Smart city.- Contaminación NO
Una smart city es una ciudad adaptada para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos y gestionar eficientemente sus recursos.
Existen, y desde hace tiempo, adaptándose a grandes cambios sociales como son los de movilidad, el reto de la ecología o la sociabilización.
Una ciudad inteligente no es más que una ciudad adaptada a sus ciudadanos. Si traemos al presente a habitantes de capitales europeas de 1850, todos asegurarán una cosa: que los ciudadanos del presente ya vivimos en una ciudad inteligente, pero que no lo hemos notado.
Para que una ciudad sea inteligente ha de cumplir tres requisitos básicos:
- El primero será siempre el de mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
- El segundo, el de gestionar de manera eficiente los recursos (desde servicios a fuentes de energía, pasando por el capital humano) que dan lugar a esa calidad de vida.
- Y el tercero es el de hacer esas dos tareas integradas en todos los aspectos de la vida de la ciudad: social, ambiental, político…
Estas ciudades no brotan de la nada, y a muchos lo inteligente nos está cogiendo por sorpresa en servicios insospechados. Pero, ¿qué hace inteligente a una ciudad inteligente?
Las smart cities se están consolidando como el modelo de futuro de las antiguas urbes y ciudades del siglo pasado. En su evolución, en ocasiones improvisada debido a problemas concretos, u orientadas mediante firmes decisiones de gobierno, generan todo un vocabulario asociado, que ponemos al día con este artículo.
La inteligencia dispersa (scattered) es el primer tipo de inteligencia que nos encontramos en casi todas las ciudades modernas. Estas urbes se caracterizan por desarrollar multitud de proyectos smart para resolver problemas específicos y aislados. Se plantean proyectos piloto y se realizan pruebas para ver cómo se puede mejorar un aspecto de la ciudad.

Esta inteligencia dispersa es el primer paso hacia una ciudad más adecuada a las necesidades de sus ciudadanos. Y en nuestro país ya hay muchas ciudades que se han sumado a la ola de lo inteligente, y lanzan en sus calles este tipo de proyectos.
Dicen los que saben de ciudades inteligentes que hay seis pilares claves que las sustentan en mayor o menor medida: la economía inteligente, la gestión de gobierno, la ciudadanía inteligente, la gestión del entorno, la calidad de vida y la gestión de la movilidad. Usamos estos seis pilares para desplegar parte de la nube de palabras que conforman el nuevo diccionario de la smart city.
El concepto de economía circular se ha hecho eco del avance de la smart city, y viceversa, durante la última década. Aunque la idea no es nueva. Ya desde hace tiempo se busca que la economía extraiga un mínimo de recursos del entorno, reaprovechando los que extrajimos previamente para las distintas actividades humanas. Este tipo de economía, blindada por las tres, cuatro o siete erres (según el modelo) se orienta a reducir nuestro consumo de materias primas, reutilizar (en los productos tecnológicos, a veces reparar) los objetos, y reciclar siempre al final de su vida útil.
Dado que la smart city tiene una aproximación holística (otra palabra muy usada últimamente) a la gestión urbana, estudia y mejora la ciudad como un todo, haciendo que distintas áreas de la urbe queden enraizadas unas con otras. La economía circular, que tiene su base en la economía azul, también entra en los pilares de smart environment y smart living.
La economía de una ciudad inteligente también mira hacia nuevos entornos de “competividad”, una síntesis entre la competencia y la cooperación. Hemos visto en numerosas ocasiones como en el Smart City Expo World Congress, el proyecto europeo Remourban, o el Smart Island World Congress cómo las ciudades se unen para colaborar, y se separan para competir.
La dinámica de la competición darwiniana se aplica cada vez en menor medida en las ciudades, y los ecosistemas urbanos se parecen hoy más a la colaboración de organismos fotosintéticos (solares) del Precámbrico que a la actividad animal que conocemos de la evolución. En el Precámbrico, estas formas de vida unicelulares aprendieron que en simbiosis se vivía mucho más seguro que en lucha constante. Nosotros lo estamos reaprendiendo de nuevo, poco a poco.
Una buena parte del empuje de esta cooperación urbana viene soportada por la base de la sociedad, los ciudadanos, que generan y usan plataformas de gobierno para exponer sus demandas y planes de mejora urbana. Casi todas las ciudades europeas con alta densidad de población cuentan ya con estos entornos de participación ciudadana, mejorando gracias a que el gobierno local escucha a esta base, en el pasado silenciosa.

Esta ciudadanía –antes de esta cuarta revolución industrial llamada “consumidor”, y “habitante” antes de eso– se apoya en la administración electrónica (eAdministración o e-gobierno) para realizar gestiones a través de Internet. La apertura desde el gobierno a las distintas posibilidades electrónicas facilita la vida del ciudadano, y le empodera (le da poder) frente a otros actores o stakeholders urbanos.
Otro motor importante radica en cómo los ayuntamientos están abriendo su gestión a los ciudadanos, usando el análisis de grandes volúmenes de datos (Big Data) para mejorar los servicios urbanos. Estos servicios, como la movilidad del transporte público, la gestión de residuos, el cuidado de los parques, la gestión energética o la seguridad, entre muchos otros, se engloban a su vez en las llamadas verticales.
Estas verticales han sido durante décadas oscuras y opacas a la población, que rara vez sabía del funcionamiento y gestión de las mismas. Gracias a los gobiernos transparentes, es posible la existencia de las auditorías públicas e incluso de la rendición de cuentas de esta smart governance. Solo así los ciudadanos podrán elegir mejor a sus representantes para las próximas candidaturas.
Cuando hablamos de ciudadanos inteligentes no queremos decir que nos hemos vuelto más listos con respecto a otros humanos que nos precedieron, pero sí que tenemos a nuestra disposición herramientas para aprender de una forma autónoma; así como la capacidad de tener un impacto positivo en el medio urbano que nos rodea.
Los laboratorios urbanos, están soportados por esta ciudadanía inteligente, proactiva y formada. Es una población con acceso al conocimiento específico y la educación continua gracias a tecnología como los cursos MOOC (Massive Online Open Courses.) Pero también gracias a un entorno que fomenta y persigue el aprendizaje constante y la reinvención personal.
A medida que las telecomunicaciones se han ido abriendo paso y la fibra óptica ha ido desplazando al cobre en las ciudades, el mundo se ha vuelto más pequeño, y han nacido los ciudadanos conectados y los nativos digitales. Esto requiere de nuevas habilidades sociales, y la alfabetización digital se vuelve una necesidad en un mundo que pasa a través de las pantallas y los datos.
Es este mismo ciudadano inteligente, apoyado por un gobierno responsable, el que fomenta una economía circular de bajo impacto ambiental. Este impacto reducido sobre el entorno también tiene en cuenta el CO2Eq o CO2 equivalente, que se usa en contaminantes que impactan directamente sobre la atmósfera con esta molécula, como las centrales nucleares.
Esta aparente obsesión por el carbono, que nos ha dado toda una economía basada en el CO2 como moneda de cambio, está justificada debido al cambio climático, al calentamiento global, y al aumento de los gases de efecto invernadero (GEI) que están elevando tanto la temperatura de la atmósfera y que ocasionan enormes catástrofes en otras partes del mundo.
En el año de los grandes huracanes, ¿somos más sensibles al cambio climático?
Cuando toda la sociedad, gobiernos incluidos, se plantean una economía baja en carbono, es cuando toman relevancia conceptos energéticos como edificios de bajo consumo (passive houses), o la eficiencia energética de nuestros electrodomésticos y dispositivos, que vienen con su etiqueta energética para que podamos elegir.
El transporte de la energía se aleja lentamente de las macroredes eléctricas que unen continentes enteros para centrarse en las smart grids bidireccionales que se ramifican por la ciudad. La energía de las ciudades se gestiona cada vez con mayor precisión, y se busca acercar la fuente al consumo. De ahí que las placas solares y los molinos eólicos se presenten como el mejor futuro sostenible posible.
Tanto el consumo como las fuentes de energía se tienen en cuenta a la hora de minimizar la presión del ser humano sobre su entorno, y los ciudadanos buscan el autoconsumo energético o contratan la energía de fuentes 100% renovables, preocupados por su entorno. También se orientan hacia el vehículo eléctrico, conocedores de las externalidades de los vehículos de combustión y su impacto en la salud.
Brasil.-Curitiba Brasil.-Belo Horizonte
La calidad de vida, o smart living, y la mejora de la salud de los ciudadanos
El aire limpio y una ciudad sin ruido son necesidades biológicas que nos ha costado mucho descubrir a costa de la salud. A medida que los ciudadanos se empoderan ganan voz y tienen mejor acceso a la información, también concretan sus demandas. Buscamos una mejor calidad de vida, con cielos libres de contaminación.
Esto no solo implica las emisiones del tráfico rodado. Los electrodomésticos o la industria agroalimentaria también aportan su granito de arena al mix de contaminación que forma las boinas sobre las ciudades. No todos los nuevos conceptos o neologismos son agradables, aunque la sensorización urbana ayuda a realizar una mejor medición de la calidad del aire.
Estos sensores distribuidos por la ciudad convierten en dispositivos del IoT (Internet of Things) todo aquello que tocan, ayudando a tomar mejores decisiones urbanas, por ejemplo, en la gestión de residuos. Estos mismos datos se ponen luego a disposición de todos, convirtiéndose en datos abiertos u open data.gestión,movilidad,estrategia
En búsqueda de una mejor calidad de vida, las ciudades plantean cada vez más espacios verdes y abiertos, que esperamos que se conviertan en el futuro en plantas de energía urbana distribuidas. A veces, para recuperar entornos deteriorados por el urbanismo de décadas pasadas, recurrimos a la restauración ecológica. Lejos de tener que ver con la comida saludable, la restauración ecológica de espacios pretende recuperar la funcionalidad biológica de entornos degradados.

La gestión de la movilidad, o smart mobility, y la electrificación de las flotas
La movilidad es uno de los grandes pilares de las smart cities. Futurólogos como George Edwards, que aseguró ante la joven Royal Aeronautical Society de 1958 que «el progreso del hombre podía medirse de manera última por la velocidad máxima alcanzada por el ciudadano medio», pusieron de manifiesto la importancia de los desplazamientos humanos.
Hoy día, esa «velocidad máxima alcanzada por el ciudadano medio» es, en Occidente, la desarrollada por el turismo. Debido a la cuota de mercado que tiene este medio de transporte en nuestra sociedad, y el modo en que contamina cuando hablamos de movilidad térmica, se tiende cada vez con más velocidad hacia la electrificación de la movilidad y de las flotas urbanas.
Europa ya ha dado el ultimátum al diésel, y sus ciudades se esfuerzan por completar los vacíos de puntos de recarga para que los ciudadanos se cambien cuanto antes a una movilidad más sostenible. También dentro de las urbes se implantan los planes de movilidad urbana sostenible (o PMUS), que ayudan a limpiar la atmósfera y evitar el calentamiento global.
La movilidad se ataca en todos los frentes, y la congestión se resuelve mediante semáforos inteligentes y la adición de flotas de vehículos compartidos por la ciudad, que liberan espacio urbano. El carsharing (como el que trae Renault Zity de la mano de Ferrovial Servicios), nació del clásico autoestop americano para convertirse en un modelo de negocio: la movilidad como servicio o MaaS por sus siglas en inglés (Mobility as a Service).
La movilidad urbana influye en gran medida en el bienestar y empoderamiento ciudadano; y la electrificación y la inversión en transporte público sostenible ayuda a que los ciudadanos tengan más alternativas. Esta también hemos de entenderla como la movilidad de aquellas personas con capacidades diferentes o mermadas por la edad, a los que a veces olvidamos.
Potenciar los desplazamientos a pie y en bicicleta, aumentando el espacio en la ciudad destinado a peatones y ciclistas. De forma combinada con la construcción de viales especiales para bicicletas (carril bici), se deben buscar fórmulas que eviten la segregación y favorezcan la integración de la bicicleta en el tránsito urbano, haciendo de ella una alternativa real al trasporte motorizado. Se pretende dotar a este modo de transporte de infraestructuras propias que le hagan ser considerado como una alternativa “real” y eficaz a la oferta de tráfico
La principal estrategia de intervención con respecto al peatón es la implantación de un sistema continuo de itinerarios peatonales que conecten las áreas residenciales con los centros de actividad. La finalidad es favorecer la continuidad de los recorridos peatonales de forma cómoda y segura.


Así ayudan las smart cities a los ciudadanos mayores
Cuando una ciudad se vuelve más sostenible, verde, humana o inclusiva, entre otros factores, decimos que se está volviendo una smart city. Aunque el término de ciudades inteligentes es actual, hemos visto en casos como el Eixample de Barcelona de 1860 cómo en el pasado se ha querido ir adaptando la ciudad a todas las capacidades.
Muchas de las ciudades europeas tienen, especialmente en su centro, una planta medieval con calles angostas, escaleras y pasos elevados que salvan grandes verticales, o con elementos urbanos que se cruzan en el paso de los ciudadanos cuando estos se desplazan.
Teniendo en cuenta que la proporción de personas mayores (de más de 60 años) aumentó del 9% en 1994 al 12% en 2014, y que se espera que alcance el 21% en 2050 según las Naciones Unidas, es coherente que las ciudades se adapten a ellos para no suponer una barrera. Así ayudan las smart cities a los ciudadanos mayores.
Semáforos sonoros y pasos de cebra con tiempos más largos
Los pasos de cebra urbanos (Londres, 1949) fueron uno de los mejores inventos del siglo pasado a la hora de hacer las ciudades más inclusivas. Hasta entonces, las personas que quisieran cruzar de un lado a otro de la vía debían mirar a ambos lados, detener el tráfico por su cuenta y apresurarse para no molestar. Los Beatles (Abbey Road, 1969) ayudaron a consolidar su imagen con una portada.
Pero desde entonces estos pasos han mejorado mucho. La primera gran mejora fue el uso del semáforo que conocemos hoy día (de nuevo Londres, 1968), que obligaba a detener el tráfico rodado a ambas partes del paso para permitir el cruce. Tras ello vino el clásico botón de PULSE PEATÓN y ESPERE VERDE.
Sin embargo, durante décadas apenas hubo mejoras en la señalética, y los semáforos smart del siglo pasado pronto se descubrieron no aptos para personas mayores. El motivo era el tiempo de apertura del semáforo en verde para peatones.
Hace años un estudio del Departamento de Epidemiología y Salud Pública del University College London demostraba que la velocidad de más de 1,2 m/s que se solía atribuir al ciudadano promedio cuando cruzaba la calle en realidad no encajaba con el paso de los ancianos, que rondaba los 0,9 m/s en varones y los 0,8 m/s en mujeres.
Este y otros estudios sirvieron de base para alargar los tiempos de los semáforos. Gracias a este margen extra se permite cruzar con tranquilidad a las personas mayores y evitar atropellos o situaciones de estrés indeseadas.

La importancia de las rampas en lugar de los escalones
Una medida mucho más reciente en nuestras ciudades ha sido la de instalar una rampa en la acera para hacer que esta alcance la misma altura que la calzada; o bien levantar la misma hasta que llegue a ras de acera. De esta manera las personas con movilidad reducida no tendrán que bajar un escalón a la hora de cruzar la calle, y especialmente no tendrán que subirlo cuando lleguen al otro lado.
Este tipo de obras no tiene solo en cuenta a la población mayor. Las personas con movilidad reducida en general (sillas de ruedas, muletas, andadores, gente con una lesión temporal, e incluso niños pequeños, entre otros) también se benefician de ella. En calles peatonales esto ayuda además a evitar caídas debido a diferentes niveles entre calzada y acera, frecuentes en personas mayores que no poseen un equilibrio óptimo.
Poco a poco, el pavimento podotáctil está siendo instalado en las inmediaciones de estas rampas o acabados a ras para que las personas con visión reducida o nula sepan que se acercan a la calzada o a un paso de cebra. Después de todo, hacer las ciudades inclusivas para unos no debe jugar en menos inclusividad para otros.
Es importante que estas rampas vayan más allá de los elementos estáticos y sean también instaladas en los sistemas de movilidad públicos como autobuses o metro. De ese modo todos los ancianos tendrán acceso a ellos sin importar su nivel de movilidad.
Parques, bancos y lugares donde descansar
Las personas jóvenes tenemos la suerte de contar con una fuente de energía virtualmente ilimitada. Aunque caigamos rendidos en la cama al final del día, somos capaces de aguantar de pie durante toda la jornada. Un anciano no tiene esa suerte, y por eso es necesario un mobiliario urbano más apacible, con muchos espacios donde descansar y rodeado de tanto verde como podamos.
La instalación de bancos es una alternativa válida que se suele quedar corta en los entornos urbanos por falta de espacio, así como por el hecho de que hay cada vez más personas mayores buscando sitio donde aparcar. Se hacen necesarias reformas integrales que replanteen el uso de estos espacios y fomenten los lugares de descanso.
Paris_2050_ por Vicent Callebaut´s Smart City.-Azoteas verdes
Zonas verdes en el entorno urbano
Una buena parte de la gestión y ordenación de los recursos naturales de los municipios se centra en los parques y jardines públicos. Estos espacios juegan un papel fundamental en el desarrollo sostenible de una ciudad, debido entre otras razones a que ayudan a reducir los niveles de contaminación y a que mejoran sustancialmente la percepción ambiental que los ciudadanos y turistas tienen de la ciudad.
Para llevar a cabo una gestión eficiente de parques y jardines, las TIC pueden ofrecer instrumentos de apoyo muy valiosos. Existen herramientas de parametrización y gestión de recursos hídricos, como los sistemas automatizados de riego eficiente, mediante los cuales se consigue un importante ahorro de agua y un cuidado óptimo de estos espacios.
Los porcentajes de ahorro de agua obtenidos mediante el uso de estas herramientas suelen situarse entre el 15 y el 20 %, respecto a los sistemas de riego tradicionales.
Las Smart cities abogan para que los parques y jardines sean protagonistas porque ofrecen beneficios medioambientales y sociales.
El uso de la inteligencia derivada de una plataforma de datos dinámica, la capacidad que deben tener las autoridades de las ciudades para gestionar el legado, sostener el presente y desarrollar el futuro, serán vitales para lograr ciudades inteligentes y verdes.
Permitir que los ciudadanos participen activamente en el proceso de diseño de la ciudad es importante para el éxito de las Ciudades Inteligentes.
Un ciudadano inteligente es aquel que tiene sentido cívico y respeta la ley.
Algunas de las preguntas sin respuesta sobre las ciudades inteligentes en lo que respecta a la participación ciudadana son:
¿Obedecerán las normas de tráfico, conducirán dentro de los límites de velocidad y desistirán de las señales de salto?

¿Respetarán a los ancianos y darán paso a las personas mayores?
¿Estacionarán sus vehículos en lugares designados y no en ningún otro lado? L
¿Mantendrán la higiene no solo en sus apartamentos sino también en las áreas comunes de sus complejos de apartamentos?
¿Lanzarán la basura solo en contenedores y practicarán la segregación de origen durante la eliminación de basura?
¿Respetaran los parques y jardines como si de su propia casa se tratara ¿
La conciencia sobre las soluciones inteligentes juega un papel crucial en el desarrollo de verdaderos ciudadanos inteligentes. Aunque las autoridades locales de nuestras ciudades inteligentes harán inversiones sustanciales en soluciones inteligentes, no pueden escatimar esfuerzos para aumentar la conciencia ciudadana sobre el uso eficiente de estas soluciones y servicios.
Las ciudades inteligentes necesitan ciudadanos inteligentes.
Una ciudad es un reflejo de cómo lo perciben sus ciudadanos, y una ciudad inteligente en realidad es la forma en que una ciudad se comporta como un ecosistema innovador. No existe una plantilla estándar o una aplicación mágica de ciudad inteligente todo en uno. Permitir que los ciudadanos participen activamente en el proceso de diseño y construcción de ciudades que posibiliten la innovación ‘ascendente’ y las formas colaborativas de desarrollar sistemas a partir de muchas partes poco unidas ayudará a implementar con éxito la Smart City.
Textos y fotografías bajadas de Internet