
LOS JARDINES HISPANOARABES
Los más antiguos jardines de que tenemos noticia, al principio vagamente. y después poco a poco , a medida que avanzamos en el estudio de los vestigios de los siglos pasados, son los jardines orientales y más especialmente de Asia Menor y Persia.
Pues bien a estas fuentes seculares se remontan las tradiciones de este arte refinado de los moros, con sus camaradas artistas los persas, vinieron a implantar por el siglo IX en tierras de España, en la Italia meridional y en el África del Norte.
Persia comarca de transición entre Europa y Asia y Asia Oriental se había convertido bajo los Aqueménidas en un foco de fuerzas intelectuales y artísticas. El lujo y el Arte de los persas produjeron tal impresión en los árabes conquistadores que valiéndose de sus artistas y obreros, quisieron rodearse del mismo lujo. Y así nos causara menos sorpresa el observar que las decepciones de Jenofonte, de Aristóbulo y de todos los más antiguos historiadores pueden aplicarse muy bien a las obras cuyos vestigios encontramos en Persia en las Indias, y más cerca de nosotros en África y España. La huellas manifiestas de esta irradiación poderosa se encuentran en la misma Francia y hasta en la costa y los mares del Norte.
Pero los jardines son efímeros. Si algunos se conservan a pesar de todo gracias a los elementos duraderos que les han marcado sus principales alineamientos, el mayor número de ellos desaparecieron. Las tradiciones que de los mismos se conservaron en algunos detalles que ,aún subsisten. Estos jardines, después de los siglos de experiencia durante los cuales se establecieron sus formas tradicionales son el resultado de una perfecta adaptación al suelo y al clima.
Asia se cubría antiguamente de palacios, en cuyos contornos artistas ingeniosos combinaban los mármoles, los azulejos, el agua, las flores, los perfumes y el canto de los pájaros para crear aquellos jardines deliciosos que se denominaban paraísos.
Después se establecieron verosímilmente dos corrientes, una que transporto estas tradiciones de Persia y del Asia Menor a Grecia y Roma. En el siglo de Augusto, los jardines de Italia eran obras fastuosas en los que la moda exigía no solamente que se imitara a Grecia, sino que se tomaron para ornamentarlos algunas de sus obras maestras del arte.
La otra corriente de las comarcas de Babilonia y Nínive propagó la influencia del arte pérsico en Egipto, donde los coptos tendieron a espiritualizar las formas de los seres vivos, flores y animales simplificándolas y componiéndolas geométricamente .Cuando los musulmanes ,saliendo del Yemen, de invasión en invasión, penetraron en Persia, volvieron a encontrar a ahí la fuente de un arte que ya habían enseñado a sus vecinos inmediatos. Perfeccionaron entonces su arte propio y ,llevándoselo consigo lo implantaron primero en el África del Norte y en España después.

En la magnífica evolución artística de la España morisca, de los siglos VIII y XIV ,que alcanzo su apogeo bajo el imperio del gran rey Abderramán ,los jardines marcaron el alto grado de la civilización de aquel país. De entonces a la fecha han transcurrido mil años.
Podemos descubrir ahora en las tradiciones de los artistas y de los artesanos de Marruecos, en estas cooperaciones de oficios que se transmiten de siglo en siglo, los cánones de su arte, las formas y los detalles, aunque rudimentarios, de los jardines de la antigua Persia.
Andalucía no ha conservado tan bien sus tradiciones ,pero ha guardado mejor, especialmente en Sevilla y Granada, arcaicos y múltiples vestigios de aquellos jardines que antaño llenaron de perfumes y flores las grandes ciudades del Sur de España.
Los restos semiderruidos, que se han conservado a pesar de las continuas guerras, la destrucción y el pillaje, permiten imaginar lo que fueron estas obras que ocupaban las dos terceras partes de las ciudades. Porque, el hábil diseño de los edificios, los artistas persas o musulmanes asociaban la ciencia más sutil de los jardines, el sentido de la combinación de las plantas aromáticas, de las flores brillantes, de las frutas, y de las umbrosas frondas, con innumerables fuentes,discretos estanques, canales murmurantes, pequeños juegos hidráulicos multiplicados, y para hacer ostentación de un verdadero derroche de agua, la hacían conducir serpenteando en los canales, revestidos de azulejos y mármoles.
En algunas regiones de la tierra, el agua es tan abundante, que no requiere casi de esfuerzo para disfrutarla y poco trabajo para su utilización; las lluvias si no son constantes ,son frecuentes, como sucede en la mayor extensión de Europa, y quienes habitan en estas regiones no llegan a concebir si no es con alguna dificultad, que el agua para el hombre es el elemento más precioso.
En los países en que el calor es excesivo y la sequía continua durante largos meses, el agua constituye una verdadera riqueza, una potencia. Es también una causa de recreo y satisfacción, porque siempre va acompañada de vegetación exuberante, de frondas, de perfumes, de frutas y de flores numerosas y magnificas, y porque refresca y apaga la sed.
El aprovisionamiento y la distribución del agua en estos países cálidos son elementos esenciales del cultivo de la tierra, y ,antes de todo, el jardín.
En lugar de llevar agua por conductos invisibles, se procura hacerla aparente lo más que sea posible, multiplicando su presencia bajo todas las formas.

Un proverbio árabe dice : Los tres ruidos más agradables al oído del hombre son: la voz de la mujer amada, el sonido del oro y el murmullo del agua.
Pero lo que hay de particular en las costas del Mediterráneo es que las estaciones están claramente divididas en dos periodos, el otoño es lluvioso, el invierno variable, con ligero frio por la noche, observándose muy raras veces descensos de hasta cuatro o cinco grados bajo cero, pero a las diez de la mañana el calor solar produce el ascenso del termómetro por el rápido calentamiento del aire,. De la primavera al otoño ,o sea de mayo a octubre, hay cinco o seis meses de cielo inalterablemente azul, de sol triunfante, algunas veces abrumador.
Este sol resplandeciente ,que calienta y fecunda incasablemente las tierras fértiles, acaba por tornarse en desecador y mortífero. Es entonces que el agua interviene como una riqueza durante estos meses de calor ardiente, porque es necesaria para todo y para todos, ya que su frescura produce positivo agrado y voluptuosidad. El Corán en su versículo XIII ,dice: “ Anuncia a quienes creen, a quienes practican buenas obras que tendrán por última morada jardines regados por corrientes de agua “
La disposición de las cabecillas o avenidas que ocupan niveles muy altos con respecto al suelo de las parcelas plantadas es otra característica de estos jardines. Tiene por objeto establecer bordes para conservar el agua de riego.
Las callecillas forman terraplenes a modo de diques de 30 a 50 centímetros de altura, algunas veces hasta de un metro y más, los cuales se consolidan frecuentemente por medio de muros de mampostería.

En los países occidentales, donde el estio es extremadamente cálido y el suelo se cubre de gruesa capa de polvo, que se convierte en lodo durante el invierno, o sea la estación lluviosa, los habitantes de aquellos países, que acostumbran a pasearse en los jardines de sus casas con los pies descalzos, o a lo sumo con babuchas, idearon ,como es natural suponerlo, para evitar las molestias del polvo y del lodo, enlosar las calzadas de los jardines. Y esto dio origen a uno de los elementos decorativos más importantes e interesantes de aquellos jardines.
En Asia, en las regiones que predominaba el empleo de barro cocido, para evitar los efectos de la erosión de las fuertes lluvias, desde los tiempos más remotos se imaginó proteger estos materiales con una cubierta de esmalte. Los mosaicos de vivos colores empleados en todas las construcciones de Oriente se hicieron poco a poco de uso común y corriente en todas las costas del Mediterráneo.
En los paramentos de los edificios caldeos, M. Diulafoy ha descubierto mosaicos hechos con conos de barro cocido que clavadas por sus puntos en un mortero o argamasa, formaban figuras geométricas. Sus bases, de color amarillo, rojo y negro, servían para la composición de servicios análogos a los que más adelante fueron copiados o imitados bajo la dominación de los primeros califas y que llegaron hasta Francia, hacia los siglos IX y X de nuestra era.
A mediados del siglo VII los árabes al subyugar la Siria, la Mesopotamia, el Egipto y las provincias septentrionales de África encontraron el arte de la construcción de mosaicos, o mejor dicho, de la cerámica desarrollado por todas partes. Pero fue con la ayuda de los persas que los árabes sustituyeron los pequeños cubos, al principio con los fragmentos de cerámica recortados, después con azulejos, para la formación de revestimientos. Nuestra Edad Media tomo del Asia y de los musulmanes estas artes y costumbres, que se extendieron no solamente en el centro de Europa, sino también en los países más septentrionales de los mares del Norte y Báltico.

España y África del Norte, cuyos climas eran más semejantes a los de Oriente, fueron los lugares en que se desarrollaron naturalmente y se conservaron del modo más completo estas tradiciones. Sevilla, Triana, Valencia, Túnez, Argelia y Marruecos emplean en abundancia los mosaicos de color o azulejos.
En los países montañosos, entre los que se encuentra Granada, el revestimiento del suelo de las avenidas es frecuentemente de mosaicos formados con piedras coloridas, cuyos dibujos son algunas veces bastante complicados, o bien de mármol. En Sevilla y Fez se usan ladrillos simples y vidriados o bien asociados con azulejos o mármol.
La asociación de mármoles y azulejos en pavimentos de patios y avenidas de jardines siempre se emplea en Marruecos.
El cielo claro y el ambiente casi siempre tibio invitan a reposar al aire libre; el calor, algunas veces intenso, haría el paseo por los jardines muy bochornoso si no se multiplicasen los sitios arbolados y si no se pudiera permanecer largo tiempo en ellos para disfrutar de la belleza y del perfume de las flores, la frescura y el murmullo de las frondas y de las aguas.
Para procurar el descanso en estos Jardines se construyen por todas partes en lugares adecuados, vascas revestidas ya de mármoles raros o delicadamente esculpidos ya de piedra suntuosamente decorada de azulejos, o bien aun en muchos casos, se construyen de mampostería tosca revestida de ladrillos. Se aprovecha cualquiera circunstancia favorable para construir bancas artísticas contra los muros de la casa. Alrededor del patio de entrada a ambos lados de las avenidas , de las escaleras y de las terrazas, con frecuencia se forman bancas rusticas levantando los muritos de los bordes de las calzadas en cincuenta centímetros de altura.
Y esta profusión de sitios de reposo con elementos fijos indelebles proporciona un sello característico al jardín y le comunica mayor interés y colorido.
Para hacer de estos jardines sitios de agradable reposo y verdaderamente deliciosos, se asocian en combinación artística todos los elementos de la naturaleza, tales como el verde oscuro de los mirtos o arrayanes y de los cipreses y el verde lustroso del boj y los matices diversos al aroma de las flores cambiante del día a la noche, el murmullo de los arroyos, la pompa de las fuentes caprichosas, la frescura del agua en los estanques etc.…




La combinación de los aromas de las flores es materia que no debe relegarse a la casualidad, como sucede en nuestras comarcas grises del Norte, sino que hay que estudiarla con cuidado e inteligencia, en la composición de un proyecto completo de jardín, porque es un elemento importante.
En invierno los naranjos y los jazmines y en primavera las acacias mimosas se desarrollan produciendo una atmosfera perfumada. Hay que combinar los jazmines con los rosales y las madreselvas (Lonicera caprifolia y Lonicera hildebrandii ) esta última de flores grandes: las retamas, qué los castellanos llaman retama aromática y los andaluces gayumbo ,la Hierba de Santa María ( Tanacetum balsamita ); la trompetilla arrebolera o don Diego de Noche ( Mirabilis jalapa L.),el geranio rosa, geranio de olor o malva de olor (Pelargonium odoratissimum Ait. )
En las noches calurosas, los pequeños arbustos insignificantes que se conocen con el nombre de dama de noche ( Cestrum nitidum Mart et Gall ) difunden por todas partes su penetrante olor a heliotropo.A estos hay que añadir el aroma de los claveles que con el calor se percibe desde muy lejos. En otoño, a la dama de noche suceden las pequeñas flores amarillas, delicadamente aromáticas del ( Cestrum aurantiacum y luego de los nísperos del Japón ( Mespilus germánica L.) tan abundantemente propagados. Y por doquiera hojas y flores de espliegos, lavandas y alhucemas, ( Lavándula vera D.C.),de romero ( Rosmarinus officinalis L. ) y de cedrones ( Lippia citriodora H.B.K. ) de los cuales nunca faltaban algunos plantados a la entrada de la casa.
La enumeración resultaría demasiado extensa si consignáramos los nombres de todas las flores y de todos los follajes aromáticos utilizados.






Pero antes de seguir adelante, no quiero dejar de consignar el recuero que llega a mi memoria del aroma tan agradable y delicado que a su alrededor difundía de un Eucalyptus citriodora plantado en una terraza muy asoleada del Parque Botánico de Coímbra.
La mayor parte del jardín es de forma rectangular y de simetría muy sencilla. Se aleja mucho de las amplias y variadas formas de nuestros jardines franceses. En este diseño rectangular, circunscrito con claridad por las avenidas y los altos setos de mirtos, verónicas, bojes, tejos y tuyas, entre numerosas variedades de naranjos y palmeras se hallan las flores habitualmente diseminadas.
En los países subtropicales observé numerosas plantas que permiten formar rápidamente magníficos setos vivos, tales como las Buganvilleas,las Casuarinas, las Eugenia myrthifolia y cauliflora,la Murraya exótica, las Chamaecerassus nítida, los Pittosporum mahi, y las del género Hibiscus y también la Thumbergia erecta, magnifica planta trepadora que tapiza las paredes con sus grandes flores azules.




En las encrucijadas de callecillas, los pequeños estanques, con mampostería o sin ella, sirven como depósitos secundarios para la distribución del agua a las parcelas próximas.
Los grandes conjuntos se obtienen multiplicando este elemento en un dibujo en cuadricula, ampliando algunas calzadas ,siempre en sobrelevación, variando las formas de los estanques, mezclando ingeniosamente, en múltiples fantasías, las corrientes de agua, que se harán aparentes en todo su curso, de un extremo al otro del jardín, disponiendo cascadas o saltos al pasar de una terraza a otra armonizando los colores de la vegetación, así como los perfumes.
Se procura que la luz esplendorosa del sol forme contrastes estéticos con el bronce de las magnolias, con los cipreses tallados en forma de pirámides y arcos, con el follaje del boj, con las paredes de los setos de mirtos aromáticos y con oscuras frondas de laureles y naranjos.
El laurel, y muy especialmente el ciprés negro, árbol consagrado a la diosa Venus de los asirios, símbolo de la perpetuidad de la vida, hace resaltar la perpetuidad de la vida ,hace resaltar la magnificencia de las flores tiernas de los naranjos, de los rosales, de los almendros, de los albaricoques y de los duraznos, que los inteligentes jardineros persas llevaron a Europas, aprovechando con acierto los contrastes más bellos.
Aquí abundan los árboles de flores vistosas, tales como la Cassia nudosa( parecida al manzano en primavera ) ,la jacarandá de flor azul magnifico, los Castanospermum australe de flores rojas, las Lagerstroemias de flores rosadas, la Ixora, la Clusia rosea, la Honckenia ficifolia, de flores violetas, la Plumería etc.….
Setos de mirtos y jazmines, cortinas de laureles, murallas de cipreses, masas de encinas verdes, emparrados de viñedos, de madreselvas o de rosales forman los cuadros rojizos los fondos oscuros de estos jardines llenos de sol brillante con todos los matices.







Estos jardines se llaman cerrados ( Hortus Conclusus, dice la biblia )
Los pueblos meridionales, tan exuberantes como recelosos, buscan la intimidad en sus mansiones. Este propósito excluye de sus jardines los espacios con vista libre que permitan la contemplación de los espacios exteriores, excepto las terrazas de los lugares montañosos, cuyo escarpe forma su protección. En cambio así se disfruta de techumbres de los pabellones y miradores .Pabellones y miradores blancos o revestidos de azulejos comunican cierta expresión de vida a la variedad de las tonalidades y forman el decorado de las breves perspectivas, a la vez que proporcionan abrigo contra el calor y los vientos, sin faltar el delgado chorro del agua murmurante en el estanque de mármol y en la fuente de porcelana que canta su ritmo refrescante.
El gusto refinado de los colores se manifiesta en los contrastes violentos que ornan las flores de esplendor sorprendente ,de los almendros y de los albaricoques o bien las flores purpuras .aquí, junto a un muro de inmaculada blancura, se destaca el negro follaje de los cipreses, salpicados con las tiernas flores rosadas de los duraznos. y de los albaricoques, de las Buganvillas y del Tecoma capensis,.las flores anaranjadas de la Bignonia cherere, el enlazamiento de los rosales trepadores con sus ramajes sombríos, allá, las anemonas y los tulipanes están rodeados de mirtos densos, los laureles rosa se inclinan sobre una baranda de mármol blanco, ellos trepan sus flores a la vez brillantes y frescas como el amor contra un muro blanco de cal sobre el que resplandece el claro azul que le sirve de fondo de una masa de Plumbago capensis o el azul intenso de las Ipomeas Ipomea leari o Ipomea rubrocaerulea.
Como antes exprese, los recursos de los países tropicales y subtropicales permiten obtener los efectos más variados y los contrastes más brillantes, tales como las retamas de flores amarillas con los Hibiscos de la India, la Mimosa visco con la Jacarandá, los Exagonum rojos sobre muros blancos etc..
El azul, color claro entre las flores ,es, por el contrario, el dominante en las cerámicas del jardín, y nada hay que iguale su armoniosa y suntuosa vivacidad entre los verdes follajes, junto a la blancura de los muros y de los mármoles, con el rojo quemado de los ladrillos entre las rosas de Bengala y las margaritas blancas de los Anthemis, junto al dorado triunfante de las Gazanias, de los crisantemos, de los girasoles ( Helianthus annuus L ) o de las rosas de Persia y el rojo purpureo y bermellón de las Bouganvilleas .Mas sobre esta orgia de colores deslumbrantes destacase el azul profundo del cielo y propagase la luz chispeante y alegre que atenúa todos los matices violentos en su esplendor.
Todo está hecho para las plantas y para obtener una vida íntima con ellas, los más vivos goces.
Circundados los jardines por la línea regular de setos umbríos y los arbustos y las flores diseminados como el acaso por todas partes, no fatigan la vista con frialdad de una continua multiplicación de líneas dibujadas, sino que producen el efecto de riqueza esplendorosa, que de por si basta dar la impresión de una composición clara de orden preciso del conjunto.
Estos jardines se conservaron así en la antigua Bética, hoy Andalucía ,tierra propicia preparada para una prolongada civilización latina. Ellos fueron tan perfectamente adaptados al clima y las costumbres habituales de la vida de los países mediterráneos, que se han perpetuado en España. Y aun es curioso hacer notar que fueron andaluces los jardineros que llevaron a los países árabes del África Septentrional los cánones de su arte olvidada. Las ruinas que todavía existen en California, en México y en las viejas colonias españolas y portuguesas de la América del Sur ( muy especialmente en los jardines de las comunidades religiosas ) atestiguan la influencia asiática introducida por los jardineros españoles que llegaron con los conquistadores.
Extraído de la revista España Forestal II 1929 N.º 154