
Me ha parecido interesante publicar estos apuntes escritos alla por el 1986 de la historia de los jardines de Sevilla en aquella época, en el que se evocan reformas y restauraciones, cambios en la nomenclatura de las plantas y estadísticas de la situación de las zonas verdes en aquellos momentos y poder comparar con lo que hoy disponemos, lo que preveíamos y ha sucedido y todo aquello imprevisto que nos ha beneficiado.
Apuntes de la historia de los parques, plazas y jardines públicos de Sevilla
Quizás antes de iniciar la lectura sobre los apuntes de la historia de los jardines públicos sevillanos, nos interese conocer unas ideas básicas sobre el concepto del jardín muy arraigado en la historia de la ciudad, y del cual el inolvidable Joaquín Romero Murube, hace un canto poético en la conferencia pronunciada el 4 de abril de 1952 en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras sobre el tema «Los Jardines de Sevilla», de la que extractamos los párrafos que consideramos de mayor interés.
No podría faltar en nuestra recopilación de apuntes las interpretaciones del «poeta jardinero», conservador durante muchos años de los Reales Alcázares de Sevilla, un buen amigo, consejero en mis primeros pasos por la ciudad del que guardo un entrañable recuerdo. Los jardines del Alcázar sevillano fueron para mí muchos años y siguen siéndolo todavía cuando paseo por ellos, Joaquín Romero Murube, una identificación espiritual con el poeta de los jardines sevillanos.
Describía Joaquín en sus conferencias lo que debe ser el mal llamado «jardín estilo sevillano».
«Cuando en una plaza de Madrid o Buenos Aires surge eso que ahora llaman jardín estilo sevillano ya sabemos todo lo que es. Retazos de la fachada de ABC por la Castellana con arquitectura de Aníbal González; o mucho peor, cerámica de Triana comercial y chillona. Y una fuente con un bicho en medio que, en dolorosísimo esguince, echó agua por el pico el día de la inauguración, y al que luego los niños, cumpliendo con la angélica obligación deportiva de los pocos años, a trompazo limpio le van descubriendo la fea anatomía de arcilla vasta y alambres retorcidos. Y todo eso en un ambiente municipal y, más que espeso, socialistoide. Nada más lejos de Sevilla que este jardín llamado ahora estilo sevillano».
Con ésta clara afirmación de lo que no es un jardín en Sevilla nos introduce en su forma de pensar hacia el jardín de Sevilla.
«Si un jardín puede ser manifestación genuina de un pueblo, de una ciudad, de una familia, incluso de un hombre, ¿Cómo ha de ser el jardín que encierre la esencia de Sevilla?
«Sevilla es clausura y silencio musical, es decir, un silencio lleno de ecos. El jardín de Sevilla nos produce una dulce serenidad, mucha y placentera porque nos transporta rápida y decisivamente hacia la abstracción y hacia el ensueño».

Nos habla en este sentido del patio:
«…-el patio y el jardinillo- que, por el uso de plantas y exornos vegetales, constituyen el más viejo y seguro antecedente de la jardinería sevillana».
«El patio constituye la felicidad y el lujo de los sevillanos. No sabemos qué espíritu misterioso e irreprimible nos lleva a los que allí vivimos, y en todos los órdenes sociales, a pensar que la realización feliz de nuestra vida consiste en una solería de mármol, un chorro de agua, unos arcos sobre columnas, flores y un pedazo de cielo… Esto es esencial: el cielo. Un pedazo de cielo para nosotros solos».
Define así el patinillo:
«Y es tan así que algunos de estos primeros patios buscan como única belleza la ordenación de sus construcciones, sin colaboración vegetal alguna. Por lo contrario el patinillo es puramente jardín; es decir, una organización vegetal, a veces modestísima- un arriate, un grupo de macetas, un tiesto en la pared- pero enseñoreada gloriosamente en aquel recinto, el más íntimo y el más grato de la casa sevillana».
Al referirse a las influencias musulmanas en los jardines antiguos de los palacios de la ciudad, nos asevera la ascendencia musulmana de los jardinillos sevillanos.
«El jardín oriental se hace formando un pedazo de terreno -vivificando un trozo del desierto-, llevando agua, elevando el muro exterior muy alto que no pueda saltar la curiosidad. En el interior hay árboles y flores de tresbolillo, que se aprietan más y más, a medida que se va de la periferia al centro. Y en el centro está el quiosco».
«También nos sorprende aquí la negación de la naturaleza y del mundo, tal como lo hallamos en torno nuestro».
«Es la inversa del jardín paisajista; una especie de naturaleza de ensueños, que no conduce a un pensamiento central, a un desmayo del pensamiento en sí mismo, y en modo alguno a este apoderamiento gradual, a esta conquista de la naturaleza, que constituye el jardín clásico».
Resume su definición en su jardinillo entrañable.
«El jardinillo sevillano, el íntimo, el viejo, el de siempre podría tener una dilatada persistencia. Porque en realidad, no es costoso». «Pero el jardincillo sevillano apenas exige nada. Para el lujo de la casa y la felicidad del sevillano basta un pequeño espacio en el que cabe un amigo, un libro, una copa de vino o la sonrisa de nuestra mujer entre flores».
Y cómo no, también en los patios y jardinillos, se lamentaba de «los cielos que perdimos».
«El patio y el jardinillo de Sevilla tienden a desaparecer, ya que paulatinamente va desapareciendo también la hechura tradicional de nuestras casas. La individualidad residencial -alta, burguesa o modestísima- no conjuga con los tiempos que llegan por razones de tipo social y económico, las más de las veces, y otras por el mal gusto y la incultura de nuestro momento. Muchas gentes adineradas no tienen capacidad espiritual para degustar hoy el placer inigualable de un patio o de un jardinillo».

Finaliza Joaquín, su exposición sobre los jardines sevillanos con un consejo, una recomendación, un deseo… su deseo…
«Es evidente que al no existir el patio y el jardinillo familiar hay que sustituir su inicial función salubre -ya que no la poética- por la colectiva expansión de las plazas y de los parques. Sevilla necesita aunar los pequeños espacios abiertos que antes regían y centraban las vidas familiares, en zonas públicas y comunes. Que nuestros regidores, que los arquitectos procuren no olvidar en cuanto sea posible, para estos jardines de mañana, el sentido de armonía interior, casi de religiosidad cotidiana y alegre, que aquellos ámbitos tradicionales -los patios, los jardinillos-, llenaban en la vida de la ciudad y de un modo tan directo como profundo, en la vida de los sevillanos».
Gracias Joaquín por tus consejos, desde allí donde estés eres el juez máximo de los desmanes que se hacen en tu Sevilla, la que tú amaste, la Sevilla de siempre…

EL PARQUE DE MARIA LUISA
Se halla limitado al norte de la Avda. de Palos de la Frontera y el Prado de San Sebastián, al este por la Avda. de la Borbolla y el barrio del Porvenir, al sur por Eritaña y al oeste por el Paseo de Las Delicias y jardines del mismo nombre que se incorporan al conjunto, pero que siempre han quedado independientemente reconocidos como parte aislada del Parque.
El 19 de junio de 1893 S.A.R. la Serenísima Sra. Infanta de España, Doña María Luisa Fernanda de Borbón y Borbón, duquesa Vda. de Montpensier, hermana de Isabel II, donó a Sevilla una gran parte del extenso parque y jardines de San Telmo, bautizado en justicia con el nombre de PARQUE DE MARIA LUISA; el Ayuntamiento procuró de convertirlo en un magnífico jardín para disfrute de los sevillanos, como había sido propósito de la egregia donante
El Comité Ejecutivo de la Exposición Iberoamericana en sesión celebrada el 2 de enero de 1911, en la que asistió Mr. Forestier, acordó encargarle la reconstrucción del Parque, ofreciéndose aquel a estudiar un anteproyecto gráfico con Memoria detallada.
En primer lugar, tuvo ocasión de conocer la climatología de la ciudad, así como visitar los antiguos jardines existentes y anotarse diversos detalles característicos.
Su primera preocupación fue encontrar las líneas principales; el eje donde había de centrarse el nuevo trazado, un eje claro y simple, para encuadrar las partes importantes y florecidas, en disposiciones variadas e interesantes.
La segunda que consideró como fundamental, fue la de respetar todos los árboles y aspectos que daban a las masas arbóreas un carácter antiguo, difíciles de transformar o conseguir rápidamente. A la vista de ello desistió de un primer proyecto en el que trazaba una gran perspectiva abierta que había previsto como eje central, al estilo de los jardines franceses de la época.
Respeta en el proyecto, las zonas de naranjos pertenecientes a los huertos existentes y propone la creación de una rosaleda en el actual Jardín de los Leones con terrazas superiores para su contemplación y un estanque central de azulejos blancos y azules que podrá recibir las nuevas variedades de nenúfares; así describe Forestier el conjunto.
Diferentes detalles fueron inspirados en realizaciones existentes en el Retiro de Madrid, el Alcázar, la Alhambra, el Generalife y en algunas casas particulares antiguas de Sevilla y Granada.

Repite con insistencia y subraya que hará falta respetar «SIN DISCUSION POSIBLE» todos los hermosos árboles que son la verdadera joya del Parque, lamentando su confusa disposición, que considera en aquel entonces, su más grave defecto.
El trazado del Parque se realiza con vistas a que dé funcionalidad y enmarque la Exposición Hispano-Americana, por lo que se prevén grandes calzadas, ubicación de pabellones, algunos todavía subsisten; el Pabellón Real, el Pabellón Mudéjar, el Pabellón de Arte Antiguo, etc… señalando que las inversiones que se realicen aprovechando este motivo, con su construcción y decoración, subsistirán y serán un bello recuerdo.
En una primera Memoria propone para la Exposición, un conjunto de jardines árabes unidos por medio de una gran continuidad en sus detalles, alegando que no eran bastante conocidos, y que fueron verdaderamente los primeros jardines, ya que siendo Andalucía la cuna de los grandes jardines de Europa, le correspondía evocar estos mil detalles interesantes, donde las flores, los árboles y los arbustos se mezclaban con los estanques, las regueras y las fuentes, que con el refrescante ruido de sus surtidores se asociaban a los colores y a los perfumes, entre las cancelas de hierro forjado, los bancos de cerámica, los naranjos de flor, adelfas, arrayanes y a todos estos detalles, se sucederían las decoraciones rústicas de jardines y cortijos andaluces, teniendo muy en cuenta según frase de Forestier «que en los jardines de los países de sed -así los denomina- el agua es el elemento más precioso y esencial».
Curioso resulta el capítulo que nos habla de la conservación «Será inútil crear, para abandonarlo enseguida». Este problema es eterno por lo visto; un jardín y sobre todo un jardín público expuesto a toda clase de depredaciones exigen una tutela activa y una sostenida conservación.
Entre las observaciones que hacen sobre el costo anual, los gastos de conservación que serán necesarios para mantener el nuevo Parque los establece por observaciones realizadas en diferentes ciudades: Londres, Viena, Francfort, Liverpool, Boston, Chicago, París, etc… en las que suponen, para la conservación de sus jardines y paseos arbolados, una suma en francos equivalente al número de sus habitantes
No era pues exagerado en aquél entonces proponer para la conservación de los Parques de Sevilla, una cantidad de 80.000 a 100.000 pesetas anuales.
En plantaciones, se nos reseña que las especies existentes en el Parque, acacias negras, ailantos, moreras de papel, plátanos, olmos, fresnos y acacias blancas, a las que vendrían a unirse las sóforas, arces, etc…Para conseguir efectos rápidos aconseja plantar los arbustos con gran floribundidad «ya que parece gustan aquí». Añade, Lagerstroemias (Júpiter), adelfas, abutilones de flores rojas, malvaviscus, mirtos, espíreas, celindas, etc…; apunta al mismo tiempo la conveniencia que junto a toda decoración vegetal se utilizarán adornos diversos como capiteles, accesorios, decoraciones árabes, columnas, fuentes, bancos, pilones, etc… que se encontraban por Sevilla o en poblaciones inmediatas.
El presupuesto general en el que se incluían terraplenados, estanques, albañilería, escalinatas, calzadas, riegos, etc… ascendía a 494.812,50 ptas. en aquel entonces, para todos los trabajos a realizar.
El valor de algunas plantas las cifra en Sophora japónica 22/24 per. cir. a 16 ptas., Plátanus orientalis 20/30 per. cir. a 6 ptas., rosales injertados a 1 pta.; siendo las casas suministradores principales el Sr. Guiraut de Granada y de Valencia el Sr. Rignet
Una riada en febrero de 1.912 retrasa los trabajos de movimientos de tierras, para la realización de los mismos, como encargado intervino Mr. Chevalier, quién realizó los transplantes de los árboles afectados por los edificios en construcción para la Exposición, dimitiendo de su cargo por desavenencia con el Sr. Forestier a causa de la lentitud con que se realizaban los trabajos.
La guerra mundial de 1.914 aisla al Sr. Forestier como director de los trabajos y el 4 de mayo de 1.915, después de gestiones realizadas con el Cónsul de la República Francesa acerca de su Gobierno, vuelve, para examinar el estado en que se encontraban las obras del Parque de María Luisa y demás jardines de la Exposición. En estas fechas da una conferencia en el Ateneo y Sociedad de Excursiones sobre «Los jardines públicos de Europa» y es felicitado por el Comité Ejecutivo de la Exposición Hispano-Americana a la vista del feliz éxito obtenido con la inauguración de las obras del Parque, que si bien no era uno de los más grandes, si de los más bellos que existían.

Hasta entonces y posteriormente a la celebración en el año 1.929 de la Exposición Ibero-Americana, coincidiendo con la Exposición Internacional de Barcelona, se fueron construyendo varias glorietas dedicadas a insignes poetas y literatos sevillanos, ubicadas con mayor o menor acierto dentro del recinto. Entre éstas destacan las de Gustavo Adolfo Bécquer, erigida debido a la iniciativa y gestión de los hermanos Álvarez Quintero, obra del escultor marchenero Lorenzo Coullat Valera; la de Cervantes erigida en la Plaza de América; la de los propios hermanos Alvarez Quintero, obra del arquitecto sevillano Aníbal González, director también de la Plaza de España, y otras que más adelante detallamos.
Finalizada la Exposición y por distintos avatares en la vida económica y política del país, sobrevino el abandono. En las plantaciones se impuso la ley del más fuerte, los grandes eucaliptus se adueñaron del terreno, rebrotes y retoños de árboles, acacias negras, olmos, aliantos, acacias blancas, etc… vinieron a formar el bosque central, en el que los otros vegetales más nobles, Taxodium, Podocarpus, Palmeras, Araucarias, Naranjos, etc.. quedaron deformes y raquíticos.

En el año 1.956 se inició una labor de clasificación de vegetales, según su calidad, desarrollo y ubicación dentro del Parque, considerando sus características botánicas, paisajísticas y ornamentales. Como consecuencia de este estudio se derribaron los ejemplares que ofrecían peligro, y los que a causa de enfermedades se encontraban decrépitos y todos aquellos que atentaban, por el abandono sufrido con anterioridad, el crecimiento regular de ejemplares más nobles, labor que viene efectuándose poco a poco y de forma escalonada año tras año, y que ya aconsejaba Mr. Forestier en las memorias de su proyecto.
La escasez de agua, unido a la climatología local, seis meses sin llover y temperaturas de 45 a 55º al sol, normales en verano, crea el problema de los sotobosques, donde se une el factor climatológico de la sequía con la abundante sombra de los corpulentos árboles. En las transformaciones realizadas casi en un 70% del recinto, se ha pretendido y se pretende restaurar la fisonomía del Parque, en el eje central, según Forestier. Sin embargo, otras zonas han sido totalmente transformadas, con unos conceptos si no modernos, si más funcionales y prácticos, para ofrecer al público que lo visita zonas agradables y de ornato, reproduciendo y adaptando las zonas deterioradas al uso del ciudadano.
El Parque en sí, es difícil, su vegetación en un 80% de árboles de hoja caduca los convierte durante cuatro meses (otoño-invierno) en un jardín triste, romántico. La caída de las hojas por ausencias de fríos, es lenta y los trabajos de limpieza importantes. Su época de mayor esplendor es la primavera, coincidiendo con las fiestas de la ciudad, Semana Santa y Feria, las condiciones climatológicas en este época son más favorables para su conservación, irrumpiendo en estas fechas la floribundidad de muchos arbustos de hoja caduca: espíreas, celindas, rosales, etc…
En las zonas reformadas se han introducido variedades de árboles climatológicamente adaptables, Lagunaria patersonii, Cousapoa dealbata, Tipuana tipu, Ficus retusa, etc…, algunas de ellas convertidas ya en ejemplares de gran vistosidad.

Entre las reformas más importantes llevadas a cabo en el Parque de María Luisa, durante la mitad del siglo XX, después del abandono sufrido en la post-guerra civil, que se iniciaron en 1.956 bajo la iniciativa primero de D. Celestino Fernández Ortiz y otros regidores municipales, hasta el periodo actual pueden citarse como más destacados, la reposición de figuras de terracota en los estanques del Pabellón Real, y sustitución de las esculturas de los leones inicialmente diseñados por D. Manual Delgado Blackenbury, por obras del escultor Juan Abascal y jarrones en Plaza de América obra de Juan Laffita, la recuperación del Pabellón Marroquí para sede de las oficinas del Servicio de Parques y Jardines, la construcción de la rosaleda Dña. Sol, la creación de la glorieta Luis Montoto y campo de juegos infantiles en el antiguo macetero del Parque, la estufa o invernadero allí instalado se traslada a los Viveros Municipales de los Remedios, la restauración y adecentamiento de la Glorieta de Goya, construcción de cerramiento en Glorieta Virgen de los Reyes y acondicionamiento de calzadas, reforma con acondicionamiento y mejora del sector denominado «El Hoyo» en la parte posterior del Bar La Raza, antigua oficina de información de la Exposición Ibero-Americana, sustitución de pérgolas en el jardín de los Leones, reformas en el sector denominado de minigolf, restauración total con nueva cerámica de la Fuente de las Ranas, pavimentación de calzadas en el Parque, instalación de alumbrado que había desaparecido, restauración de la Glorieta de los Hnos. Machado, restauración de la Glorieta de Ofelia Nieto, la restauración total de pérgolas y estanques en el jardín de los Lotos, restauración de balaustradas de cerámica en la Plaza de España y remate de la ría, aun sin concluir, construcción del Parque Infantil Blancanieves, el Parque Infantil de Tráfico, restauración de evacuatorios y servicios en Bécquer, Gurugú e Isleta de los Patos, adaptación y supresión del Bar Alberto convirtiéndolo en oficinas de la Guardería Jurada, restauración de fuentes y esculturas, construcción de bancos de azulejos, reforma total de áreas del Parque, praderas nuevas posterior a Ofelia Nieto, sector de los Toreros, eje principal del Parque, etc…
En ningún momento debió acondicionarse la Isleta de los Patos para mini-zoo, ahora desaparecido, y menos privatizando este sector con cerramientos inadecuados. Lamentamos la desaparición de la gran estufa que, procedente de los jardines de San Telmo se ubicó en los Jardines de las Delicias, así como la ampliación del Paseo de las Delicias, dividiendo el Parque con una vía de circulación rápida, la desaparición de los kioscos tradicionales, el templete metálico del monte Gurugú, la infrautilización del Parque y Plaza de España para actos y espectáculos poco acordes con el recinto, y la destrucción total de los Jardines de San Telmo ubicando durante años la Feria de Muestras, en la política municipal no todo han sido aciertos, pero el Parque está ahí esperando que de una vez para siempre se conserve como algo que fue y debe mantenerse. Incoado expediente para ser declarado jardín artístico, lo hemos de contemplar como portador de un mensaje espiritual del pasado, testimonio vivo de unas tradiciones que debemos transmitir con toda riqueza de autenticidad, un patrimonio común, un bien cultural que hay que salvaguardar con un cuidado permanente del mismo, cuidando de no alterar sus elementos tanto vegetales, como escultóricos, o de decoración que forman parte integrante del mismo.

Su restauración y conservación exigen unas operaciones de carácter excepcional, precedidas y acompañadas de los estudios históricos del mismo, utilizando técnicas tradicionales. Desgraciadamente en el Parque, la artesanía popular de la época de su construcción ha venido desapareciendo, hace falta recuperar estas tradiciones artesanales si no queremos falsificar la historia.
A los ceramistas, escultores y artesanos, Facultad de Bellas Artes y Comisión del Patrimonio Histórico Artístico corresponde esta tarea, ya que sin su eficaz y solvente ayuda, difícilmente podremos salvaguardar su integridad, es un reto que tiene planteado Sevilla y los sevillanos con el Parque de María Luisa. Siendo las ciencias y las artes tradicionalmente aplicadas las que más han de colaborar en este empeño común de todos los ciudadanos, sino queremos caer por falta de sensibilidad, en la corriente de lo fácil y lo vulgar, adulterando lo que un día se nos legó como patrimonio espiritual de una Sevilla que se nos fue pero que está viva en el recuerdo, como añoranza de un pasado que no se puede perder.
Últimamente, en el año 1.980 se ha repuesto la rosaleda de la Plaza de América; se está procediendo a la restauración de las cancelas de la misma plaza y la restauración de las cartelas antiguas indicadoras de los nombres de las avenidas.
Las glorietas, destruidas unas por falta de civismo y otras por el acontecer de los años, han de ser restauradas periódicamente para evitar el deterioro en que se encuentran la mayoría de ellas en la actualidad. La labor ha de ser continua, restaurando, no modificando las estructuras que lo han hecho famoso.
La conservación de este Parque ha de ser obra de interés preferente para todos los que de una manera u otra son responsables de las mismas, legando histórico de la ciudad y orgullo de todos los sevillanos.

Alejandro Guichot y Sierra en su libro «El Cicerone de Sevilla» (1.925) lo describía así:
JARDINES DEL PARQUE DE MARIA LUISA
«La Infanta Doña María Luisa Fernanda de Borbón, duquesa viuda de Montpensier, cedió a la ciudad en 1.893 la mitad de los suntuosos jardines de San Telmo, desde el arrecife y paseos que se hicieron de la glorieta de San Diego en la esquina de la Fábrica de Tabacos al paseo de la orilla del río, hasta el antiguo Huerto de Mariana, hoy convertido en Plaza de América. Diósele el nombre de «Parque de María Luisa» ala dicha mitad cedida, fué cuidada con esmero por el Municipio, y se formuló el proyecto de hacer unos jardines ideales, como complemento y asiento principal del plan de Exposición Hispano-Americana de 1.912, ampliada a Ibero-América en 1.923. Para realizar el deseo de aquellos jardines se encomendó el estudio y obra al ingeniero parisién J.C.N. Forestier, cuya labor comenzó en 1.913.
Cuando Don Adolfo Fernández Casanova escribía acerca de los monumentos y las artes de la provincia de Sevilla, pensaba que «cielo espléndido, brillantes astros, tierra feraz y de relieve variado, clima benigno, primavera deliciosa, amenos paisajes, campos matizados con flores; … una naturaleza tan llena de vida, de luz y colorido, ha de impresionar fuertemente al artista que la contempla y sugerirle en su consecuencia vivas y luminosas fuentes de inspiración». Estos pensamientos pueden ser aplicados a la obra del Sr. Forestier.
El Sr. Forestier estudió el medio natural, y se inspiró en los jardines del Generalife de Granada y del Alcázar de Sevilla, y creó en su mente el precioso vergel que hoy es gala hispalense, ejemplo andaluz, y modelo admirado por todos los visitantes y los viajeros. En el proyecto que para el Parque de María Luisa publicó en 1.915, el mencionado ingeniero dijo: «en los jardines de los países de sed, de estío reseco, el agua es el elemento más precioso y esencial… Para hacerla más deseable aún, se la multiplica en menudos surtidores, se la recoge en mármoles y lozas deslumbrantes para que así sean más sensibles su frescura y su limpieza. De los pozos se esparcen en fuentes azules, en pequeños canales brillantemente coloreados como estuches de piedras preciosas». «Setos, murallas, sea de bojes que crecen lentamente, sea de mirtos perfumados, sea de arbustos de vegetación fácil y rápida, y negros cipreses, son el oscuro fondo de belleza en estos jardines asoleados y azules».
En dos grandes zonas podemos considerar dividido el Parque de María Luisa. La zona norte y poniente, de aspecto majestuoso, tranquilo, con predominio de las manchas verdes y tonos apagados, lindante con el arrecife de San Diego y paseo de la orilla del Río; en la que se conserva la vegetación y accesorios que existían cuando perteneció a San Telmo, habiendo hecho de nuevo algunos detalles y solamente variado el trazado de calles y arrecifes generales. En esta zona los follajes sombríos, los bosquetes nutridos, los cuadros de naranjos, los macizos elevados de árboles, cubren el horizonte los álamos, los eucaliptus, las acacias, los almeceres, las pacanas, los madroñeros, las palmeras, los plátanos orientales, los castaños de indias, y otros árboles de variadas especies, extensas copas, y altas ramas, que forman intrincada red transparente de troncos, vástagos y hojas. Quedan entre praderitas de césped algunas cabañas y bancos rústicos, y pedestales con estatuas rodeadas de flores al lado de setos, de los antiguos que pertenecieron a San Telmo; en los nuevos paseos se han distribuido bancos de azulejos y de ladrillos, en las glorietas algunas fuentes inferiores de alicatados, y en el paseo de los rosales se elevó el monumento al poeta Mas y Prat. En esta zona al norte y contigua al bosquete límite con el arrecife de San Diego al Paseo del Río, se halla el que denominamos Sector del Paisaje, cuyo vértice es un robusto y grande banco semicircular de ladrillo, con alto respaldo de tuyas, desde el cual se contempla una atrayente perspectiva, comenzada por praderitas regulares de césped, ensanchando por ambos lados setos de pitósporos, de evónimos y de tuyas, paseos variados, calles con emparrados de pilares blancos y asientos de ladrillo, un geométrico hermoso estanque en el centro, con isleta cuajada de macetas de flores en graderías y presidida por alta esbelta fuente de mármol, al fondo los muretes oscuros de otras calles curvas y el elevado arbolado del primer arrecife general del Parque.
La zona oriental y central, pintoresca, risueña, con predominio del color y de alegría, lindante con el Palacio del Colegio Mayor, la barriada del Porvenir y la Plaza de América, es la transformada con los nuevos elementos exornativos y la que representa toda la gala y toda la riqueza de los modernos jardines de gusto y carácter sevillano. Entre grupos y macizos, dominados por acacias, eucaliptus, álamos y madroñeros, almeces y plátanos, castaños, palmeras, acariciados por latanias y chameropses, bordeados de cordones y setos de bojes, de evónimos, de mirtos o arrayanes, como en la nombrada plaza los hay de mejorana y de abrótano; entre cuadros guarnecidos de flores y paseos bordeados de céspedes, enredaderas de rosas y pórticos de verduras, combinaciones de flores brillantes y deliciosas, constituyendo una deslumbradora continuidad de bellas y sucesivas visiones; surgen encantadores emparrados cubiertos de buganvillas, de rosales trepadores, de pasionarias, de bignonias, asientos de azulejos polícromos y respaldos de enredaderas y trepadoras, surtidores de agua entre deslumbrantes esmaltes, pilastras con estatuas y con vasos, con macetones y con figuras, cerámicas, gradas y terrazas horizontales en distintos niveles, glorietas con asientos y cenadores de verduras, innumerables accidentes de armónica variedad y de feliz combinación.

De esta segunda zona en cuyo principio se halla el monumento al poeta Bécquer, indicaremos especialmente tres lugares. La Avenida del Este, se halla entre el Palacio del Colegio Mayor y los bosquetes de arbolado a la derecha; enrejados de rosales se enlazan con los troncos de los árboles enfilados, y si a la izquierda se recrea la vista con la perspectiva de la balaustrada de cerámica, la ría semi-elíptica, la Plaza de España y el magno palacio, a la derecha los fondos verdes de macizos de tuyas bordeados de bojes, cenadores cubiertos de follajes, grupos transparentes de pitosporos, paseos perpendiculares con bancos alicatados, y otro paseo de castaños de indias con suspensiones de rosales en los troncos y canalillos al pié bordeados de césped. Continúa la rotonda de los cuatro grupos escultóricos, representativos del Arte, la Ciencia, el Trabajo y el Genio, cercada de transparentes pitosporos; y sigue el camino con bolas de la misma planta entre acacias, almeces y palmeras alternadas. Inclinándose al fondo, a la derecha, pasando macizos con borduras de rosales y distinguiéndose muretes de tuyas que ornan paseos transversales, se llega a la glorieta de la «fuente de los toreros», de cuatro gradas inferiores cubiertas de azulejos polícromos, y cuatro bancos circulares con pilastras en los extremos, también alicatados: los azulejos de los que decoran los asientos son de escenas de toros, retratos de toreros célebres, generales de tipos sociales del siglo XVIII, tipos populares sevillanos de los siglos XIX y XX, como flamenca tocada con mantilla blanca, flamenco con sombrero calañez, bravucones, caballistas, cantaores, guitarristas, gitanos, armados, nazarenos, seises.
La zona de los estanques, en el centro y a corta distancia de la Plaza de América, pasando por el paseo de las catalpas, de acacias sóforas y otros árboles, por setos de tuyas, arcadas de cipreses y emparrados con trepadoras, sube el espectador a la terraza con el banco de azulejos y coronamiento de ladrillo desde el cual se divisa una perspectiva ideal e inolvidable: los jardines bajos, decorados con vistosas flores y artísticos grupos de macetas, pedestales con vasos, graderías, los estanques de formas poligonales y con nenúfares flotantes, el de los leones con grandes figuras en pilastras alicatadas, nuevas gradas y nuevos estanques y la terraza de la fuente de las ranas, hechas de cerámica, con juegos de surtidores; desde aquí, mirando al sitio de donde se ha partido, otra perspectiva, viendo al fondo los fragantes bosquetes y detrás de la terraza del banco semicircular, el alto macizo de pinos, que el vulgo llama montaña Gurugú. Continúa el paseo desde la fuente de las ranas a la ría, con su isleta bordeada de piedras rústicas, con kiosco de arcos y columnas y puente de comunicación, procedente del antiguo jardín de San Telmo; campanillas y otras trepadoras cubre los troncos de las palmeras y demás árboles del contorno de la ría; cruzan sus aguas los cisnes y patos, gansos y ocas; pasean por la isleta los pavos reales; vuelan en múltiples direcciones los negros mirlos, los constantes gorriones, jilgueros, ruiseñores y cien pintados pajarillos; numerosas palomas blancas y azuladas evolucionan entre los follajes, se posan en las altas copas y descienden al piso de la isleta.

Atravesando la calle abovedada con las hojas de los cuadros de bambúes, que es perpendicular a la glorieta de la casita del minarete y restaurante, se entra en la reposada y solitaria plaza azul cuyos cuatro vértices de ángulos rectos están marcados con sendas palmeras, impiden la vista del horizonte las copas de los castaños de indicas, de los álamos negros, de las moreras, de los arces, y en los bajos se tocan las latanias, los chameropses y las adelfas, dando sombras a los bancos azules y a los pilares con jarras de cerámica. Continúa el aspecto plácido y tranquilo con la pequeña glorieta cubierta por la copa de un tejo que se levanta en el centro, rodeado de bancos y pilastras; y sigue la rotonda de la «fuente de la concha», con asientos alicatados, canastillos de flores con borduras y cuatro pedestales con esculturas de mármol simbólicas de las cuatro estaciones del año. Cerca y a la derecha de estos apacibles lugares está la glorieta señalada con el monumento al pensador Izquierdo Martínez».
Así queda descrito el Parque en el año 1.925, de forma literaria, sin que los nombres de las plantas sean de cierto los que existían. El crecimiento de los árboles, su abandono y la propia umbría impiden la traslación a nuestros días de muchas de las escenas que se describen.

PABELLONES Y GLORIETAS DEL PARQUE
LA PLAZA DE AMERICA
«Proyectada y dirigida por el arquitecto D. Aníbal González y Alvarez Osorio e integrada en el proyecto general de obras de la Exposición Ibero-Americana, fué inaugurada en 1.916. Está rodeada por el lado exterior de una calzada oval para el tránsito rodado que la circunda y por los tres palacios a que nos referiremos a continuación. Por la parte interior de esta calzada, la plaza propiamente dicha, de planta alargada redondeada en sus lados menores, se halla cubierta de bellísimos jardines y rosaledas, decoradas con esbeltas columnas con capiteles de orden compuesto, sobre los cuales hay victorias aladas, debidas a escultores catalanes, madrileños y sevillanos que participaron en el concurso, celebrado a tal fin en Diciembre de 1.913. En el conjunto del artístico exorno de esta Plaza merece citarse la Glorieta del Quijote, en cuyos bancos de azulejos se reproducen pasajes de la inmortal obra de Cervantes, que, en unión de otras suyas, están a disposición del público en anaqueles sobre los cuales aparecen las esculturas ecuestres de cerámica, en pequeño tamaño, de Don Quijote y Sancho Panza. En la parte central de la Plaza, realzada de la planta general, se halla un bello estanque de elegante perfil barroco, con alto surtidor central, rodeado por magníficos candelabros de hierro forjado» (2
De los tres edificios que enmarcan la Plaza de América, concebidos, como se dijo, en el plan general del Certamen, para las exposiciones de Arte, dos de ellos, el Pabellón Mudéjar o de Arte Antiguo y el Pabellón Real pertenecen en la actualidad cedidos por la Corporación Municipal, el Pabellón Mudéjar y el de Bellas Artes del Estado, donde el Ministerio de Cultura tiene instalado el Museo de Artes y Costumbres Populares y el Museo Arqueológico de Sevilla respectivamente. En el Pabellón Real, el del centro de la plaza, se encuentra instalada la sede de la Junta de Andalucía.
Tradicional glorieta, es la de las palomas, situada en su extremo Sur, donde los niños se divierten dando de comer a las innumerables palomas blancas, ¿Quién en Sevilla no tiene una foto dando de comer a estas palomas?.
La jardinería de la plaza reformada en diversas ocasiones, está compuesta principalmente por un trazado de parterres geométricos enmarcados con setos de evónimo, dentro de los cuales están plantadas diferentes variedades de rosales. Altas y esbeltas palmeras complementan el conjunto de esta Rosaleda.
Alineados bordeando la calzada que la circunda, árboles del amor y jaboneros nos ofrecen sus floraciones, anunciándonos la primavera y verano respectivamente.
Destacan entre su vegetación dos grandes jacarandas plantadas en 1.921 frente al Pabellón Real, que fueron regaladas por un súbdito inglés que, acompañado por un hermano de la reina madre visitó el Parque de María Luisa.

EL PABELLON DE ARTE ANTIGUO en la actualidad PABELLON MUDEJAR
«Terminado en 1.914, se inspira en el mudéjar andaluz, al que debe el nombre con que es conocido. Consta de dos plantas con un cuerpo central dividido en tres fajas verticales, las dos laterales coronadas por típicos miradores y la central por el característico tejaroz volado, todo ello y, especialmente las rachivoltas de sus tres puertas, profusamente esmaltadas con azulejos polícromos. Tiene el edificio a los lados sendas alas terminadas en exedras con galerías bajas sostenidas por arcos peraltados. En la actualidad los salones bajos y las galerías del patio se dedican a exposiciones de diversos matices y en la planta alta se hallaba establecida la Hemeroteca Municipal, cuyas colecciones de periódicos y revistas, especialmente sevillanas, alcanzan casi el millas de títulos. Las de más antigua fecha son unas «Noticias de Sevilla» de 1.691; son así mismo interesantes algunos periódicos sevillanos contemporáneos de la Guerra de la Independencia, las colecciones de los diarios de nuestra ciudad a partir de 1.850 y de la Gaceta de Madrid desde 1.743″ (2) trasladados en la actualidad al Pabellón de la Madrina, en los Jardines de San Telmo. Cedido al Estado, se encuentra en la actualidad ubicado el Museo de Artes y Costumbres Populares.
Dos buenos ejemplares de Cyca revoluta flanquean la entrada al Pabellón.
PABELLON REAL
«Debe su nombre a haber sido proyectado para albergar las colecciones artísticas de la Casa Real, que figuraron en la Exposición Ibero-Americana. Se terminó en 1.916 y su estilo se halla inspirado en el gótico flamígero. Obra como los demás edificios de la Plaza de América, de Don Aníbal González, está construido sobre gradas de piedra artificial, obra del escultor sevillano José Ordoñez, que sostienen los escudos de otros tantos estados de la Monarquía española; Señorío de Vizcaya, Reino de España, Ducado de Borgoña y Toscana, Señorío de Molina y Reino de Jerusalén. El palacio es obra de ladrillo, con crestería de cerámica blanca y azul, zócalos de alicatados, frisos y yesería y artesonados de madera policromada. Los altos zócalos del amplio vestíbulo, con cuadros cerámicos alusivos a la Orden de Montesa, fueron pintados por Gustavo Bacarisas y en los demás salones lo fueron por los más destacados pintores y ceramistas del momento. Exteriormente, y a nivel del plano de la Plaza, el Pabellón Real se halla rodeado por estanques con juegos de agua que contornean el edificio» (2).
En la actualidad en este pabellón se ha realizado obras de adaptación para albergar, primero a las oficinas de Urbanismo municipales y en la actualidad la sede de la Junta de Andalucía.

EL PALACIO DE BELLAS ARTES
De estilo plateresco, obra del arquitecto Don Aníbal González, fué terminado en 1.919. Por el Ayuntamiento fué cedido al Ministerio de Educación y Ciencia, llamado en aquel entonces Educación Nacional, para la instalación del Museo Arqueológico Provincial de Sevilla, inaugurándose el 25 de Mayo de 1.946.
En la actualidad se encuentra instalado el interesante Museo Arqueológico
LA PLAZA DE ESPAÑA
Considerada como la obra cumbre del arquitecto D. Aníbal González, donde se aprecian todas las facetas de la artesanía sevillana, desde la cerámica hasta el hierro forjado
De planta semielíptica limitada por una ría en cuyo borde se eleva una balaustrada de cerámica, que en su mayor parte ha sido sustituida por mármol, se comunican sus orillas por medio de puentes con escalinatas.
De la misma forma semielíptica de la plaza se alza un gran palacio dividido en tantas sesiones como provincias tiene España, indicadas en la arquería, a cuyos pies y en zócalo exterior del edificio aparecen a modo de patios abiertos y bancos alicatados, los escudos, símbolos y cuadros históricos y anaqueles para libros de las antes mencionadas provincias.
En los extremos de la plaza se alzan dos soberbias torres. Todo el edificio está construido de ladrillos entallados, columnas de mármol blanco y variada ornamentación de cerámica sevillana. En las distintas dependencias están ubicados varios organismos oficiales como la Capitanía General, el Gobierno Civil, etc…

En el centro de la plaza una fuente circular luminosa da realce al conjunto arquitectónico.
La jardinería se reduce a un arriate perimetral con laureles como elemento principal, seto de evonymus y plantas de flor en el interior.
Como atractivo tradicional, en la ría de la plaza existe un servicio de barcas de remo y motoras que animan y divierten al público con paseos por debajo de los puentes, convirtiendo está en un sueño veneciano, aunque tan solo sea por unos momentos.
Principal lugar donde se han llevado a cabo desde su inauguración grandes acontecimientos históricos de la vida de la ciudad, por la amplitud de su superficie.

EL MONUMENTO A LA INFANTA DOÑA MARIA LUISA FERNANDA
«Este armonioso y bello monumento de piedra, que se halla en el Parque que lleva su nombre, fué erigido en 1.929 por el Comité de la Exposición Iberoamericana en homenaje a la egregia señora, donante de estos espléndidos jardines. La efigie sedente de la Infanta, obra inspiradísima de Enrique Pérez Comendador, lleva una flor de mármol blanco entre sus manos cruzadas, símbolo de una vida rota, la de su hija María de las Mercedes, una historia de amor que conmovió el alma popular de Sevilla desde el Parque de los Montpensier. Y descansa en un sencillo pedestal, reducido a un simple dado, entre dos columnas, teniendo como fondo un biombo o transparente vegetal» (2).
Así fué el monumento, ahora trasladado en el eje del Parque, Glorieta de los Lotos, una vez acordado por la Corporación la sustitución del monumento de piedra por otro de bronce de iguales características realizado por el mismo escultor.

EL MONUMENTO A GUSTAVO ADOLFO BECQUER
«Fué inaugurado este inspirado monumento el 9 de Diciembre de 1.912, debido a la iniciativa y gestión de los Hermanos Alvarez Quintero, en una glorieta del Parque de María Luisa que lleva el nombre del inmortal poeta.
Es obra del escultor marchenero Lorenzo Coullaut Valera. Sobre basamento y un banco de mármol de planta poligonal que rodea un taxodio gigantesco, plantado en 1.850, aparece el busto de Bécquer envuelto en la capa española, sobre alto pedestal, teniendo a su derecha, tendida sobre el banco, la figura de bronce del amor herido y muerto y a su izquierda, también de bronce, la del amor vivo, en actitud de herir a tres figuras de mujer sentadas, que simbolizan con sus respectivas actitudes, el amor que llega, el amor presente y el amor que muere. En la rotonda en que se halla el monumento se han instalado tres bancos y un anaquel conteniendo las obras del «Poeta de las Rimas» para la pública lectura». .
El monumento fué sacado de punto en los talleres del Sr. Berchini de Barcelona.
José Andrés Vázquez en su libro «Bécquer» describe así el monumento:
El busto de Bécquer, envuelto entre los embozos de la romántica capa española, aparece sobre un fuste y bajo la fronda de un magnífico Taxodio secular, acaso el más hermoso ejemplar arbóreo de todos los que pueblan el espléndido parque sevillano. En torno al tronco corre un banco circular moldurado; sobre él está el grupo de las mujeres y el Amor, por medio de cuyas figuras trata el escultor de representar la Rima que empieza así:
«Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman…»
Las tres mujeres son de la época de Bécquer, y, por la respectiva expresión de sus rostros, se advierte que el Amor pasa, va a pasar o ha pasado ya… una tiene el presentimiento, otra el éxtasis amoroso y la tercera, la melancolía del amor perdido.
Al lado opuesto aparece, en bronce, el Amor caído, que representa el grupo de las poesías becquerianas de tragedia, tristeza y desengaño amoroso. Está inspirada en la figura de la Rima que empieza:
«Me ha herido recatándose en las sombras,
sellando con un beso su traición…»
Este es un Amor de más edad que el primero; tiene las alas rotas y el puñal de la Rima clavado por la espalda.
El árbol que cobija el monumento expresa la gran sensibilidad del poeta por la Naturaleza. A la vez, comunica a la obra ese recogimiento íntimo que no hubiera tenido en lugar más abierto y con más amplia perspectiva.
El espíritu del escultor, identificado con el del poeta, ha producido una obra en que el romanticismo artístico de ambos despierta en los visitantes vagas e indefinibles emociones que se manifiestan reales y evidentes, por las ofrendas que manos desconocidas depositan al pié del monumento con frecuencia, las cuales revelan la misteriosa unión del alma del poeta con otras sus hermanas, ligadas a la suya por el vínculo del sentimiento.
El bello ejemplar de Taxodium distichum (ciprés calvo) en su crecimiento, obliga a una continua modificación del monumento, al que deforma al desarrollar la corpulencia de su tronco.

LA GLORIETA A LOS HERMANOS ALVAREZ QUINTERO
«Los insignes comediógrafos utreranos Serafín y Joaquín Alvarez Quintero, tienen dedicada una de las más bellas glorietas del Parque de María Luisa, con profunda decoración de azulejería. En el fondo hay un exedra con fuente y un pilón central, sobre el que bajo un frontón y enmarcados por medias columnas platerescas, de ladrillo tallado, aparece el emblema en cerámica de los autores: la nave empujada por dos velas. Delante y a nivel más bajo, hay un estanque rectangular con banco a ambos lados, en los que, en cerámica, se ven los retratos de los dramaturgos y los títulos de sus obras» (2).
La podemos definir como la glorieta de lo popular, de lo sevillanísimo, y por tanto de la luminosidad en armonía con la chispa de su obra, de sus personajes. Si los hermanos Serafín y Joaquín Alvarez Quintero buscaron el ambiente del poblado de figurillas graciosas, en este monumento su concepción de lo popular está perfectamente representada en todo su conjunto, formado por un acertado juego, donde predominan la luz, el aire, el agua y la cerámica sevillana.
La obra fué inaugurada en 1.928, obra del arquitecto de la Exposición D. Aníbal González. La cerámica es de Montalbán.
Eucaliptus y árboles del amor enmarcan la glorieta, con dos palmeras datileras a su entrada, que se adornan con buganvillas sus troncos.

LA GLORIETA DE LOS HERMANOS MACHADO
«En la parte extrema del Parque, cercana a la Plaza de América, detrás de la Glorieta de los hermanos Alvarez Quintero, se halla una amplia y sencilla glorieta de planta circular, rodeada de bancos de mampostería de hierro forjado en el que, sobre una cartela, se lee el nombre de los ilustres poetas sevillanos» .
Una fuente central preside la misma, y unos magníficos árboles Araucaria bidwilli dan marco a su sencillez, en un ambiente de sobriedad, propio del autor de «Soledades», hace de este olvidado rincón un recogido lugar para la comunicación, podría definirse como el último rincón para la poesía.
«Nosotros exprimimos
la penumbra del sueño en nuestro vaso…
y algo, que es tierra en nuestra carne, siente
la humedad del jardín como un halago»

LA GLORIETA DE JOSE MARIA IZQUIERDO
«Es una rotonda semicircular, contorneada por dos bancos de azulejos. Ante ellos se encuentra una columna coronada por un capitel corintio romano sobre un pedestal y dos gradas. A ambos lados, sendos anaqueles de cerámica contienen las obras del poeta sevillano que usó el seudónimo de «Jacinto Ilusión» en sus escritos, en los que con impar sagacidad y acierto, definió el íntimo ser de Sevilla» (2). Fué el fundador de la Cabalgata de los Reyes Magos, que anualmente organiza el Ateneo sevillano.
Se inauguró el 15 de agosto de 1.925. Se erigió por iniciativa del Ateneo con asentimiento público al malogrado pensador sevillano, del primer tercio del siglo XX. La columna fué trazada por el arquitecto D. Juan Talavera Reina.

LA GLORIETA DE BENITO MÁS Y PRAT
Fué iniciada y gestionada por el profesor D. Enrique Leal Magdaleno, admirador del poeta, fué costeada por suscripción pública e inaugurada y entregada al Ayuntamiento el 2 de Mayo de 1.924; se encuentra emplazada detrás de la Glorieta de la Concha o de las Cuatro Estaciones.
Es proyecto del arquitecto D. Aníbal González. De ladrillo rojizo y entallado, dos pilares, de varios cuerpos redondos exornados, con anaqueles para libros del poeta. Enmarcan el diámetro de la circunferencia formada por un banco con barandilla forjada y cuadros de cerámica pintada por D. Enrique Orce, copia de cuadros de costumbres andaluzas del artista D. José García Ramos.
En el centro del banco se eleva un cuerpo arquitectónico, de orden jónico, ostentando en la base un tablero cerámico con los escudos de Sevilla y Écija, entre angelotes el busto en mármol blanco del poeta esculpido por el escultor sevillano D. Antonio Castillo Lastrucci; sobre la hornacina un frontón con adorno clásico.
El 9 de abril de 1.921 acuerda el Ayuntamiento dedicar esta glorieta al insigne literato y periodista.

LA GLORIETA DE RODRIGUEZ MARIN
En la Plaza de América, frente al Pabellón Real y a su izquierda, se erige la glorieta dedicada a: «la gloria fiel del Bachiller de Osuna que se alababa aquí para futura gente», como nos dice en un soneto inscrito en cerámica de Montalván el poeta Rafael Laffón. Obra del arquitecto D. Aníbal González.
Frente al retrato de Rodríguez Marín, que remataba la hornacina para exponer sus obras, al lado del banco de forja se leen estos versos de Lope Mateo que rinden homenaje a la figura que estuvo «Con la luz de Cervantes hermanada».
La glorieta es una miniatura del patio sevillano, con fuente central de cerámica, que supone el placer de recuperar un tiempo perdido.
Versos reproducidos en cerámica en la Glorieta de Rodríguez Marín.
«Don Francisco Rodríguez Marín.
Este que veis aquí, la pluma alzada
a la mitad del pecho y de la frente
dio a la España Imperial su prosa ingente
con la luz de Cervantes hermanada.
Para saciar su sed enamorada
buscó a viejos veneros nueva fuente;
y el alma popular, alba riente,
al aire despertó, por él su amada.
Tanta como a tórculos fatiga
prestó a las musas regocijo cierto,
multiplicada en el trigal su espiga.
Y encelando venusto a la fortuna
ochenta y ocho inviernos de su huerto
no lograron secar la flor de Osuna.
Lope Mateo
«ALABA
A Don Francisco Rodríguez Marín
Patriarca de las Letras Españolas.
La gloria fiel al Bachiller de Osuna,
se alaba aquí para futura gente.
Él ya la allega y goza de presente
tomada en propia mano a la Fortuna.
Musas, las nueve, dícenlo una a una,
y claridad lo dice de su frente.
La lengua suya, en fin, con ocurrente
sal lo dice mejor que otra ninguna.
Copiosos años, ciencia en muchedumbre,
roble y laurel, entretejiendo ramas,
coronan por decoro de su cumbre.
Si fuego el pensamiento- vivas llamas-,
rescoldo el corazón manso de lumbre
dan al mundo sus señas y proclama.
Rafael Laffón

LA GLORIETA A MIGUEL DE CERVANTES
En un lugar de la Plaza de América, a la derecha del Pabellón Real, sede actual de la Junta de Andalucía, se erige una glorieta de bellísima concepción adornada con cerámica sevillana, donde se nos recuerda la historia del ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha, cada azulejo es una página del más encantador y sevillanísimo homenaje a Cervantes.
En el centro de la Glorieta un magnífico ejemplar de Araucaria cunningami. En unos anaqueles, pensados para la exposición y lectura de obras del autor, rematado con figuras de cerámica de D. Quijote y Sancho Panza, se encuentran las fechas más significativas de su existencia: Alcalá 1547.- Sevilla 1.564- Lepanto 1.571.- Donde el visitante con un poco de imaginación puede seguir la vida azarosa y apasionante de este genio, tan vinculado a Sevilla.

LA GLORIETA A OFELIA NIETO
«Como homenaje a la insigne cantante española de renombre mundial, el Ayuntamiento erigió en 1.935, una glorieta semicircular, rodeada de bancos interrumpidos por dos cancelas de hierro forjado, y dos alas rectangulares con sendos arriates de arbustos, igualmente enmarcados por bancos. En el centro del semicírculo hay una hornacina, precedida de una fuente, con el retrato de tamaño natural de la artista en cerámica, pintado por Juan Miguel Sánchez»

LA GLORIETA DE TORCUATO LUCA DE TENA
«Erigida en honor al ilustre sevillano fundador de ABC y Blanco y Negro, y de otros periódicos en los que exaltó a nuestra ciudad y sus intereses de todo orden.
Está situado al comienzo de la avenida de Rodríguez Caso. Consta de una glorieta semicircular, elevada sobre el nivel del paseo, a la que se asciende por una escalinata, un pabellón central con pérgola a ambos lados y bancos con espaldar de rejas de hierro. El centro lo ocupa una fuentecilla con surtidor y entre ésta y el pabellón el busto de bronce de Luca de Tena sobre sencillo pedestal» (2).
Se encuentra depositado en la misma una colección completa de la revista Blanco y Negro, que el igual que diariamente el periódico ABC, se encuentran al servicio de los visitantes.

LA GLORIETA DE DANTE ALIGHIERI
Erigida por iniciativa del Instituto Dante Alighieri de Sevilla, la historia de la cabeza del gran poeta florentino ha sido algo compleja en nuestra ciudad. Su primer asentamiento fué junto a las murallas del Alcázar, en la calle Joaquín Romero Murube, con posterioridad en la Avda. de Rodríguez de Caso, lugar donde estuvo emplazado el Monumento a la Infante María Luisa, quedando definitivamente instalada en el lugar que hoy ocupa en la Avda. de Hernán Cortés y próxima a la Glorieta de los Hermanos Alvarez Quintero. Adornado con columnas del monumento a la Infanta. El busto es obra del escultor sevillano D. Juan de Abascal.

LA GLORIETA A LUIS MONTOTO
«A espaldas de la Glorieta a Luca de Tena, en un poético y recatado rincón del Parque, se encuentra situada la del ilustre literato y cronista oficial de Sevilla, D. Luis Montoto y Rautenstrauch, patriarca de las letras sevillanas contemporáneas.
Al frente hay una fuente y biombo de cerámica de moderno trazado, como lo es así mismo la escultura al borde de un pequeño estanque. A uno de los lados del camino rústico que lo rodea, aparece en un cuadro de azulejos el nombre del inspirado poeta y los títulos de sus obras más conocidas» (2). Con una dedicatoria que dice: «A Luis Montoto eximio sevillano 1851-1929». Bancos y escaleras rústicos completan el sugestivo conjunto. Obra del arquitecto D. Luis Gómez Estern. La escultura y motivos cerámicos se deben al escultor trianero Emilio García Ortíz.
La Glorieta fué inaugurada el 1 de Mayo de 1959, llevando a cabo el Ayuntamiento, el acuerdo municipal de erigirla, recogiendo la idea expuesta con anterioridad por los hermanos Alvarez Quintero.

LA ROSALEDA A DOÑA SOL
«Dedicada al recuerdo de la ilustre dama Doña Sol Stuart Fitz-James y Falcó, Duquesa de Santoña, que tanta predilección sintió por nuestra ciudad en su dilatada vida.
Ocupa un amplio sector en el Parque, en su parte de poniente, cercano a la Ría de los Patos. El estanque, los bancos y pedestales de azulejos y las estatuas decorativas, están enmarcadas por arriates y cuadro de rosales, setos vivos y arbolado, que forman un conjunto luminoso y polícromo» . En la actualidad sustituida la rosaleda por polícromas variedades de flores. En este lugar estuvieron ubicados unos ciervos y jabalíes, y era el corral donde estos apacentaban. La glorieta fué inaugurada el 22 de abril de 1.959. Obra del arquitecto Luis Gómez Estern

LOS JARDINES DE LAS DELICIAS
«El Asistente de Sevilla Don José Manuel de Arjona (1825-1835), entre otras muchas obras útiles de embellecimiento y ornato de la ciudad y sus alrededores, llevadas a cabo en el periodo de su gobierno en ellas, emprendió la urbanización del sector comprendido entre la Torre del Oro y la Rotonda de Eritaña (hoy Glorieta de Méjico y Avda. Moliní), derribando el trozo de muralla que unía las Torres del Oro y de la Plata, para prolongar el Paseo del Río, siguiendo la margen izquierda del Guadalquivir hasta la Rotonda de Eritaña
En cada uno de los extremos del Paseo así ampliado, hizo trazar en 1830 dos jardines: uno frente al edificio de San Telmo, llamado Salón Cristina en honor de la última mujer de Fernando VII, y otro en el extremo opuesto, frente al Huerto de Mariana, entre las Rotondas del Abanico (hoy Glorieta de Buenos Aires) y de Eritaña, denominado de Las Delicias, y que pronto el pueblo designó por el nombre de su creador DELICIAS DE ARJONA, y muy posteriormente, para distinguirlo de los nuevos jardines creados en sus alrededores, se empezó a llamar DELICIAS VIEJAS.
Su trazado irregular y sencillo, adaptado al espacio que quedaba entre el Paseo del Río y la margen izquierda del Guadalquivir, se embelleció en 1830 con la construcción de una gruta artificial, un salón con escalinatas, fuentes y algunas pequeñas edificaciones.
En 1864 se trasladaron a este jardín para que sirviera de ornamento a sus avenidas, los pedestales y bustos de mármol que se hallaban en la Plaza del Museo y que procedían de los jardines del Palacio Arzobispal de Umbrete.
En 1880, al lado norte de la entrada de Las Delicias por la Rotonda del Abanico, se hizo una pradera de césped rodeada de palmeras, con una fuente baja y un alto surtidor a modo de pedestal adornado con caracolitos y plantaciones de rosales, árboles de Júpiter y macizos circulares de arbustos y «cintas argénteas» repartidos por la pradera.
En el primer cuarto de este siglo sufrieron los jardines de Las Delicias alguna merma en su extensión superficial por el lado sur, con motivo de las obras de la Corta de Tablada y apertura de arrecifes hacia el Puente de Alfonso XIII.

También se le segregaron con posterioridad algunas parcelas para instalaciones de la Exposición Iberoamericana (Pabellón Marroquí y Pabellón de Guinea) desaparecido ya este último.
Todavía hoy el Paseo de las Delicias a pesar de las transformaciones reseñadas tiene, por su carácter romántico y su apacible sencillez, un encanto particular que hace más patente su contraste con la exuberancia y la suntuosidad de los edificios del frontero Parque de María Luisa» .
La ampliación del Paseo de las Delicias como vía rápida de circulación ha perjudicado notablemente la placidez y el encanto de estos románticos jardines, unos de los más antiguos de la ciudad.
En 1924, en una pequeña glorieta próxima al Paseo de las Delicias, por iniciativa de la Sección de Bellas Artes del Ateneo de Sevilla, fué colocado sobre uno de los pedestales que se conservan desde 1864, el busto del pintor valenciano Joaquín Sorolla y Bastida, modelado por el escultor D. José Capuz, también valenciano y fundido en bronce en los talleres de los Sres. Codina Hermanos, de Madrid.
Con la desaparición del macetero de Las Delicias, se ampliaron la zona de jardines hasta los límites actuales por la Avda. de Santiago Montoto, desaparece la estufa grande que trasladada desde los jardines de San Telmo se ubicaba en este sector y se continúa la pradera grande hasta el pabellón Marroquí.
Destacan entre los ejemplares de árboles existentes en estos jardines, un grupo de Phoenix reclinata, los antiguos naranjos del paseo longitudinal, grupos de Citrus aurantium var. myrtifolia, las Toronjas y Arecastrum romanzoffianum (palmeras) frente al Bar Líbano. En estos jardines se encuentra representado el Quercus pendunculata, que junto con los existentes en los Reales Alcázares son los únicos ejemplares que existen en los jardines públicos de la ciudad.

LOS JARDINES DE SAN TELMO
Cuando en 1850, los Duques de Montpensier e Infantes de España compraron al Estado el Palacio de San Telmo, realizaron en el mismo importantes obras de adorno, y adquirieron de particulares la huerta del Naranjal y los terrenos del exconvento de San Diego, en ellos hicieron unos jardines costosos y magníficos por su extensión y su exorno, a continuación de las fachadas Sur y Oriente del Palacio, con ornamentación barroca ambas, teniendo delante de la primera en la planta una arcada de orden dórico, columnas de mármol blanco y antepecho de barandillas caladas de hierro con pedestales y remates de jarras y vasos de cerámica azul, y la segunda está antecedida por una terraza con pedestales y jarras iguales.
Los decoradores dieron a los jardines marcado carácter apaisado y pintoresco, irregular hasta con partes agrestes y restos arqueológicos, del estilo inglés. Innumerables cuadros de naranjal, bosquetes de muchos árboles, gran abundancia de palmeras en fila y en grupos, plantíos de arbustos, entre caminos y sendas, constituyendo un laberinto de cruces y de direcciones con calles enarenadas; macizos en figuras geométricas, praderas, montañas, rías, saltos de agua, puentes, muchas cestas de flores, cofres o cajoneras acristaladas, invernaderos, estufas, terrazas, albercas, fuentes, kioscos, cenadores, cabañas, pajareras, jaulas, zoológicos, juegos y deportes; columnas y bustos, vasos y jarras, ruinas imitadas, bancos rústicos.
En 1893, la Infanta cedió a Sevilla la mitad de los jardines, que hoy constituyen el magnífico Parque de María Luisa; hízose un hermoso arrecife-paseo entre dicha parte y la que quedó unida al Palacio, atravesando los jardines en toda su anchura, desde la Glorieta de San Diego, en la esquina de la Fábrica de Tabacos, hasta el paseo de la orilla del río. En la actualidad Avda. de María Luisa, nombre que adoptaría también el Parque en honor de su donante.
En la extensión de los jardines unidos a San Telmo nada se ha hecho de mejoras ni cuidados en los años transcurridos; ligera limpieza de huerta, escaso cultivo de flores de macetas, restos casi abandonados de las variadas construcciones, en espera de la proyectada transformación semejante a la realizada en el Parque que existió bajo la dirección y custodia del Comité de la Exposición Iberoamericana.
La situación actual es similar a la que se describía en estos párrafos:
«Al centro del lindero de estos jardines frontero al Parque, se hizo una glorieta con estatuas, comienzo del camino principal que llega a la fachada Sur del Palacio: en la glorieta, después de haber ocupado varios sitios en el tiempo de apogeo de estos jardines, se colocó el pedestal de sillería y estatua de bronce, representando a Fernando VII, vistiendo traje real, con manto y corona de laurel, estatua moderna hecha en París, procedente en 1861 de un palacio que allí tuvo la regente Doña María Cristina, viuda de Fernando VII, padres de la Infanta Doña María Luisa, Duquesa de Montpensier, ahora guardada en el Museo Municipal de la Torre de D. Fadrique» .
«A la izquierda del dicho camino principal de los actuales jardines de San Telmo, bajo arcos construidos de ladrillo y sobre muros de sepulturas, existen estatuas yacentes ojivales, de mármol blanco, vestidas al uso del siglo XV, procedentes del ex monasterio de San Francisco, que fueron allí colocadas en 1850 para su conservación y como nota del arte apaisado inglés de los jardines».

Pero fué próximo a la celebración de la Exposición Iberoamericana cuando se solicitaba a la Mitra, ya que al ceder la Infanta María Luisa en 1893 el Parque de María Luisa, el Palacio de San Telmo y sus jardines hasta la actual Avda. de María Luisa, habían sido dejados a su muerte al Arzobispo de Sevilla para futuro enclave del Seminario Conciliar, cuando a petición de los organizadores del Certamen, fué disgregada de la Huerta del Seminario un área de 53.847 m2, diligenciada en Roma su cesión por el Eminentísimo y Reverendísimo Arzobispo de Sevilla D. Eustaquio Illundáin y Esteban, el 25 de abril de 1926. En cuyos terrenos se urbanizaron para instalar los últimos pabellones americanos que asistieron al Certamen, conservándose aún hoy el Pabellón de Estados Unidos, Pabellón de Chile, Pabellón de Uruguay, Pabellón de Perú, desaparecidos el Pabellón Dioramas y otros.
Desde aquellas fechas los jardines han sufrido toda clase de depredaciones, las más funestas, el uso de los mismos para la celebración desde el año 1956 hasta el 1980 de distintas Ferias de Muestras, que han destrozado todo lo que de bello quedaba en aquel sector.
En la actualidad libres los terrenos, éstos esperan una rápida actuación y un nuevo acondicionamiento para que cumplan su función como zona verde pública en el bello marco donde están ubicados.
De las especies que se han salvado destacamos bellos ejemplares de Arecastrum romanzofianum, Cousapoa dealbata, Lagunaria patersonii, Araucaria araucana, Ficus retusa, Washingtonia filífera, Livistona chinensis, etc…, sólo algunos árboles han podido sobrevivir al mal uso que han sido objeto estos terrenos.
La labor de recuperación de los mismos es un clamor popular, pendiente de las decisiones políticas al respecto, la recuperación del Casino de la Exposición y Teatro Lope de Vega para el Municipio han de acelerar su puesta a punto.

LOS JARDINES DEL ALCAZAR
Descripción histórica del Real Alcázar de «El Cicerone de Sevilla», monumentos y artes, Tomo I, Pág. 261 a 266, en 1925.
«Estos jardines majestuosos, los más antiguos que conserva Sevilla, proceden de abolengo árabe y mudéjar. En su esplendor del XVI, «Ofrecerían notable aspecto, sin duda alguna, -dice D. José Gestoso- con sus pabellones y cenadores, sus jardines subterráneos, sus pinturas y alicatados y sus magníficos estanques, en cuyas claras aguas movíanse los cisnes y variedad de peces que alegraban y entretenían la vista, juntamente con los raros árboles y plantas, cuyas semillas traídas del nuevo continente, por expreso mandato de Don Felipe II, presto arraigaron en esta tierra, siendo copiados por el pincel de Juan de Campaña, hijo del insigne pintor bruxelense Pedro de Kempeneer». Perdidas con el tiempo muchas de aquellas bellezas, fueron restaurados y algo variados en las grandes obras que se hicieron en el Alcázar de 1857; pero todavía revelan los jardines su antiguo carácter con diversos niveles y escalinatas, trazados geométricos de patios y de paseos entre cuadros sembrados, terrazas y fuentes, sorpresas de aguas en finos surtidores a ras del suelo, cordones de arrayanes y de bojes, grupos de naranjos y de palmeras.
Pasadas las verjas de ingreso, el primero de los jardines es el Estanque, en cuyo centro hay una copa de bronce con relieves y sobre ella una estatua de Mercurio, que fueron modelados por Diego de Pesquera y fundidos por Bartolomé Morel en el último tercio del siglo XVI: a la izquierda del estanque comienza la galería llamada de los grutescos, tiene partes de la construcción de gruta, arcada con algunos frescos sin valor, y utilizando algunos notables capiteles árabes, corriendo sobre ella una azotea con antepecho, y distribuidos en su longitud unos castillejos que rematan en pirámides de la Danza, nombre que procede de dos esculturas de plomo sobre columnas de mármol blanco, representando una ninfa con pandero y un sátiro con platillos en actitud de danzar. A la derecha de este patio un arco abierto en el muro para entrar en los llamados Baños de Doña María de Padilla, que fué un estanque subterráneo del jardín del Crucero, con bóveda ojival, y que tiene a los lados unas galerías subterráneas estimadas del siglo XVI por los eruditos. Volviendo a los patios del jardín de la danza, se recrea el observador con los cercados y cordones de bojes, los arcos de ciprés, las elegantes palmeras, la fuente con sus sorpresas de agua. De dichos patios a la derecha se va a otros tres más bajos llamados de la Gruta, con sus cuadros geométricos de plantas y sus arbolados; en el arco del segundo de ellos un escudo en barro cocido de época de los Reyes Católicos, y en el tercero un Estanque, cuyo brocal está revestido de azulejos de polícromos planos con bichas y figuras de costumbres de la labor trianera endeble del siglo XVIII, y en el muro restos de trabajo de gruta, de donde el nombre de los patios.
De este tercer patio de la gruta, a la derecha, una escalera con reja para subir al jardín del Príncipe, que antes se llamó también de los Plátanos, que ya no existe, a cuyo jardín se abren los ajimeces del salón del techo de Felipe II en la planta baja del Alcázar; y a la izquierda otra cancela para subir por rampa al jardín Rústico, que tiene un cenador aislado por alveólos para agua, e invernaderos para plantas. Por otra cancela se pasa al sitio donde estuvo el antiguo Laberinto; llamándose así por los elevados arrayanes o mirtos que constituían un laberinto de sendas y entre ellas grandes figuras grotescas de madera, con rostros y manos pintados y cuerpos revestidos de arrayanes; la traza del Laberinto está hecha con líneas de azulejos blancos y negros en el pavimento al pié de la ventana izquierda de la entrada del Pabellón de Carlos V. El laberinto fué desecho, quedando solamente una alberca rodeada de palmeras y en el centro de la alberca una gruta abovedada de cuatro arcos, con cabezas de monstruos de barro cocido y saltaderos de agua de sorpresa; siendo ahí el comienzo, emparejados con el sitio donde estuvo la antigua Puerta de Jerez, en la muralla de la ciudad, del extremo del jardín al estilo inglés, que se hizo a principios del siglo XX y del que nos ocuparemos después.
Volviendo a los patios de la Danza se pasa a los primeros jardines de Carlos V, en cuyas calles enladrilladas existen en los suelos finos surtidores para sorpresas de agua. En el centro de uno de los jardines se eleva una fuente de mármol con estatua dorada de Neptuno, y entre los cuadros sembrados de bojes que forman dibujos, uno de ellos tiene las cruces de las órdenes militares, Montesa, Calatrava, Santiago, Alcántara, y en el centro la de Malta.
Por una portada del siglo XVII, con retrato del Emperador pintado al fresco, y con larga verja de separación a ambos lados de ella, se pasa a los segundos jardines de Carlos V, que otros llaman el jardín Grande, viéndose en primer término el Pabellón del mismo Emperador, de 1543, único que resta de los varios que hubo en los jardines que tiene planta cuadrada, galería de arcos, asientos y altos zócalos alicatados, friso de yesería mudéjar, como en el interior y bóveda semiesférica con ricos casetones entallados. La buena colección de azulejos del siglo XVI que tiene el pabellón se aumenta con el alicatado de los asientos que limitan la terraza alrededor del pabellón. Junto a éste se distinguen naranjos tradicionales y la fuente y trozo de jardín del León, figura surtidor de la alberca que da nombre. Detrás del pabellón atrae el cuadro llamado Laberinto moderno, hecho con arcos y columnas aisladas de ciprés y borduras de arrayán, y en el interior paseítos laberínticos limitados por arrayanes.
Los juegos de aguas de sorpresas en el suelo, aunque ya muy reducidos y sin surtidores de bronce de como estuviera en el XVI, las fuentes y albercas cristalinas, las portadas y bellos accidentes de las divisiones, la profusión de bojes y de mirtos aromáticos, naranjos y limoneros de olorosos azahares, palmeras gallardas y vistosas, perspectivas de edificios y de remates, dan a los antiguos jardines atractivos y encantos con su placidez, su tonalidad de verde apagado, su carácter recogido y su aspecto melancólico.

A principios del siglo XX hízose, en la parte de Poniente y Sur del Jardín Grande, una transformación extensa dándole estilo inglés, sin accidentes naturalistas, nada más que bosquetes y praderas, a partir del punto emparejado con el sitio donde estuvo la antigua puerta de Jerez, en la muralla de la ciudad, como antes dijimos, y continuando detrás de la acera de casas de calle San Fernando y antigua huerta de la Alcoba hasta la que fué puerta de San Fernando, cerca de cuya esquina se abrió, en el muro en 1922, una comunicación al exterior con la rotonda de entrada al paseo de Catalina de Ribera, y que se restauró el torreón con su escalera de la muralla histórica que allí se conserva. Desde esta esquina o puerta, continuando por la que fué puerta del Retiro y tapia almenada que separa del dicho paseo, están sembrados cuadros de naranjal, bordeándose con rosales las sendas entre ellos. Termina el naranjal un camino longitudinal, que parte de la puerta llamada del Privilegio, frontera al Pabellón de Carlos V y en el muro de los Grutescos, comenzando en una rotonda con columnas y capiteles modernos, y llegando rectamente hasta la puerta en el muro exterior que se halla entre los jardines de Catalina de Ribera y de Murillo.
Desde dicho camino hasta la tapia almenada que separa de los jardines de Murillo se han hecho los nuevos jardines de carácter mudéjar. Un entrelazado de calles rectas paralelas y perpendiculares entre sí, fileteados de azulejos los cuadros en la planta, con borduras de arrayanes y columnas o arcos de ciprés en todos los cercos, y dibujos de bojes en los interiores de los cuadros; en todos los cruces glorietas con fuentes de diversos trazados geométricos y asientos de ladrillos y azulejos. Un cenador emparrado y con fuente, y rodeado de rampa circular domina la proyección de aquellos jardines y glorietas. Por el llamado muro del agua, límite y separación con el barrio de Santa Cruz, corre una ancha zona de tierra elevado sobre el plano de los jardines modernos mudéjares: en su comienzo junto al restaurado torreón del Alcázar por el Este. Bajo la dirección del arquitecto D. Vicente Traver y Tomás, se colocó en 1913 una alhaja arqueológica que iba a desaparecer; era la puerta que tenía el palacio ducal de Arcos en Marchena, de fines del siglo XV con la particularidad de tener arco adintelado, decoración gótica en su mayor parte y algunos elementos del Renacimiento, que pasó a propiedad del Duque de Osuna en el XVII, el precioso ejemplar fué traído en despiezo desde Marchena, y montado de igual modo en donde hoy se halla. Adosados al ya mencionado muro del agua, continúan emparrados y galerías de arcos cubiertas y con zócalos y asientos<, la zona elevada o paseo alto está bordeada de barandillas de hierro entre pilastras con bolas que indican las escalinatas para bajar a los jardines inferiores; las barandillas y las pilastras están bellamente cubiertas con jazmines enredados entre ellas. Al final de paseo del muro del agua se halla la entrada a un huerto, que crece entre el muro almenado que separa de los jardines de Murillo y una división de espeso transparente de hojas de pitosporos que separa de los jardines mudéjares.

Otra recopilación de los jardines del Alcázar y su palacio la encontramos en textos de su conservador, D. Rafael Manzano, en la publicación «REALES SITIOS», dedicada a los Museos de Sevilla, quien lo describe así:
LOS JARDINES DE LOS REALES ALCAZARES
Es difícil penetrar con los parámetros de la sensibilidad occidental la verdadera esencia del más viejo de los palacios de la Corona de España. Por qué el Alcázar de Sevilla nos presenta un asombroso complejo de palacios y estructuras que, como en un palimpsesto, se superponen y acomodan apretadamente sobre un solar de elemental topografía, pero que para Carlos V significaba «el más rico cahiz de tierra de España».
Podríamos aproximar lo que es el Alcázar negativamente: El Alcázar no es una fortaleza inexpugnable, ni es un palacio cerrado sobre sí mismo con una voluntad unitaria, ni son unos jardines cuidadosamente ordenados. Casi ni siquiera es un paisaje urbano específico, y, por supuesto, carece de una plástica topográfica que preste un pintoresquismo inicial a su asentamiento. Y sin embargo, y con una enorme modestia de recursos, el paso lento del tiempo ha ido aquí elaborando un entretejido casi biológico construyendo recintos militares, cerrando patios y jardines, labrando portadas, muros y alfarjes, allegando mármoles y pilas, sin plan fijo ni preconcebido pero con una naturalidad y orden nacidos de unas constantes que, repetidas a lo largo de la historia, han dado un resultado que es cada día distinto al anterior, pero siempre idéntico a sí mismo. Es esas arquitecturas casi biológicas, nacidas de una oculta fuerza ordenadora interna, como en la colmena, hay una renovación celular que es casi cotidiana, en la efectivamente mueren cosas para dar paso a otras nuevas, con un permanente enriquecimiento del conjunto.

ORIGEN DEL ALCAZAR
La verdadera materia del Alcázar es su propia personalidad histórica y quizá también una eterna vocación literaria nacida aquí en los días del Rey Mutamid, cristianizada en las Cántigas del Rey Sabio, vestida con ropas renacientes en la Corte del Emperador y mantenida viva desde el romanticismo hasta las tertulias poéticas de Joaquín Romero Murube. Y es el perfume de la historia y de la poesía junto al cada día renovado de sus flores y arrayanes el aroma ese, específico y único, sutil y penetrante que exhalan estos viejos muros, estos salones, estos jardines…Y fuera, tras las tapias y murallas, más allá de los jardines, el mito eterno de Sevilla
Ibn al Quttiya nos da la noticia de la reconstrucción de las defensas de Sevilla, ordenada por Abd al-Rahman II a raíz de la invasión de los normandos del año 844 que destruyeron la ciudad. A estas obras, llevadas a cabo por Abdallah ben Sinan, un siriaco, debe corresponder el primitivo Alcázar, Casa del gobernador (Dar al-imara), recinto cuadrangular, de pétreos muros, y posiblemente exento de la ciudad como la Aljafería lo estaba respecto de Zaragoza. Este edificio primitivo, del que perduran sus murallas, su puerta primitiva y su patio de armas (el actual Patio de Banderas), comprende el área de palacio situada entre el barrio de Santa Cruz y el patio de la Montería.
A este núcleo, embebido luego por el crecimiento hacia el sur de la ciudad, se le añadiría en el siglo XI una serie de nuevos recintos hacia occidente, hasta enlazar con el otro viejo «alcázar del puerto», fortaleza coetánea del alcázar primitivo, donde se establecería la ceca musulmana y en el siglo XVI la importantísima Casa de la Moneda.
Estos nuevos recintos edificados por Mutamid ben Abdad se conocen con el nombre genérico de alcázar Al-Muwarak «el alcázar bendito», en cuyos palacios y jardines llevó su poética existencia hasta el destierro el famoso Rey de Sevilla. El área de Al-Muwarak quedaba limitada a poniente por un recinto militar que servía de plaza de armas a la Puerta de Jerez o de Alfarache (Bad al Faray), y que a su vez enlazaba con la citada alcazaba de la Casa de la Moneda. Caminos protegidos por dobles murallones, las actuales calles de Santander y de Miguel de Mañara, daban paso seguro desde el puerto al nuevo Alcázar que subsiste, además de sus muros, una de sus puertas, la llamada «arquillo de la Plata», identificable con la musulmana Puerta de las Palmas, bajo la cual recibiera tierra el traidor Aben Amar, el más grande poeta de su época y primer ministro del Rey.
Esta sucesión de recintos condicionó para siempre la estructura del Alcázar y la urbanística futura de aquel sector de la ciudad. El primitivo cuarto real debió ocupar, pues, el área central de Dar al-imara, y se correspondería con el actual patio de Carlos V. Este cuarto principal se prolongaba en casas que cerraban por poniente la plaza de armas, cuyo testero de mediodía quedaba cerrado por el cuarto del Alcaide, que ha perdurado hasta nuestros días en su mismo emplazamiento. En cambio, este Cuarto Real viejo debió quedar un tanto relegado al olvido ante los esplendores de los nuevos palacios de Al-Muwarak. De ellos, recientes excavaciones llevadas a cabo en el solar de la antigua Casa de Contratación nos han revelado la planta y gran parte de los alzados de la Casa Real, centrada en torno a un jardín con andenes altos y albercas en sus extremos, transformados en patio de crucero en época almohade.

De otros palacios de Al-Muwarak, como la Sala de las Pléyades, lugar de reunión de los poetas de la corte, tenemos además de referencias literarias, su propia estructura arquitectónica, reutilizada tras cubrirla con una nueva cúpula y vestida con una decoración posterior en el palacio mudéjar del rey don Pedro.
Todos estos palacios, saqueados en la invasión almorávide, quedaron un tanto en desuso en época almohade, cuando Sevilla se convierte en la gran capital andaluza de aquel imperio marroquí. Son días de grandes obras en la ciudad: se reconstruyen las defensas y atarazanas, se levanta la Torre del Oro y se enlaza el Arenal del río con el arrabal de Triana por un puente de barcas. Se construye luego la nueva mezquita mayor y, finalmente, coronando eternamente la ciudad se elevará la Giralda. El mismo Ahmad ben Bassó, su constructor inicial, sería encargado de labrar los nuevos palacios y jardines de la Buhaira y para ellos y para el viejo alcázar se reconstruye la traída de aguas romana de Sevilla (los caños de Carmona). Y con el agua cobrarán nueva vida, nuevo frescor y fragancia los jardines y estancias del Alcázar. Desde entonces, la música constante del borboteo del agua no los ha abandonado jamás.
Los almohades renuevan el primitivo Cuarto Real de Dar al-imara, elevándolo de cota y trazando allí un interesantísimo jardín de crucero en dos niveles, con subestructura abovedada, desgraciadamente alterado y macizado de tierra en el siglo XVIII. De otros palacios inmediatos perdura aún el Cuarto del Yeso, cuya galería, con gran arco de lambrequines central y arquerías laterales que se prolongan en planos de tsebka, corresponde a ese momento en que la arquitectura almohade, superada la sequedad africana impuesta por el sectarismo de su doctrina, empieza a impregnarse de gracia andaluza. Es el gran momento de este arte que culminará en la Giralda.
Los palacios de Al-Muwarak van a ser también restaurados, si damos fe a Ibn Saib al-Sala, para acoger a los hijos de Ibn Mardanix, el de Murcia, cuñados y clientes del monarca. Estos son los alcázares en que tras la conquista cristiana iba a vivir el Rey Santo.
ALCAZAR CRISTIANO
Desde entonces la historia del Alcázar estará unida a la de los reyes castellanos. Este primer momento de la arquitectura cristiana en Sevilla es de clara implantación simbólica y significativa de las formas góticas. Quizá contribuyese también a ello las condiciones de la capitulación de la ciudad, por las cuales debía quedar absolutamente Sevilla despoblada de morisma.
Constructores castellanos, de origen burgalés, y muy entroncados con la tradición cisterciense del taller de las Huelgas, construyen para el Rey Sabio la iglesia de Santa Ana de Triana. Ellos también serían los que habían de labrar en el testero de mediodía del Cuartel Real tres grandes salones góticos, que constituirían el llamado «Cuarto del Caracol», entre cuyos muros concibiera Alfonso el Sabio la mística inspiración de las Cántigas.
Este arte gótico cisterciense que perdura en la reconstrucción de alguna de las bóvedas del patio del Crucero o de Carlos V, tenía felices concomitancias, si no estructurales ni formales, sí conceptuales con la vieja tradición almohade. La sobriedad, el sentido constructivo y ausencia decorativa de lo cisterciense obedecían a la prédica y al ascetismo de San Bernardo de la misma suerte que el arte almohade era hijo de las severas diatribas de Ibn Tumart contra los excesos decorativos de las mezquitas almorávides, la fusión de ambas corrientes artísticas en nuestro suelo tuvo larga pervivencia en el mudejarismo sevillano. Pero este arte tuvo su principal desarrollo en la arquitectura religiosa. En lo civil y doméstico triunfarían definitivamente lo morisco frente a la imposición cristiana y las fuentes de inspiración serán, de un lado Toledo, capital de nuestro mudejarismo y, de otro el recién consolidado reino de Granada, tributario del castellano, y de donde trascenderá hasta Sevilla la frágil fragancia del arte nazarí. Pesaría sin duda en el platillo de la balanza la evidente novedad de este arte, pero sobre todo trascendería la ausencia casi total de una arquitectura palatina en nuestra vertiente cristiana. Los reyes de Castilla habían vivido en castillos, en el campo de batalla, o el abrigo de los conventos y monasterios cristianos. El impacto que produciría en ellos la alegre sensualidad de los palacios musulmanes debió ser el definitivo determinante de la adopción de un tipo de casa, de vestir o incluso de costumbres, hijos del mayor refinamiento de la cultura andaluza.

EL ALCAZAR PALACIO
Alfonso XI construye, destruyendo una de las galerías del patio del Yeso, la Sala de Justicia, de un arte nuevo, y muy vinculado a modelos toledanos, hermosa pieza cúbica, decorada con nichos planos de yesería y cubierta con una gran artesa ochavada, lugar que sería más tarde testigo de la muerte de Don Fadrique a manos de Don Pedro. Con esta obra se abre paso al mudejarismo civil de Sevilla. Pero las obras que iban a ser trascendentales para el desarrollo de este arte serían las iniciadas por Don Pedro I de Castilla, y proseguidas luego por los Trastamaras.
«¡Don Pedro! señorito de Sevilla, niño de barrio con amores… Olía el aroma de sus jardines y el pecho se le encendía en pasiones…». Así lo evoca Joaquín Romero en el misterio de estas paredes del Alcázar.
Don Pedro inventa un nuevo alcázar, concebido como palacio completo y cerrado sobre sí mismo, apoyándose en viejas estructuras anteriores. Todo se ordena sobre un eje marcado por la vieja «cubba» o Salón de los Poetas que va a quedar abierta a un nuevo patio, el de las Doncellas, construido en el espacio disponible hasta el cerramiento del palacio de Alfonso el Sabio. Entre los contrafuertes góticos del mismo se labraron divanes moriscos que presiden la arquitectura del patio. En el centro, el primitivo jardín con sus cuatro calles surcadas por rías, traería el simbolismo del paraíso perdido transmitido por todas las antiguas religiones de Oriente, como sobre los cuadros del jardín las tazas bajas de los saltadores evocaban el manantial que brota en el oasis.
En los alzados del edificio se combinan tradiciones sevillanas con temas decorativos granadinos y toledanos a más de otros inspirados directamente en tejidos persas y orientales llegados en embajadas y presentes reales. En cambio, en la disposición general, en las estructuras leñosas y constructivas triunfa la tipología doméstica y estructural de la Baja Andalucía, que había venido desarrollándose desde el califato de Córdoba hasta el arte almohade de Sevilla.
La portada principal, levantada sobre el patio de la Montería, es extremadamente significativa. Concebida como un monumental tapiz o estandarte, se pueden apreciar en ella las diversas manos y conceptos decorativos de los artistas que la edificaron, e incluso las diversas escalas de los distintos paños que la forman, recortados como si se tratara de ricos brocados de lejanas procedencias, unificados por los encintados que como agremanes marcan la retícula fundamental del conjunto: arcos ciegos laterales con planos de Tsebka de gran escala de rancio sabor local almohade, almohadillados de inspiración cordobesa, paños de incrustación, cerámica de reciente importación oriental y que tiene su antecedente en la Torre del Oro, menudas y primorosas dovelas de decoración de pámpanos debida a artistas toledanos… Campeando sobre todo, el dintel de descarga habitual en monumentos granadinos, con larga inscripción cúfica azul-blanca que repite reiteradamente el mote heráldico de los nazaríes: «Sólo Dios vence…». Y como para equilibrar la balanza, la inscripción castellana: «El muy alto y muy noble y muy poderoso y muy conqueridor Don Pedro, por la gracia de Dios Rey de Castilla y de León, mando facer estos alcázares y estos Palacios y estas portadas que fué hecho en la era de mil cuatrocientos y dos».
La fecha cristiana fundacional del palacio es la de 1.364, toda vez que la anterior está referida a la era hispánica.
El gran alero de madera constituye eslabón importante entre los aleros almohades, representados aquí por los de la mezquita mayor y los granadinos de la Alhambra.
En cualquier caso, los primores en yeso vistos en los palacios granadinos van a tener aquí su reflejo inmediato, no extraño si recordamos que Muhamed V de Granada, el gran constructor de los palacios nazaríes, fué huésped de Don Pedro en estos alcázares, y precisamente en el palacio de Al-Muwarak, en los días de usurpación del trono por el rey Bermejo. Con él venían acompañándole Ibn el-Jatib e Ibn-Zamrak, el poeta de la Alhambra. Eran días importantes para Sevilla, cuando su puerto se abría al comercio con el norte de Europa y con el Mediterráneo, y las embajadas de Don Pedro. Llegaban hasta Persia; cuando Ibn Jaldún, el más grande historiador de la Edad Media, nieto de sevillanos, vivía en el Alcázar como embajador de Túnez a la sombra del Rey Justiciero.

El palacio se organiza sobre dos ejes que se cruzan bajo cúpula del salón de Embajadores. El principal es el eje mayor del ya citado patio de las Doncellas. Este patio principal, muy transformado luego, obedecía a la tradición sevillana de arquerías sobre pilares de ladrillo, herencia de la sobriedad almohade afianzada en Sevilla por la ausencia de mármoles y piedra. Sobre los pilares volteaban los arcos con decoración de ascendencia granadina, con paños calados con Tsebka sobre una estructura de lobulados de origen cordobés, coronados por aleros de madera, hoy desaparecidos, que daban arranque a los tejados, sobre los que se recortarían pintorescamente los pabellones de invierno situados en la planta superior y las alegres torrecillas almenadas del Palacio Gótico.
El patio menor, llamado de las Muñecas, se sitúa sobre el eje secundario. Más frágil y delicado se apoya en columnas traídas sin duda de Córdoba en tiempos de Mutamid. Aquí la composición es más granadina, y habilísimo el equilibrio asimétrico de sus frentes menores. Al patio principal abrían los cuartos del Rey, de entretiempo y de verano; el de las Muñecas estaba presidido por el cuarto de verano de la Reina.
La Corte de los Reyes Católicos tuvo su asiento en Sevilla durante largas invernadas anteriores a la conquista de Granada. Aquí vino el marqués de Santillana en año de calamidades para su casa y canta a Sevilla en un soneto «fecho al itálico modo» que es casi un pórtico de nuestro Renacimiento literario:
«Roma en el Orbe
e vos en España,
sois solas ciudades ciertamente…»
Aquí en una sala baja del Alcázar, iba a nacer una calurosa noche de verano de 1.455 el príncipe Don Juan, el que murió de mal de amor, la esperanza frustrada de una dinastía española.
De estos días es testimonio el pequeño oratorio de la reina, una de las piezas más delicadas de la arquitectura española. Sobre una columna medial de mocárabes que crea una dualidad de espacios, un arco rebajado apoya ricas claraboyas góticas. Todo ello como resumen primoroso de una concepción espacial morisca que ha asimilado las formas estructurales y toda la elegancia del gótico tardío. Parece intuirse cerca ciertas maneras portuguesas hijas del manuelino; y todo ello como marco de un altar cerámico de Niculoso Pisano, verdadero «primitivo» del Renacimiento en Sevilla. El retablo está fechado ya en los primeros años del siglo XVI, en los mismos días que el Alcázar, y en el Cuerpo de los Almirantes que ocupó en la Baja Edad Media los palacios de Mutamid, fundaban los Reyes Católicos la Casa de la Contratación de las Indias, cuya Sede Capitular, presidida por las tablas de la Virgen de los Mareantes, pintadas por Alejo Fernández, ha vuelto a su primitivo esplendor en nuestros días gracias a la acción del Patrimonio Nacional. La fundación de la Casa de la Contratación significa el gran momento del comercio sevillano. «Casa del Océano» la llamó Pedro Mártir de Anglería. Aquí, en este solar máximo de la historia del Nuevo Mundo, se organizaron las más importantes empresas cosmográficas y descubridoras de América. Aquí se planeó la expedición de Fernando de Magallanes que remataría Juan Sebastián Elcano, volviendo al puerto de Sevilla tras haber dado por primera vez la vuelta al mundo.
Son los días de máximo esplendor de la Sevilla moderna. Pero la Sevilla del Renacimiento, y estos alcázares, van a engalanarse pronto para un acontecimiento inusitado: las bodas del Emperador.

LOS JARDINES
Parece como si todo el alegre nacer del humanismo en Sevilla tuviera algo de epitalamio en torno del Emperador y de una bella y desdichada infanta portuguesa. En su entorno, Boscán y Garcilaso deciden definitivamente el curso de la lírica española del momento, mientras la ciudad y la casa se engalanan y preparan para el singular acontecimiento. En el Patio de las Doncellas se sustituyen los primitivos pilares por esbeltas columnas genovesas labradas en el taller de Antonio Aprile, de Carona, y su jardín se pavimenta en mármol al gusto de la época. Pero la atención de aquellos días se centra en los jardines: Andrea Navagiero, el embajador de Venecia nos los describe como uno de los rincones más bellos e idílicos de la tierra. Los viejos jardines y huertos musulmanes se van a renovar y enriquecer sin pérdida de su primitiva estructura con ingenios, fuentes, grutas y ninfeos siguiendo los modelos que llegan de Italia. En un huertecillo de naranjos, tan viejo como el Alcázar, y tal vez sobre una antigua «cubba» musulmana, construye el maestro Juan Fernández un prodigioso pabellón rodeado de frágiles columnatas renacientes entre bancos de azulejos que en su simplicidad podría ponerse como síntesis de las más castizas constantes de la arquitectura española.
El huerto musulmán, se convierte así, sin menoscabo, en jardín renacentista. Se crean nuevos recintos con portadas viñolescas sobre los viejos huertos, y en las albercas musulmanas las estatuas de Morel y de Pesquera evocan los bronces italianos de Juan de Bolonia.
Todo se va a orquestar prodigiosamente en una unidad, y las obras de los jardines van a continuar luego bajo el reinado de los tres Felipes de la dinastía, imitando luego las conceptuosas veleidades del manierismo italiano en galerías y fuentes de grutescos que enmascaran los murallones medievales. Estas obras más tardías, trazadas por Veremundo de Resta, se iban a realizar bajo el impulso de los condes de Olivares, alcaides perpetuos de la casa.

Son años que fijan definitivamente el aspecto de muchos rincones del edificio. A más de las obras de los jardines se inician las galerías, nunca concluidas, del Patio de la Montería; se derriban los primitivos baños, ampliando a sus expensas el «patio de las cocinas», que quedó cobijado por una gran galería manierista, y al fondo del Patio de Banderas se labra un apeadero de tres naves, con una gran sala de armas en su planta superior.
REFORMAS
El terremoto de Lisboa de 1.755 marca el comienzo de las más importantes reformas dieciochescas. En el Alcázar, cuna de la Ilustración en Sevilla, vive el asistente Pablo de Olavide, cuya tertulia reúne a los intelectuales más avanzados del momento. Como contrapeso, el alcaide, don Francisco de Bruna, representa la vertiente conservadora y tradicional de la ciudad.
Tras los quebrantos producidos en la fábrica por el seísmo se hacen grandes reformas en el cuarto del crucero, apeando con muros las subestructuras abovedadas y rellenando los cuadros del jardín hasta el nivel de los ánditos superiores. Con ello se perdía para siempre la visión de aquellos umbrosos jardines de verano, dominando un mar de copas de naranjos cuyos pimpollos, según cuenta Rodrigo Caro, quedaban al alcance de las manos.
En el mismo patio, y entre las alas del palacio gótico, se construyó el hermoso salón que iba a albergar la riquísima colección de tapices representando la Campaña de Túnez por Carlos V, coronado por una rica linterna barroca cuajada de estípites y repleta de incrustaciones de cerámica azul. Ante la nueva sala labróse la actual galería, un tanto ampulosa y no exenta de heterodoxias, pero acertada en dimensiones, en modelado y en alegría de color. En su testero opuesto se construyó nueva fachada sobre galería de enlace del Patio de la Montería con el apeadero. Todas estas obras se debieron dirigir por el maestro de los Reales Alcázares, Don Lucas Cintora, siguiendo trazas del ingeniero de la Fábrica de Tabacos, Don Sebastián Van Der Beer.
Desde entonces el Alcázar no ha sufrido ninguna modificación sustancial.
En los días de Isabel II servirá de palacio por algún tiempo a los duques de Montpensier, que hacen en ellos importantes restauraciones con criterio escasamente científico, dirigidas por el arquitecto Don Rafael Contreras, que era por entonces conservador de la Alhambra. A él se debe la restauración del patio de las Muñecas, al que se le adicionó una planta alta y un entresuelo y la restauración de muchos salones, repintados con dudoso sentido artístico e histórico.
Sin embargo, estas restauraciones, aunque cerradas, han conservado la estructura del edificio, que ha llegado a nosotros viva y en uso a pesar de los avatares de la historia y del inexorable desgaste del tiempo.
Las últimas obras, las de nuestro siglo, se deben en su primer tercio a la iniciativa del marqués de la Vega Inclán, que transformó las antiguas huertas del retiro en jardines, labrando galerías adosadas a la muralla almohade y dando forma definitiva a aquellos parajes. El montó allí, adosada a la Torre del Agua, la prodigiosa puerta Gótica-Isabel, procedente del palacio de los duques de Arcos, en Marchena, vendida en la famosa subasta de los bienes de la Casa de Osuna y adquirida por S.M. el rey Don Alfonso XIII de su personal peculio.
«Estas obras de jardines enlazan con las realizadas tras la guerra civil por el inolvidable conservador de la Casa Joaquín Romero Murube y por el arquitecto Don Juan Talavera y Heredia en el parterre nuevo y en el Patio de la Montería, y con las más recientes debidas a la iniciativa del Patrimonio Nacional, y a importantes colaboradores de la Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultural, aunadas con la cotidiana labor de entretenimiento que realiza el Excelentísimo Ayuntamiento de Sevilla, obras estas que han dado nueva vida e interés a importantes áreas del conjunto, profundamente degradadas y ruinosas por el paso del tiempo y por la propia fragilidad de su materia».
Incluimos así mismo por su interés, la descripción literaria más jardinera que hace de estos jardines el Doctor. Ingeniero Agrónomo D. José Antonio del Cañizo, en un artículo publicado en la revista «Jardín y Paisaje», nº 72 año X, en el que su relato, con amenidad nos introduce a la actual situación del jardín, mezclando con su ambientación histórica una verdadera guía para visitarlo.

LOS JARDINES DEL ALCAZAR DE SEVILLA
EL ALCAZAR DE LOS ALMOHADES
«Alcázar, como sabe el lector, es palabra de origen árabe que significa el castillo, la ciudadela o la fortaleza, y, en efecto, el conjunto de edificaciones militares, palacios o pabellones residenciales y recreativos, y jardines que vamos a recorrer se encuentran en el lugar en que estaba la fortaleza construida por los árabes durante el reinado de Yusuf-Aba-Yakub a finales del siglo XII.
Mientras que nos enfrentamos con las murallas y torreones que rodean el conjunto, y antes de entrar en él por la Puerta de León, iremos ambientándonos para la visita, pues al recorrer un jardín histórico no sólo hemos de abrir nuestros cinco sentidos a la sinfonía de colores, formas y aromas que de su vegetación se desprenden, y a la «banda sonora» del correr de las fuentes o el trinar de los pájaros que en él habiten, sino que también deberemos saber captar, con un sexto sentido las presencias impalpables y misteriosas de los hombres que pasearon por esos jardines siglo tras siglo.
Los historiadores árabes nos hablan de aquel recinto amurallado, construido durante la dominación almohade, que encerraba edificios militares, residencias, huertos productivos y jardines recreativos. Recordamos que los almohades habían creado en el Norte de África un imperio, sustituyendo a los almorávides, Mohamed Aben Tumart, fundador de la secta religiosa de los «unitarios» (eso significaba «almohade»), acusaba de politeísmo a los demás musulmanes y preconizaba una reforma religiosa monoteísta, enfervorecidos por la cual sus seguidores consiguieron apoderarse de todo el imperio marroquí y, habiendo ya tomado «carrerilla» pasaron a la Península al mando del mencionado Yusuf-Aba-Yakub (o Abu Yusuf Yakub), ocupando todo el territorio dominado por los almorávides y venciendo a los cristianos en la batalla de Alarcos (1195), batalla de la cual se tomaron la revancha los cristianos, diecisiete años después, en la de Las Navas de Tolosa.
Aquellos jardines almohades se extendían hasta el Guadalquivir, e incluían la Torre del Oro. Tan extensas zonas verdes requerían una adecuada traída de aguas, y así nos dice M. Bendala, en su libro titulado «Sevilla»: «Los taifas sevillanos y los almohades hicieron y perfeccionaron la ingente e inteligente obra de la traída de aguas desde Alcalá de Guadaira (16 Km. y un acueducto que se ha mal llamado hasta ahora de «Los Caños de Carmona») con el exclusivo objeto de regar los jardines de los Alcázares; y fue tan perfecta que, sin apenas reforma, ha sido el agua potable de la capital hasta 1948. Un jardín alimentado por toda el agua que sirvió para apagar la sed de los sevillanos, hasta sobrepasar los 300.000 habitantes».
LOS «ESPIRITUS» DE LOS REYES CRISTIANOS
En 1248 conquista Sevilla Fernando III el Santo y, desde entonces acá los «espíritus» de hasta una veintena de reyes españoles pasean junto con los de los reyes moros que les precedieron por estos jardines en que nosotros nos adentramos ahora. Si: a lo largo de nuestro recorrido un buen «medium» iría tropezándose, entre estos muros, junto a aquel estanque, en aquel rincón de los setos de mirto, a la sombra de esa esbelta palmera, bajo estos artesonados, con Fernando el Santo, Alfonso X el Sabio, Fernando el Emplazado, Pedro el Cruel, Isabel la Católica (que aquí dio a luz a su hijo el Príncipe Don Juan, que moriría con 19 años), Carlos V, Felipe II, Felipe IV, Fernando VII y (como dice Pascual Madoz, que da una lista mucho más amplia) «También habitó en él, el rey intruso Don José Napoleón».
Pero es la sombra de Pedro el Cruel la que más nos perseguirá en nuestra visita, y su recuerdo al que más tenemos que agradecer el trazado de los palacios y jardines. El mismo Madoz, en esa joya bibliográfica que es su «Diccionario Geográfico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar», de 1845-50, en 16 hermosos tomos, nos dice: «El Rey Don Pedro I, en los años 1353 a 1364, lo aumentó y renovó, transformándolo de la manera que justifica la inscripción que se halla en la fachada principal, que dice: El muy alto é muy noble é muy poderoso é muy conquistador Don Pedro, por la gracia de Dios Rey de Castilla é de León, mandó facer estos alcázares é estos palacios é estas portadas que fué hecho en la era de mil é cuatrocientos dos». (Esta fecha mahometana corresponde al 1364 de la era cristiana). «Pero este monarca dispuso que la arquitectura guardase el gusto árabe, y en la extensión que le dio al edificio no traslimitó la línea que le circunvalaba» (respeto la ortografía de la época) «en tiempo de los moros. Estos reyes no conocían, como otros muchos ignoran aun, que su mayor seguridad debían buscarla en el amor de sus súbditos, y creyeron hallarla en el fuerte muro que construyeron hacia la parte de la ciudad, que enlazaba con la robusta muralla que levantó Julio César».

LOS PATIOS DEL LEON Y DE LA MONTERIA
Enterados, pues, someramente de la «biografía» de los Alcázares que vamos a visitar, y del origen de las murallas que contemplamos, las atravesamos por la Puerta del León, así llamada obviamente por el león heráldico de cerámica que sobre ella destaca. Desde allí hasta la fachada del Palacio del Rey Don Pedro (s. XIV y XV), se suceden dos patios. Curiosamente, en el plano que reproducimos, tomado del libro «Jardines de España», de la Marquesa de Casa Valdés y firmado por «el conservador Don Rafael Manzano», se designa al primero Patio del León y al segundo Patio de la Montería. En cambio en el libro «Alcázar de Sevilla», de Joaquín Romero Murube, conservador durante muchos años de los Alcázares, se llama al primero de La Montería «por ser el sitio en que esperaban a los reyes aquellos nobles que le acompañaban en sus habituales excursiones de caza…En la contextura del palacio árabe este patio es el Mexuar, es decir lugar intermedio entre la calle y las zonas privadas en la regia residencia. Este jardín inicial termina en tres grandes arcos amurallados que dan acceso al gran patio de armas, llamado Patio del León. Debe su nombre a que algunos reyes tenían allí enjaulados ejemplares de aquellas fieras, presentes de monarcas africanos».
El primero está compuesto por cuatro setos de mirto rectangulares. En el primero de la derecha destaca una Chorisia speciosa o Palo Borracho Rosado o Samohú o Arbol de los Pájaros, pariente de los boababs (familia Bombacáceas). Se trata de un árbol originario de la Pampa Argentina y de la «Catinga» brasileña que almacena agua en los tejidos de su tronco como prevención contra la sequía. Posee flores rosadas, y de su fruto se extrae un algodón sedoso que se emplea para rellenar almohadones (palabra que no tiene nada que ver con los almohades, ya que almohada viene del árabe «al-muhadda», derivado de «hadd», mejilla). Otros de los cuadrantes están dominados por una palmera datilera y un ciprés piramidal, y en el resto del patio vemos plataneras, Poinciana (arbusto de flores amarillas), un laurel de copa globosa, y unas yucas al lado del muro de la izquierda.

CIPRESES Y PALMERAS
El ciprés piramidal (Cupressus sempervirens pyramidalis) es una de las plantas más notables que se pueden emplear en jardinería, y su forma alta y esbelta le hace insustituible para conseguir ciertos efectos plásticos; pero la gente tiene la manía de vincularlos a los cementerios, por lo cual es frecuente que- a los que nos dedicamos a proyectar y construir jardines- se nos nieguen los clientes a que les incluyamos cipreses en su jardín. En efecto, para los persas el almendro en flor simbolizaba la vida y el ciprés la muerte, y de ellos nos viene la costumbre de plantarlo en los camposantos. ¿Pero por qué la gente se obsesiona con eso, que es tan solo uno de sus posibles usos, y no repara en que también ha sido siempre muy utilizado en los jardines de los palacios árabes (¡los maravillosos cipreses de La Alhambra y El Generalife!) y en las mansiones señoriales de la Costa Azul o la Riviera Italiana así como en tantos serenos y hermosos claustros de bellísimos monasterios?. Recordemos aquel famoso soneto de Gerardo Diego, dedicado al no menos famoso ciprés del Monasterio de Santo Domingo de Silos.
«Enhiesto surtidor de sombra y sueño
acongojas el cielo con tu lanza
chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado así mismo en loco empeño
mástil de soledad, prodigio isleño
flecha de fe, saeta de esperanza… etc.»
Versos para ser saboreados contemplando algunos de los altos cipreses que iremos viendo por estos jardines del Alcázar.

En cuanto a las palmeras datileras, son así mismo, elementos imprescindibles en los jardines árabes, ya que para los hombres del desierto son una especie de panacea que les da madera de construcción, palmas para sus techos, corteza para hacer cuerdas y esteras, fibras para hacer cestos, jaulas y sillas, -y de postre- los dátiles. Por algo decía Mahoma: «Honrad a la palmera, puesto que es para vosotros como una tía materna, y del pedregoso suelo del desierto ha hecho brotar una fuente abundante de dones a cual más preciados». También son dignos de recordar los versos que Abderramán I dedicó a una palmera que se hizo traer de Siria y que plantó con su propia mano en su patio, de la que había huido para escapar de la matanza que sufrieron los miembros de su familia (los Omeya) a manos de los abasidas.
«Tú también eres, ¡oh palma!
en este suelo extranjera.
Llora pues; más siendo muda
¿cómo has de llorar mis penas?
Tú no sientes cual yo siento
el martirio de la ausencia.
Si tú pudieras sentir
amargo llanto vertieras.
A tus hermanas de Oriente
mandarías tristes quejas.
A las palmas que el Eufrates
con sus claras ondas riega.
Pero tú olvidas tu patria
al par que me la recuerdas.
La patria de donde Abbás
y el hado adverso me alejan.»
Tras habernos detenido a comentar algo sobre los cipreses y las palmeras, pues son plantas que hallaremos con frecuencia en nuestro recorrido, pasamos al segundo patio atravesando en muro dotado de tres arcos, adornado con hiedras, lantanas y boungavilleas. Este patio de armas está muy austeramente ajardinado (unos cipreses y unas molduras de mirto recortadas) pero es de gran interés arquitectónico. Al frente vemos la fachada del Palacio del Rey Don Pedro el Cruel o el Justiciero (según), joya del Arte Mudéjar. Los Mudéjares (del árabe «muddeyen», el que ha sido autorizado para quedarse) eran los musulmanes que vivían en territorios conquistados por los cristianos, conservando su religión. Los mudéjares sevillanos, al firmar con Fernando el Santo el tratado de rendición, se comprometieron a cambio a entregar intactas la Mezquita (con el alminar o minarete que luego se llamaría «La Giralda») y el Alcázar, y sobre los restos de éste edificaría, un siglo más tarde, el Rey Don Pedro, el Palacio que ahora contemplamos, obra de alarifes de Sevilla, Granada, Córdoba y Toledo.
Mirando de frente su fachada, tenemos a la derecha, la Casa de Contratación de las Américas y el Cuarto del Almirante, desde donde se organizaron numerosas expediciones (entre ellas la de Magallanes y Elcano), y donde Isabel la Católica recibió a Colón al regreso de su segundo viaje al Nuevo Mundo. Pero, para ceñirnos a los jardines, nos dirigiremos a la izquierda para pasar al Patio de María de Padilla.

PATIO DE MARIA DE PADILLA
Dice Madoz: «…el hermoso patio, vulgarmente conocido por el de Doña María de Padilla, porque esta señora hacía uso de los baños que en él se encuentran. En este patio está la Capilla Real del Palacio con la advocación de San Clemente, que le dio San Fernando en memoria del día que recibió las llaves de la ciudad». Y Romero Murube nos aclara que toda esta parte del Alcázar es muy distinta de los edificios y patios originarios, pues se trata de obras realizadas en el siglo XVIII, «bien por necesidades de aposentamiento en los años que Felipe V tuvo la Corte en Sevilla- 1728 a 1732-, o bien porque las repercusiones del terremoto de 1750 infringieron graves daños en este sector por el que desarrollaban sus patios y construcciones los viejos palacios africanos».
Actualmente, este patio está dividido en cuatro cuadrantes delimitado por setos de mirto o arrayán, con una palmera en el centro de cada uno. Las fachadas están adornadas con buganvillas, celestinas o Plumbago capensis (flor azul), Lantana cámara, damas de noche (Cestrum nocturnum) y bignonias. Abundan en el patio los jóvenes árboles de Júpiter o Lagerstroemia índica, de flor rosada.

JARDIN DE LA CHINA Y JARDIN DE LOS POETAS
Del patio de María de Padilla pasamos a visitar el palacio gótico, más antiguo en el palacio mudéjar de Pedro el Cruel, que, como queda dicho, se construyó a mediados del XIV, siendo, por tanto, contemporáneo de la Alhambra de Granada.
Es interesante recordar, mientras recorremos los espaciosos salones del palacio gótico de finales del XIII o principios del XIV, que este último siglo es una encrucijada artística en las que coincide el apogeo del gótico, el del mudéjar (en territorios cristianos) y apogeo también del arte árabe granadino, en los territorios aún no reconquistados. El aficionado a la jardinería le interesará recordar que el Generalife se construyó hacia el 1300 y el jardín mudéjar de Don Pedro el Cruel, en el Alcázar de Sevilla, hacia 1353-1364. En 1354 acaba el reinado de Yusuf I, creador del Patio de los Arrayanes de la Alhambra, y en el Patio de los Leones (creado por su sucesor Mohamed V) hay inscripciones con la fecha 1369. Y solamente unos años después, en 1387, el Gran Maestro de Santiago construye Aranjuez (el primer palacio y el primer jardín- el Jardín de la Isla) de lo que, con el andar de los siglos, irá creciendo hasta construir uno de los más bellos conjuntos arquitectónicos y de jardines de España. Como vemos, el siglo XIV es absolutamente clave en la historia de los jardines de nuestro país.
En este palacio gótico en el que estamos, una sala muy reformada en el siglo XVIII, el Salón de los Tapices, alberga una admirable colección que representa una serie de episodios de la conquista de Túnez por Carlos V en 1535.
Del palacio salimos a un pequeño patio, el Jardín de la China, cuyos muros están adornados con hiedra, buganvilla morada y unas glicinias muy frondosas. Hay mirtos podados en forma de bola, unos palmitos elevados (Trachycarpus excelsa) y unos macetones de cerámica situados sobre un muro y plantados (el día de mi visita) con esparragueras. También hay naranjos.
La Buganvilla, una de las más llamativas trepadoras que existen, debe su nombre el hecho de haber sido introducida en Europa (en el siglo XVIII) por el marino francés Bougainville.
Hay variedades de color violeta, naranja, rojo, rosa, amarillo, blanco, etc… pero dicho colorido no se debe a sus flores, diminutas y nada decorativas, sino a las brácteas (hojas coloreadas) que, de tres en tres, rodean a las florecillas tubulares, dispuestas asimismo en tríos. Dichas brácteas, que parecen de papel, persisten cuando la flor se ha transformado en fruto, y ayudan a su diseminación haciendo de alas arrastradas por el viento.
De aquí podemos pasar, por la Puerta de Marchena, a una parte de los jardines de construcción reciente (época de Franco) a la que le da el nombre de Jardín de los Poetas: amplios estanques, setos de tuya y mirto, cipreses, columnas, y una fuente entre los dos estanques, que procede de un convento de Sanlúcar de Barrameda. (Estos jardines están fuera del plano que incluíamos en este artículo). En 1918, y por orden de Alfonso XIII, se trasladó aquí la puerta del Palacio de los Duques de Arcos, de Marchena, que, debido a la desaparición de dicho palacio, se hallaba en peligro de ruina. Es una pieza arquitectónica de finales del XV, bajo la cual volvemos a pasar, tras echar un vistazo al Jardín de los Poetas, para entrar de nuevo en zonas más antiguas de los jardines del Alcázar.
En efecto, aconsejamos seguir el recorrido por el estanque de Mercurio y el Jardín de la Danza, ya que más adelante tendremos ocasión de recorrer, de regreso, el Jardín de los Poetas.

EL ESTANQUE DE MERCURIO Y EL JARDIN DE LA DANZA
Entramos ahora en la parte de estos jardines que puede recordar (pese a los siglos transcurridos y a la multitud de cambios en ellos efectuados) a los antiguos jardines árabes, adosados a los muros del palacio, pues antiguamente comunicaban con las salas o habitaciones del mismo, ya que en la jardinería del Islám se buscaba siempre esa grata fusión del jardín y la casa. Se trata de una sucesión de patios recoletos en los que (otra característica de los jardines árabes) se busca el goce de los cinco sentidos, y no sólo la vista. A la belleza y al aroma de las plantas se une el musical sonido de las fuentes, y, para que el gusto y el tacto no queden frustrados, se entremezclan los frutales con los árboles ornamentales. Los jardines del Generalife y otros muchos eran, en efecto, jardines-huertos. En el Alcázar los antiguos huertos fueron transformados en jardines con el correr del tiempo.
En el plano vemos muy claramente esta sucesión del Estanque de Mercurio, el Jardín de la Danza, el de las Infantas, etc…
El estanque de Mercurio (antigua alberca de riego de estos jardines) debe su nombre a la estatua que hay en su centro, «obra de Diego de Pesquera y fundida por Bartolomé Morel a finales del siglo XVI, en el estilo de Cellini o de Juan de Bolonia… Bartolomé Morel es también el autor del Giraldillo o estatua que fué corona de la Torre de la Giralda», nos informa la Marquesa de Casa Valdés en su libro «Jardines de España». Y sigue: «En tiempo de Rodrigo Caro aún estaba la fuente dorada y había cisnes y flamencos en el estanque que, al modo árabe de alberca, almacenaba el agua para regar todos los jardines bajos. Está adosada a una muralla almohade decorada en el siglo XVII con arcadas de grutescos y frescos representando escenas mitológicas de época posterior».
Junto al estanque y bajando al jardín de la Danza por una escalinata adornada de Celestina o Plumbago capensis, vemos dos grandes magnolios (Magnolia grandiflora), árboles en lo que todo es decorativo: el porte, las lustrosas hojas coriáceas de envés aterciopelado o herrumbroso, las perfumadas y grandes flores y los frutos, que recuerdan piñas que estuvieran recubiertas de una pubescencia rojiza. Se bautizó así a esta planta en honor del botánico francés P. Magnol. Bajo estos dos ejemplares, molduras recortadas de boj encerrando plantas pequeñas, como Monstera, acantos, etc… y naranjos adosados a las paredes.
Luego hallamos una fuente hexagonal de azulejos aderezada con macetas de Centaurea candidíssima y pasamos de largo ante una puerta que conduce al Jardín de las Damas. En esta segunda parte del Jardín de la Danza hay cuatro cuadrantes, cada uno con una palmera Phoenix, y además árboles de Júpiter (Lagerstroemia índica), cipreses formando arcos, más naranjos adosados a los muros, más molduras de boj, Datura arbórea o Trompetero o Floripón con sus colgantes flores como lacias trompetas blancas, Hibiscus rosa sinensis o Pacífico, etc…
Y luego pasamos por una cancela al Jardín de las Infantas, pequeño patio con una fuente en medio y naranjos, macetas de helechos y geranios y centáureas, etc. Le sigue un jardín llamado de Alfonso XIII, de forma trapezoidal, con naranjos, algún Arbol de Júpiter (Lagerstroemia índica) y numerosas Colocasias con grandes hojas que semejan corazones verdes, y hiedras por la pared.
Continuando esta sucesión de jardines-patios, recoletos y sombreados, que aunque muy cambiados por el paso del tiempo nos hacen evocar el ambiente típico de los jardines mudéjares, llegamos a otro más, llamado Jardín de la Galera. Destacan en él dos Chorisia speciosa o Palo Borracho Rosado muy grandes, semejantes a la que vimos en el Patio de la Montería, nada más iniciar nuestra visita. Llaman también nuestra atención un Ficus elástica decora y una palmera Phoenix que hay junto a él, de tronco arqueado. Sigue habiendo naranjos adosados a las paredes.
Tras reposar un momento, volvemos sobre nuestros pasos hasta el Jardín de la Danza, para acceder desde él al Jardín de las Damas.

JARDIN DE LAS DAMAS
Este jardín es mucho más amplio que los anteriores, y está rodeado de verjas y pilares, hallándose dividido en ocho compartimentos delimitados por setos de mirto o arrayán, Myrtus communis. Esta planta de follaje persistente, lustroso y aromático, excelente para formar setos recortados, era muy utilizada en los jardines árabes (recordemos el archifamoso Patio de los Arrayanes de la Alhambra), y en castellano recibe ambos nombres: mirto, su antiguo nombre griego, y arrayán, derivado del árabe «raihan», que designa cualquier planta olorosa. Antes se le llamaba también murta, y en catalán se le llama murtra. Los aficionados a la jardinería conocerán (o deberán conocer en cuanto tengan ocasión) el estupendo Jardín de Blanes (Costa Brava) llamado precisamente Jardín de Marimurtra, es decir de Mar y Mirto.
El jardín que nos ocupa se reformó totalmente en 1526 con motivo de las bodas del Emperador Carlos V con Isabel de Portugal, y uno de los muchos ilustres visitantes que por aquí pasaron, Andrea Navaggiero, embajador de la Señoría de Venecia ante Carlos V, escribiría en la crónica de su viaje que en toda la Península no había hallado ningún sitio tan grato como estos jardines del Alcázar. «Hay allí- decía- un bosque de naranjos que es el lugar más apacible del mundo». Pero lo que más llamaba la atención de los visitantes que lo vieron algún tiempo después eran las figuras hechas con plantas recortadas o «esculpidas» a tijera. Este «arte»- que personalmente me desagrada bastante, pero que comprendo que llame la atención, y más en aquélla época en que acababa de introducirse en España- se denomina «topiaria», al parecer porque en la antigua Roma se llamaba «topiarius» a los jardineros. Ya Plinio el Joven (que se reparte con su tío Plinio el Viejo el privilegio de ser el primero en la Historia que ha hablado de casi todo) describía las molduras de boj recortadas de forma caprichosa en su villa de Toscana, y también Cicerón habla de ello. Alonso de Herrera, en su «Tratado de Agricultura» en 1513, dice que los arrayanes se pueden podar dándoles formas de «sillas y otras cosas gentiles».
Rodrigo Caro, el arqueólogo y poeta (autor de la famosa oda «A las ruinas de Itálica), decía en 1634 que en el Jardín de las Damas, «sobre las mesas de murta, están formadas de las mismas muchas ninfas, oréadas y napeas, y algunos sátiros o silenos que las guían como si fueran danzando en corro». Había también guerreros, gigantes y damas, y, al decir de Pascual Madoz (en 1849), «hasta hace poco se veía una orquesta de músicos, compuesta de barro cocido». Los excesos de la Topiaria y su proclividad a la cursilería (cisnes, canastillos, arpas y toda clase de figuritas hechas de boj, de mirto, etc…) han convertido en blanco de inventivas y burlas. El poeta Bacon decía: «No me gustan nada los motivos podados en enebros. Están hechos para gustar a los niños». Y el también poeta Alexander Pope hizo, en broma, un catálogo de un supuesto vivero de la época ofreciendo un Adán y Eva de tejo, un poco estropeado por la caída de hojas del árbol del Bien y del Mal; una Reina Isabel con una leve tendencia a la clorosis, pero en pleno crecimiento; un San Jorge de boj cuyos brazos estarán lo suficientemente crecidos en primavera como para vencer al dragón, etc. Entre asombros y pitorreos, la Topiaria inundó los jardines holandeses e ingleses, y la Marquesa de Casa Valdés supone que entró en España de la mano de los jardineros holandeses que Felipe II trajo de Aranjuez, y supone también que las celebradas figuras del jardín en que ahora estamos se hiciesen en esa época.
Pero lo que vemos aquí hoy son palmeras Phoenix, magnolios, palmitos elevados, tres Chorisia speciosa o Palo Borracho Rosa (próximos al Jardín de Alfonso XIII), un buen ejemplar de pitósporo (Pittosporum tobira) de amplia copa aparasolada, laureles y aligustres también muy crecidos, melocotoneros bravíos, naranjos, etc. Como arbustos hay celindos, Senecio petasites, adelfas, Viburnum tinus o Durillos de 3 o 4 metros de alto, etc…
De las fuentes que hay, la central, de mármol de Carrara, tiene en lo alto una estatuilla de Neptuno, obra de los mismos autores que la de Mercurio que vimos antes.
Antes de pasar a los jardines del Pabellón de Carlos V, podemos asomarnos un momento a un jardín circular (ver plano) que es de la época de Alfonso XIII. Consta, en esencia, de un estanque rodeado de altas palmeras Washingtonias gracilis, casuarinas (que la gente suele confundir con pinos) y algunas yucas finas o Yucca elephantipes. Antes de llegar al estanque, pasamos bajo tres aligustres matizados, dos a nuestra izquierda y uno a la derecha. El estanque tiene en su centro una gruta de rocas rodeada de palmeras Washingtonia filífera.
Retrocedemos de nuevo y, cruzando el Jardín de las Damas, nos dirigimos al de Carlos V

JARDINES DEL PABELLON DE CARLOS V
En una zona ocupada antiguamente por huertos, el Emperador se hizo construir, en 1540, un pequeño pabellón o «alcoba» (a esta zona se le llamaba Huerta de la Alcoba), de decorativa apariencia y refrescante interior. Rodrigo Caro lo describía diciendo que «está fabricado curiosa y costosamente, todo alrededor de columnas de mármol y en medio una cuadra, vestida toda, por dentro y por fuera, de vistosos azulejos, rodeando y atravesando todo el pavimento de ella caños descubiertos de mármol blanco por donde corre el agua, de modo que este retiro propiamente se hizo para pasar el calor de la siesta en los veranos».
Asomándonos al fresco interior de esa alcoba o «cuadra» fuente de mármol central, y junto a una ventana una curiosidad más: una losa que reproduce el plano del antiguo laberinto. Se hallaba, tal como el plano que incluímos indica, en las cercanías del Palacio del Rey Don Pedro, pero fué destruido a principios de nuestro siglo. Dentro de poco pasaremos por el nuevo laberinto que se plantó posteriormente y con otro diseño diferente.
Al pasar del Jardín de las Damas al de Carlos V, bajo un arco, tenemos frente a nosotros el Pabellón o Alcoba, y, a la derecha e izquierda, una serie de cuadros delimitados por setos de boj, con palmeras Phoenix dactylífera (datileras), naranjos, laureles, yucas, etc… En las paredes y verjas hay jazmines amarillos, ipomeas azules, adelfas, etc. Los naranjos abundan en los alrededores del pabellón, y entre los setos de boj se intercalan a veces otros de evónimo.
En tres pequeñas glorietas, hay tres fuentes, la central de mármol y de forma octogonal, y las otras más pequeñas, acompañadas las tres por bancos de azulejos. En las cercanías de la fuente de la izquierda (según llegamos), es decir, de la más próxima a las puertas del Privilegio y de la Traición abiertas en la muralla, hay varios ejemplares interesantes, sobre todo un estupendo palmito o Chamaerops de muchos troncos y de unos 6 metros de altura máxima. Está enmarcado por cuatro cipreses de Arizona plateados (Cupressus arizónica var. glauca) que han sido recortados para que formen sendas columnas anchas situadas en los cuatro vértices ocupados por cuatro palmeras de desigual altura. Junto a una de ellas, cercana a la puerta del Privilegio, hay un joven níspero (Eryobotria japónica). Allí cerca, justo a la izquierda del pabellón y junto a él, hay un grupo de tres palmeras datileras y una Washingtonia, muy altas, y con sus pies rodeados por aloes, pitas, furcreas (parecidas a las pitas matizadas pero con las hojas no carnosas, sino mucho más finas), etc. cercadas por unas molduras de evónimo verde.

Al otro lado del pabellón se encuentra el estanque rotulado con el nombre de Jardín del León en el plano que incluímos. Mirando de frente al león, podemos ver, a la derecha del estanque, un grupo de bambúes y enseguida un buen ejemplar de Ombú o Arbol de la Bella Sombra, Phytolaca dióica. Es de hoja caduca y la base de su tronco se ensancha como si se «desparramara» por el suelo. Lo de dióica significa que tiene ejemplares machos y ejemplares hembra. Si, en cambio, miramos hacia la izquierda vernos una Chorisia speciosa o Palo Borracho Rosa grueso y grande y una alta Araucaria excelsa rodeada de Washingtonias gracilis, palmeras esbeltísimas.
La Araucaria excelsa fué descubierta por una expedición del capitán Cook en la Isla de Norfolk, del Pacífico, hacia 1780. De joven es utilizada como planta de interior, pero al aire libre y en climas suaves alcanza un gran tamaño. Es árbol de porte majestuoso, con las ramas dispuestas en pisos, y con un tronco tan recto, largo y fuerte que se utilizaba como mástil de barcos.
En cuanto a las palmeras del género Washingtonias, las más usadas en jardinería de nuestro país después de las Phoenix (Phoenix dactylífera o Palmera Datilera y Phoenix canariensis o Palmera de Canarias), hemos de decir que, aun cuando algunos ejemplares altísimos y de esbelto tronco, como los que aquí vemos, aparecen clasificados en algunos jardines botánicos como W. gracilis, en realidad se considera hoy día que sólo hay dos especies válidas de este género: W. filífera y W. robusta. Para distinguirlas, conviene recordar la paradoja de que se ha bautizado como robusta a la que menos robusta es. En efecto, la especie filífera tiene un tronco grisáceo, no engrosado en su base, que alcanza hasta 20 metros de altura, y hasta un metro de diámetro, y con grietas verticales más marcadas que los anillos. En cambio, la especie robusta tiene el tronco marrón con la base engrosada, y alcanza hasta 30 metros de altura, pero sólo unos 60 cm. de grosor como máximo. También se diferencian en que las primeras tienen hojas gris verdoso y con hilos a lo largo de toda su vida, mientras que la robusta las tiene de color verde brillante y con hilos sólo en su juventud. Por tanto, estos ejemplares tan altos, de tronco esbelto, hojas verdes relucientes y sin hilos, son Washingtonia robusta, si nos reducimos a considerar esas dos especies como las únicas válidas.
En realidad, estas altas palmeras que vemos en los alrededores del Pabellón de Carlos V están ya situadas en el Jardín Inglés, al que pasamos.

EL JARDIN INGLES
Este recorrido por los jardines del Alcázar puede servir a los principiantes o aficionados a la jardinería, además de para pasar un rato agradable y conocer mejor algunas plantas, para ver sendos ejemplos de dos estilos de jardín que desde hace unos tres siglos vienen oponiéndose, combinándose o entrecruzándose. Como ejemplo de lo que se ha llamado jardín francés, hemos visto el Jardín de las Damas, y, como ejemplo del segundo, vamos a ver ahora el llamado precisamente por ello Jardín Inglés. Por supuesto, ambos son ejemplos modestos de dichos estilos, que cuentan en su haber con auténticas obras maestras; pero pueden servirnos para captar sus diferencias, ya que los tenemos tan juntos.
Hace aproximadamente unos tres siglos se impuso el estilo francés, cuyo principal creador fué André Le Notre, el autor de los jardines de Versalles, las Tullerías, Fontainebleau, Vaux-Le-Vicomte, Chantilly, etc. En ellos, y en la multitud de jardines que a su imagen y semejanza se fueron plantando en toda Europa (en España los de la Granja, y los de El Retiro de Fray Alonso en Málaga), imperaban la geometría, la simetría, el sentido arquitectónico, la artificiosidad, la estatuaria, las molduras y setos recortados cuidadosamente, la topiaria, etc. Se buscaban amplias perspetivas, se salpicaban aquí y allá fuentes, estanques, escalinatas y barandas, y cuando se querían crear contrastes de color (hay jardines sólo en verde) se plantaban rosales o flores diversas dentro de los cuadros o figuras delimitadas por los setos.
El estilo inglés nació hacia el siglo XVIII, como reacción contra las artificiosas y geometrías del francés, y perseguía todo lo contrario que éste: la imitación de la espontaneidad de la Naturaleza en la distribución del arbolado, en las manchas irregulares y sinuosas de color, en las ondulaciones del terreno, en las rosas diseminadas un poco al azar, en el empleo de las praderas, etc. Se rehúye la simetría, el tiralíneas, lo recortado, lo perfilado. Se busca lo natural, lo silvestre. Es el paisajismo. El ideal es que el jardín parezca un paisaje como los que hallamos en la Naturaleza, más o menos seleccionado o retocado.
Por un jardín de este estilo paseamos ahora. Aquí está el césped cruzado por caminos sinuosos y salpicado aquí y allá por grandes árboles, creciendo libremente, o por arbustos de apariencia natural, nunca recortados de forma artificiosa. En nuestro recorrido vamos admirando estupendos ejemplares de cedros, más Washingtonias, cipreses piramidales y de Arizona, muy grandes, arces matizados, ficus, jacarandas, casuarinas, etc. Por ejemplo justo a la espalda del templete que hay junto a la estatua del león, templete cuya cúpula está adornada con azulejos blancos y azules, vemos cinco Cupressus arizónica glauca o Ciprés de Arizona Plateado, al pie de unas Washingtonias altas y esbeltas. Bajo dos cedros encontramos un estanque rectangular con un gallo de piedra, ya cuando estamos dando la vuelta al laberinto, y por aquí podemos ver varias Cycas revolutas, plantas exóticas que al profano le parecen siempre palmeritas de lustrosas palmas verdes relucientes y tronco grueso finamente estriado por las cicatrices de las hojas que se le han ido cayendo. Cuando ya estamos terminando de dar la vuelta al laberinto y volvemos en dirección al Pabellón de Carlos V podemos ver, a nuestra derecha, una pradera sombreada por un grupo de cedros sobre el cual contamos nueve Cycas.
Estas plantas son muy copiosas. Como hemos dicho, no tienen el menor parentesco con las palmeras, a las cuales se parecen, sino que son Gimnospermas, al igual que los pinos, los cipreses o las araucarias, a los cuales no se parecen absolutamente nada. El lector no debe acomplejarse si le han parecido palmeras, ya que las Cycas revoluta desconcertaron incluso al padre de la Botánica, Linneo, quién las clasificó primero entre los helechos, para seguir luego estudiando el asunto y confesando que, «a pesar de haber pensado mucho en ello», no había conseguido clasificarlas bien. Este especie se llama vulgarmente Palma de Sagú o Sagú del Japón, y procede de China, Japón, Australia y Java. De su médula harinosa (el Sagú) se hacía una especie de pan. Se trata de una de las plantas más primitivas que hay, habiéndose hallado ejemplares fósiles del Mesozoico. Hay plantas macho y plantas hembra. La larga vida de estas plantas -cada cicatriz en corona de su tronco es un año- la convirtió en símbolo de la inmortalidad para los budistas.

Pasando de nuevo a los Jardines de Carlos V, atravesamos la Puerta del Privilegio para acceder otra vez al Jardín de los Poetas, al que nos asomamos antes fugazmente. Ahora si podemos recorrerlos tranquilamente, o descansar en él, volviendo hacia la puerta de Marchena, mientras admiramos más cipreses piramidales y de Arizona, obús, jacarandas de flores azules, magnolios, y una espectacular doble alineación de Washingtonias altísimas, como las que ya hemos ido viendo en varios sitios. Por la Puerta de Marchena pasamos al ya conocido y pequeño Jardín de la China, para desde él, buscar la salida de los Reales Alcázares y terminar nuestra visita.
SABOR DE BOCA
Acabamos el grato recorrido, interrumpido por algunos ratos de gozoso descanso en algún banco, leyendo quizás estas páginas que nos han acompañado y guiado, y tenemos- seguro- un buen sabor de boca, pues las visitas a los jardines del Alcázar de Sevilla es uno de los paseos más agradables que hay no sólo en esta simpática, bella y acogedora capital, sino en toda España. La habremos combinado lógicamente, con la visita a sus palacios y dependencias, llenos de atractivos y obras de arte, de los que no nos hemos ocupado por estar escribiendo una guía de visita a los palacios hay algunos libros, como el titulado «Alcázar de Sevilla», de Romero Murube, que hemos ido hojeando nosotros; mientras que para acompañarnos en nuestro paseo por los jardines y patios no se encuentran más que una o dos páginas en las guías de Sevilla, y alguna más -de generalidades- en el mencionado libro.
Si las mías han servido para ambientar al visitante con algunas pinceladas históricas y para señalarle las principales características de cada uno de los jardines y de las plantas más destacadas, y, en definitiva, para que el lector disfrute tanto con la visita como yo, habré logrado mi propósito. Esto se notará sobre todo en que tú, lector, al igual que yo, acabes la visita pensando que te gustaría volver algún día.
De la revista Jardín y Paisaje, nº 72, año X mayo, autor D. José Antonio Del Cañizo, Doctor. Ingeniero Agrónomo.
Con la bella y atrayente descripción de Don José Antonio del Cañizo, damos por finalizada la recopilación de textos sobre los jardines del Alcázar, no entramos ni salimos en los conceptos que se describen, pero si les animamos a su visita, en cada una de ellas conoceremos más y mejor, nuevos rincones, nuevas plantas o las mismas en distintas fases de su crecimiento, más ejemplares se describen en la nomenclatura de las plantas cultivadas en los jardines de Sevilla, que aquí no se describen, anímate y visita los jardines descritos. Un nuevo mundo te espera, sensibiliza tu espíritu, adquiriendo nuevos conocimientos. Lo agradecerás.

LOS JARDINES DE MURILLO
Por cesión del Rey Alfonso XIII a la ciudad, en 1911 fueron derribados los trozos de murallas y de tapia de la huerta del Retiro que convergían en ángulo desde la Plaza de Alfaro a la de Refinadores, con lo que se comunicaron parte del típico barrio de Sta. Cruz con los jardines y la Ronda de la Ciudad.
En aquel espacio se hicieron los jardines llamados de Murillo. Nombre que fué propuesto por el director del diario «El Liberal»; jardines pequeños y bellos, pintorescos y apaisados, de marcado sabor sevillano, que comienzan en las espaldas de las casas desde Alfaro a Refinadores, cubiertas de jazmines y rosales de arriates hechos al pié de ellas, y un paseíto de terraplén con tres emparrados de asientos y de columnas sobre escalinatas para bajar a la planta de los jardines.
La planta está formada por tres calles, que parten de las escalinatas y llegan a Catalina de Ribera, y tres paseítos transversales, que forman con las calles cuadros y macizos rodeados de evónimos y llenos de plantas y flores, de árboles y palmeras, la primera calle en la Plaza de Alfaro bordea la tapia del ángulo del huerto nuevo del Alcázar, cubriéndose el paramento con enredaderas y trepadoras y tres bancos de azulejos fronteros a los paseítos transversales, hoy calle Maternal. En el extremo que llega a Refinadores, se hizo la glorieta al pintor García Ramos en 1923, iniciativa y recuerdo de sus discípulos. La componen una portada dórica de ladrillo agramilado y entallado en parte, con acroteras de cerámica blanca; en el tímpano del frontón el retrato de García Ramos con orla, hechos al fresco por D. Manuel de la Cuesta y Ramos. Ha desaparecido la fuente central de azulejos y los altos respaldos de ciprés que aislaban la glorieta. En las pilastras que componen los bancos hay cuadros cerámicos, reproduciendo pinturas del maestro, hechos por los artistas modernos D. Miguel del Pino, D. Santiago Martínez, D. Alfonso Grosso, D. Manuel Vigil Escalera, D. Diego López, D. Francisco Palomino y dos del mismo García Ramos. La glorieta fué trazada por el arquitecto municipal D. Juan Talavera y Heredia. Más elevada hacia el terraplén una casa sevillana con emparrado, entre macetas de flores, con jazmines y trepadoras cubriendo las paredes y enredados en las rejas de las ventanas, obra del arquitecto sevillano D. Aníbal González. En la glorieta una inscripción: «A la grata memoria del insigne pintor D. José García Ramos por quien el espíritu de la Sevilla de su tiempo alentará siempre sus cuadros en que sus pinceles aprisionaron chispas de sol de la ciudad de sus amores. Sus discípulos para la gloria del inmortal artista le levantaron este monumento». Así nos la describe la historia.
La segunda calle, con tres glorietas, fuentes de mármol y de azulejos, asientos con respaldos alicatados también, de diferentes dibujos y escudos heráldicos. En la primera glorieta, junto a los bancos, que tiene la particularidad de huevos en sus extremos alicatados llenos de tierra y con pita real sembrada, hay unos pilares bajos con capiteles árabes expuestos en macetas sobre ellos; también adornan las travesías dos arcos formados de ciprés. En la glorieta del centro, hecho antes del alto crecimiento que hoy tiene la arboleda y que impide la vista de las casas del fondo, hay en los cruces cuatro pórticos de verduras, sobre pilares de mampostería y remates de azulejos se elevan arcos de hierro labrados cubiertos de follaje, y entre los pilares y detrás de los bancos hay columnas encadenadas. En la tercera glorieta, adornada como la primera con dos arcos de tuyas, también hay pilarillos bajos con macetas y capiteles visigodos. La tercera calle es arrecife que parte de la Plaza de Santa Cruz, bordeado de altas palmeras, entre cuyos troncos hay suspensiones de arcos de rosales (1), su trazado y decoración se deben al ilustre arquitecto D. Juan Talavera y Heredia.
Lógicamente, todo el conjunto de los jardines ha ido modificando su estructura al crecer los árboles, destacan entre los ejemplares existentes las Cousapoa dealbata y Ficus rubiginosa en la esquina de C/ Maternal y las airosas palmeras de la calle Nicolás Antonio, acceso a la Plaza de Santa Cruz.
En 1976 se pavimentaron la totalidad de los paseos con enchinado, losas y escuadras cerámicas.
En este mismo año se urbaniza la denominada Plaza de Refinadores, respetando las palmeras existentes a las que se les incorporan unos bancos circulares de cerámica con respaldos de hierro, instalándose en dicha Plaza un monumento a D. Juan Tenorio obra del escultor Nicomedes, completando la obra con el readoquinado de los alrededores de la Plaza y con enchinado y losas de piedra de Sierra Elvira en toda su extensión.
Entre los diversos arbustos que componen el sotobosque, destacan por estar poco difundidos en otros lugares, las Mahonia japónica, las Clerodendron fragans y buenas agrupaciones de Nandina doméstica.

LOS JARDINES DEL PASEO DE CATALINA DE RIBERA
En 1860 por concesión del Real Patrimonio y para ensanche del campo de la Feria en el antiguo Prado de San Sebastián, quedó unida a los terrenos del Municipio una ancha faja de la huerta del Retiro, desde la que fuera puerta de San Fernando hasta la de la Carne, para lo cual se derribó la tapia que cercaba la dicha huerta unida al Alcázar Real, y se levantó otra almenada en el lugar en que hoy la vemos limitando los nuevos jardines del Alcázar.
En 1898 hízose en aquella faja, el Paseo de Catalina de Rivera, dividiéndolo en bandas paralelas con hileras de árboles y dotando a la banda central de cuadros de jardines y asientos de mampostería y otros de cemento.
Llamóse entonces el Paseo de los Lutos porque, retirado del de recreo de la orilla del rio y sin adornos, ofrecía lugar adecuado a las familias dolientes que daban paseos higiénicos. Terminó la costumbre cuando se aplicó en aquellos sitios la jardinería amena y decorativa, constituyendo una prolongación o un antecedente, según se venga del Sur o del Norte, del Parque de María Luisa.
Al efecto, notables reformas se le hicieron en 1920, mejorando sus macizos de jardín, canastillos de plantas y de flores, asientos alicatados, y en las hileras de los elevados árboles que separan los jardines de los paseos laterales, grandes arriates de mampostería fileteados de azulejos con pilastras en los paseos; y resultaron unos jardines pintorescos y geométricos, con atractivas perspectivas longitudinales en su calle central, alberada como todos, según se va paseando por ella, a partir de la glorieta de entrada y rodeada de palmeras en su mayor extensión.
En este año fueron transportados los pedestales y vasos de un semicírculo que existía junto al Salón de Cristina y frente a San Telmo, a propuesta de D. Juan Talavera y Heredia, fueron adornados con ellos los asientos circulares y la pila con escalinata inferior al nivel del piso y surtidor en el centro de grande ruedo de estilo sevillano, hoy desaparecido. En su lugar aparece un arriate circular formado por ladrillo sardinel, pavimento enchinado y unos bancos circulares de azulejos, piedra y respaldos de hierro forjado, obras que se realizaron con motivo de la ampliación de la Plaza Juan de Austria. A la izquierda del observador está el muro almenado de los nuevos jardines del Alcázar, en cuyo interior se ha cubierto con plantas trepadoras y se le han adosado bancos con altos respaldos de azulejos.
Continuando el paseo que a ambos lados tiene cuadros guarnecidos de césped y sembrados de arbustos y palmeras. Aparece en el muro el monumento dedicado a Doña Catalina de Ribera en 1921; en el centro del paseo, la glorieta y el monumento terminado en aquel mismo año, en conmemoración de Cristóbal Colón.
Descúbrense contiguas a la izquierda, cuando termina el muro de los Jardines del Alcázar, las calles y la arboleda de los Jardines de Murillo; y al final del paseo de Catalina de Ribera el pabellón de estilo sevillano y atrio alicatado que se hizo en 1921 para estafeta de Correos y Telégrafos.
El monumento a Catalina de Ribera fue dirigido por el arquitecto D. Juan Talavera y Heredia. Consta esencialmente de una portada dórica, del gusto rústico del jardín con hornacinas figuradas y frontón con acróteras piramidales, adosado al muro de cerramiento de la parte nueva de los jardines del Alcázar.
En las hornacinas, pinturas al fresco las originales de D. Manuel de la Cuesta y Ramos, de figuras alusivas a la fundación del Hospital de las Cinco Llagas desaparecidas, en la actualidad de D. Francisco Maireles, muy deterioradas, cestas con flores encima, en el centro en cerámica el retrato laureado de Doña Catalina de Ribera y Mendoza, en el frontón el escudo de la Ciudad. Al pie de la portada figurada una fuente de mármol del siglo XVI, compuesta de brocal labrado y un frontón con figuras en bajo relieve; la fuente que estuvo en la Plaza del Pumarejo donde se instaló el Asilo de los Toribios en 1802 hasta 1837.
Por iniciativa en 1917 y perseverante gestión del director de «El liberal» de Sevilla, D. José Laguillo y Bonilla, promoviendo suscripción popular y festejos públicos, se erigió el monumento a Cristóbal Colón, entregado al Ayuntamiento en 1921, fué trazado por el arquitecto D. Juan Talavera y Heredia; siendo los medallones en mármol blanco y el león esculpido por D. Lorenzo Coullaut Valera.

Estaba rodeada la fuente por balaustradas circulares, sobre el basamento los medallones que contienen el busto de Cristóbal Colón y el escudo de los Reyes Católicos, se elevan dos columnas de piedra artificial con imágenes en bronce de carabelas y los nombres de Isabel y Fernando y sobre el entablado, a veintitrés metros de altura, un león de mármol.
En reformas posteriores desaparecieron las balaustradas que cerraban la glorieta, así como los bancos incorporados.
En las últimas reformas llevadas a cabo se ha pavimentado el paso longitudinal próximo a las murallas con enchinado y losas artificiales, delimitando los arriates con obra de ladrillo, cerámica y sardineles de ladrillos procedentes del Parque de María Luisa.
Palmeras, adelfas, yuccas y júpiter entre praderas de césped, adornan el paseo central, enmarcado por hileras de árboles plátanos, acacias negras, olmos, almeces y acacias blancas. Destaca un enorme pino a la altura de la calle Nicolás Antonio.

LOS JARDINES DE LA LONJA
Con motivo de las obras de reformas urbanas de la Avda. Queipo de Llano, hoy Avda. de la Constitución, y finalizando las obras de organización del Certamen Ibero-americano, se proyectaron por el Ingeniero Juan José Villagrán, los jardines delante del Archivo de Indias, denominados hoy de la Lonja. Proyecto aprobado por el Ayuntamiento el 27 de junio de 1928.
Toda la composición se desarrolla simétricamente sobre una fuente de mármol que se había adquirido anteriormente con delfines como surtidores e instalando esculturas figurativas de perros y leones como elementos decorativos sobre pilares.
Los parterres protegidos con setos de arrayán y cubiertos simétricamente a base de macizos de flores y arbustos.
Destacan como especies singulares una gran Jacaranda mimosaefolia, unas Magnolia grandiflora, Washingtonia robusta y la abundante floración de las Lagerstroemia índica (Júpiter) en la época estival, con contraste del color cobrizo en otoño de sus hojas antes de su caída.

LA ALAMEDA DE HERCULES
El Asistente de Sevilla D. Francisco Zapata Cisneros, Conde de Barajas, convirtió el aquel entonces lodazal en el primer paseo o recreo que tuvo Sevilla, dotándolo de una espléndida alameda. Asentó en ella altos monolitos romanos esculpidos por Diego de Pesquera, aún hoy existentes, que le dan su nombre: Alameda de Hércules, sacados de la «casa de los mármoles de San Nicolás», en 1574. Transportadas y alzadas en la Alameda bajo la dirección del artillero y fundidor del Giraldillo, Bartolomé Morel.
Los capiteles que coronan los fustes igualmente romanos y del orden corintio, fueron extraídos por la Ciudad con autorización del Cabildo Eclesiástico de una casa propiedad de éste, sita en la calle Abades que lleva el número 16. El Maestro Mayor de la Ciudad, Asensio de Maeda, hizo colocar sobre ellos pedestales que habían de sostener las estatuas de Hércules y Julio César, mítico fundador y engrandecedor respectivamente de Sevilla .
En las descripciones históricas se citan tres magníficas fuentes de mármol blanco y jaspe rojo, exornadas con las esculturas mitológicas de Juan Bautista Vázquez, de la que manaba por sus surtidores de broncíneas bocas de leones de Bartolomé Morel, copiosa y fresquísima agua de la antiquísima fuente del Arzobispo, la preferida en aquellos tiempos, en la actualidad no existen.
Se plantaron bellos jardines y 1700 álamos que daban benéfica sombra en los meses estivales.
Más de 100 cómodos bancos estaban repartidos por sus anchas avenidas, que diariamente se regaban. Jamás tuvo la urbe paseo tan hermoso y concurrido, donde se daba cita lo más distinguido del comercio y la aristocracia, muy frecuentado por el príncipe y los infantes, hijos del monarca Felipe V, durante sus prolongadas residencias entre los sevillanos.
Aún más lo hermoseó en 1764 otro benemérito Asistente, D. Ramón Larrumbe, añadiéndole al paseo tres graciosas fuentes, instaló más asientos, repobló el arbolado y empingoró en crecidos y airosos fustes dos burlescos leones coronados, portando los escudos de armas del reino y la Ciudad, alzado sobre pedestales, con lápidas conmemorativas de la ejecución de estas obras que se terminaron en 1765.
¿Qué diríamos hoy al ver el estado en que se encuentran tan decantado vergel?. El paseo más concurrido de los sevillanos en los pasados siglos.
Hoy lamentablemente abandonado, ha sufrido a lo largo de sus cuatro siglos de existencia múltiples y desgraciadas reformas, sólo un halo de esperanza en el recién aprobado Plan Alameda nos hace confiar en que su recuperación urbana va a ser total, volviendo a ser el lugar de recreo y expansión que la ciudad necesita en este importante sector urbano.

LOS JARDINES DEL CRISTINA
Reinando Isabel II, el 24 de Julio de 1830 se inaugura, coincidiendo con su onomástica, el entonces denominado Salón de Cristina, llamado así en honor de la última esposa de Fernando VII, obras realizadas por el arquitecto Melchor Cano bajo el impulso del Asistente Arjona, pagando el alto precio del derribo de la muralla que unía la Torre del Oro y la de la Plata, procedente del posterior derribo del cinturón amurallado de Sevilla.
Su extensión en aquel entonces era de 8.652 m2, construyéndose un gran salón rodeado por un banco continuo y una gran alberca para surtir de agua los jardines, algunas especies de árboles todavía subsisten: grandes Plátanos de las Indias, Brachychiton, Casuarinas y Pinos, conservan la antigüedad del jardín actual.
El Salón Cristina, junto con las Delicias de Arjona, actuales Jardines de las Delicias, constituyeron durante la primera mitad del siglo pasado, punto de cita de la llamada «buena sociedad sevillana», desplazándose con posterioridad con la construcción de la Plaza de San Fernando a aquel sector más céntrico.
En la actualidad y después de las reformas urbanas llevadas a cabo con motivo de la Exposición Ibero-Americana, construcción del Hotel Alfonso XIII y Edificio Cristina, cumple un importante papel, como pulmón verde en el centro de la ciudad.
En estos jardines se encuentra ubicado el monumento a Emilio Castelar que se erigió por suscripción popular en 1926 y el recién inaugurado en el año 1981 Paseo Vicente Aleixandre, donde se recoge en cerámica un verso que dice así:
«Era una gran plaza abierta, había olor a existencia
un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las
reconfortaba.
Y era el serpear que se movía
como único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la
tierra.
Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse
y puede reconocerse».
LOS JARDINES DE ISABEL II
Ubicados en el Paseo de Colón a la entrada del Puente de Triana, formados principalmente con palmáceas Washingtonia filífera, césped y arbustos, son jardines antiguos, con paseos de albero tradicional y bancos de hierro fundido. Un oasis en el centro de la ciudad. Fueron Jardin de los Pobres ,ahora denominados Jardines de Rafael Montesinos en los que preside una estatua del famoso cantaor Antonio Mairena.

LAS MURALLAS DE LA MACARENA Y JARDINES DE CAPUCHINOS
En el año 1957, acordó el Ayuntamiento construir un jardín que estuviese enlace o continuidad con las praderas que festonean la muralla hasta el sitio llamado del arco de la Macarena.
El pequeño jardín de feliz creación a base de praderas y nobles arbustos acompañados de grupos de flores da un aspecto honorable al lugar dejando totalmente visible a la muralla que a su vez ha sido restaurada.
El área en que está ubicado existió un pequeño macetero donde se cultivaban plantas, se hacían trabajos de flores y pasaban lista los obreros que trabajaban en los jardines de las plazas y arbolado de la capital, también estuvo ubicado un parque infantil.
La muralla tal como hoy se conserva data del siglo XII. Su construcción es obra de tapial, derretido de cal y guijarros, al que el tiempo ha dado la dureza de la piedra.
En el año 1970 se sustituye el cerramiento de malla metálica por otros de perfiles laminados al frío.
Destaca entre su arbolado los Platanus acerifolia, las palmeras Phoenix dactylífera y Phoenix canariensis, un buen ejemplar de Cousapoa dealbata, un paraíso, Melia azedarach, y unos ejemplares de la palmácea Sabal blackburniana, entre su jardinería, esta última de los pocos ejemplares que hay en los jardines públicos y privados.

JARDINES DE CHAPINA
Al ser cegado el río Guadalquivir y construída la nueva Avda. del Cristo de la Expiración, el Ayuntamiento decide embellecer, las márgenes del río desde el puente de Isabel II hasta el fondo de saco creado con el cierre efectuado.
Convoca un concurso de ideas, aprueba el proyecto presentado por Arquinde y acuerda realizar las obras que, dirigidas por los arquitectos D. Jaime López Asiaín y D. Angel Díaz, motivan la creación de estos nuevos jardines para la ciudad.
Se revaloriza el Caserío de Triana, construyendo el Callejón de Ntra. Sra. de la O, se restaura el paseo por el Callejón de la Inquisición y se realizan plantaciones en todas las márgenes, en distintas terrazas se forman paseos y glorietas, se instalan bancos, juegos infantiles, papeleras y alumbrado, nace en 1969 un nuevo jardín.
Entre las plantaciones realizadas destacan los chopos, olivos del paraíso, acacias, fresnos, etc… propios de la climatología local, introduciendo en estas plantaciones, Liquidambar stiraciflua, Ginkgo biloba, Liriodendron tulipífera, Taxodium distichum, que en este ambiente húmedo y fresco al lado del río consiguen desarrollarse aunque con dificultad, por ser plantas de climas más fríos.
Es un jardín rústico, sin grandes elementos ornamentales, funcional, donde el visitante puede gozar de la pesca, tenderse en el césped o dedicarse a la lectura en los múltiples bancos instalados, contemplar el agua, con la nostalgia de poder volverlas a ver correr algún día, por su cauce natural, el río.

GLORIETA DE LOS ALFERECES PROVISIONALES
Situada entre la Avda. Virgen de Luján, calle Juan Sebastián Elcano y nueva Fábrica de Tabacos, se alzan estos jardines que fueron construidos en el año 1973, siendo Alcalde de la ciudad D. Juan Fernández Rodríguez y García del Busto.
Una zona de juegos infantiles, bancos, césped y arbustos, compone el jardín con glorieta pavimentada, fuente central y el resto paseo y glorietas de albero.
Próximo a la Fábrica de Tabacos existen plantados dragos Dracena drago, Phoenix dactylífera, Ficus decora, Yucca elephantipes como elementos principales.
En la glorieta propiamente dicha se ha instalado un grupo escultórico, obra de Antonio Cano Correa, de línea modernista. Washingtonia robusta, Populus alba var. bolleana, Prunus ceracífera var. pissardii, son los árboles base de la Glorieta.
En un ángulo un monolito dedicado a los Alféreces Provisionales que da nombre a la Glorieta, arropado por un ciprés y un olivo, componen este moderno jardín.

LA GLORIETA DE LOS MARINEROS VOLUNTARIOS
En la glorieta formada por el cruce del Paseo de las Delicias, la Avda. de Mª Luisa y el nuevo Puente del Generalísimo, se alza el monumento a Juan Sebastián Elcano.
El fuste de la columna contiene la alegoría de la gesta de su viaje alrededor del mundo que iniciara Magallanes.
Tras la figura en bronce del héroe, el mapa del mundo atestigua su asombroso viaje.
Todo el conjunto es obra de Antonio Cano Correa. Frente al mismo un ancla homenajea los Marineros Voluntarios ante la cual toma nombre la glorieta.

EL PASEO MARQUES DE CONTADERO
Como consecuencia del embellecimiento de las márgenes del río, nace un nuevo paseo en Sevilla que se inaugura en 1980 denominándolo Marqués del Contadero en recuerdo del que fué Alcalde de la ciudad, D. Jerónimo Domínguez y Pérez de Vargas, como elemento principal y dominante en el Paseo está la Torre del Oro a la que se supedita todo el conjunto.
En el paseo se observan tres alzados diferentes, un paseo junto al río aprovechando los muelles y evitando perder su carácter, se readoquina con los mismos materiales existentes y se realizan plantaciones de Tipuana tipu (Acacia tipuana) como árbol principal para dar sombra al paseante, aprovechando las zonas que lo posibilita la obra para plantar vegetación de márgenes, álamos blancos, tarajes, adelfas, en zonas de reposo, con bancos de hormigón.
Las paredes frontales son cubiertas con buganvillas de varios colores, jazmines, damas de noche. Una alineación de palmeras configura este primer paseo.
El segundo paseo, está alzado sobre las estructuras de los bajos de éste y en grandes marcos hechos exprofeso, se albergan los únicos árboles existentes Ficus retusa (Laurel de Indias). Banco románticos de fundición y madera y jardineras construídas «in situ» plantadas con adelfas junto con las artísticas farolas y balaustradas de fundición, son los elementos urbanos que acompañan la cuidada pavimentación de losas de piedra de Sierra Elvira y enchinado. Escaleras graníticas dan paso a los distintos alzados del paseo.
En el tercer paseo, rasante con el de Colón y sobre la estructura se instala una pérgola de fundición que se pretende cubrir con Wisteria sinensis (Glicinia) sin que hasta ahora, a pesar de los esfuerzos realizados, haya podido conseguirse, se incorpora la vegetación existente en el paseo y se complementa con colocación de bancos de madera y fundición con alineación de Pittosporum tobira. En los macetones que forman la cimera de granito que lo separa del anterior paseo se plantan Ficus retusa (Laurel de Indias) como plantas formadas.
El proyecto es obra del Ingeniero D. José Luis Prats Vila y el arquitecto D. Amalio Saldaña García. Un monumento dedicado a Fray Bartolomé de las Casas, obra del escultor trianero Emilio García Ortiz, tiene reservado un lugar en el centro del paseo, pendiente de su inmediata ubicación.
La pérgola de fundición enlaza el nuevo paseo con las plantaciones ya existentes en el Paseo de Colón, bancos, papeleras y kioscos tradicionales componen el logrado conjunto. Es sin duda el mejor paseo de Sevilla al lado de su río grande.

EL PARQUE DE LOS PRINCIPES
Sevilla inaugura el año 1973 un nuevo Parque: el Parque de los Príncipes de España, ubicado éste en la nueva Sevilla, en el barrio de Triana sector de Los Remedios. Nace junto a la tradicional Feria de Abril trasladada este año a su nuevo emplazamiento con gran éxito, fechas históricas ya para una Sevilla en desarrollo.
Cabe al entonces primer dirigente de la ciudad D. Juan Fernández Rodríguez y García del Busto, Excmo. Sr. Alcalde de la Ciudad y D. Aurelio Murillo Casas (1975) concejal delegado de Parques y Jardines junto con la Corporación Municipal, la satisfacción de haber creado para Sevilla su primer Parque, ya que el de María Luisa fué cedido en el año 1893, los frutos de esta siembra, los recoge Sevilla agradecida.
Un nuevo parque de características totalmente distintas a aquel, de concepción funcional y trazado paisajista en el que predominan las anchas praderas, dotado de riego por aspersión y plantado de árboles pertenecientes por asociación vegetal natural a la climatología de la región, eludiendo la plantación de especies raras y de difícil crecimiento, naranjos, jacarandas, tipuanas, ficus, palmeras, etc., forman la estructura vegetal.
Entre los elementos que lo enriquecen figura un jardín monográfico dedicado a la rosa «la reina de las flores» al que vamos a dedicar nuestro interés en descubrir.
La Rosaleda está ubicada en el sector Este del recinto, cubre una superficie de unas tres hectáreas a la entrada del parque.
El trazado corresponde a una idea del autor de este articulo, conocidas las rosaledas de concursos internacionales de La Bagatelle de París, Parque del Oeste de Madrid, Parque de la Téte d’Or de Lyon, la de Ginebra, etc., se proyectó una rosaleda distinta a las existentes.
Con la superficie y disponibilidades económicas que se contaban, se ideó un trazado libre formado por dos grandes círculos tangentes, divididos en dos zonas perfectamente señaladas por una amplia pérgola de hormigón cubierta en sus pilares por rosales trepadores tradicionales, Alain, Pierre S. Dupont, Virgo, Mme. A. Meilland.
Una sucesión de círculos de diversos tamaños, tangentes entre sí, formados por paseos pavimentados con losas de cemento y chinas con fondo de césped, enmarcan la polícroma colección de rosales, más de seis mil plantados en grupo, por variedades y colores.
En el círculo central, dividido por la gran pérgola, lugar preferente de la Rosaleda, se han situado variedades de rosales de obtención nacional de los renombrados rosalistas españoles Pedro Dot y Cipriano Camprubí, como homenaje a su importante labor en la hibridación de nuevas variedades de rosas: Princesa Sofía, Tarde Gris, Dr. Fleming, Gaudí, Fiesta Brava, etc., del primero y del segundo: Carmencita, Marquesa de Urquijo, J.M. López Picó, María Isabel, etc.
La continua sucesión de paseos circulares nos lleva a un atrayente recorrido entre las variedades de reciente introducción junto con otras clásicas de reconocida floribundidad y vegetación en este clima, al aire libre. En los ejes centrales más apartados de la contemplación del público, se han situado variedades de floribundas o rosales de gran porte.
En un amplio círculo lateral se ubican los rosales floribundas de gran vegetación e importante floración, rosales de tallo alto y llorones se encuentran distribuidos en el perímetro de la rosaleda que se encuentra enmarcada así mismo por una colección de naranjos ornamentales: C. Bouquet de Fleurs, C. aurantium var. mirthifolia, Severinia buxifolia, Fortunella magnífica, Citrus madurensis, Poncirus trifoliata, Emerocitrus glauca, etc., que han de darle mayor interés por lo abundante y perfumado de sus floraciones y curiosas fructificaciones en distintos tamaños y coloridos.
Las condiciones climáticas de la región hacen que coincida la época de mayor esplendor de floración en el mes de Abril cuando Sevilla celebra sus más importantes fiestas populares: Semana Santa y Feria, posteriormente las temperaturas subtropicales de 40ºC a la sombra, agostan las floraciones, renovándose con gran profusión a la llegada del otoño, época de temperaturas más estables, sin duda las mejores en la climatología local.

En conjunto, tanto el Parque en sí, como este bello rincón de la Rosaleda del Parque de los Príncipes de España, ofrecen al aficionado al cultivo de la rosa una auténtica colección de las mejores variedades, con el doble atractivo de la elegancia de sus flores y la fastuosidad de sus coloridos, acompañadas de bello follaje y el delicado perfume de esta flor.
El Parque de los Príncipes de España, tiene un trazado moderno, los paseos de asfalto están flanqueados por Jacarandas, Tipuanas, Prunus, Citrus, etc…, destacando en sus praderas los Ficus retusa, Cousapoa dealbata y agrupaciones de palmáceas. Un gran estanque decora el parque, utilizando el agua captada del subsuelo para el riego total del mismo.
Incorporóse al parque una pista de exhibición ecuestre, sin apenas uso y fuera de escala y proporciones, que ahora es utilizada para juegos de pelota.
Una amplia zona de juegos infantiles a la entrada del mismo con piscina de chapoteo incluído, facilita a la grey infantil un lugar de recreo. Un parque sin pretensiones que vino a cubrir en parte el grave déficit de zonas verdes en el barrio de los Remedios.

EL PARQUE DE AMATE
En el Plan General de Ordenación Urbana de la Ciudad aprobado el 28 de Diciembre de 1962, se incluía en el sector de Amate la construcción de un Parque de Distrito, al llevarse a cabo la ordenación del Plan Parcial de aquel sector se recogió su ubicación en la zona donde se está construyendo. El parque en principio de 50 hectáreas vio como una parte del mismo era ocupada por construcciones clandestinas que han conseguido su estabilización a través de los años.
En las ordenanzas y normas reguladoras del Plan Parcial se dispuso que un 20% de toda la extensión del parque se asignara a finalidades deportivas, independiente de ello por el sistema de expropiación forzosa, sin previa modificación de la ordenación inicial se construyen dos unidades escolares que ocupan aproximadamente dos hectáreas.
El Parque pues queda reducido a 35 hectáreas sobre las que se inicia su expropiación para realizar esta importante zona verde que tan necesitada está el Distrito. Los trámites de expropiación son lentos, ya casi finalizándose los mismos ordena el Ayuntamiento en el año 1974 al Servicio de Parques y Jardines el primer estudio de un proyecto de parque en esta zona. Los terrenos antes han sido objeto de varias expectativas, un Parque de Atracciones, un Centro del I.N.E.F. (Instituto Nacional de Educación Física), etc., durante este periodo se construye en la zona verde sin autorización municipal un Canódromo que estabiliza su existencia y dificulta aún más las expropiaciones del sector, sin embargo y aún sin finalizarse éstas, el Ayuntamiento decide iniciar el parque en esta zona. Lo que eran huertas de cultivo, se han convertido en lugar de vertido incontrolado de escombros, miles de metros cúbicos han sido vertidos en la zona, lo que acarrea más obstáculos para su implantación.
Las primeras obras de cerramiento e infraestructura se inician, no sin serias dificultades en el 1979, llevándose a cabo los primeros trabajos de explanación y retirada de escombros simultáneamente con el cerramiento total del recinto para evitar de nuevo vertidos incontrolados.
Con la construcción de un gran estanque central de 4.000 metros cúbicos de agua, captada de subsuelo se dota al parque de sistema inicial de riego. Para poder efectuar las primeras plantaciones, se trazan paseos, glorietas, sendas y es al fin en 1981 cuando realizan las primeras plantaciones, no pudiendo actuar todavía en la totalidad del Parque, por no estar resuelta la expropiación del Canódromo existente, es en verano de 1982 cuando quedan liberados la totalidad de los terrenos, pudiendo desde este momento llevar a cabo la terminación del mismo. Las obras prosiguen esperando que pueda ser una realidad inmediata el disfrute por los sevillanos de esta importante obra, la creación del segundo Parque en importancia de la ciudad, 35 hectáreas de superficie, más de 8.000 árboles plantados, avalan la realidad de esta nueva zona verde.
Concebimos la esperanza de que las futuras corporaciones reconocerán los esfuerzos realizados para llevarla a cabo y serán fieles seguidores de las aspiraciones de los sevillanos de este sector que anhelan ver culminada esta obra que desde hace tantos años vienen luchando para conseguir.
El trazado del parque se define por un eje central principalmente dominante, con fuentes, paseos y arriates que convergen hasta el gran estanque donde se sitúa una gran pérgola, distintas glorietas de juegos para niños, de jardines polícromos con plantas de flor, para reposo y solaz de las personas mayores, han de dar origen a la creatividad de ambientes diversos que satisfagan las necesidades sociológicas del sector. Grandes paseos arbolados, dotados de bancos han de invitar al paseo, mientras en las praderas interiores árboles y arbustos darán masa y colorido al conjunto.

EL JARDIN DE STO. DOMINGO: PARQUE DE NERVION
Situado entre las calles Pirineos y Sto. Domingo, sobre un solar de 7.900 m2, en el barrio de Nervión, se abre esta zona verde en el año 1981, donde estuvo ubicada la industria Envases Metálicos Riojanos Moreno, S.A. Todo el recinto está cercado, teniendo acceso por calle Pirineos y calle Sto. Domingo.
Se definen en su trazado tres glorietas entrelazadas por paseos albergados, dos de ellas dedicadas a juegos de niños y otra con fuente central y bancos de fundición más tranquila.
La joven vegetación se incrementó con la plantación de árboles donados por el Presidente de la Liga Naval Española, Excmo. Sr. Don Ignacio Martel, procedentes de países americanos.
LAS PRINCIPALES PLAZAS DE SEVILLA
Las plazas que existían en Sevilla, urbanizadas con árboles y bancos, en la mediación del siglo próximo pasado, fueron adornadas con jardincitos en el periodo de 1885 a 1895, siguiendo el sistema de elevar cuadros y tableros de tierra, rodeados y como protegidos por barandillas caladas de hierro fundido, resultando las flores y los macizos como sembrados en cestos de diferentes figuras.
Después se suspendió tal sistema, y desde 1915, se aplicó el que actualmente rige, de estilo sevillano, con asientos y arriates, fuentes y columnas, alternando la decoración de plantas y flores con el exorno de alicatados, de mármoles, hierros artísticos, estatuas y miembros arquitectónicos.
Restauradas algunas, otras desaparecidas, han tenido que adaptarse a nuevos conceptos de vida en la ciudad. Plazas recogidas y tranquilas en aquel entonces son ahora nudos trepidantes de circulación, aparcamientos de vehículos, macizadas algunas de antiestéticos kioscos y kiosquitos. De lo elegante y monumental hemos pasado a lo vulgar -a la chuchería-.
Recatar estar plazas que describimos en su historia y devolverles el carácter que nunca debieron perder, es un reto que tiene planteado el urbanismo sevillano, con equipamientos urbanos adecuados, pueden y deben volver a ser lo que fueron… orgullo de Sevilla.

LA PLAZA DE SAN FRANCISCO
LA PLAZA MAS ANTIGUA Y POPULAR DE SEVILLA
En el centro de Sevilla, en lo que podemos llamar corazón de la ciudad, se abre la plaza más antigua y que ha disfrutado de más nombres en el transcurso del tiempo, y que síntoma de los que alcanzamos no ostenta rótulo alguno que anuncie su nombre de «Plaza de la Constitución». Sevilla sin proponérselo, ha seguido dando testimonio de su historia social y política en esta plaza, la cual ha sido teatro de los más alegres y suntuosos festejos, y, al par, de las escenas más tristes y luctuosas. Fiestas reales, torneos, toros y cañas, procesiones, mascaradas, autos de fe, trágicas ejecuciones, fusilamientos, patíbulos, altares, todo ello en inconsciente sucesión, conmovía a la muchedumbre apiñada en el ámbito de esta plaza, donde se alzaba el tablado de las fiestas y el de la muerte. La historia de la ciudad desde la Reconquista ha pasado por ella, y ya en el siglo XVI decía el historiador Sigüenza que era «la más pública de Sevilla», y que su estructura es la misma que tenía antes de la toma de Sevilla por San Fernando.
El nombre primero que tuvo después de la Reconquista fué el de San Francisco, por el convento franciscano de este nombre, fundado el año de 1268, por donación de unas casas que hizo el Rey D. Alfonso X a los franciscanos. Ya este sabio Monarca, en documento fechado en Sevilla, miércoles 24 de Agosto, era 1299, al conceder ciertas prerrogativas a los genoveses, dice: «Dámosle en ortorgámosles una mezquita, en Sevilla, que es cerca del sobarrio, en la plaza de sant Francisco… en esta mezquita les damos para hacer palazo de ella…»
Con el nombre de San Francisco llegó hasta el siglo XIX, en que, proclamada en ella el 29 de Agosto de 1812 la Constitución promulgada por las Cortes generales y extraordinarias, reunidas en la Isla de León, se rotuló la plaza con el siguiente título, esculpido en una losa: «Plaza de la Constitución».
No duró mucho tiempo este nombre. La tarde del 6 de Mayo de 1814, los enemigos del nuevo régimen constitucional arrancaron y rompieron la supradicha losa, que fué sustituida por una tabla, que decía: «Plaza Real de Fernando VII».
«Habiendo obtenido -al decir de un historiador- una comisión de entusiastas realistas, del Cabildo Catedral la promesa de hacer grabar en mármol, a su costa, la que había de reemplazar a la de madera; lo que así se verificó, y en plazo tan breve, que en la tarde del día 11 de Mayo se llevó la nueva lápida al café de la calle de Génova, de donde en lucida procesión y en parihuelas, que sostenían al Gobernador Militar, D. Francisco Chaperón; el inquisidor D. Mariano Esperanza, D. Lorenzo Castaños y un fraile capuchino, fué transportada a las Casas Capitulares, en cuya fachada había de colocarse». Debajo del rótulo pusieron una losa con esta inscripción: «Sevilla; para nuevo testimonio de su lealtad, para futuro documento de sus hijos, el día 6 de Mayo de 1814».
PoCo más de un lustro ostentó la plaza en nombre del inicuo Fernando VII, puesto que en 21 de Enero de 1820 los patriotas, tras el levantamiento de Riego en las Cabezas de San Juan, derribaron la lápida de mármol en que se leía: «Plaza Real de Fernando VII» y pusieron en su lugar un cartel impreso que decía: «Plaza de la Constitución». Sólo unos meses duró este nombre. En 28 de Septiembre del mismo año, conocida en Sevilla la nueva de la rendición de Cádiz, el antiguo regimiento, reintegrado a sus funciones mandó descubrir una nueva lápida de mármol en la fachada de las Casas Consistoriales, en la que se leía: «Plaza del Rey».
Persiste más este rótulo, que los liberales, el domingo 2 de Marzo de 1834, tratan y no logran, de quitar, para sustituirlo por un cartelón, que decía: «Plaza de Isabel II», nombre que llegó a lucir.
Un año después, el miércoles 2 de Septiembre de 1835, «habiendo fraternizado las tropas y la milicia, que, formadas en masa en la plaza de San Francisco, saludaron con estrepitosos vivas al nuevo capitán general, que se presentó en un balcón de las Casas Capitulares, ondeando una bandera, en la que se leía: «Plaza de la Constitución».
… Y cuando el año siguiente la Reina jura la Constitución se le añade el de Isabel II, que se mantuvo hasta 1840 en el que queda sólo Constitución.
Fué Plaza de la Libertad en 1873 con el advenimiento de la I República, pero transcurrido un año volvió al de Constitución.
En 1931 vuelve a sustituirse Constitución por el de República.
En 1936, Plaza de la Falange Española, hasta que en 1980 recupera oficialmente el de Plaza de San Francisco, con la que se conoce hoy en día, denominación popular que nunca perdió.
Fisonomía muy distinta presenta este lugar del que tuvo antaño. Cierto que conserva sus dos más insignes edificios, pero, ¡Cuán cambiados!. Solo una parte de la fachada del Ayuntamiento ha resistido a la mudanza de los tiempos.
La fachada de la Audiencia, de reciente construcción, salvó su portada de las llamas de un voraz incendio, y en ella se ve el escudo de Sevilla, tal vez el mismo que el regente de la Audiencia hizo quitar en 1588, y que fue repuesto después de un ruidoso pleito ganado por Sevilla, y que duró hasta 1607; si no es aquel otro que, en 1800, suprimió el regente Bruna y que restituyó a su lugar ante las vivas protestas del Ayuntamiento en defensa de su privilegio.
La fuente que desde el siglo XVI la decoraba, rematada por una figura de bronce, fundida por Morel hacia 1570, fué trasladada a la Alameda de Hércules. En los días en que la plaza se adornaba para las grandes fiestas, la fuente lucía muy variados artificios. Merece citarse el que estrenó en 1746, cuando la proclamación de Fernando VI, consistente, según un escritor de la época, «en tres cuerpos de ajustada arquitectura con sobrepuesto de plata labrada. Cuatro mascarones vertían por la boca vino blanco y tinto, y en todas ellas se leían poesías castellanas».
De las fiestas de toros y cañas que en ella se celebraron fueron famosas las de 1620, de las cuales dejó escrita una relación el tan docto como travieso historiador hispalense Morovelli de Puebla.
Estuvo rodeada de portales, muchos hemos llegado a ver, por los cuales es tradición, aunque sin fundamento, que Cervantes paseaba estudiando los asuntos de sus noveles inmortales.
Fué esta plaza predilecta de los curiales, tanto, que dijo de ella Mal-lara, en 1571, describiendo los lugares más famosos de la ciudad: «La plaza de San Francisco, para la justicia». El mayor número de las escribanías estaban alojadas en los pintorescos portales de ella; y a dos pasos, a la boca de la calle de las Sierpes, la calle sin noche, la Cárcel Real, con azoteas y galerías, desde las cuales los presos de posición veían los festejos que en la plaza se celebraban.
Tema de inspiración para los pintores románticos por lo abigarrado del conjunto, con la bella perspectiva de la Giralda al fondo, la reprodujeron grabados y litografías, siendo muy interesante el dibujo del inglés Levis (1838), que publicamos.
Dos días tiene esta plaza sevillana, de los cuales su espíritu palpita y alienta, al par que el de la ciudad toda. Mañana del Corpus, plena de sol, de ambiente embalsamado por el aroma de la juncia y del romero, alegría sana llegada de los campos, donde granan las espigas y verdean las uvas, que luce, como simbólicos airones, la Custodia de Arfe; noche de Jueves Santo, de blanca luna y rutilantes luceros, en que se sueña y añora la muerte de Jesús, que, con la cruz a cuestas, camina al Calvario, al mágico conjuro del genio de Montañés, famoso.
Quien visitó la metrópoli andaluza en esas fiestas no olvidará nunca el magnífico espectáculo de la plaza de San Francisco, de «la plaza», como antonomasia le llamamos los sevillanos (4).
En 1850 se sustituyó la fuente de piedra, rematada con un giraldillo de bronce, que construyó el maestro cantero Juan de Iglesias y que reproducen los grabados de los siglos XVIII y primera mitad del XIX, por la popularmente conocida «Pila del Pato», la pila nómada de Sevilla, ya que en 1881 fué trasladada a la Alameda de Hércules, con posterioridad a la Plaza de San Sebastián (actual Palacio de la Audiencia) y hoy en día en la Plaza de San Leandro.
Anteriormente en 1694 el Cabildo acordó colocar, junto al arco que daba acceso al Convento de San Francisco, hoy el «arquillo», una cruz de piedra de jaspe sobre peana y un farol, antes rodeado por una verja, más tarde sustituida por la actual.
En el ángulo donde se ubica el Banco de España en confluencia con calle Hernando Colón se instaló en 1974 la fuente de Mercurio, que ha había existido en la plaza.
La figura de bronce de Bartolomé Morel, estuvo durante muchos años instalada en el estanque próximo a la que fué vivienda del jardinero Mayor, en los Jardines de las Delicias, trasladada posteriormente a la Casa de los Pinelos y de allí a su emplazamiento actual en la Plaza de San Francisco.
En un primer intento de rescatar esta plaza de la invasión de vehículos, ésta ha sido peatonalizada.
El Ayuntamiento ha convocado un concurso de ideas para la recuperación de este espacio libre para devolverle su carácter, de punto neurálgico en la vida de la ciudad.
Es adoquinada por primera vez en 1866, dotándose de acerado en 1907 y 1918, actualmente con acerados de granito en el andén del Ayuntamiento.
Hoy en día es un amplio espacio abierto en el casco histórico, donde se viven momentos significativos de la ciudad; el Corpus Christi y la Semana Santa, recuperándose en el exorno oficial de la plaza con la instalación de toldos.
Distintas ferias, mítines y espectáculos diversos animan la plaza el resto del año.
La vegetación ha quedado reducida a una alineación de naranjos y dos laureles de Indias frente al Banco de España.
Recientemente, en este mismo año, se ha procedido al levantamiento de la capa asfáltica que cubría su tradicional pavimento de adoquines en espera de una actuación inmediata de acondicionamiento total, al igual que sus contiguas, la Plaza del Salvador y la de Jesús de la Pasión (Plaza del Pan).

LA PLAZA NUEVA
Es la principal del circuito antiguo de Sevilla, comenzada en 1852, en el solar del exconvento de San Francisco, con el nombre de Plaza Nueva o de Isabel II, hasta el año 1875 que se llamó de San Fernando. Se reforma en 1921 y se termina el 15 de agosto de 1924 con la inauguración del monumento.
Elevado en amplio andén sobre el plano de los arrecifes embaldosados, sembradas filas de ailantos y de altas acacias y palmeras que forman bóvedas de ramas y hojas alrededor del mismo, y el cuadrilátero marcado con balaustradas y asientos de piedra blanca; terminando el exorno con la distribución de doce farolas de forja de estilo sevillano sobre pedestales de jaspes y asientos semicirculares de mármol (1).
«En el centro de la plaza se encuentra el monumento al Santo Conquistador de la ciudad, acordado y proyectado en varias ocasiones a partir de 1862, pero que hasta 1924 no fué una realidad. Su traza es original del arquitecto sevillano Juan Talavera y Heredia. Joaquín Bilbao es el autor de la figura ecuestre.
Está inspirado en el estilo de transición del románico al gótico y se levanta sobre gradas de granito. El basamento, de planta estrellada que luego pasa a rectangular, lleva en sus cuatro frentes las figuras, en busto redondo y de tamaño mayor que el natural, de Alfonso X el Sabio, obra del escultor Enrique Pérez Comendador; del esforzado y casi legendario Garci Pérez de Vargas, tallada por Agustín Sánchez Cid, del primer arzobispo de Sevilla D. Remondo de Losana; debida a Adolfo López Rodríguez y del primer Almirante de Castilla D. Ramón Bonifaz, obra de José Lafita Díaz, todos ellos escultores sevillanos.
Sobre estar figuras y coronando los bellos doseletes góticos de alabastro que las cobijan, se hallan, alternativamente colocadas la Giralda y la Torre del Oro en su primitivo estado en el periodo almohade. Sobre una cornisa de canecillos románicos se levanta la estatua ecuestre de Fernando III el Santo, modelada por Joaquín Bilbao y Martínez».
La reforma en la que desaparecen las balaustradas y asientos de piedra blanca, fué realizado en los años cuarenta del siglo actual, el actual pavimento de mármol y enchinados pertenecen a la reforma.
Lo que en un principio fué un calificativo de recién hecha, se transformó en el nombre propio y oficial con el que es conocida.
Los primeros planos fueron de Angel de Ayala y modificados después por Balbino Marrón. Conserva hoy en día la estructura básica con que fué concebida.
El espacio central fué concebido como salón y ya en los primeros años se plantaron naranjos y palmeras, rodeándola con tres hileras de bancos de mármol con respaldos de hierro en todo el contorno y en el centro un kiosco para la música.
El crecimiento del tráfico rodado ha llevado a que se hicieran varias remodelaciones. En 1924 se instalan artísticas farolas de fundición. En 1930 se rodea de parterres y se cierra con una balaustrada de mármol, desaparecida años más tarde. Se pavimenta con losas de mármol y enchinados.
A principios de siglo se la dotó de árboles de sombra, Platanus orientalis y ailantos, estos últimos desaparecidos, bordeadas sus aceras con alineaciones de naranjos amargos.
En 1880 es cuando se tiene conocimiento de la primera plantación de palmeras en la Plaza Nueva (Plaza de la Infanta Isabel en aquel entonces) fué la primera plantación de palmeras en un espacio urbano de la ciudad. Estas provenían del Reino de Elche y con ellas vino el hortelano que debía plantarlas. Hoy en día las palmeras, como lo han sido desde su plantación, son el elemento vegetal más destacable en la plaza.
Unos setos de arrayán enmarcan los parterres donde se sitúan estacionalmente las plantas de flor.
En la actualidad con las obras del Metropolitano ésta deberá sufrir nueva modificación.

LA PLAZA DE SANTA CRUZ
Con este nombre se ha designado al parecer desde la Edad Media, a la plazuela y espacio que rodeaban la antigua parroquia de Santa Cruz. En 1609 se la conocía también como plazuela del Campanario. La plaza estaba formada originalmente por un pequeño ensanche que pudiera corresponderse con el cementerio parroquial, en la confluencia de la calle Santa Teresa con la parroquia de Santa Cruz, después trasladada a su emplazamiento actual (antigua Iglesia del Convento de Clérigos Menores).
«Sobre el solar procedente de la antigua parroquia de Sta. Cruz derribada en tiempo de la invasión francesa, se construye esta plaza.
En el perímetro de ella descansan las cenizas del gran pintor de la Inmaculada, Bartolomé Esteban Murillo.
Transformada en 1918. Con la de Doña Elvira, Plaza de las Cruces, Alfaro, Venerables, son las plazas del barrio típico por sus calles estrechas y antiguo sabor de muchas de sus casitas, emplazadas en los lugares de parte de la Judería medieval.
Exornadas las fachadas de las casas al estilo sevillano, y abierta calle de comunicación con los jardines de Murillo, pavimentado el andén de la plaza con ladrillos y olambrilla de azulejos, y sembrados arbustos y flores en cuadros que forman entre sí radios solados para tránsito; en el centro, y sobre gradería de ladrillo cubierta con macetas de flores, se eleva la Cruz de la Cerrajería, magnífica obra de forja de elegante ornamentación barroca. Hecha en 1692 fué obra de Sebastián Conde, costeada por los vecinos para la plaza de la Cerrajería, hoy cruce de la calle Sierpes con las de Rioja y Cerrajería.
La Cruz fué quitada varias veces para facilitar el tránsito con motivo de visitas y fiestas reales, y otras tantas fué colocada, hasta que en 1840 se trasladó definitivamente al compás del exmonasterio de las Mínimas en espera de ser concluido en adjunto Museo Provincial: en el dicho museo estuvo la Cruz hasta el año 1918, que fué llevada a la plaza donde hoy se contempla» (1).
Restaurada en 1978 por el artesano José Román Rodríguez, ante el estado de deterioro que se encontraban los hierros y parte de la forja.
La plaza, de planta rectangular, ofrece un espacio elíptico ajardinado sobre elevado y rodeado por una calle adoquinada. En el centro se eleva una peana con la cruz antes mencionada. Tiene grandes atractivos turísticos, siendo lugar de obligada visita en los recorridos por el barrio.
Naranjos agrios, setos de evonymus y plantas de flor forman su conjunto vegetal, destacando en una esquina de la plaza una Feijoa selloviana, planta tropical de frutos comestibles.

LA PLAZA DE DOÑA ELVIRA
Bajo el apelativo de Doña Elvira se han conocido desde el siglo XV varios espacios del Barrio de Santa Cruz que formaban parte de la Judería sevillana. En 1833 se rotuló como Arjona, siendo en 1845 cuando adquiere el nombre actual.
La plaza se formó por la demolición de unas casas en la época del Asistente Arjona en 1826, dentro del programa de saneamiento y ensanche de la ciudad.
En 1924 fué Juan Talavera, con modificaciones del Marqués de Vega Inclán, el que remodeló la plaza elevándola ligeramente en su parte central y rodeándola de parterres y naranjos, en el centro colocó una fuente de mármol. En su perímetro bancos de ladrillos y azulejos.
«Reformada en 1924. Nombre derivado del antiguo Corral o Teatro del siglo XVI, que estuvo en el terreno del adjunto Hospital de los Venerables.
Las fachadas de las casas que forman el recinto han sido exornadas al gusto sevillano moderno, los arrecifes fueron pavimentados con cuadrícula de adoquines y rellenos de chinas, el andén tiene en su centro una fuente-surtidor, y en los bordes de la plaza hay arriates con asientos de ladrillos y azulejos.
Constituye uno de los extremos del típico barrio de Santa Cruz, parte de la Judería medieval, y en ella desembocan las calles de Rodrigo Caro, Vida, Susona y Gloria, y contiguas se hallan las de Agua, Pimienta, Justino de Neve, Venerables, en todas las cuales han sido restauradas algunas de sus casas para recreos y hospederías del turismo».
Su principal decoración vegetal son los naranjos agrios, que la circundan y los pequeños arriates silueteados con setos de arrayán y flores anuales.
El autor del proyecto de reforma de la plaza fué el arquitecto D. Juan Talavera Heredia.
En el año 1969, se reforma nuevamente esta plaza sustituyendo el terrizo de albero existente por el enchinado actual, reparándose los bancos, arriates y fuente ante el mal estado en que se encontraban.

LA PLAZA DE SANTA MARTA
Debe su nombre al antiguo hospital fundado en 1385 por el canónigo Fernando Martínez, arcediano de Écija. Se la conoce como calle, calleja, callejón y barreduela. Es menos que plaza, una placita que estuvo enladrillada en el siglo XVI. Hoy cuenta con pavimento de cantos rodados y piedra de Tarifa.
Al término del callejón del mismo nombre, se forma la reducida plaza de Sta. Marta, sin más salida que su propia entrada. Su pavimento, empedrado fino
En el centro se alzan, sobre peana de ladrillo y piedra, una preciosa cruz románica de piedra, apoyada en capitel y trozo de fuste. Tiene el Crucificado por un lado y una Piedad en el opuesto, obra de Diego de Alcaraz (1564). Antes estuvo en el Hospital de San Lázaro.
Sobre las puertas que dan a la placita, lucen enredaderas, jazmines y damas de noche, siendo su principal elemento vegetal los naranjos que dan sombra a la plaza.
En la entrada hay un azulejo dedicado a San José.
En un artículo aparecido en Blanco y Negro, Francisco Coves escribía así de la plazuela: «La placita sólo tiene en su centro una cruz, y en el aire un rezo… Y un único caminito al mundo, que es el callejón de Santa Marta… Y aunque la Giralda se asoma para verla, no la ve bien. Y le echa los besos de sus campanas por encima de la tapia blanca».
Destacando la placidez de este rincón sevillano, J. Muñoz San Román escribía: «Qué emoción la de nuestro espíritu al sentirse cautivo en aquella suave claridad de la noche discreta… Y qué inquietud la de nuestro corazón sintiéndose sólo tan cerca de las monjitas que nos miran detrás de las celosías o que duermen soñando con glorias y amores de los cielos».
En este lugar fija la leyenda el rapto de Doña Inés por Don Juan Tenorio.

LA PLAZA DEL TRIUNFO
El espacio que ocupa actualmente ha sido conocido a lo largo de la historia como Plaza del Alcázar, del Corral de los Olmos, del Hospital del Rey, de la Lonja y de Graneros del Cabildo. En 1845 se le dio oficialidad al nombre actual de Plaza del Triunfo, que se lo debe al monumento o Triunfo que se construyó para conmemorar el suceso portentoso de que un terremoto (1 de noviembre de 1755) hundiese algunas naves de la Catedral sin ocasionar víctimas a pesar del numeroso público que oía la misa mayor.
En 1848 se propone nivelar el terreno y pavimentarlo, ya existían algunos árboles, ya que era más un paseo que una plaza. En 1873 ya aparece como planta de salón de forma elíptica dotada de bancos, árboles y candelabros.
«Es la plaza de los grandes monumentos: los Reales Alcázares, la Catedral, La Casa Lonja, existiendo además en ella el templete conmemorativo que se elevó en 1757; y el monumento a la Inmaculada Concepción, en 1918».
«El elevado en el centro de la plaza, fué proyecto del arquitecto D. José Espiau y Muñoz y del escultor D. Lorenzo Coullaut Valera. Sobre un octógono de césped y plantas de gradería de granito, se alza el monumento jónico de piedra artificial, inaugurado el 8 de Diciembre de 1918 en el que fué reformada.
En los cuatro frentes de la base, los escultores de los concepcionistas: el jesuita Juan de Pineda, el pintor Murillo, el escultor Montañés y el fervoroso Miguel Cid, se remata este monumento con una bella imagen de la Concepción, habiendo servido de modelo al escultor la que pintó Murillo para el Hospital de los Venerables».
Rodeada de acacias; Robinia pseudoacacia. Su sencilla jardinería la componen setos de boj y arrayán que delimitan los arriates, cubiertos con plantas de flor.
«Frente a la plaza, delante de la Casa Lonja, actual Archivo de Indias, entre los jardines se halla el primer monumento de memorias sevillanas, que conmemora el terremoto del 1 de noviembre de 1755, que destruyó Lisboa e hizo muchos destrozos en Andalucía, es de piedra, con incrustaciones en mármoles: rodeado de una verja de hierro, sobre tres gradas, un pilar sostiene un templete con imagen de la Virgen, es de estilo barroco y fué concluido en 1757».
Desde hace unas décadas acuden las tunas universitarias la víspera de la Inmaculada a ofrecerle flores y cánticos, mientras un grupo más reducido reza el Santo Rosario.

LA PLAZA DEL SALVADOR
La plaza posee forma rectangular. Una parte de este espacio público fué utilizado como cementerio hasta el siglo XVII, durante siglos estuvo sin urbanizar. En 1840 se instala una fuente procedente del Convento del Carmen. En 1846 se construye con proyecto de Balbino Marrón un paseo salón en el centro de la plaza, se la rodea de árboles y bancos con respaldo de hierro. Las protestas de los comerciantes consiguieron que en 1861 se desmontara la plaza, sustituyéndola por otra de diseño elíptico.
Enladrillada hasta finales del siglo XV y empedrada desde entonces, la plaza no se adoquina hasta 1861.
Ha sufrido en el transcurso de los años diversas modificaciones, estando prevista una nueva reforma en la que irá incluida la ubicación de nuevo del monumento a Martínez Montañés trasladado desde la misma plaza a los aledaños de la Catedral en 1967.
«El monumento antes dicho se erigió por suscripción popular en 1923, siendo su autor, el escultor D. Agustín Sánchez Cid. Consta el monumento de un pedestal rectangular con ángulos achaflanados ocupados por cuatro ángeles en medio relieve, teniendo carteles de bronce en los frentes. La estatua sedente de Montañés, lleva en sus manos una figura de la Inmaculada de pequeño tamaño». (2)
Los naranjos que actualmente la circundan, sustituyeron en el año 1968 a los chopos bolleana, Populus alba var. bolleana, que dañados en sus troncos por los automóviles y atacados por orugas taladradoras ofrecían peligro de caída ante cualquier agente atmosférico. Con anterioridad, en otra reforma fueron sustituidas las acacias plantadas en el terrizo de la plaza donde estaba ubicada la escultura de Martínez Montañés.
En la actualidad, al ser peatonalizada, está pendiente de nueva reforma que le devuelva su carácter de plaza, ya que se había convertido en un aparcamiento de coches. Hoy en día es peatonal.

LA PLAZA DE PILATOS
Conocida como Plaza del Marqués de Tarifa en la segunda mitad del siglo XVI, y como Plaza del Duque de Alcalá o del señor Duque de Alcalá a finales del siglo. Hasta finales del siglo XVIII que se consagra como Plaza de Pilatos, en la que se sitúa el palacio de los Marqueses de Tarifa, en la actualidad de los Duques de Medinaceli, conocido como Casa de Pilatos.
Sobre el proyecto del arquitecto municipal, D. Amalio Saldaña, se ejecutan obras de restauración. Al realizar la reforma de la plaza, que principalmente consiste en su pavimentación, se incorporan bancos de granito, ampliando las obras hasta la Casa de Pilatos, donde se pavimenta y se plantan naranjos agrios.
Actualmente la plaza se encuentra dividida en dos espacios de proporciones desiguales. El más pequeño, de planta triangular, frente a la Casa-palacio, posee pavimento de enchinado y adoquín, con naranjos plantados en sus alcorques y ha quedado como antesala de acceso al Palacio de los Medinaceli.
El segundo, la plaza propiamente dicha, de mayor amplitud, posee una planta rectangular que se estrecha en su fondo. Está pavimentado con losas de Sierra Elvira y chinos en damero, bancos de granito y farolas de fundición. En el centro se levanta una escultura en bronce del pintor Zurbarán, trasladada desde la Avda. de Portugal, donde estuvo originalmente instalada durante la celebración de la Exposición Iberoamericana del año 1929.
La plaza está plantada con Gleditsia triacanthus (acacia negra o de tres púas) y cuatro palmeras Phoenix canariensis, que son su principal ornato vegetal.

LA PLAZA DE LA MAGDALENA
El espacio actual que conocemos es el amplio resultado de una operación urbanística realizada entre los años 1840 y 1850 sobre la antigua plaza y el solar de la vieja parroquia.
El reciente ensanche de la calles Josefa Reina Puerto ha contribuido a cambiar la perspectiva de la plaza, dándole más amplitud.
La plaza se configuró como un paseo con árboles de sombra y bancos, con una fuente central fechada en 1844, posiblemente construída con restos de otras fuentes procedentes de la Alameda de Hércules, en su basamento se utilizaron mármoles del viejo palacio Arzobispal de Umbrete. La fuente representa una mujer vestida a la griega con una corona de laurel en la mano izquierda.
En 1882 se alteró este trazado romántico con la creación de amplias aceras laterales y sustitución de los árboles de sombra por palmeras y naranjos.
Anteriormente esta plaza formada en el solar de la antigua parroquia de la Magdalena, se denominó de la Libertad, en 1841, pasó a llamarse del Pacífico hacia 1869 en recuerdo de la guerra del mismo nombre, victoriosa para las armas españolas. En 1928 se denomina Cristo del Calvario, volviendo a llamarse del Pacífico en 1931. Ya en 1936 se la rótula con el nombre de General Franco, título que lleva hasta el año 1980 en que restaura su primitivo de La Magdalena.
Reformada en 1968, siendo autor del proyecto al arquitecto municipal D. Luis Recasens, las obras de reforma consistieron principalmente en la restauración de la fuente central de mármol y de todo el pavimento de la plaza, ampliando éste a costa de sacrificar zona de jardines, dando el enorme tráfico peatonal de la misma, al emplazarse grandes almacenes comerciales en sus proximidades.
Su vegetación fundamental son las palmeras datileras Phoenix dactylífera y los naranjos agrios que la circundan.
Bancos tradicionales de fundición y una fuente central de mármol, construída en el año 1844, componen el conjunto urbano.

LA PLAZA DEL DUQUE DE LA VICTORIA
Esta es, según el libro «Las calles de Sevilla», de D. Santiago Montoto, la historia de la plaza: «fué en el siglo XVI la plaza más importante de la ciudad. En ella tuvo su casa principal el poderoso Duque de Medina Sidonia. Hablando de ello, en 1579, dice el escritor sevillano Francisco Sigüenza: «esta casa es del excelentísimo duque de Medina Sidonia, la cual, con el mayorazgo fundó el valerosísimo caballero don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, cuyo valor tan celebrado es por todo el mundo, así por haber dado tan singular principio a tan grande estado, como por sus grandes y valerosos hechos de armas; y agora don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, onceno señor de esta casa, décimo conde de Niebla y séptimo duque de Medina Sidonia que hoy vive, las va labrando, dando anchura y más lugar a esta plaza y muy hermosa vista con tan suntuosa delantera, que después de acabada hasta la otra esquina que entra en la calle de las Armas (como se tiene acordado) será la mejor que hay en España».
Vélez de Guevara en «El diablo cojuelo», llama a esta plaza barrio del Duque, diciendo: «Llegamos al barrio del Duque, que es una plaza más ancha que las demás, ilustrada de las ostentosas casas de los Duques de Sidonia…, aposento siempre de los Asistentes de Sevilla…»
Tenía el Duque en esta plaza un juego de pelota, que dio nombre a una calle próxima, del cual dice Lope de Vega en «El anzuelo de Fenisa»:
«Tiene el duque de Medina
(ya entenderá que es Sidonia)
Junto a su casa en Sevilla
Un corredor de pelota…
Tiene aqueste corredor,
No enfrente, sino en la popa,
Las armas de los Guzmanes…
Este corredor lo utilizaba el Ayuntamiento en las fiestas de los toros y cañas que se celebraban en la plaza.
En la época romántica la plaza del Duque fué el paseo más distinguido de la ciudad, el que, según el Duque de Rivas, preferían los sevillanos en su tiempo, dando de lado a la decrépita Alameda de Hércules: «Nadie la pisa de noche -dice el autor de «Don Alvaro»- porque todos prefieren ¡lo que es la perra de la moda! la estrechez, vapor y encajonado ambiente de esa mocosa coquetuela y presumidilla que llaman plaza del Duque…»
«En 4 de marzo de 1841 se acordó por el Cabildo, que la plaza del Duque se denominase del Duque de la Victoria, borrándose así páginas de la historia de Sevilla. Espartero bombardeó a Sevilla, y la generosa Isabel II concedió a la ciudad el título de invicta y otros honores, por haber resistido al que luego fué duque de la Victoria, llamándose entonces la plaza, como en los tiempos antiguos, del Duque. En 1868 la volvieron a nombrar del Duque de la Victoria.
Reformada en 1924, con cuarterones y tableros de jardín, arriates y pavimentación de mármol y arboleda de ailantos y fresnos y dos palmeras. En el centro se eleva el pedestal y la estatua del insigne Velázquez, erigido en 1892″.
En 1936 pasó a denominarse Plaza del General Queipo de Llano, desde julio hasta septiembre del mismo año que pasó a su nombre popular.
Actualmente, después de haber sido objeto de varios proyectos de alineación, presenta una planta de forma casi rectangular, algo más estrecha en la zona norte. Basamento central elevado a dos niveles, aceras de terrazo y losas de mármol y enchinado la parte superior. En forma de crucero tienen en el centro erigido una estatua de Velázquez con pedestal neoclásico de sillones de piedra blanca, trazado por el arquitecto municipal D. Juan Talavera y de la Vega. La escultura es fundida en bronce en nuestra ciudad según modelo de Antonio Susillo.
La composición vegetal la forman una alineación de fresnos en el acerado y en los parterres destacan palmeras canarias, árbol del fuego, árbol de Júpiter, magnolios y un gran pitosporo.
Fué la plaza el centro neurálgico de la ciudad en todos los tiempos.
Una plaza rodeada de grandes casas-palacio que poco a poco se fué desnaturalizando con el derribo de éstos, y apareciendo nuevas construcciones que la han transformado en centro comercial de la ciudad.
La última reforma llevada a cabo se realizó en 1976, ante el mal estado que se encontraba, se adoptó una nueva pavimentación con piedra de Sierra Elvira y enchinado. Restituyéndose los arriates elevados. Con esta reforma desaparece el arriate central que protegía el monumento, para dar más espacio peatonal al público, problema creado con la ubicación de grandes almacenes en sus alrededores. Nuevos bancos de fundición son instalados. Se conserva su arbolado, viejos fresnos, grevillea, palmeras y magnolia que ya existían, se bordean sus arriates con setos de boj y en el interior cambiantes macizos de plantas de sombra o flor.

LA PLAZA DE LA CONCORDIA
Sobre parte del solar que ocupó el colegio de la Compañía de Jesús, bajo la advocación de San Hermenegildo, se conserva en estos jardines, la capilla de dicho colegio, iniciada su construcción en el año 1616, terminándose hacia 1620, sobre proyecto de Pedro Sánchez, su planta elíptica, es única en la arquitectura sevillana. Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, tiene una vida insegura, convirtiéndose en cuartel a partir de la Guerra de la Independencia.
Al ser derribado en 1956 todo el conjunto del colegio, se restaura la capilla, bajo la dirección del arquitecto Félix Hernández, pasando desde entonces a ser Salón Municipal, en el cual se instala provisionalmente el Museo de Arte Contemporáneo, en la actualidad está destinado a Sala Municipal de Teatro. Se proyecta por el arquitecto municipal D. Aurelio Gómez de Terreros unos jardines que en 1958 son inaugurados, se le denomina entonces Plaza del 18 de Julio.
En el año 1974, y con motivo de las obras de construcción del aparcamiento subterráneo de unos grandes almacenes, se levantan estos jardines, realizándose un nuevo proyecto por el arquitecto D. Amalio Saldaña, dándole su aspecto actual, quedando inaugurada en el año 1976.
Todo el jardín se encuentra situado sobre la estructura del aparcamiento, pavimentos de losas de granito y enchinado blanco y cimeras del mismo material, componen su conjunto arquitectónico.
Actualmente el espacio central de la plaza incluye la ex-iglesia de San Hermenegildo, ahora centro de actividades culturales y durante un tiempo fué salón de plenos del Parlamento de Andalucía. El espacio ajardinado, organizado en tres ambientes distintos, uno de ellos en torno a un estanque rectangular y otro elevado sobre cuatro escalones al resto de la plaza, construída sobre un aparcamiento subterráneo.
La vegetación la componen las tipuanas como árboles de sombra en la parte elevada y magnolios y naranjos en las zonas de jardín rasantes con las calles que la circundan.
La plaza está pavimentada con losas de granito y enchinados, con farolas de fundición y bancos de granito y fundición.
La plaza goza de una gran animación al estar muy transitada en horas diurnas debido a la existencia de unos grandes almacenes y ser lugar de paso al barrio del Gran Poder.

LA PLAZA DE LA GAVIDIA
En la década de 1830 se plantaron árboles que pocos años más tarde fueron arrancados, de nuevo fueron plantados en 1854, hasta que en 1880 sufre una profunda remodelación: las dos hileras de árboles que bordeaban la plaza fueron sustituidas por cuatro parterres que formaban una figura ovalada en el centro de los cuales se situó el dos de mayo de 1884 el monumento en honor a Dais. El tamaño de los pies, exagerado en esta escultura, ha propiciado el dicho popular: «Más grande que los pies de Daóiz», cuando se quiere destacar algo de grandes dimensiones.
«Se encuentra ubicado el monumento a Daoiz inaugurado en 1889, se levanta sobre pedestal de mármol rojo según la traza del arquitecto municipal D. Francisco Aurelio Alvarez.
La estatua y los bajo relieves con escenas de la gesta del 2 de Mayo, que figuran en sendas caras del pedestal, fueron modeladas por Antonio Susillo en 1882, y realizadas en bronce en la Fundición de Artillería de Sevilla, así como la verja que rodea al monumento, representando cañones con escobillones cruzados y coronas, enlazados por fuertes cabos». (2)
Una posterior reforma se ha realizado recientemente, en el año 1978 quedó terminada, consistiendo principalmente en la pavimentación de la plaza con losa de Sierra Elvira y enchinado, formación de arriates en los árboles existentes, Catalpa bignonioides, y colocación de bancos tradicionales de fundición, lo que la configura en su estado actual, en la que también están representados los naranjos agrios y las palmeras. En su perímetro plátanos y fresnos.
«Anteriormente fué llamada plaza de la Gaviria 1771-1778, que por corrupción del idioma se convirtió en Gavidia.
En Cabildo de 23 de mayo de 1862 se acordó se denominase del Infante Don Felipe, en memoria del feliz nacimiento de éste, hijo de los duques de Montpensier. En 1868 se dedicó a D. Ramón García Calatrava, hasta que en 1875 los concejales de la Restauración le volvieron el antiguo nombre de la Gavidia, sin embargo Sevilla para solemnizar la proclamación del rey D. Alfonso XIII acordó el 2 de mayo de 1902 darle el nombre de este monarca, plaza de Alfonso XIII, en la actualidad sigue con su nombre primitivo corrupto, plaza de la Gavidia».

LA PLAZA DEL MUSEO
«Sobre la parte del noviciado del exconvento de la Merced, comenzaron en 1840 las obras de la plaza. En 1846 se inauguró con bancos y cestas de flores, una fuente en su centro, y en el contorno bustos de mármol y pedestales de piedra traídos del palacio arzobispal de la Villa de Umbrete con ricas estatuas y cabezas que la decoraban, posadas sobre caprichosos pedestales. Los bustos eran de emperatrices, emperadores romanos y estaba plantado con dos hileras de árboles.
En 1852 se hizo la fachada del edificio destinado a Museo. En 1864 fué reemplazada la fuente por el pedestal y la estatua de Murillo, trasladándose fuente y bustos a los jardines de las Delicias de Arjona. Y en 1921 se exornó el andén de la plaza con arriates y bancos de estilo sevillano.
«El diseño del pedestal del monumento a Murillo que preside la plaza, se debe al arquitecto sevillano D. Demetrio de los Ríos, esculpiéndose en mármol de Carrara por los artistas Vanelli, Caniparoli y Giemiguiani, siendo la escultura fundida en bronce en París, según el modelo del escultor madrileño Sabino Medina».
Rodean la plaza naranjos agrios que sustituyeron a unas envejecidas acacias, destacando en la plaza dos Ficus macrophylla, junto con altas y esbeltas palmeras
La plaza ha sufrido varias remodelaciones, la última según proyecto de la arquitecta Inés Campos.
El 15 de junio de 1900 se llamó del Conde de Casa Galindo. En el siglo XVI se la llamaba de la Merced por el convento de este título, ahora Museo de Bellas Artes.

LA TORRE DE DON FADRIQUE (CONVENTO DE STA. CLARA)
«Edificada en 1252 por el Infante D. Fadrique, hijo de San Fernando.
Fué donada por Sancho IV en 1289 a las monjas Clarisas.
En 1920 el Excmo. Ayuntamiento adquiere la huerta con las torres y otras dependencias del Convento, y establece allí la Colección Arqueológica Municipal, llevando a cabo obras de adaptación, se practica una profunda excavación hasta encontrar el nivel antiguo del basamento de la torre. Lo que se aprovechó para realizar una alberca alargada ante ella, en la que se refleja el monumento, salvándose el desnivel resultante con amplias escaleras y rodeándolo de jardines» (2).
Destaca en estos jardines un viejo ejemplar de Laurus nobilis (Laurel salsero) sin duda el más antiguo de Sevilla, naranjos y setos de arrayán forman el conjunto vegetal que enmarca el monumento.

EL MONUMENTO A SOR ANGELA DE LA CRUZ
«Con la aportación de personas y entidades devotas de la abnegada labor de caridad que realiza la Fundación de las Hermanas de la Cruz (en el siglo Ángela Guerrero González), se ha erigido este monumento a la entrada de la calle que lleva su nombre, en el pequeño jardín adosado a la fachada lateral de la Parroquia de San Pedro.
La escultura, que se levanta sobre pedestal de no mucha altura y sencillos volúmenes, es obra del profesor de la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla, D. Antonio Gavira Alba. Se inauguró el 6 enero de 1966″ .
Jardín bordeado con seto de aligustre y plantado de rosales, un ciprés, un jazmín y pacíficos, componen el sencillo entorno.

LA PLAZA DEL ALTOZANO. MONUMENTO A JUAN BELMONTE
En las confluencias de las calles Betis y Pureza con la plaza del Altozano. Todo un símbolo de la Triana de siempre. Se ha alzado un monumento a la memoria de Juan Belmonte en bronce obra de Venancio Blanco. Sobre pedestal de ladrillo limpio, mirando a la Real Maestranza que se asoma al Guadalquivir, la estatua de Belmonte, modernista, preside estos pequeños jardines.
Diseñado por Luis Recasens y Queipo de Llano y siendo aparejador D. José Lupiañez Alvarez
La escultura y un magnífico Ficus decora, damas de noche y arrayanes componen este pequeño jardín

LA PLAZA DE SANTA MARIA LA BLANCA
Sacamos del estimable libro «Las calles de Sevilla» de D. Santiago Montoto, la historia de esta antigua plaza: «Por el templo de esta advocación sito en ella. El nombre más antiguo que conozco de esta vía es el de Acuayca. Está mencionado en el dote de la Iglesia de Santa María la Blanca, constituído en escritura del 2 de agosto de 1391, ante el escribano González» (Arch. de la Catedral).
El Acuayca está nombrado en la Replicación de Juan Alfonso contra Ferrán Manuel, según se lee en el Cancionero de Baena:
Fernand Manuel, a los de Zadique
O del Acuayca d’alla de Sevilla,
O algunos gallegos de la Costanilla,
Porniedes vos miedo con vuestro replique».
Acuayca, según nota de Ochoa de dicho Cancionero, es «voz arábica y diminutivo de as-soc, que significa el zoco o mercado, como si dijéramos los mercadillos».
La anchura de delante de la Iglesia se denominó plaza de Santa María la Blanca, y la parte desde el templo a la terminación Ancha de Santa María la Blanca. En esta plaza, según se lee en el Entremés de los Mirones, atribuido a Cervantes, «suele juntarse infinidad de negros y negras» .
El último trayecto se llamó Puerta de la Carne, por la que se entraba en la ciudad del próximo matadero, donde nació Berganza, el compañero de Copión, y, según algunos, antes Puerta de Minjoar, corrupción de Bad el Chuar (Puerta de las Perlas). Rodrigo Caro, en sus Antigüedades de Sevilla, dice que el nombre de Minjoar lo tomó de un judío rico que cerca de ella vivía. González de León afirma que se llamó -no sé dónde tomaría la noticia- de Ahoar o Vib Alohar por el que la construyó reedificándola.
En el siglo XVI su principio se llamó indistintamente plaza de Zúñiga, del Duque de Béjar, de Villamanrique, por el apellido y títulos de la casa ducal de Béjar, cuyo palacio aún se conserva.
Situada en la calle de la iglesia del mismo nombre en la Puerta de la Carne.
En el año 1976 se restaura esta plaza bajo la dirección del arquitecto municipal D. Amalio Saldaña García, y el aparejador Jose Lupiañez Alvarez pavimentándose su solar con losas de piedra de Sierra Elvira y enchinando, colocándose bancos clásicos de fundición y plantándose naranjos en la misma.

LA PLAZA DE SANTA ISABEL
Las primeras referencias históricas aluden a ella como la plaza que está detrás de San Marcos y, desde finales del siglo XVI (1586) es nombrada como plazuela de Santa Isabel.
Ubicada en la confluencia de las calles Sta. Paula y Vergara, a espalda de la Iglesia de San Marcos, toma el nombre de Santa Isabel por el convento de monjas que se halla frontero a la plaza, con el título de la Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel, fundado por doña Isabel de León y Farfán.
Se debe la restauración al proyecto redactado por el arquitecto municipal D. Luis Gómez Estern, ejecutado en la década de los años 60 del presente siglo.
Actualmente la mayor parte de la plaza está ordenada como espacio de recreo, con el fin de proporcionar esparcimiento a la población infantil de aquella zona.
Una fuente y entorno a ella cuatro bancos de ladrillo y cerámica con respaldo de hierro. Naranjos en los alcorques de la plaza, un almez y un gran granado en flor.

LA PLAZA DE MOLVIEDRO
En el libro de D. Santiago Montoto «Las calles de Sevilla» al referirse a la plaza de Molviedro escribe así: «En memoria de don Miguel Prudencio de Molviedro, que en beneficio del barrio de La Laguna edificó la capilla de Nuestra Señora del Mayor Dolor, y cedió a la ciudad parte de la calle de la Laguna, la plaza llamada hoy de Molviedro, la antigua calle del Palenque, hoy del Padre Marchena. En el plano de 1771 se titula de Molviedro a la actual calle de Castelar.
El nombre de la plaza de Molviedro se le dio en 1845, a la que se llamaba compás de la Laguna y plaza de La Laguna, se equivocó González de León (Bosquejo de las variaciones…) al afirmar que las modificaciones hechas por Molviedro en estos lugares fueron en 1612. No es de extrañar el error, ya que ni supo el nombre de pila de tan insigne patricio.
En estos lugares pensó la Ciudad erigir una estatua al Rey Carlos III, ya que en su reinado se había llevado a cabo el embellecimiento de estos parajes. Mas su Majestad declinó la honra, en carta del Marqués de Aguilar (1760), felicitando a Sevilla por la reconstrucción del barrio de La Laguna, y manifestando al par que no aceptaba la dedicación de la estatua por no gravar los fondos del Ayuntamiento» (3)
Hoy en día, sólo un naranjo resta de los que existieron en la plaza, invadida por los coches, espera su reconversión en plaza pública de uso peatonal para los ciudadanos. Últimamente, año 1996, ha sido reordenada según proyecto de la arquitecta Inés Campos, plantando jacarandas como principal especie vegetal.

LA PLAZA DE LAS MERCEDARIAS
Construída sobre el solar del antiguo Monasterio de la Visitación de Santa María de las Salesas, se denominó de San Bartolomé, cambiándose por el actual de las Mercedarias, para evitar confusiones con la inmediata a la parroquia de dicho nombre.
Se alza en esta plazoleta una columna rematada con una Cruz de cerrajería. El pavimento inconcreto de losas de Tarifa y unos Brachychiton populneum componen el conjunto de esta diminuta plaza, remodelada recientemente con la plantación de laureles de Indias, naranjos y árbol de Júpiter. Colocándose bancos de piedra en la misma.

LA PLAZA DE CARMEN BENITEZ
En la antigüedad se tituló de San Roque por estar frontera la parroquia del mismo nombre cambiándose poco después por la del Santo Tutelar para no confundirla con la calle de San Roque que existía en el barrio del Museo.
Por el Ayuntamiento se acordó en sesión del 3 de julio de 1896, darle el título actual de plaza de Carmen Benítez, «para perpetuar la memoria de dicha señora, y como testimonio de gratitud por la donación que ha hecho al Municipio de un edificio para escuelas públicas, construido a sus expensas en la vía antes citada».
Circundada por Melia azedarach, Paraíso, es la única aportación vegetal, junto con los bancos modernos de cerámica, componen la plaza en la actualidad.
Unos Platanus híbrida, Plátano de Indias, se encuentran plantados en el acerado delante del colegio existente.
El 10 de septiembre de 1915, se aprueba el proyecto de jardines redactado por el ingeniero municipal D. Luis Estrada para esta plaza.
Esta plaza fué restaurada en el año 1964, sustituyendo el pavimento terrizo por el actual, construyéndose bancos de mampostería con escuadras y azulejos de Triana. En esta fecha se dotó de farolas de alumbrado.

LA PLAZA DE LA ALIANZA
Según dice D. Santiago Montoto, en su libro «Las calles de Sevilla», tomó el título de la Alianza por un establecimiento mercantil del mismo nombre que se encontraba en ella emplazado.
Anteriormente se denominó Plaza del Pozo Seco por uno que existió en su ámbito.
Por los años 60 con motivo de la apertura de la nueva calle, en la actualidad Joaquín Romero Murube, que enlaza la plaza del Triunfo con esta de La Alianza, para dejar vista la zona de murallas y torreones del Alcázar colindantes, se reforma ésta, pavimentándola de guijarros y adoquín, situando en el centro de la misma una artística fuente, procedente de los jardines de Las Delicias.
La plaza comunica así mismo el paso a la cercana plaza de Doña Elvira a través del Rincón de Rodrigo Caro.
Se plantaron en el arriate adosado a las murallas del Alcázar, cipreses y granados en espaldera, jazmines y damas de noche, que junto con una alineación de naranjos completan la estructura vegetal de la plaza.
En una de sus fachadas existe colocado un retablo de azulejos con la reproducción del Cristo de las Misericordias de la Hermandad de Santa Cruz, enmarcado por una gran buganvilla roja, que llama poderosamente la atención ennobleciendo el conjunto, en el momento de su abundante floración.

LA PLAZA DEL DUQUE DE VERAGUA
«En el año 1899 se denominó con el nombre de Duque de Veragua en reconocimiento y gratitud al excelentísimo señor D. Cristóbal Colón y de la Cerda, duque de Veragua, «por haber accedido gustoso a que dentro del recinto de la gran basílica se conserven las cenizas veneradas del insigne navegante descubridor de la isla de Cuba»
Anteriormente se denominó del Carmen por el convento frontero de los Carmelitas Calzados y en el siglo XIX se tituló de Cuba.
En la década de los 60 del actual, se reformó esta plaza según el proyecto del arquitecto municipal D. Luis Gómez Estern, pavimentándose y colocando bancos de ladrillo y azulejería modernos, siendo sustituidas las envejecidas acacias negras, Gleditsia triacanthos, por los naranjos que ahora existen. La plaza era terriza.

LA PLAZA DE SAN JUAN DE LA PALMA
Llamada en la antigüedad esta plaza de San Juan Bautista, fué sustituido este título por el actual de San Juan de la Palma en 1875, por una que crecía en dicha plaza. Situada en la confluencia de las calles Feria, Regina y Espíritu Santo.
Con las reformas realizadas en el caserío que la compone, la plaza como tal ha desaparecido, derribándose unas pérgolas que existían con buganvillas y los bancos deteriorados por completo.
Permanecen el grupo de palmeras existentes y las acacias, Robinia pseudoacacia, que la enmarcan.
Un conjunto urbano tradicional degradado en la actualidad, que exige un adecuado estudio de planeamiento en función a devolver a este sector de la ciudad su carácter y a la plazoleta el encanto de un lugar de reposo para el ciudadano en el casco antiguo de la ciudad.
Tiene forma de triángulos, más estrecha en su arranque y muy ancha en la parte central, ocupa el espacio delantero de la fachada lateral de la parroquia. Lo que hoy se designa como plaza es la unión de ésta con el eje viario que tiene todas las características de calle.
Con pavimento de losas, bancos y algunos árboles, acacias, palmeras y naranjos, configuran este espacio urbano.

LA PLAZA DE TERESA ENRIQUEZ
En el libro de D. Santiago Montoto «Las calles de Sevilla», al referirse a esta plaza dice así: «Por acuerdo capitular de 24 de octubre de 1919, a la plaza de Gunderico se dio el nombre de Doña Teresa Enríquez «Loca del Sacramento» por su encendido amor a la Eucaristía, amiga y confidente de Isabel la Católica».
En el antiguo y curioso libro «Carros de las donas» se leen las siguientes palabras: «Edificio en la Villa Torrijos una Iglesia Colegial de maravilloso edificio de bóveda, dotóla de rentas y calidez, cruces ornamentos: llamóse «Corpus Christi» porque esta señora era muy devota del Santísimo. E porque le ficieron relación que en Roma, cuando llevaban el Sacramento a los enfermos, no lo llevaban con aquella reverencia que razón, hizo edificar una capilla muy suntuosa en una parroquia de lo más público de Roma, que se llama de San Clemente in Damaso, la cual dotó de muchos ornamentos, muchos cálices y custodias, así para estar el Sacramento en el altar, como para cuando lo llevasen a los enfermos… y procuró de nuestro Santo Padre una bula del Sacramento para toda España; lo cual ha placido a Dios, que en cada parroquia de la mayor parte de España, hay una cofradía del Sacramento».
A través del tiempo ha tenido distintos nombres, como el de Gunderico, de los Godos, Cementerio de San Vicente y Chica de San Vicente.
Hoy la plaza de Teresa Enríquez es una de las que prioritariamente debe ser rescatada, su cruz sobre columnas de mármol ha desaparecido, sus plantaciones desde años arrasadas, es una plaza más de las que no ha podido evitar ser convertida en un aparcamiento de vehículos, sólo los naranjos que la enmarcan en el acerado que la circunda y su nombre, nos dan una idea de que aquel lugar podría haber sido una plaza.
El pavimento de adoquín ha sido cubierto con una capa de asfalto, convirtiéndolo en una vulgar calle. Sólo la sensibilidad y la voluntad de rescatar la historia de Sevilla, pueden devolver a esta plaza su antigua fisonomía.

LA PLAZA DE SAN LEANDRO
Recibe esta denominación desde 1572 por el convento de religiosas agustinas allí levantado en el siglo XIV.
En 1853 fué dotada de una fuente de hierro fundido y en fecha imprecisa con árboles, pero en 1906 se procedió a la corta de los mismos salvo uno, porque éstos estorbaban al tráfico.
Actualmente posee una calzada perimetral y está pavimentada con adoquines y enchinado. Un sólo laurel de Indias y unos naranjos agrios dan verdor a la plaza.
En la confluencia de las calles Alhóndiga, Imperial y Francisco Carrión Mejías, se encuentra la plaza de San Leandro.
En el centro de la misma se encuentra una fuente conocida vulgarmente por «La Pila del Pato», fuente muy popular en Sevilla, que en el transcurso del tiempo ha conocido diferentes emplazamientos, como fueron la plaza de San Francisco, Alameda de Hércules, y por último la plaza de San Sebastián frente a la actual estación de Autobuses.
La plaza fué reformada en los años 60, instalando la fuente de referencia procedente de la plaza de San Sebastián al construirse el nuevo Palacio de Justicia en el Prado, pavimentada con adoquín y chinas, la plaza era de terriza y existía un buen ejemplar de Laurel de Indias, Ficus retusa, que se respetó y en la que se plantaron naranjos en su perímetro, siendo esta toda su decoración vegetal.

LA PLAZA DEL CRISTO DE BURGOS
Al principio del siglo XVII se denominó de los Descalzos, por estar enclavada en ella el convento hoy desaparecido de los Padres Trinitarios Descalzos. En esta plaza se encontraba una mezquita del barrio desaparecido llamado del Adarvejo.
Figuró en su solar la primera fábrica de Tabacos que se edificó en España, posteriormente transformado en cuartel, una vez derribado este edificio se convirtió en la actual plaza, esto ocurría en el año 1840.
En la actualidad se han efectuado obras de reformas consistentes en la pavimentación de toda su superficie a base de ladrillo y olambrillas, así como la reconstrucción de los bancos, todos ellos de azulejos trianeros modernos. En esta restauración desaparecieron las pérgolas que existían.
Esta plaza tomó su actual nombre en 1950, anteriormente se denominó de Argüelles en homenaje al insigne orador D. Agustín de Argüelles
Principal atractivo vegetal de la plaza son los cuatro grandes Ficus macrophylla plantados en las cuatro esquinas del rectángulo que la forma.
Estos árboles fueron plantados en 1925-1930, traídos del macetero del parque de María Luisa.
Completan la vegetación de la plaza unas palmeras de canarias y unos magníficos plátanos orientales.

LA PLAZA DE SAN LORENZO
Situada en las confluencias de la calles Cardenal Spínola, Conde de Barajas y Juan Rabadán, la plaza de San Lorenzo, le da nombre a este señorial barrio, cuna del insigne poeta Gustavo Adolfo Bécquer, que vivió en la frontera calle conde de Barajas, alberga esta plaza la parroquia del mismo nombre así como el templo en el que se venera la popularísima imagen de Ntro. Padre Jesús del Gran Poder, una de las devociones más arraigadas en los sevillanos, que abarrotan el templo los viernes de todo el año para postrarse antes sus plantas.
Se encuentra pavimentada la plaza con ladrillos, enchinado y tiras de piedras graníticas, distribuidos por su entorno varios bancos de granito con respaldo de hierro forjado y faroles de fundición.
Su estructura verde la forman una plantación perimetral de Platanus x híbrida, Plátano de Indias, y dos palmeras Phoenix canariensis. El acerado de los templos está plantado de naranjos agrios.

LA PLAZA DE FERNANDO DE HERRERA
La primera denominación conocida fué la de plazuela del Cementerio de la Iglesia de San Andrés, alternando con la de Plaza del Cementerio. Más tarde se conoció como plazuela de la Cruz. Desde 1875 se conoce como Fernando de Herrera, gran poeta sevillano (1534-1597).
Delimitada por las calles Fernando de Herrera, Angostillo y Daóiz, se forma esta plaza, está construída sobre el solar de antiguas edificaciones, que al ser derribadas para su posterior reconstrucción, siendo Alcalde D. Juan Fernández Rodríguez y García del Busto, y viendo la perspectiva que ofrecía la fachada trasera de la contigua parroquia de San Andrés, acordó el Ayuntamiento que presidía, incoar expediente de expropiación para llevar a cabo las obras de la nueva plaza, obras que se iniciaron en el año 1976, según proyecto del arquitecto municipal D. Amalio Saldaña García, y el aparejador D. Jose Lupiañez Alvarez finalizándose en 1977.
La plaza fué pavimentada, se construyeron elevados arriates de ladrillos y azulejos, instalándose una farola en el centro. Y se plantaron naranjos en la misma.
Con la expropiación de este solar edificable, se inició una política, que no se ha continuado, de encontrar soluciones a la falta de espacios verdes públicos en el centro de la ciudad, que palíen en lo posible la desaparición de tantos y tantos patios que actuaban como reguladores de la falta de zonas verdes. Un mayor aprovechamiento de la edificación en el casco ha producido una pérdida de escala entre el suelo público y el crecimiento demográfico en las propiedades particulares.

LA PLAZA DE LA ENCARNACION
Planta de trazado sensiblemente rectangular, resultado de las alineaciones a que ha sido sometida y de distintas operaciones urbanísticas que se prolongan desde el siglo XVI hasta nuestros días.
La plaza se dispone con un basamento circular ordenado en torno a la histórica fuente de mármol instalada originariamente en la plazuela de la Encarnación en 1720, trasladada al interior del Mercado cuando éste fué construido un siglo más tarde y de nuevo recuperada como elemento central de la plaza que se construye entre 1948 y 1950. En torno a la fuente se disponen varios bancos con asiento de piedra y respaldo de hierro, cuatro parterres en forma de crucero componen este espacio urbano.
«Con motivo del ensanche de la calle Imágen, se derriba parte del mercado de la Encarnación, construyéndose en el solar resultante, la actual plaza de la Encarnación, en su centro se encuentra una antigua fuente que existía en el mercado y que data del año 1720, la cual abastecía de agua a los distintos puestos ubicados en el mismo» . Rodean la plaza bancos curvos de piedra con respaldos de hierro forjado.
Destaca en la vegetación de la plaza cuatro Syagrus romanzoffianum, Coco plumoso, y tres Laurel de Indias, Ficus retusa, uno de ellos fué abatido por un temporal, junto con Platanus x híbrida, Plátano de Indias, y naranjos, forman la estructura vegetal de la plaza, complementada con cuatro arriates simétricos al pié de los árboles, que son plantados sucesivamente con plantas de sombra y de flor. Tan sólo un álamo blanco, Populus alba, de gran porte, el otro fué abatido por pudrición de raíces en el invierno de 1982, da carácter antiguo a la plaza. Otro de los Ficus fue trasplantado al Parque de Miraflores con gran éxito.
LA SEVILLA DE MEDIADOS DEL SIGLO XX A NUESTROS DIAS
Desde el año 1950 hasta nuestros días, el crecimiento demográfico de la ciudad ha sido desorbitado, la demanda de espacios destinados a equipamientos urbanos cada vez más acuciante, al grado de exigencia ciudadana se unen una serie de factores de rigurosa actualidad, el progresivo aumento de la contaminación, la explosión demográfica antes anotada, el culto que venimos dando al automóvil y sobre todo dos realidades. la insuficiente dotación de zonas libres, equipamientos deportivos y zonas verdes de expansión y recreo para el ciudadano y el deseo creciente de éste de poseer un hábitat cada vez más humano y confortable. En definitiva, poseer una mejor calidad de vida en la ciudad.
Se ha visto agravado en Sevilla este problema, al sustituir o desaparecer en muchos casos por el crecimiento del tráfico, las tradicionales calles o plazas, verdaderos núcleos convivenciales y los patios interiores de las típicas casas sevillanas. Sevilla, ciudad histórica, formada por un casco antiguo cuyo trazado responde al tipo de callejuelas y juderías aptas para el paseo, la convivencia y la estancia, no es apta en absoluto para el aumento del tránsito rodado, pese a cuantos ensanches, reformas y operaciones de cirugía de la trama urbana quieran llevarse a cabo, si no queremos desnaturalizarla y convertirla en una ciudad vulgar.
El Plan General de Ordenación Urbana de 1962, redactado en base a dotaciones y determinaciones entonces urgentes, con una política de estándares urbanísticos, no sólo no soluciona los problemas que se le avecinan a la ciudad, sino que los acrecienta. Las zonas verdes y equipamientos urbanos previstos no se ejecutan, los estudios económicos y de gestión urbanística fracasan o se ven desbordados por el afán de construcción, con actuaciones incluidas en el Plan y otras realizadas al margen del mismo, que lo desvirtúan y lo distorsionan.
Una vez cumplida la vigencia del Plan General, la superficie total aproximada de zonas verdes existentes incluidas plazas públicas, arbolados ornamentales, paseos y avenidas arboladas es de unas 117 Has., lo que supone un estándar total de 1,16 m2 habitante, datos de 1981, en 1983 siendo una realidad el Parque de Amate, 52 Has., supondrían un 2,17 m2 por habitante, con una superficie verde real útil de 1,82 m2, cifra realmente muy baja cuando se barajan cifras de 7 a 10 m2 por habitante como estándar nacional para una ciudad moderna.
En mi modesta opinión, el problema estriba más en el de ejecución o gestión del Planeamiento, que del propio Planeamiento, ya que si bien los estándares quedan por debajo de los que propugna la nueva Ley del Suelo, la falta de capacidad de la gestión municipal, ahora en vías de solucionarse, ha propiciado la actual situación. La incapacidad económica de los Municipios ante la imposibilidad de acceder a la propiedad privada sólo por el único medio de la expropiación, salvo pequeñas excepciones, como cesiones gratuitas de parte del suelo destinado a viales que legislaba la anterior Ley del Suelo, complicando muchas realizaciones, a pesar de ello y en este último periodo 1950-1982, en la que Sevilla ha visto perder muchas cosas, plazas tradicionales, bulevares, árboles, etc… motivado por el mismo crecimiento de la ciudad; se han realizado obras de restauración de plazas existentes en barrios tradicionales y creación de nuevas en los barrios nacidos de la enorme expansión del casco urbano.

Entre las nuevas obras llevadas a cabo en este periodo destacaremos como de restauración y reforma la plaza del Duque de la Victoria, Pza. de Pilatos, Pza. de Refinadores, Pza. de la Gavidia, Pza. Cristo de Burgos, Pza. de la Magdalena, Pza. de Sta. Isabel, etc., como obras nuevas e incorporadas al patrimonio verde de la ciudad, la Plaza de la Concordia, Pza. de San Andrés, Gran Plaza, Pza. del Juncal, Pza. de Pío XII, Pza. de San Gabriel, Pza. de las Flores, Pza. Rafael Salgado, Pza. de Anita, etc…, quedando otras muchas olvidadas o en espera de que se actúe sobre ellas, como Pza. del Pelícano, Pza. de Curtidores, Pza. de Blasco de Garay, Pza. de los Andes, Pza. Chica, etc…, por citar sólo algunas de las más antiguas.
En los nuevos barrios donde urbanizar ha sido un mito, pocas o casi ninguna plaza merece ser rescatada, la falta de control de las urbanizaciones y la posterior definición de propiedad del suelo público ha hecho que no se decepcionaran barrios enteros que ven convertidos en solares desérticos o abandonados, lo que en su día fueron proyecto de plazas y jardines para expansión y disfrute de los sevillanos. ¿Es que vivir en un barrio de Sevilla, no es vivir en Sevilla?.
También se han creado nuevos jardines, los más importantes se describen en otro apartado del texto, el Parque de los Príncipes de España, los jardines de Chapina, el Paseo Marqués del Contadero, la explanada del Hospital Central, el Parque de Nervión, la Glorieta de los Alféreces Provisionales, las reformas del Paseo de Colón y Avda. Eduardo Dato, en la actualidad el Parque de Amate, etc… sólo por citar los más importantes.

La Plaza de Cuba, Plaza de la Concordia, Plaza Luis de Cadalso, Plaza de la Iglesia (Los Remedios), etc…, son realizaciones de este último tercio de siglo XX.
Sin embargo, ¿cuánto queda por hacer? ¿cuánto no se ha hecho?.
He aquí en síntesis nuestras inquietudes.
En el Casco Antiguo de Sevilla, dos fenómenos concretos nos preocupan directamente relacionados con nuestros objetivos. Por un lado la invasión producida por el tráfico dentro de la trama urbana, invasión que está asfixiando el centro de la ciudad, y al paso que vamos si no se adoptan medidas enérgicas podrá acabar colapsado por completo. Las tradicionales plazas han perdido escala, carácter, se han desdibujado, transformado su tradicional fisonomía. Consideramos absolutamente necesario proceder al rescate de todos nuestros espacios tradicionales, es preciso partir del hecho de que Sevilla, su casco antiguo, tiene un trazado prácticamente tan incompatible con el tráfico, como Venecia o Toledo, por ejemplo. Si aceptamos esta realidad, es obvio que el cierre del tráfico o la limitación del mismo, es el único camino efectivo para obtener espacios libres capaces de restablecer el equilibrio en la ciudad.
Creemos que es el momento idóneo para resolver la seria problemática que la escasez real de zonas verdes plantea la ciudad. La nueva Ley del Suelo, posibilita y marca, un halo de esperanza, ya que no deben los municipios de expropiar todas las zonas destinadas a equipamientos comunitarios e infraestructuras, sino que éstas han de ser cedidas gratuitamente a la administración, como un componente más de la justa compensación que se exige a los propietarios por los beneficios derivados del proceso urbano. Sólo hay que exigir el cumplimiento de la Ley.
El problema de la ciudad se deriva a su área metropolitana, la creación de grandes espacios de esparcimiento a nivel provincial en lugares existentes de gran calidad paisajística, es un reto que tiene el nuevo Gobierno Autonómico, las márgenes del Guadalquivir, el meandro de San Jerónimo, el valle del Guadalquivir, la cornisa del Aljarafe, los pinares de Aznalcázar, la Sierra Norte, etc… son enclaves a tener en cuenta.
Y en el término municipal de Sevilla, el Polígono de Sevilla Este, los Parques del Polígono de San Pablo y del Polígono Sur, los Parques de Pino Montano, Torreblanca, Polígono Norte y Guadaira, y la gran oportunidad de Sevilla en la Corta de la Cartuja, etc… son zonas que hacen pensar que la guerra no está perdida.
Sevilla necesita ayudas para que puedan ser realidades las previsiones de su desarrollo en materia de zonas verdes y espacios libres, repoblaciones forestales en su término y acciones concretas en su área metropolitana.
Sueños, utopías…no, sólo la esperanza de que en un día no muy lejano, con la intervención de organismos conscientes del problema, la protección y evitación de la barbarie histórica de la destrucción de nuestra ciudad, sea una realidad.
Sevilla sólo ha de ser…eso, Sevilla.
De la primera edicion del libro Plantas y jardines de Sevilla editado por el Ayuntamiento de Sevilla en el 1981 de Jose Elias Bonells