
La chumbera, la tuna, la higuera de Barbaria (Opuntia ficus-indica) que jugó un gran papel en la alimentación popular en Algeria y Túnez, y creció formando parte del paisaje de Andalucía en muchos parajes de nuestra región, y principalmente en zonas mediterráneas y atlánticas, es una planta curiosa, de la que se desconocen muchas propiedades.
La primera plantación se realizó por semillas en Sevilla. Se introdujo como planta salvaje por el interés y los méritos exageradamente exaltados por los navegantes compañeros de Colón, que la introdujeron. La leyenda quiso que la Opuntia se introdujera sólo en España. Las semillas (el higo chumbo) se adherían con sus pinchos a los fardos de mercancías que transportaban los navíos. Tomaron raíces en el suelo andaluz donde encontraron un clima propicio, proliferándose rápidamente a través de toda España. Después se extendieron a Portugal y por todo el Mediterráneo.
Los árabes encontraron el fruto excelente y multiplicaron esta nueva planta por plantación de palas en sus jardines, de aqui el nombre también utilizado para reconocerla de «higuera del moro».
Cuando fueron conquistados los territorios ocupados por los musulmanes, se llevaron con ellos su planta favorita. Desde entonces, nos la encontramos en todos los países árabes y en todos los archipiélagos mediterráneos.
Es sobretodo en Malasia y, principalmente en Sicilia, donde la planta se revela como una planta industrial de primer orden, lo que en el siglo XVIII hizo expresar al célebre agrónomo Adrien de Gasparin que «el maná, la Providencia de Sicilia, es la higuera de India».
Los marinos descubrieron que el nopal, como también se denomina la planta, era eficaz para la lucha contra el escorbuto que esquilmaba las tripulaciones, tomando como hábito llevar algunas plantas en las travesías que plantaban en tierra en las escalas que hacían los navíos. El área de dispersión se extendió: la higuera bienhechora se hacía cosmopolita.

Se apercibieron así mismo que en las regiones estériles regeneraba el suelo, aportando abono vegetal, fijaba las tierras inestables sujetas a erosiones, así como las arenas de las dunas. Al borde del mar, protegía los arbustos contra salpicaduras saladas del agua del mar y las protegía de los vientos dominantes.
La Opuntia es en efecto una planta extremadamente robusta, difícil de desarraigar y prácticamente indestructible. El fuego no ejerce ningún dominio sobre ella. Esta propiedad ignífuga hizo pensar sobre todo en la región mediterránea, donde los fuegos son frecuentes, en utilizarla en los cortafuegos como aislante, ya que la gran cantidad de agua que acumula en sus palas le confiere esta propiedad, y algunas experiencias se realizaron.
Se utilizó en obras de defensa de fortalezas y castillos, ya que la caballería no podía atravesar las líneas donde estaba plantada por los pinchos que se clavaban en los caballos de forma dolorosa.
Todavía hoy en Andalucía existen en muchas fincas valladas de Opuntias que protegen los cultivos o en las alcazabas como medio de defensa.
El nombre de higuera que se le atribuye es totalmente impropio ya que botánicamente pertenece a una familia muy distinta a la de los Ficus o higueras verdaderas. La Opuntia pertenece a la familia de las cactáceas, plantas carnosas «crasas», originarias de América tropical y su fruto no tiene más que un parecido muy lejano al de los higos.

Su aspecto es muy característico:
Tallos articulados (cladodios), formados por segmentos aplastados, ovalados en forma de raqueta (Opuntia, que significa raqueta) cubiertos de finas espinas y que al ramificarse forman arbustos de 2 a 4 cm. de altura. Las flores, de grandes dimensiones, rojizas amarillentas, dan lugar a la presencia de los frutos que alcanzan el tamaño de un huevo y, en algunos casos, lo superan. Los frutos están protegidos así mismo por pequeñas espinas que producen heridas muy dolorosas si no se toman precauciones a la hora de recolectarlas y consumirlas.
Los indígenas eran muy aficionados a sus frutos ligeramente dulzones y refrescantes que contienen numerosas semillas desagradables a los paladares refinados.

El fruto de la Opuntia, conocida como nopal o tuna, el fresco y sabroso higo chumbo, ha sido elemento de vida para gente de humilde condición en Andalucía, Sur de Italia y Africa. La mayor parte de las fincas de labor y recreo de la región andaluza estaban cercadas por grandes vallados de chumberas que ofrecían generosas sus copiosos frutos de variada calidad según los terrenos donde se encontraban plantadas, hasta que llegó un rival que poco a poco ha ido ganándole el terreno y amenazó con sustituirla por completo, el alambre de espino.
Conservemos donde se pueda esta testimonio del paisaje del sur unido a la historia de su agricultura.
Los higos chumbos se recolectaban, se barrían para quitarles sus muchas espinas, se encancostaban y eran vendidos por los vendedores ambulantes por los pueblos y ciudades de Andalucía.

En la medicina árabe se empleaban para combatir la disentería y las diarreas. La Opuntia produce igualmente un líquido conocido como «goma de nopal». Nopal es uno más de los nombres comunes con que se conoce la Opuntia, denominada según las regiones o países: Higuera India, Higuera de Barbaria, Higo de la India (Italia), Higo chumbo (España), Higuera de Moro (Cataluña), Higuera de Francia (Grecia)…
Los árabes conocieron esta higuera de un género nuevo, cuando los musulmanes retornaron a la madre patria dándole el nombre de «Higuera de los Cristianos», Karnous enn N´sarra (Nazareens).
En España se le da también el nombre de «Higuera del Diablo».
Establecer vallados de cerramiento es fácil. Su plantación es extremadamente sencilla, sólo hace falta enterrar un trozo de pala en el suelo.
La transformación de suelos condenados a la esterilidad constituye otra aplicación interesante de esta planta.
En Sicilia ha permitido transformar en ricas plantaciones de viña las corrientes de lava del Etna, hasta entonces infértiles. Cuando advertía una fisura el campesino siciliano, plantaba una pala de Opuntia. Esta desarrolla sus raíces, se abastece del agua de la lluvia o del polvo de los detritus orgánicos que se pueden formar poco a poco sobre el terreno.
Estas raíces, una vez desarrolladas, se introducen en las pequeñas grietas que encuentran, las dilatan y acaban por dividir la lava en pequeños fragmentos. Estas propiedades de las cactáceas en su forma de conquista y modificación de terrenos han sido ampliamente utilizadas antaño de forma metódica por la agricultura siciliana.

El ejemplo merece ser seguido en lugares de difícil aclimatación de otras plantas.
Algunas variedades son de gran belleza. Un vallado de estas plantas constituye no solamente una protección eficaz contra los animales merodeadores, perros errantes y el fuego, sino que además satisfacen la vista y el sentido estético y paisajístico del sur.
Plantada por doquier en países áridos, utilizable para varias finalidades, venida del lejano México, y difundida en el mundo entero, la chumbera no ha parado de sorprendernos.
Sevilla marzo 1986