevilla (1023-1092), entre otros muchos.

José Quer y Martínez (Perpignan 1695-Madrid 1764) fue un botánico y cirujano militar español. Recorrió Cataluña, Aragón, Valencia, Italia y tomó parte en la campaña de Orán (Argelia), lugares donde recogió su herbario. En 1755 consiguió que se creara el Jardín Botánico de Madrid. Publicó Flora española o historia de las plantas que se crían en España (1762).

BALAUSTRE (Punica granatum). Variedad de la flor de granado, de carácter especialmente ornamental, y que estaba presente en casi todos los jardines andalusíes. Aun hoy, quizá como una herencia andalusí, se mantiene esa tradición del granado ornamental en Marruecos. En el mundo árabe se llamaba al granado rummán. Procedente de Siria, un cortesano cordobés trajo a Córdoba, capital del emirato omeya de Abderrahmán I el Inmigrado (731-788) la semilla de una clase de granado al que se llamó safari. Aclimatado en la finca de recreo de este emir, la Rusafa, dió excelentes frutos y a partir de entonces la granada de semillas dulces, rojas y cristalinas, decoró las mesas de los emires y califas de al-Ándalus. Se crió en abundancia en el reino nazarí de Granada. Anteriormente la granada fue conocida y cultivada en Egipto 2500 años antes de Cristo, ya que se ha encontrado en tumbas egipcias restos de ese fruto, símbolo del amor y la fecundidad en Oriente.

LIRIO AMARILLO O LIRIO DEL AGUA (Iris pseudacorus). En al-Ándalus sawsan asfar. Dentro de la enorme variedad de especies que se dan en el lirio, el amarillo es esencialmente planta de adorno, pues no tiene olor. Se cría junto a las aguas (albercas y acequias). Figura entre las especies de probable cultivo en los jardines de Madinat al-Zahrá (Córdoba).

MIRTO. Arbusto omnipresente de los jardines de al-Ándalus, de la misma familia que el arrayán, llamado as en árabe. Abu l-Jayr al-Isbilí distingue el mirto del arrayán. Califica al mirto de árbol acuoso, que no debe plantarse en los montes. Es oloroso, especialmente sus hojas. Puede injertarse en el aligustre, el lentisco y el terebinto.

MOSQUETA. Llamada en al-Ándalus nisrín. Se trata de un tipo de rosal con flores blancas, pequeñas y de olor densamente almizclado. Se injertaba con el rosal común. Ibn Luyún señala dos tipos de mosqueta en relación con el color de sus flores: blancas y amarillas. También indica una clase de mosqueta silvestre que se daba en lugares montañosos, de flores aún más pequeñas.

NENÚFAR AMARILLO (Nuphar luteum). En al-Ándalus nilúfar asfar. Planta acuática arraigada en el fondo de las aguas; se cría en aguas mansas de lagunas y estanques. Sus flores desprenden un suave perfume y flotan en el agua. Dentro de las especies de nenúfares en al-Ándalus, había uno criado en albercas al que denominaban nilúfar al-bírka, y adornaba los jardines de las almunias reales. A veces el refinamiento llegaba a tal extremo que se ponían sobre las aguas de los estanques o albercas, nenúfares de plata, como fue el caso de la almunia de Almanzor, haÿib (caudillo) de Córdoba que relegó del poder a la dinastía omeya.

7.- Almanzor o al-Mansur (940-1002) fue un caudillo militar musulmán de al-Ándalus, fundador de un régimen autoritario basado en el Ejército (g. 981-1002). Al inicio del califato de Hisham II (976-1009), Almanzor logró hacerse con el poder en al-Ándalus. Durante su regencia el califa fue una mera figura decorativa que en todo caso llamaba la atención por su carácter pusilánime. En el año 981 recibió como sobrenombre «el victorioso por Allah» o al-Mansur bi-Allah, castellanizado en Almanzor. En once años (976-987) dirigió 25 campañas contra los núcleos cristianos desde Barcelona hasta Santiago de Compostela, a un promedio de dos por año, aunque en 981 la cifra se eleva a 5 aceifas. Según la tradición cristiana, los castellanos y leoneses derrotaron al caudillo musulmán en Calatañazor (Soria), aunque en realidad fue una victoria más del caudillo musulmán. Por eso, el famoso dicho «Almanzor perdió su tambor en Calatañazor» es falso., pues este caudillo musulmán, nunca perdió una batalla. Se trata en realidad de un mito inventado por sus enemigos. Almanzor se mantuvo en el poder con el apoyo militar de los bereberes.

Citrus limon.-Limón

PLANTAS AROMÁTICAS Y FRUTALES DE AROMA 

ALHUCEMA (Lavandula latifolia). En al-Ándalus al-juzáma. Durante un tiempo se dijo que «Espliego y alhucema son una cosa mesma», pero tienen marcadas diferencias, ya que el olor es más suave en el espliego y más alto y ramoso el tallo de la alhucema. Ibn al-Awwám describe una planta de esta especie en su «Libro de Agricultura» que, por sus características, parece tratarse de la alhucema. De ella dice que los persas la aprecian mucho y la cultivan en abundancia, porque aseveran que mirando su flor, el ánimo se alegra y se acaba la tristeza.

LIMONERO (Citrus limon). Llamado en al-Ándalus laimún. Debió llegar a la Península Ibérica traído por los árabes después del siglo X. Al limonero aluden Ibn Bassal e Ibn Haÿÿaÿ y más explícitamente al-Tignarí, Abu l-Jayr, Ibn al-Awwám e Ibn Luyún. Se decía que el limonero no debía plantarse cerca del naranjo porque su fuerte aroma perjudicaba a este último. Su fruto, partido y conservado en sal, se utilizaba como condimento en los guisos, tal y como se suele hacer ahora en tierras del Magreb.

NARANJA Y OTROS CÍTRICOS: Los cítricos, como el toronjo y la naranja (del árabe: naranÿa, y éste del persa: naranguí) amarga fueron importados de Asia oriental. Eran utilizados para conservar los alimentos, pero también se extraía de ellos para la elaboración de zumos y de sus flores, esencias para la elaboración de perfumes. Igualmente, la ciencia del injerto se desarrolló en al-Ándalus hasta límites insospechados, logrando, por ejemplo, una extraordinaria variedad de pomelos. No deja de llamar la atención el proceso por el que la naranja deja su nombre en las lenguas europeas, y a cambio transforma el suyo en árabe. En portugués se dice laranja, y en varios idiomas europeos, como el inglés y el francés (orange), sin la consonante inicial, pasó al vocabulario de la alimentación y a la gama de los nombres de color. En cambio el nombre con el que pasa a conocerse, posteriormente, en árabe es el de burtuqal, que proviene del país Portugal, donde hubo grandes plantaciones de excelentes naranjas especialmente en la región sureña de Algarve (del árabe: al-garb «el oeste»).

MANZANILLA (Anthemis nobilis). Señalada por Ibn Luyún como una de las plantas que aromatizaban los jardines andalusíes. Planta con pequeñas flores muy aromáticas que se cría por gran parte de la Península. Ibn al-Awwám también la cita en su tratado de agricultura como planta con propiedades para ayudar a la mujer al alumbramiento. También debió figurar como una de las especies botánicas en madinat al-Zahrá.

MANZANO (Pyrus malus). Llamado en al-Ándalus tuffah. Muy abundante en la Península, en diversas variedades y texturas de manzanas. Se cría principalmente en las vegas (como la de Granada), pero también se da bien en los climas cantábricos. La aplicación de la manzana ha sido siempre múltiple, tanto en medicina, gastronomía y fabricación de dulces y jarabes, e incluso en perfumería, de acuerdo su grado de madurez, por la bondad de esa fruta, a pesar de su estereotipo negativo de origen bíblico y legendario. En al-Ándalus se cultivaban abundantemente las dos variedades de manzanas: dulces y ácidas. Se utilizaban en confituras y esencialmente en los jarabes y aplicaciones cosméticas, ya que, según se decía, las manzanas fortalecían el ánimo y daban alegría. En casi todos los tratados conocidos de los geóponos andalusíes, se dan largas recomendaciones sobre el cultivo del manzano y el cuidado en la recolección de su fruto.

MELÓN (Cucumis melo). En al-Ándalus sukkarí. Planta de frutos grandes y ovoidales y pulpa jugosa con mucho aroma. Hay un dicho popular en Castilla que se refiere a la incertidumbre sobre la elección de un melón: «El melón y el casamiento ha de ser de acertamiento». En al-Ándalus era fruto muy apreciado. Ibn Bassal ya recoge esta fruta en su tratado agrícola, pues debió cultivarlo en la huerta del rey taifa al-Ma’mún de Toledo (1043-1075). Abu l-Jayr al-Isbilí nos informa que había muchas de melón en al-Ándalus, y especialmente la variedad sukkarí, era melón de secano, muy dulce y de tamaño pequeño. Un truco para conseguir que fuese aún más dulce, era el de poner sus pepitas en remojo con agua azucarada, antes de plantarlas.

MENTA. En al-Ándalus, con el nombre de fawdanÿ y dawmarán se conocían unos tipos de hierbas aromáticas clasificadas como menta y menta acuática, que se utilizaban principalmente en jarabes y tisanas, como remedios médicos.

ROMERO (Rosmarinus officinalis). Mata de mediana altura que florece durante todo el año en el centro y mitad del sur de la Península Ibérica. Intensamente aromático, al médico-filósofo persa Ibn Sina (980-1037), el Avicena de los latinos, se atribuye el empleo del cocimiento de la flor de romero con aceite, como bálsamo para todos los males.

Verbena rigida n jardin islamico
Lirio amarillo.-Iris psedacorus

Los jardines de la Alhambra albergan casi trescientos tipos diferentes de plantas

Los jardines de la Alhambra y Generalife constituyen una magnífica colección de especies vegetales procedentes de diferentes lugares del mundo que se introdujeron en épocas y momentos históricos distintos. El catálogo florístico ornamental del Monumento está compuesto por 267 especies y 20 híbridos, pertenecientes a un total de 91 familias y 208 géneros botánicos. De todos ellos, aproximadamente un tercio se utilizaban en los jardines de época árabe, mientras que el resto son especies de introducción y uso posterior.

De entre las empleadas en época medieval, las plantas de flores vistosas adquieren una especial y habitual presencia en los jardines hispano-islámicos, muchas de ellas también olorosas, como rosas (Rosa sp.), claveles (Dianthus sp.), violetas (Viola odorata), alhelíes (Erysimum cheiri y Mathiola incana), lirios (Iris germanica), adelfas (Nerium oleander) o nenúfares (Nymphaea alba).

Otras plantas carentes de flores eran seleccionadas exclusivamente por su aroma, como la albahaca (Ocimum basilicum), el orégano (Origanum sp.), el toronjil (Melissa officinalis), las mentas (Mentha sp.), el tomillo (Thymus sp.), el romero (Rosmarinus officinalis) o el espliego (Lavandula sp.). Entre todas ellas, jazmines (Jasminum sp.), cítricos (Citrus sp.), o cipreses (Cupressus sempervirens) desempeñaron un papel preponderante en la tradición jardinera islámica medieval.

Aunque sin duda, el Myrtus communis, mirto o arrayán es la especie más significativa del jardín andalusí alhambreño. Se encuentra, en la actualidad, en la mayor parte de los espacios ajardinados de la Alhambra y del Generalife. El intenso uso y cultivo como especie ornamental de esta planta cuyo nombre proviene del árabe al-rayhan, “el aromático”, por el olor que desprenden sus hojas al frotarse, se debe a su fina textura, su relativamente rápido crecimiento, sus delicadas y perfumadas flores blanquecinas, y su capacidad de aceptar la poda para la formación de setos y otras formas topiarias.

Entre sus numerosas variedades y cultivares, adquiere especial significación el llamado “arrayán morisco” (Myrtus communis var. baetica L.), de hojas de mayor tamaño, ya citado en textos de los siglos XVI y XVII, antiguamente utilizado de forma amplia en espacios ajardinados granadinos, y del que hoy sólo quedan en el recinto monumental ejemplares dispersos, algunos de ellos centenarios. Por ello, su estudio, recuperación y multiplicación es, en la actualidad, objetivo destacado del Patronato de la Alhambra y Generalife.

Rafael de la Cruz. Jefe del Departamento de Jardines y Bosques del Patronato de la Alhambra y Generalife.

Granada.-Jardines del Generalife.-Vista aerea
Granada.-Jardines del Generalife

EL JARDÍN DEL GENERALIFE

Sin lugar a duda, el jardín más espléndido e inolvidable de la España musulmana es el Generalife (del árabe Ÿannat al’arif: «La más noble y elevada de todas las huertas», también «Huerta del gnóstico o arquitecto»), la almunia de la Alhambra de Granada. Su primera construcción data de la época almohade (1147-1232), con importantes y radicales reformas posteriores, llevadas a cabo por los sultanes nazaríes Muhammad III (1302-1309), Ismail I (1314-1325), Muhammad V (1353-1359/1362-1390) y Yusuf III (1408-1417).

Ibn Luyún, el gran sabio y literato almeriense, maestro de Lisanuddín Ibn al-Jatib (1313-1375), en el capítulo final de su Tratado de Agricultura y Jardinería (Edición y traducción de Joaquina Eguaras Ibáñez, Granada, 1988), nos da el programa virgiliano de una casa de campo al gusto de su época. El Generalife es un fiel reflejo de esta teoría plasmada en una almunia real:

«En el lugar más elevado del jardín deberá construirse una casa, para facilitar su guarda y vigilancia. La orientación será hacia mediodía, elevando algo el sitio donde vayan a emplazarse la alberca y el pozo. En lugar de este último será mejor construir una acequia que corra bajo la umbría de árboles y plantas. Cerca de ella se plantarán macizos, que estén siempre verdes, de todas las plantas que alegran la vista y, algo más apartadas, diversas variedades de flores y árboles de hoja perenne. Un cerco de viñas rodeará toda la finca y, en la parte central, emparrados darán sombra a caminos que encuadrarán los arriates. En el centro se ha de levantar, para las horas de reposo, un pabellón abierto por todos lados y rodeado de rosales trepadores, arrayanes, y las diferentes flores que embellecen un jardín. Será más largo que ancho, para que la vista no se fatigue contemplándolo. En la parte más baja se dispondrá una nave de habitación para los huéspedes que hagan compañía al propietario; tendrá su puerta y una alberca que, oculta por un grupo de árboles, no podrá verse desde lejos. Convendrá, además, construir un palomar y una torrecilla habitable».

El Generalife, no obstante, debió sobresalir en importancia dado que, según puede deducirse de las inscripciones grabadas en una de sus cámaras, («entra con compostura, habla con ciencia, sé parco en palabras y sal en paz…»), el sultán, abriendo espacios en sus ocios y meditaciones, despachaba audiencias.

Granada.-La Alhambra.-Jardines del Partal

OTROS JARDINES DE LA ALHAMBRA   

Los jardines del Partal, de los Adarves y de Lindaraja en la Alhambra, con sus rimeros de macetas floridas, con recortados setos que bordean acequias, con estanques y fuentes cubiertos de nenúfares, y todo un conjunto, esplendoroso y sutil, asomándose a la legendaria ciudad, al blanco barrio del Albaicín (de al-bayyazín: musulmanes de Baeza que se refugiaron en Granada) a las cumbres nevadas de la sierra, y a la aceitunada apacibilidad de la Vega, justifican sobradamente las expresiones de viajeros como el médico austríaco Ieronimus Münzer que viajó por la Península entre 1494-1495:

«Terminada la comida, subimos a la Alhambra. Vimos allí palacios incontables, enlosados con blanquísimo mármol; bellísimos jardines, adornados con limoneros y arrayanes… Todo está tan soberbia, magnífica y exquisitamente construidoTermina, de tan diversas materias, que se creería un paraíso. No me es posible dar cuenta de todo» (I. Münzer: Viaje por España y Portugal, Polifemo, Madrid, 1991).

El gran humanista italiano Pietro Martire d’Anghiera (1459-1524) cuando visitó Granada (ciudad donde falleció y aun se halla su tumba) en el primer cuarto del siglo XVI escribía en una de sus epístolas:

«Todo el país, en suma, por su gala y lozanía, y por su abundancia de aguas, semeja los Campos Elíseos. Yo mismo he probado cuánto estos arroyos cristalinos, que corren entre frondosos olivares y fértiles huertas, refrigeran el espíritu cansado y engendran nuevo aliento de vida».

LOS CÁRMENES DE GRANADA

El concepto del carmen granadino es de origen hispanomusulmán. La palabra carmen viene del árabe karm, que significa viña. Los cármenes ocupan las laderas de las colinas enclavadas entre los cauces del Darro y del Genil, y aquellos que se encuentran en el Albaicín, frente a la esplendidez de la Alhambra, son considerados los más típicos. En sus orígenes eran minifundios suburbanos; el terreno se dedicaba en parte a jardín y en parte a huerta. Hoy ésta sigue siendo una tradición celosamente mantenida por los propietarios de los cármenes: aunque el jardín ha ido ganando espacio en el tiempo, siempre queda un rincón de huerta, y un emparrado con buenas uvas, y multitud de árboles frutales. Refrán: «El que no ha visto Granada, no ha visto nada».

A partir de la conquista de Granada, y más precisamente con los gustos de los Habsburgos por el estilo barroco, el jardín hispanomusulmán desapareció de los horizontes rápidamente: «No menos serio fue la italianización de los palacios y jardines bajo las influencias del Renacimiento, en un proceso que arrasó la tradición aborigen en menos de un siglo» (James Dickie «Yaqub Zaki»: «The Hispano Arab-Garden. Notes Towards a Typology», en Salma Khadra Jayyusi: The Legacy of Muslim Spain, 2 vols., Leiden, 1994, págs. 1016-1067).

Granada.- Cármenes del Albaicin desde la Alhambra

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