Aparecido en APUNTES DEL ALCAZAR Nº 15.-REALES ALCAZARES

Por Sergio Rodríguez Estévez | María Salas Mendoza Muro, Francisco José Pazos García | Juan Alberto Romero Rodríguez

Los jardines son espacios de diálogo entre la Sociedad y la Naturaleza, laboratorios donde se vinculan las propiedades y potencialidades de las plantas con las necesidades y deseos de los seres humanos. Proceso este, que se ha dado a lo largo de más de mil años en el Real Alcázar de Sevilla. La aspiración del «Observatorio de los jardines», de cuya actividad este artículo rinde cuentas, es celebrar y fomentar dichas alianzas mediante el desarrollo de herramientas y visualizaciones que las pongan en valor. Como el atlas de los jardines que a continuación se desarrolla, y que tiene por objetivo dar a conocer la historia y singularidad de estos jardines a través de la localización e identificación botánica de las plantas que lo conforman. Una propuesta que, no solo procura revelar las propiedades aisladas de las diferentes especies, sino también los efectos que sus asociaciones generan de manera emergente sobre el cuerpo, el ambiente o la cultura con la cual se relacionan.

Hablamos pues, de una colección de mapas o aproximaciones que, en definitiva, no pretenden agotar la representación de los jardines, sino hacerlas proliferar, esbozando la diversidad poliédrica que estos atesoran.

Con ella os dejamos, con el deseo que las valoren por su potencialidad, y no solo por los resultados arrojados en estas primeras tentativas.

Vientos, animales y viajeros han mediado en la dispersión de las plantas por el planeta.

En los primeros casos ha sido la naturaleza el principio de distribución, en el último, la

propagación de las diferentes civilizaciones sobre el territorio.

Los jardines históricos, laboratorios botánicos y paisajísticos donde llegaban especies provenientes de lugares lejanos para ser aclimatadas y posteriormente diseminadas, han sido un eslabón esencial en este proceso.

Tal es el caso del Real Alcázar de Sevilla, la residencia real en uso más antigua de Europa y testigo de excepción, a lo largo de su historia, de la introducción de especies orientales y americanas en el Mediterráneo. Un espacio que en la actualidad ocupa un área de casi 100.000 m2, de los cuales —aproximadamente— son jardines el 75% y que se caracteriza no sólo por su tamaño y bagaje histórico, sino también por ser una fuente de riqueza ambiental, cultural y económica para el resto de la ciudad.

I. EL JARDÍN

En el ámbito histórico, el Real Alcázar forma parte del conjunto declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad junto a la Catedral de Sevilla y el Archivo de Indias. Dentro de este marco, el Jardín aparece como un palimpsesto paisajístico creado por diferentes civilizaciones a lo largo de mil años de historia. Un conglomerado donde se han ido injertando nuevas especies y sensibilidades en función de las redes de intercambio que estas culturas establecían con el mundo y en el cual conviven, en afortunada sintonía, jardines de influencia islámica, renacentista o romántica.

En el ámbito botánico, los jardines del Alcázar se caracterizan por ser un índice planetario formado por más de 21.000 ejemplares pertenecientes, al menos, a 187 especies diferentes, donde podemos encontrar a escasos metros vegetales que originariamente se encontraban separados por océanos.

Además, estos jardines suponen casi el 40% del espacio público ajardinado del centro histórico de Sevilla, lo que lo transforma en infraestructura de valor incalculable para la regulación de la biodiversidad o la atmósfera de la ciudad.

Por último, habría que destacar la importancia socioeconómica de los mismos, al combinar su vocación para el esparcimiento ciudadano con una interesante oferta cultural y turística. En este sentido, los jardines son uno de los principales atractivos de la visita al recinto del Alcázar, ofreciendo no solo una conexión entre el presente y el pasado sino también entre el cuerpo del visitante y la naturaleza que le rodea. Una combinación de patrimonio histórico y natural esta difícil de encontrar y, sobre todo, difícil de crear ex novó. En cualquier caso como afirmaba Javier de Winthuysen, diseñador del Jardín de los Poetas del Alcázar sevillano: “la cultura de los pueblos se mide en las ramas de sus árboles y la nariz de sus estatuas”.

II. EL OBSERVATORIO

Sin embargo, a pesar de las cualidades descritas con anterioridad, no existe un conocimiento extendido sobre el patrimonio natural de los jardines del Real Alcázar. O mejor dicho existe, pero no está organizado, ni es de fácil acceso para el usuario, ya sea investigador, ciudadano o viajero.

Al menos, esto es lo que se desprende de las encuestas realizadas por el Real Alcázar con motivo del 40º Aniversario de la Convención de Patrimonio Mundial de la Unesco, donde un elevado porcentaje de los visitantes señalaron la falta de información disponible sobre los jardines y sus recursos botánicos.

Así, mientras el Alcázar se ha transformado en una institución de referencia científica en el campo de la historia o de la arqueología, parece estar por explotar su aportación en el ámbito de la botánica, el paisajismo o la gestión de parques y jardines.

Con el objetivo de invertir esta tendencia surge el proyecto del “Observatorio de los jardines”;

Una iniciativa impulsada por el patronato del Real Alcázar y la plataforma Nomad Garden que ha contado con el apoyo del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, y cuya máxima aspiración se centra en la puesta en valor del patrimonio natural y cultural de estos jardines.

Atendiendo a dicha premisa el proyecto se estructura en torno a tres fases. La primera, se centra en la investigación y actualización del conocimiento producido hasta la fecha sobre los jardines. La segunda fase se consagra al análisis y la visualización de las múltiples dimensiones que estos poseen. Por último, la tercera se orienta a la difusión creativa de los contenidos desarrollados.

Habida cuenta del carácter y la extensión de esta publicación, nos ceñiremos a describir brevemente el contenido de dichos apartados para detenernos, posteriormente, en el desarrollo de la segunda fase que, como si de un atlas se tratara, recoge y celebra la realidad poliédrica de los Jardines del Real Alcázar de Sevilla.

Fase 1. Investigación

Las investigaciones realizadas sobre los jardines del Alcázar se han concentrado, fundamentalmente, en dos tipos de aproximaciones: los estudios históricos y los análisis botánicos.

En el primer caso debemos de agradecer al poeta y conservador del Alcázar J. Romero Murube y al paisajista J. Winthuysen el despertar de una sensibilidad hacia el jardín sevillano. Labor que se ha ido enriqueciendo a lo largo del tiempo con aportaciones como las de Lleó, Manzano, Marín, Correcher, Tejedor, Nieto, Robador o Baena1, y cuyos acercamientos han servido —primordialmente— para desvelar las intenciones originales de estas creaciones, el contexto en el que se produjeron o el análisis de la estructura arquitectónica y paisajística de las mismas.

Paralelamente, en los últimos cuarenta años se han producido aproximaciones complementarias de gran valía desde el punto de vista botánico. Así, merece la pena reseñar las aportaciones de Elias Bonells, Valdés, Barón y Bueno y, sobre todo, Romero Zarco2. Acercamientos que han tenido como finalidad sondear la riqueza vegetal del jardín a través del desarrollo de inventarios botánicos acompañados, en los últimos casos, de mapas con la localización de los ejemplares más relevantes del jardín.

Atendiendo a lo expuesto, y a la naturaleza efímera de los recursos vegetales, se consideró necesaria la actualización del inventario botánico, así como la elaboración de una completa cartografía con la localización e identificación de la totalidad de los ejemplares del jardín. Iniciativas cuyo desarrollo debería propiciar la combinación de aproximaciones científicas y humanísticas más integrales.

a. Inventario

El punto de partida para la actualización del inventario botánico fueron las aportaciones realizadas por Romero Zarco, siendo posteriormente complementadas con el trabajo de campo desarrollado a lo largo de más de 30 visitas durante los años de 2013 y 2014.3

La organización de dicho inventario se articula alrededor de una colección de fichas donde se hallan representadas las 187 especies identificadas en el jardín4

El contenido de cada una de estas fichas, formado por más de 50 campos, se estructura a su vez en dos bloques de datos:

El primer bloque reúne información genérica asociada a las características botánicas de cada especie, reflejando entre otras sus cualidades morfológicas, fisiológicas o ecológicas.

El segundo bloque, más singular, hace referencia a la frecuencia y localización de cada especie en los jardines, así como su vinculación al lugar a través de una selección de noticias históricas.

Informaciones estas que dan testimonio, en la medida de lo posible, de la procedencia de las especies, de los viajeros que las portaron, o de sus vínculos con la cultura y economía local.

Estas referencias se hacen eco, igualmente, de un proceso de translación y mímesis harto interesante. Nos referimos a las relaciones que se produce entre el jardín botánico como arquitectura —que aquí nos ocupa— y la arquitectura como jardín. Un fenómeno que en el caso del Alcázar sevillano no es menor y que aparece tratado, de manera recurrente, en los paños de yeserías, en las cerámicas, en los capiteles corintios o, de una manera más funcional, en el uso de la madera en puertas, ventanas o artesonados. Registrar estas traslaciones entre la arquitectura y el jardín también ha sido una de las aspiraciones de este trabajo. Un proceso, en definitiva, donde las especies no aparecen como el fin último, sino como el medio para aproximarnos al contexto.

b. Cartografía

Sin embargo, el deseo del mapa precede al inventario en este proyecto. Quizás porque apenas existen cartografías botánicas de los jardines del Real

Esta circunstancia no deja de ser una paradoja pues, durante mucho tiempo, el Alcázar fue una referencia de la producción cartográfica a escala global; siendo punto de encuentro de geógrafos, aventureros y exploradores, entre los que se encontraban aquellos cuyo cometido no solo era dar cuenta de los lugares, sino también de los recursos y especies naturales que lo habitaban.

Un linaje que comenzó en Sevilla hace más de cinco siglos con los viajes de Hernando Colón a las Américas y que se fue enriqueciendo con las aportaciones de Fernández de Oviedo, José de Acosta o Francisco Hernández entre otros

Desde esta perspectiva, el Alcázar fue un lugar para el desvelamiento de otros lugares. El espacio donde emergía la cartografía de un nuevo mundo compilada fragmento a fragmento, viaje a viaje, y cuyo objetivo último era revelar lo que, hasta entonces, era una Terra Incógnita.

Sin embargo, ahora es el Alcázar mismo el que se transforma en una Terra incógnita, en este caso, paisajística. La cuestión es ¿desde qué perspectiva se puede afirmar que los jardines del Alcázar son ignotos?, ¿acaso no conocemos las especies que lo conforman?, ¿acaso no sabemos minuciosamente casi todo lo concerniente a cada una de ellas?

Evidentemente sí pero, como afirma Jordi Solé6 la mirada de la ciencia está ampliando su horizonte más allá del análisis de lo aislado y fragmentario —por ejemplo, las especies y sus diferencias—, para observar también el sistema que las vincula. Sistemas formados por la interacción de múltiples elementos —como son la sociedad, el cerebro, un ecosistema, o por qué no, un jardín como el que nos ocupa- estructuras difíciles de comprender a simple vista y que necesitan de nuevas cartografías capaces de desvelar su comportamiento emergente.

Teniendo en cuenta estas apreciaciones, y retomando las preguntas anteriormente formuladas, tenemos que reconocer que, efectivamente, sabemos cuáles son las especies que constituyen los jardines y también sus cualidades, así como los comportamientos aislados de cada una. Pero en otro orden de cosas, poco sabemos sobre su localización, sobre los patrones de asociaciones entre ellas, sobre los efectos emergentes que provocan al trabajar en conjunto, o de si existe alguna relación entre estas cualidades y nuestras preferencias por tal o cual lugar en el jardín a lo largo del tiempo.

Estas son, por tanto, algunas de las cuestiones que una adecuada cartografía de los jardines nos ayudará a responder. Por ello, hemos utilizado un Sistema de Información Geográfica (S.I.G) como soporte. Una plataforma que permite, en definitiva, vincular y superponer datos asociados a la localización de cada ejemplar (tomados in situ), con datos genéricos asociados a las especies (suministrados por el inventario botánico), vinculando así información alfanumérica con información georreferenciada.

Tal proceso ha desembocado, en esta primera tentativa, en la identificación y localización de 21.000 ejemplares botánicos. Una cartografía que, sin embargo, solo es la punta del iceberg, puesto que bajo ella una masa informe con más de un millón de datos espera ser procesada, combinada e interrogada, con el fin de mostrar no solo nombres y localizaciones, sino también comportamientos, efectos, y asociaciones antes veladas.

Es esta potencialidad, por tanto, la que otorga valor a esta primera cartografía completa de los recursos botánicos de los jardines en un S.I.G., una plataforma accesible y actualizable que, a partir de ahora, se pone a disposición de la comunidad científica para abrir nuevas vías en la investigación, gestión y difusión de los jardines históricos del Real Alcázar de Sevilla.

Fase 2. Visualización

No solo se regocija este proyecto, por tanto, en la descripción fragmentaria de cada especie o en la localización minuciosa de cada ejemplar, sino que también persigue comprender la arquitectura del jardín a partir de la combinación y el comportamiento de los diferentes elementos botánicos que lo conforman.

Atendiendo a esta aspiración, el proyecto se orienta, en la segunda fase, a la creación de un atlas alternativo formado por una compilación cartografías que, partiendo de los datos recolectados, visualicen y pongan en valor las múltiples dimensiones que estos jardines atesoran.

Nos referimos, entre otras, a la dimensión histórica, planetaria, topográfica, aromática, cromática, comestible, sanitaria, climática, atmosférica o asociativa que poseen y generan los recursos botánicos de los jardines. Multitud de cualidades estas que, latentemente esperan ser cartografiadas para mostrar la escala e importancia de sus efectos, no solo sobre la conciencia, sino también sobre el cuerpo, la cultura y el ambiente que los rodea7

Para realizar estas aproximaciones, haremos uso de la base de datos descrita en el apartado anterior, así como de las posibilidades que nos brindan las nuevas tecnologías de la información.

Nos referimos a programas como los S.I.G para el análisis espacial, R para los análisis de clustering o Processing para la visualización creativa de datos.

Pero antes de entrar en dicha materia, nos concentraremos en concluir la descripción de las aspiraciones y contenidos de este proyecto.

Fase 3. Difusión

Finalizamos la introducción al “observatorio de los jardines” reflexionando sobre un problema elemental presente, de manera más o menos velada, desde el inicio del artículo. Nos referimos a la necesidad de cultivar la sensibilidad o percepción que sobre los jardines existe. Cuestión crucial esta que refleja, en definitiva, la capacidad de una cultura para generar narraciones o relatos que despierten el interés por estos recursos y los pongan en valor.

Desde esta perspectiva, el Observatorio no solo se recrea en la actualización del conocimiento preexistente o en la elaboración de aproximaciones alternativas, sino que, con suma motivación, se afana en la transmisión creativa de los contenidos desarrollados.

Así, con el objetivo de llegar a la mayor diversidad de público posible, se ha puesto en marcha una estrategia de difusión que engloba, entre otras: la publicación del inventario botánico, la creación de una base de datos destinada a la comunidad científica, el comisariado de una exposición con los materiales producidos8  o el diseño de una aplicación interactiva para los visitantes. Una herramienta de geolocalización esta última que condensa, en gran medida, las aspiraciones de este trabajo: el enriquecimiento de la experiencia en los jardines con información relevante sobre los mismos.

Os invitamos a descargarla.9

III. EL ATLAS

Es hora de retomar el Atlas botánico, esa compilación de cartografías encaminadas a poner en valor las diferentes dimensiones que los jardines atesoran. Aproximaciones estas, que no pretenden agotar la representación de estos, sino hacerlas proliferar, esbozando su diversidad poliédrica, desvelando —o como diría Deleuze, ac El atlas de los jardines está formado por una compilación de cartografías que, partiendo de los datos recolectados, visualicen y pongan en valor las múltiples dimensiones que estos jardines atesoran.

OBSERVATORIO DE LOS JARDINES

Actualizando— los diferentes jardines potenciales que latentemente perviven en el Real Alcázar y que se relacionan, como ya hemos subrayado, con el cuerpo del visitante, con la cultura que lo acoge o con el ambiente que lo envuelve.

Con ellas os dejamos, con el deseo que las valoren por su potencialidad, y no solo por los resultados arrojados en estas primeras tentativas.

1. El jardín cultural

La primera cartografía trazada es, probablemente, la más conocida, y la única de las aquí recopiladas que se relaciona más con el espacio que con las especies que lo conforman. Se trata de un mapa que muestra los jardines del Real Alcázar como un conglomerado creado por diferentes culturas a lo largo del tiempo. Una amalgama en la que se han ido injertando nuevas especies y sensibilidades, alentadas por el cambio de sus moradores y de las redes que estos establecían con el mundo.

El poeta Joaquín Romero Murube, uno de sus conservadores más ilustres, identificaba primordialmente tres grupos de jardines: aquellos de carácter islámico, aquellos renacentistas, y los jardines modernos. A pesar de esta aparente discontinuidad, el propio Murube nos advertía del afortunado diálogo que se establece entre ellos.

a) jardines islámicos

El primer grupo, formado por los jardines islámicos (s. XI-XIV), abarca desde la fundación del Alcázar hasta las intervenciones del rey Don Pedro (Pedro I de Castilla), intensamente influenciadas por la presencia de jardineros y alarifes nazaríes.

A pesar de suponer solo el 5,4% de la superficie total, su singularidad es el origen de ese arquetipo o invariante que con el tiempo ha venido a denominarse jardín sevillano.

El patio del Yeso, el de la Contratación, el jardín de Crucero, el patio del León, el de la Monteríao el patio de las Doncellas tienen su origen en este periodo.

Estos jardines se caracterizan por su pequeña escala y su profunda conexión con la arquitectura

Actualizando— los diferentes jardines potenciales que latentemente perviven en el Real Alcázar y que se relacionan, como ya hemos subrayado, con el cuerpo del visitante, con la cultura que lo acoge o con el ambiente que lo envuelve.

Con ellas os dejamos, con el deseo que las valoren por su potencialidad, y no solo por los resultados arrojados en estas primeras tentativas.

Se trata de una sucesión de espacios fragmentados y sin grandes perspectivas, donde todo se contiene y todo está al alcance de los sentidos, como si de un interior íntimo se tratará.

El más antiguo que se conserva es el Patio del Yeso, probablemente diseñado por el arquitecto Ali al-Gumari10. Sin embargo, aún más singulares resultan los jardines de crucero en dos niveles, los cuales se concibieron como un espacio rectangular articulado en altura. Abajo, aparecen una serie de parterres rehundidos que acogen la vegetación formada por flores y árboles, cuyas copas y frutos quedan a la altura de quien deambula por el nivel superior. Arriba, se sitúan cuatro andenes surcados por sendos canales en alusión a los cuatro ríos del Paraíso11.

En el Alcázar de Sevilla se da una concentración inusual de estos jardines de crucero entre los que podemos encontrar el patio de la Contratación, el Jardín de las Doncellas, el patio de la Montería y el patio de Crucero. Actualmente, los dos últimos se encuentran rellenos, esperando una rehabilitación que les devuelva la singularidad que antaño tuvieron. De todos ellos el Patio de la Contratación resulta el más grandioso, debido a la profundidad a la que se situaba el jardín respecto de los andenes y salones superiores. Un espacio único, si nos atenemos a lo conservado en el Occidente islámico, y que parece más emparentado con los espacios climáticos de los Sirdabs construidos en los palacios abasíes de Samarra12.

b) jardines renacentistas

Paralelamente al Descubrimiento de América, se produjo un segundo descubrimiento, o habría que decir re-descubrimiento; en referencia a las culturas clásicas que se propagaron por Europa provocando un cambio sin precedentes.

En los jardines del Alcázar, dicho movimiento fue auspiciado por los Austrias. Primero, con las adecuaciones de los jardines para la boda de Carlos I con Isabel de Portugal. Después, con las realizadas por Felipe II y Felipe III, quién contó con los servicios de Vermondo Resta13, arquitecto y paisajista de origen lombardo que transformaría el Alcázar con su sello híbrido, donde el clasicismo maduro del manierismo trabaría una especial relación con el patrimonio preexistente.

Atendiendo a esta premisa, los jardines clásicos del Alcázar se identifican con aquellos situados en el flanco sur, entre el palacio y la galería del Grutesco, separados de los demás por muros y verjas y entre los que se hallan el patio del Príncipe, el jardín de las Flores y el de Galera, el jardín de Troya y el de la Danza, el jardín de Mercurio, el de las Damas y el jardín de la Cruz (antiguo laberinto donde se hallaba el Monte Parnaso) así como el cenador de Carlos I. El patio de Levíes, el patio del Chorrón y el de la Alcubilla cerrarían la lista de jardines de influencia clásica los cuales representan, en la actualidad, un 24,3% de la extensión total de los jardines.

De estos diversi giardini ridotti, como los denominó Cosimo de Medici, sobresalen varios aspectos, como la dimensión y contención de estos a través de la disposición escenográfica de muros de fábrica y naranjos en espaldera, o la adopción del arte del topiario, recreando con la vegetación formas artificiales asociadas a gigantes y galeras. Investigaciones precedentes, como las ya citadas de Correcher, han puesto de manifiesto cómo durante este periodo se produjo una integración y reordenación de los diferentes jardines, tanto antiguos como modernos, en una narrativa coherente alusiva a la mitología clásica.

Proceso que ha quedado grabado en la toponimia de los diferentes jardines.

Por último, tenemos que subrayar un hecho de importancia capital para la evolución de estos jardines como fue la transformación de la antigua muralla almohade en un paseo en altura: la galería del Grutesco. Una infraestructura que mantiene e incluso potencia un tema ya ensayado en estos jardines —por ejemplo en los de crucero— como es la experiencia de extender las perspectivas andando sobre la copa de los árboles, como si del barón rampante se tratase.

C) jardines modernos

Por último, a principios del siglo XX, en un corto periodo de tiempo, se realizan las tres últimas grandes ampliaciones de los jardines del Alcázar. Proyectos que traerían consigo la pérdida de espacios destinados a huertas productivas y de aclimatación de especies, disipándose de esta forma parte del carácter experimental que siempre habían tenido dichos jardines y que este estudio pretende recuperar.

Para transformar las últimas dos huertas se desarrollaron diversos jardines atendiendo a los gustos de la época. Actualmente estas operaciones suponen el 70,4% de la totalidad de los jardines.

La primera transformación fue la que convirtió la Huerta de la Alcoba, aquella de la cual Navaggiero se enamoró al visitarla con motivo de la boda de Carlos I, en un jardín de tipo pintoresco único en Sevilla. Para ello Juan Gras y Prats, jardinero de la Casa de Campo y diseñador de los jardines de la Magdalena de Santander, hizo traer árboles de gran porte desde los sitios reales de la Granja de San Idelfonso y Aranjuez, entre los que destacaban ginkgos, magnolios, olmos o cedros orgánicamente dispuestos sobre un manto de suave verde.14

La segunda operación fue la realizada en la Huerta del Retiro, la cual ya había sido objeto de algunos trabajos coincidiendo con la estancia de José Bonaparte, y que primero fue segregada, cediéndose a la ciudad un buen trecho (que hoy se corresponde con los jardines de Murillo) y, posteriormente, fue rediseñada, siguiendo patrones geométricos más regulares en sintonía con las exploraciones que Forestier había comenzado a realizar en Sevilla y en Castilleja de Guzmán, y que —posteriormente— Talavera, entre otros, continuará depurando de forma tácita. Hoy esta huerta es conocida como el jardín del Marqués de la Vega Inclán, en honor a su promotor.

La tercera y última gran intervención fue la creación del jardín de los Poetas. Un espacio alentado por Joaquín Romero Murube y diseñado por Javier Winthuysen que se organiza alrededor de una lámina de agua y que continúa recreando tipológicamente ese arquetipo que es el jardín sevillano, síntesis de influencias islámicas, renacentistas y románticas, que ambos ayudaron a consolidar.

2. El jardín planetario

Si la anterior cartografía analiza la localización de los jardines en el tiempo, en este caso, la representación se centra en la “localización” de los recursos botánicos en el espacio. Este desafío se desarrolla a través de un doble desplazamiento: primero, localizando las plantas del Alcázar en el planeta para después, realizar el proceso inverso ubicando las plantas del planeta en el Alcázar.

En el primer caso, la operación devuelve a las especies —cuya memoria de foránea extrañeza aparece borrada por el tiempo, la desidia o la indiferencia— su imagen justa, inestable, aventurera, recuperando para ello la deriva que las trajo hasta aquí. Emerge, por tanto, una visión de la naturaleza como un proceso abierto que, de alguna manera, realizamos entre todos, irremediablemente, de manera incesante.

En este sentido, los jardines del Alcázar se vislumbran como un laboratorio paisajístico donde llegaban y se aclimataban especies provenientes de lugares lejanos, proceso que ha transformado al mismo, a lo largo del tiempo, en una especie de arca vegetal, en un auténtico índex planetario, tal como nos sugería Gilles Clément, en una conversación informal.

Por otra parte, el segundo análisis nos permite observar la distribución de las plantas del planeta en el Alcázar. En esta ocasión, la visualización revela la inexistencia de concordancias entre el origen de los jardines y las especies que actualmente lo conforman. Cabe imaginar, por tanto, que cada oleada de nuevas especies introducidas significó la adopción de estas no solo en los nuevo espacios, sino también en los antiguos, generan do así el palimpsesto que hoy contemplamos.

Esta apreciación no quiere decir que no se observen patrones organizativos en estos jardines.

Por ejemplo, las plantas mediterráneas (unas 47 especies, es decir el 26,7% de las inventariadas) son, a pesar de su proporción, las que estructuran primordialmente el jardín. Sobre todo porque incluyen especies clave como el mirto (Myrtus communis) o el ciprés (Cupressus spp.).

Las asiáticas, aquellas que comenzaron a introducirse durante la época islámica suponen, sin embargo, casi la mitad de las especies presentes.

Destacando especialmente las procedentes de Asia Oriental, que representan el 38,6% de las especies del jardín (cerca de 70 especies).

Las especies americanas, siendo menores en proporción, sobresalen por su escala y su uso como hitos singulares. Sobresalen especialmente las de procedencia sudamericana, con 36 especies (frente a las 19 de América del Norte o las 13 del Caribe).

África se acerca al 20% (fundamentalmente a través de plantas procedentes de las regiones mediterráneas del continente), mientras que las especies de Australia y Nueva Zelanda representan un 8,5% de las inventariadas (15 especies). Por último, las especies propias de Polinesia y otros archipiélagos del Pacífico se quedan en apenas un 2,3% (con 4 especies representadas).

A modo comparativo, observamos cómo esta distribución difiere parcialmente de la proporción existente en el resto de la ciudad que, según Benito Valdés, guarda el siguiente patrón de distribución: 30% asiáticas; 20% europeas; 25% americanas; 15% africanas; 6% de Oceanía15.

Una vez cartografiadas las especies cabría preguntarse acerca del fenómeno que las trajo hasta aquí. Desde esta perspectiva, la singular distribución de especies en los jardines del Alcázar parece fruto de una lenta superposición realizada por multitud de viajeros a lo largo del tiempo. Una historia interesante esta que, sin duda, espera ser contada y sobre la cual pretendemos esbozar aquí algunas pinceladas:

a) Viajeros islámicos

Abd al-Rahman I llegó a la Península en el 752 y un año después lo hizo a Sevilla. Con él y su anhelo nostálgico de reproducir los jardines de su abuelo Hixem en Damasco, se inauguró un periodo próspero que conectó Al-Ándalus con Oriente a través de las rutas comerciales del imperio islámico.

A través del historiador y geógrafo Ibn Said alMaghribi (s.XI) sabemos que Abd al-Rahman I

“hizo traer plantas exóticas y magníficos árboles procedentes de las regiones más diversas plantando los huesos de frutas seleccionadas y semillas extrañas que le habían traído sus embajadores en Siria”16.

Igualmente, se conservan noticias de cómo los gobernantes andalusíes hicieron de sus palacios y almunias incipientes laboratorios botánicos donde aclimataron nuevas especies y asimilaron técnicas innovadoras que terminarían generando una floreciente revolución verde cuya influencia sobre la economía andalusí sería innegable.

Esta sensibilidad hacia la agroponía y la jardinería enraizada en criterios económicos, pero también religiosos, se desplegaría después en el Alcázar sevillano durante todo el periodo islámico a través de gobernantes como Almutamid o de sus sucesores almohades (bajo cuyo mandato se comenzaron a desarrollar los patios de crucero); de científicos y humanistas como Avenzoar, Averroes o Ibn Jaldun; de arquitectos como Ben Basso (Giralda, Caños de Carmona) o Ali al-Gumari (Patio del Yeso) y de agróponos como los sevillanos Ibn al-Awwam

(Libro de la Agricultura Nabatea) o Abû l-Jayr alIshbîlî, los cuales, se adelantaron en algunos siglos a los naturalistas europeos del Renacimiento.

La singular distribución de especies en los jardines del Alcázar parece fruto de una lenta superposición realizada por multitud de viajeros a lo largo del tiempo. Una historia interesante esta que espera ser contada y sobre la cual esbozaremos aquí algunas pinceladas.

b) Viajeros renacentistas

En 1492, Cristóbal Colón descubre América y los Reyes Católicos transforman el Alcázar de Sevilla en una de sus residencias estratégicas, así como en la Casa de Contratación, también llamada Casa del Océano. Un embudo por el que tenía que pasar cualquier viajero o mercancía procedente del Nuevo Mundo.

Posteriormente Felipe II convierte el Alcázar en jardín de aclimatación real. Un laboratorio

botánico similar a los que habían comenzado a proliferar en la ciudad patrocinado por eruditos como Tovar, Arias Montano, Monardes o Hernando Colón; quienes aprovecharían el monopolio del puerto sevillano para el estudio y el comercio de las nuevas maravillas provenientes del Nuevo Mundo. Este hecho transformó a Sevilla en un laboratorio paisajístico, en una avanzadilla de la botánica del momento.

De esta época nos quedan documentos que atestiguan dicho trasiego, como las cartas entre Clusius y Simón de Tovar, donde se recogen algunas de las plantas cultivadas por este último procedentes de América como el nardo, los correos acompañados de semillas entre Pedro de Osma y Monardes, o los proyectos de Hernando Colón, hijo del descubridor Cristóbal Colón.

Entre ellos, destaca su jardín privado creado con plantas procedentes de sus viajes al Nuevo Mundo. Se calcula, según las noticias, que este jardín poseía alrededor de cinco mil árboles entre los que sobresalían fabulosos ombúes (Phytolaca dioica), de los cuales según atribuye la leyenda, son vástagos los existentes en la Cartuja y en estos jardines. También existen noticias sobre estos viajes en el Alcázar

. Así Ana Marín recoge a través de Gestoso como el 7 de Octubre de 1577 el veedor Francisco Jiménez compró “46 mazetones a 14 mrs. cada uno para sembrar en ellos las simientes que se truxeron de la nueva españa por mandato del rey”, simientes que tuvieron que dar sus frutos porque en 1578 se ordenó a Juan de Campaña que pintará y sacará del natural “las yeguas y árboles que se truxeron de las yndias y se plantaron en estos alcazares por mandato de su magestad en macetas en questan nacidas…”

c) Viajeros románticos

Sin embargo, a finales del siglo XIX la ciudad había pasado de ser uno de los centros globales de innovación a transformarse en un reducto romántico donde los viajeros llegaban buscando el futuro, sino el pasado; un pasado estilizado y legendario dónde según Washington Irving, uno de sus más ilustres visitantes, se “mezclaba lo sarraceno con lo gótico y donde las reliquias conservadas desde el tiempo de los moros recordaban pasajes de las mil y una noches”17.

Esta mirada nostálgica hacia el pasado prevalece y enraíza en Sevilla a través de múltiples manifestaciones, incluso durante el siglo XX cuando la ciudad hace importantes esfuerzos por modernizarse.

Así ocurre con la Exposición Iberoamericana de 1929 y también con la Exposición Universal de 1992, que celebran los vínculos de la ciudad con América.

Curiosamente, ambas actualizaciones urbanas vinieron acompañadas de importantes operaciones paisajistas. La del 29, alrededor del parque María Luisa diseñado por el gran jardinero francés Forestier. La del 92 a través de la reinvención de la Isla de la Cartuja; operaciones que rememoran otras del pasado, como aquella de la Alameda de Hércules o, más recientemente, las de Cristina o Delicias fomentadas por el asistente Arjona y asesoradas por el gran botánico Boutelou, y que manifiestan el carácter de una ciudad que, tradicionalmente, ha confiado en la naturaleza como palanca de innovación urbana.

En este sentido, cada una de estas operaciones puede considerarse también como laboratorios botánicos y paisajísticos, pues propiciaron la llegada de nuevas especies vegetales que terminarían propagándose de manera exuberante por las calles de la ciudad, modificando para siempre su paisaje. El Alcázar no permaneció ajeno a este proceso, sirviendo en unos casos de modelo y en otros de receptáculo.

3. El jardín estratificado

La cartografía que se reproduce a continuación analiza la organización vertical del jardín.

Una estructura que no hace referencia, en este caso, a la disposición topográfica de las distintas terrazas que lo forman (responsable esencial tanto del dominio perspectivo de unos jardines sobre otros, como de la distribución hidráulica en el mismo) sino a las propiedades. que emergen de la distribución y el desarrollo en altura de la multitud de ejemplares botánicos existentes.

Para ello, durante el trabajo de campo no solo se localizó cada planta, se identificó su especie o se anotó su estado de salud, sino que también se registró la altura de cada ejemplar. Este proceso finalizó con la obtención de 21.000 datos de elevación que, indirectamente, hacen referencia a cierta topografía vegetal del Alcázar. Una topografía, por otra parte, donde se superponen los diferentes niveles y con ellos sus efectos. De esta forma, con la finalidad de profundizar en las consecuencias perceptivas de dichas combinaciones, se realizó una serie de análisis gráficos aplicando una clasificación fenomenológica basada en 5 doseles.

El dosel más bajo hace referencia a la capa superficial, es decir, a aquella que solo se alza unos centímetros del suelo siendo, en gran medida, responsable del sentido del “tacto” del jardín. En el caso sevillano, el tratamiento no es homogéneo, apareciendo tres conjuntos diferenciados. El primero de ellos, formado por los jardines islámicos y renacentistas, se caracteriza por estar compuesto por pequeños parterres de tierra para la vegetación y caminos enlosados para los visitantes. Los otros dos se corresponden con los jardines modernos y en ellos, la proporción de enlosados es mucho menor, haciendo aparición el uso de caminos de albero. En el caso del jardín de los Poetas y del Marqués, combinado con el uso de parterres de  tierra. En el caso del jardín inglés, con continuas praderas de hierbas.

El segundo dosel está formado por vegetación cuyo desarrollo es siempre inferior a la altura del ojo (1,5m) y, por tanto, limita el paso pero no la visión. En el Alcázar esta capa es el responsable de la estructura de parterres y está formada principalmente por vegetación oriunda del
mediterráneo, como los aromáticos mirtos y boj (Buxus sempervirens).

Los jardines clásicos del Alcázar se caracterizarían originariamente por estar compuestos, casi exclusivamente, por plantas pertenecientes a dicho dosel. Composición ésta, que explicaría la disposición de los escudos del jardín de las Damas en relación a las estancias palatinas o el estanque de Mercurio los cuales, en posición de dominio visual, dispondrían de una perspectiva similar a la de los belvederes.
El tercer dosel a considerar se desarrolla en un rango entre 1,5 y 5 m. Junto con los muros, este nivel es el responsable de la percepción espacial de los jardines del Alcázar, pues es el que contiene la mirada. Así, cuando Murube se refería al jardín pequeño o íntimo, tenemos que entender que no solo hacía referencia a los pequeños patios limitados por arquitecturas o naranjos en espaldera, sino también por esos muros vegetales, de los cuales el jardín de los Poetas, flanqueado por parterres y cipreses, es un claro ejemplo.
El cuarto dosel corresponde a una horquilla que va desde el nivel anterior hasta los 25 metros, y está formado por árboles cuya cualidad más singular es la de generar estructuras abovedadas. En ellos la sombra es un material más, y el frescor una recompensa gratificante. El jardín Inglés, como se aprecia en las cartografías, sería el exponente más destacado de los que se encuentran en el alcázar sevillano.
Por último, el quinto dosel estaría formado por aquellos árboles que, a modo de hitos paisajísticos, ascienden sobre el nivel anterior (> 25m).
En el caso de los jardines del Alcázar observamos ejemplos múltiples, como los palos borracho (Ceiba insignis) en el patio del León, las washingtonianas (Washingtonia robusta) cerrando la perspectiva del jardín de los poetas o marcando los vértices del jardín del Marqués y, sobre todo, los eucaliptos (Eucalyptus camaldulensis) limítrofes con el paseo de Catalina de Ribera, los cuales se muestran como las verdaderas atalayas del jardín.

4. El jardín cromático

Cuando Forestier fue invitado a diseñar el actual parque de María Luisa comenzó un periplo de viajes e investigaciones que le llevarían a conocer en profundidad el patrimonio paisajístico andaluz. Entre las cualidades que llamarían la atención del jardinero francés se encontraba la utilización cromática de la vegetación. Sensibilidad esta que le harían recordar el jardín de su amigo Claude Monet en Giverny.

En este sentido, son múltiples los diseños de jardines que han sido guiados por el color. Algunos de manera exacerbada como, por ejemplo, el White Garden de Vita Sackville-West (1892-1962) cuya creación, organizada alrededor de plantas de blanca floración, motivó la propagación del diseño de jardines monocromos.

Siguiendo el hilo de esta última cita, surge la siguiente aproximación a los jardines, cartografiando el comportamiento cromático de las diferentes especies a lo largo del tiempo. Con esta finalidad, se tuvo en cuenta tanto la floración como la fructificación de determinadas especies, habida cuenta del impacto que sobre esta cualidad produce el millar de naranjos amargos existentes (Citrus aurantium).

Para la representación del mapa, se optó por la siguiente agrupación de colores:

•             Gris para representar las floraciones blancas.

•             Magenta para representar los colores cálidos del jardín (rojos, naranjas, amarillos).

•             Cian para las floraciones frías (azul, violeta, lila).

•             Violeta, por último, para representar aquellas especies polícromas como el rosal.

Analizando los resultados se observa cómo, a pesar de la presencia simultánea de colores diversos (sobre todo en verano), el jardín parece alcanzar intensidades monocromas a lo largo de diferentes periodos del ciclo anual.

Así, al final del otoño y durante el invierno observamos la emergencia del naranja a través de una pléyade de notas asociadas a los frutos de los prolíficos cítricos. Efecto éste que se distribuye prácticamente por todo el recinto, salvo en el Jardín Inglés, y que encuentra un eco continuo en los pavimentos de albero.

Una vez llegada la primavera, el jardín entra en su clímax blanco. Este periplo se inicia con la floración aromática del azahar (Citrus spp.), y la voluptuosa de los melocotoneros de flor (Prunus persica), los cuales, situados en el Jardín de las Damas, son responsables de una de las estampas más bellas de estos jardines. Pero los acentos blancos no acaban aquí, prosiguen durante un tiempo de manera predominante a través de los jazmines (Jasminum officinale, J. grandiflorum o J. polyanthum), el mirto o las melindas y celindas (Philadelphus coronarius y Deutzia scabra), ejemplificando sin duda el supremacía del color blanco en estos jardines que, junto al amarillo, representan los colores prototípicos de la floración natural mediterránea.

No obstante, si el naranja y el blanco son los colores predominantes, no son los únicos. Otros aparecen aquí y allá añadiendo pinceladas y combinaciones afortunadas que perduran en el recuerdo: como el fucsia de las buganvillas (Bougainvillea spectabilis) asociados al violeta de las jacarandas (Jacaranda mimosifolia), el lila de la glicinia (Wisteria sinensis) en el Jardín de Galera y en el Patio del Chorrón, el del agapanto (Agapanthus umbellatus) en el Jardín del León; la alfombra amarilla de los Ginkgos (Ginkgo biloba) en el Jardín Inglés o las notas alegres de los rosales (Rosa spp.) desde mayo a septiembre en el Jardín de los Poetas.

  1. El jardín aromático
  2. En estos palacios y jardines de influencia islámica la vista no aventura mucho. Las perspectivas se rompen y contienen, todo está al alcance y los espacios parecen un interior íntimo. Así, el predominio de la vista sobre el resto de los sentidos queda desactivado demostrando que, si la visión nos enfrenta al mundo, los sentidos periféricos nos envuelven en la carne del mundo”18. Creemos que así debieron sentirse Almutamid, del que sabemos que gustaba del olor del jazmín, o Felipe II, el antófilo, cuyo deleite por los aromas florales eran harto conocidos19.

Es necesario cartografiar los aromas para aproximarnos a la estructura profunda de estos jardines, máxime en una ciudad como Sevilla, cuyo recuerdo siempre permanece impregnado de azahar.

Es necesario, por tanto, cartografiar los aromas para aproximarnos a la estructura profunda de estos jardines. Máxime en un lugar como Sevilla, ciudad aromática por excelencia, cuyo recuerdo siempre permanece impregnado de cierto olor a azahar o a incienso.
Siguiendo esta sensibilidad, hemos realizado una serie de cartografías para observar, en el espacio
y en el tiempo, los efectos aromáticos asociados a la vegetación del Alcázar. De ellas se desprenden la existencia de tres experiencias intensas:
La primera (representada en cian) se vincula al azahar. Tiene lugar al inicio de la primavera y se
produce prácticamente por todos los jardines del palacio a través de la distribución de mil naranjos amargos. Una experiencia que; por una parte se intensifica en la ciudad gracias a los más de 25.000 ejemplares existentes; y por otra continua en el Alcázar, donde el aroma del azahar se refuerza con otros similares generados por la floración de mandarinos (Citrus reticulata), naranjos dulces (Citrus x sinensis), limoneros (Citrus x limon), limas (Citrus limetta), naranjos morunos (Citrus myrtifolia), falso pomelos (Citrus maxima), pomelos (Citrus x paradisi), o pitósporos (Pittosporum tobira), también conocidos como
Azahares de China.

La segunda (representada en magenta) se vincula al jazmín y al arrayán, que etimológicamente significa “el aromático”, y aflora en verano asociada a los jardines clásicos y al Jardín del Marqués. Son aromas que se intensifican en la noche veraniega, aliviando la ansiedad e induciendo al sueño. Curiosamente son muchos los patios de la ciudad, que además de por su aroma, utilizan al jazmín como repelente de los molestos mosquitos.

La tercera (representada en gris), más sutil, continua y profunda, se prolonga como un fondo fresco sobre las mañana húmedas del año. Nos referimos a las fragancias del boj, esas que ligeramente se perciben en el Salón de los Embajadores y nos arrastran hasta el jardín del Príncipe.

Dentro de esta clasificación también podríamos englobar los aromas tonificantes y frescos de los cipreses que se dispersan por todo el jardín, y cuya presencia es más evidente en los meses invernales.

Evidentemente, en el paseo por los jardines podemos encontrar otras fragancias puntuales vinculadas a especies concretas, de cuyo aroma deja pistas su propio nombre, como la Lonicera fragantissima, una madreselva de aromas cítricos que se manifiestan a finales del invierno y cuyo único ejemplar se sitúa en el Jardín Inglés; las cítricas hierbaluisas (Aloysia citriodora) del antiguo Jardín del Laberinto; las damas de noche (Cestrum nocturnum) que intensifican las noches del Jardín del Marqués o de Cenador de la Alcoba; el balsámico olor del Laurel (Laurus nobilis) en los jardines clásicos; o las rosas del jardín de los poetas. Además, son muchas las flores que, en su proximidad, nos deleitan con su aroma, como la salvia (Salvia officinalis), la lavanda (Lavandula angustifolia) y el romero (Rosmarinus officinalis), todas ellas oriundas del mediterráneo.

6. El jardín nutritivo

En este viaje por el jardín a través de los sentidos ocupa un lugar periférico el sentido del gusto, aunque no siempre fue así. Ya en la azora 76 del Corán se alude al paraíso como un jardín surcado por agua, “con umbrías y frutos inclinados muy bajos para ser cogidos”. Una promesa, en definitiva, del jardín como fuente de dones y alimentos.

Traducciones pragmáticas de este deseo aflorarán en al-Ándalus de manera regular. Así lo prueban escritos de botánicos como Ibn-Awan o Ibn-Luyun, los cuales hacen sugerencias sobre la correcta articulación de los “huertos de placer” (tal como se conocía a dichos espacios hasta la adopción del vocablo “jardín” desde el francés) en combinación con los huertos productivos destinados al cultivo de alimentos. Espacios donde además se incentivaba la aclimatación de nuevas especies procedentes de Oriente, así como la búsqueda, a través de mezclas e injertos, de nuevas variedades más sabrosas y productivas.

Estos modelos tuvieron —sin duda— en el Alcázar sevillano uno de sus mejores ejemplos, pues hasta el siglo XIX coexistieron ambas actividades de manera armoniosa. Hoy, sin embargo, nada resta de aquello, habiéndose transformado todo el jardín en un locus amoenus. Sin embargo, como gustaba decir a Bateson, nada en la naturaleza tiene una única motivación y, por tanto, fácil resulta encontrar entre el follaje especies que deleiten nuestro gusto.

Así, en esta cartografía forzada, una “cosecha” de frutos destaca sobre las demás: la de los cítricos.

Entre ellos, podemos hallar pomelos, limones, limas, naranjas dulces, mandarinas y, sobre todo, naranjas amargas. Fruto cuya adopción y propagación se realizó atendiendo a sus cualidades ornamentales, pero que encontraría en el siglo XIX una utilidad alternativa. Nos referimos a su empleo para la producción de mermelada de naranja amarga, muy popular en el Reino Unido, donde el propio fruto es conocido popularmente como naranja de Sevilla. se
refuerza con otros similares generados por la floración de mandarinos (Citrus reticulata), naranjos dulces(Citrus x sinensis), limoneros (Citrus limon), limas (Citrus limetta), naranjos morunos( Citrusmyrtifolia), falso pomelos (Citrus maxima), pomelos (Citrus x paradisi), o pitósporos
(Pittosporum tobira), también conocidos como Azahares de China.

Sin embargo, otras “cosechas” mínimas fructifican en el Alcázar, reportando al furtivo recolector un goce incomparable. Este huerto disperso y heterogéneo está formado por dátiles (Phoenix dactylifera), perales (Pyrus communis), granados (Punica granatum), nísperos (Eriobotrya japonica), caquis (Diospyros kaki), algarrobos (Ceratonia siliqua), azufaifos (Ziziphus zizyphus), moras (Morus nigra y M. alba) o chirimoyas (Annona cherimola).

Recordar, por tanto, que cultivar la atención en los jardines del Alcázar no solo reporta una recompensa estética, sino también culinaria. Un deleite al alcance de muy pocos. Como fue el caso del arquitecto milanés Vermondo Resta al cual se le retribuyó, complementariamente al pago de sus trabajos en el Alcázar, con una cesta repleta, periódicamente, con los frutos del jardín..

7. El jardín climático

Visitar el Alcázar en verano, cuando la temperatura ronda los 40ºC, quizás sea la experiencia más gratificante para comprender los bondadosos efectos de estos jardines. Así, mientras la mayor parte de espacios urbanos transforman la implacable luz recibida en radiación térmica propiciando el aumento de la temperatura ambiental, las plantas del Alcázar, mediante la evapotranspiración, mantienen dicha temperatura constante. Una estrategia que, en combinación con el agua de las fuentes y las corrientes generadas entre las diferentes estancias palaciegas, logran una sensación térmica confortable y hospitalaria que nos invita, siempre, a demorarnos en el recinto.

En este sentido, García Novo hace referencia a las investigaciones de Francisco Limón y Enrique Alés20, quienes compararon en julio la temperatura existente en el Campo de la Feria y el cercano Parque de los Príncipes de Sevilla. Los resultados de esta mostraban como la zona ajardinada era entre 4º – 5ºC más fresca y con un 10-20% más de humedad durante las horas de mayor incidencia solar. Una diferencia de confort térmico que se intensificaba aún más debido a la reducción de un 90% de la radiación gracias a la protección del dosel arbóreo.

Igualmente otras aproximaciones como las desarrolladas por la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, dirigidas por Salvador Rueda, permiten registrar y simular los efectos climáticos que los elementos vegetales generan en el sistema urbano, mostrando el valor que dichos recursos poseen para regular las condiciones de habitabilidad urbana y confort en los espacios públicos de manera eficiente21.

Alentados por dichas aportaciones, nos aventuramos a cartografiar el efecto climático de la vegetación sobre el entorno palatino. En este sentido, habida cuenta de los recursos a disposición, optamos por aproximarnos únicamente a la disposición, profundidad y variación de las sombras en el jardín, utilizando para ello interpolaciones de Kriging, dejando para posteriores ocasiones un estudio más preciso.

De la observación del mapa resultante aflora una serie de espacios estructurales, como el caso de la bóveda protectora del Jardín Inglés, con sus juegos de sol y sombra sobre el suelo verde. Pero también la aparición de singularidades intensas, como la pérgola de glicinia en el Jardín de la Galera.

Este mapa se complejizó posteriormente con la localización de las diferentes masas de agua en el Alcázar, recogiendo y celebrando los múltiples usos y dimensiones que el líquido elemento encarna en estos jardines. Nos referimos al agua como canal de riego (acueducto), como superficie refrescante (Sala de la Justicia, Baños de Padilla), como elemento reflectante (Jardín de las Flores), como fuente estética (Sala de la Justicia, Estanque de los Nenúfares o Montaña del Parnaso) o como elemento sonoro (Estanque de Mercurio).

Espacios en definitiva, donde prosperan especies como los nenúfares (Nymphaea alba), culantrillos de pozo (Adiantum capillus-veneris), paragüitas (Cyperus alternifolius), calas (Zantedeschia aethiopica) o papiros (Cyperus papyrus).

De la combinación sabia de ambos elementos emerge, por tanto, esta cartografía del frescor en el Alcázar de Sevilla. Una dimensión esencial para tomar conciencia del jardín como arquitectura climática.

8. El jardín atmosférico

En 1774, el científico y teólogo Joseph Priestley colocó una vela dentro de un volumen aislado, concretamente una campana de vidrio. Al cabo de un corto espacio de tiempo la vela se apagó.

Posteriormente repitió el experimento con una planta dentro. En esta ocasión la vela se volvió a apagar, pero al cabo de 10 días. Posteriormente repitió los mismos ensayos, esta vez con un ratón en el interior de la campana. En el primer caso el roedor murió velozmente, en el segundo, prolongó sustancialmente su vida junto a la planta. Fue así como Priestley descubrió la presencia del oxígeno en el “éter”, vislumbrando desde entonces la vinculación de éste con los procesos biológicos de la tierra22.

El jardín atmosférico.–Esta singularidad de la vida para crear sus propias condiciones de existencia tiene, por tanto,un eslabón fundamental en la capacidad fotosintética de los vegetales para, por una parte, transformar la energía solar en nutrientes y, por otra, regular la composición atmosférica produciendo oxígeno y absorbiendo dióxido de carbono.

En este sentido, jardines como los del Alcázar actúan como auténticos pulmones urbanos. No solo produciendo oxígeno y reteniendo carbono en su ciclo de vida, sino también purificando el ambiente de partículas suspendidas en el aire, las cuales prosperan en ambientes generalmente llenos de emisiones antrópicas.

En Sevilla, el profesor Figueroa23 ha analizado profusamente la capacidad de las especies vegetales como sumideros de dióxido de carbono, realizando caracterizaciones precisas acerca de los servicios ecosistémicos que éstas prestan.

Estimulados por estas aportaciones, hemos planteado un análisis encaminado a visualizar, de manera genérica, el potencial del jardín del Real Alcázar como sumidero de dióxido de carbono. Un espacio, por otra parte, de especial relevancia para la regulación de este proceso en Sevilla, puesto que representa el 40% del espacio verde existente en el casco histórico de la ciudad.

Para la realización de esta cartografía se han utilizado cálculos y estimaciones provenientes de diferentes autores, tanto a nivel de especies como a nivel general (mediante el uso de medias según tipo de planta o porte). Destacamos, especialmente, las aportaciones de los profesores de la Universidad de Sevilla Figueroa Clemente, Redondo Gómez o Castillo Segura; los estudios en medioambiente urbano de Durán Rivera y Alzate de la Universidad de Antioquia (Colombia), o los inestimables trabajos de los estadounidenses Nowak y McPherson.

A través de ellos, hemos tomado conciencia, a nivel particular, de aquellas especies del jardín con mayor potencial de absorción: Pinus canariensis, Quercus robur, Melia azedarach, Jacaranda mimosifolia, o aquellas otras que, debido a su manejo, permiten un mayor secuestro del CO2como es el caso del Laberinto compuesto por arrayán, cipres y tuya (Platycladus orientalis).

Según los cálculos realizados, la capacidad general de absorción de CO2  de estos jardines ascienden, aproximadamente, a 2.100 Tn/CO2  año. Una cifra equivalente a lo producido por un coche de tipo medio dando 350 vueltas alrededor del mundo.

Además, se puede estimar la capacidad del jardín para absorber partículas suspendidas en el aire de alrededor de 3,5Tn/SPM.año.

9. El jardín alergénico

Las respuestas alérgicas de nuestro organismo a las numerosas especies anemófilas (plantas que polinizan a través del aire) constituyen una importante preocupación sanitaria, especialmente en las ciudades, donde se le suman otros factores de contaminación atmosférica que suelen agravar este tipo de afeccione. Efectos que se intensifican de manera especial en primavera y verano, cuando coincide la máxima producción de polen con la falta   lluvias.

De forma general, las especies más problemáticas en nuestro entorno geográfico son las gramíneas (poaceae y cyperaceae) y el olivo (oleaceae). Las primeras son especialmente frecuentes por la amplia distribución de este tipo de vegetales, que engloban a un sinnúmero de herbáceas muy habituales en campos y jardines (césped, “malas hierbas” en solares, campos de cultivo, etc.). La segunda, aun a capacidad de absorción anual de los jardines del Alcázar ascienden, aproximadamente, a 2.100 Tn/CO2 .

Una cifra equivalente a lo producido por un coche de tipo medio dando 350 vueltas alrededor de la Tierra. Que suele hablarse solo del olivo como causante ,también engloba a otras especies habituales en nuestros parques como los jazmines, aligustres (Ligustrum spp.), fresnos (Fraxinus spp.), etc.

Otras especies con pólenes alergénicos típicas en las ciudades son el pino, el abedul, el ciprés o el plátano de sombra, muy habituales en calles y parques. E igualmente, aunque menos frecuente, son las polinosis generadas por palmáceas (arecaceae), sobre todo en aquellos espacios donde existen importantes concentraciones de estas, como es el caso.

Teniendo en cuenta estos efectos, se ha realizado una cartografía identificando aquellas especies susceptibles de causar polinosis en los Jardines del Real Alcázar, y por tanto de crear un efecto directo sobre el cuerpo de sus visitantes.

Curiosamente, la lectura de esta nos muestra, en este caso, una mayor frecuencia de oleáceas, cupresáceas (cupressaceae) o palmáceas que de gramíneas, las cuales se concentran, únicamente, en las praderas del Jardín Inglés y en los rodales de bambúes.

Las oleáceas se hallan especialmente representadas por los jazmines, los cuales se concentran especialmente en ciertos puntos, como es el caso del margen norte del Jardín del Marqués. Su mayor época de actividad se produce entre primavera y principios del verano.

Las cupresáceas, por su parte, aparecen en gran número, agrupándose principalmente en aquellos jardines de origen romántico. El riesgo de alergias asociadas a las mismas se extiende desde el verano hasta entrado el invierno.

Por último, las palmáceas, se hallan distribuidas de manera homogénea por todo el jardín a pesar de que ha visto mermado su número debido a la presencia del picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus). La época de mayor riesgo por polinosis se concentra en primavera y otoño.

Existen otras especies susceptibles de crear alergias en los jardines (asteraceae, fagaceae, moraceae, pinaceae, polygonaceae, ulmaceae), pero se trata de variedades con un número de individuos relativamente pequeño, por tanto muy localizadas, y de alergias menos frecuentes; por lo que no se han representado en este mapa.

10. El jardín asociativo

Los jardines del Real Alcázar se muestran como un palimpsesto botánico, un texto reescrito continuamente por los moradores que lo han habitado y que han ido incorporando, paulatinamente, nuevas especies en función de las relaciones que establecían con el mundo.

Dicho proceso ha derivado en una continua erosión de los patrones vegetales originales, hasta transformase en el jardín que hoy conocemos.

Un paisaje generado por una multitud de decisiones no planificadas pero, no por ello, menos acertadas. Así también lo reconoce Manzano cuando, al hablar del Estanque de Mercurio, recuerda que se trata de “un jardín improvisado por la historia, como tantas cosas del Alcázar, pero de gracia infinita.

Con el objetivo de desentrañar, no solo la paleta botánica que conforman estos jardines —formada por 187 especies— sino también el patrón que las relaciona —su estilo, su mezcla precisa— se ha realizado este análisis de redes.

Nos encontramos, por tanto, ante un ecosistema artificial elaborado poco a poco a partir del diálogo creativo entre el hombre y la naturaleza. El primero seleccionando y combinando los recursos botánicos, la segunda aportando los mismos y validando la prosperidad de las asociaciones establecidas. Un proceso de aclimatación recíproca en el que no solo se ha mantenido, sino que se ha aumentado la diversidad biológica del jardín, provocando un mayor contacto entre especies diferentes que a su vez han multiplicado la capacidad de asociaciones emergentes. Combinaciones de las que emana, en definitiva, las propiedades del jardín.

En este sentido, con el objetivo de desentrañar, no solo la paleta botánica que conforman estos jardines (formada por 187 especies), sino también el patrón que las relaciona —su estilo, su mezcla precisa— se ha realizado un análisis de redes24.

Para ello se ha procedido a la utilización de la base de datos, donde se identifican y localizan la totalidad de los especímenes existentes (alrededor de 21.000). Posteriormente se ha procesado esta información utilizando un script de python, obteniendo, de esta manera, una base de datos de tamaño manejable, a partir de la cual se ha realizado un análisis de clustering jerárquico usando R, logrando, para cada espécimen, las distancias pormenorizadas respecto a los otros ejemplares del jardín.

Una vez realizados estos cálculos previos se ha generado una salida visual de la información a través de Processing. Para ello se han estructurado los datos generados en el perímetro de una circunferencia con 187 nodos (que se relacionan con las especies identificadas). Paralelamente se han escalado dichos nodos mediante una ecuación logarítmica, en función de la frecuencia de aparición de las especies.

Notas

1 Referencias bibliográficas sobre dichos autores:

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CORRECHER, CONSUELO MZ. (2001).-Restauración histórica de los jardines del Real Alcázar de Sevilla. Apuntes del Real Alcázar de Sevilla, N.º 2. Sevilla. Patronato del Real Alcázar de Sevilla. Recurso electrónico.

MANZANO MARTOS, RAFAEL. (2013) Los patios y jardines del Alcázar de Sevilla. Apuntes del Real Alcázar de Sevilla, N.º 14,págs. 170-195. Patronato del Real Alcázar de Sevilla, Sevilla.

MARÍN FIDALGO, ANA. (1988) Los Jardines del Alcázar de Sevilla durante los siglos XVI y XVII. Intervenciones y ordenación del conjunto en el quinientos. Cuadernos de la Alhambra, N.º 24, págs. 109-142. Granada.

MARÍN FIDALGO, ANA. (1990) Los Jardines del Alcázar de Sevilla durante el siglo XVII. Intervenciones y ordenación del Conjunto en el seiscientos. Cuadernos de la Alhambra, N.º 26, págs. 207-248. Granada.

MARÍN FIDALGO, ANA. (1990) El Alcázar de Sevilla bajo los Austrias, tomos I y II. Ediciones Guadalquivir, Sevilla.

NIETO CALDEIRO, SONSOLES. (1995)El jardín sevillano de 1900 a 1929. Padilla libros, Sevilla.

ROBADOR, MARIA DOLORES. (2006)Restauración del patio y jardín de las flores del Real Alcázar. Apuntes del Real Alcázar de Sevilla, N.º 7. Sevilla. Patronato del real Alcázar de Sevilla. Recurso electrónico.

ROMERO MURUBE, JOAQUÍN. (1977)El Alcázar de Sevilla: guía turística /comentarios y notas de J. Romero y Murube. Patrimonio Nacional, Madrid.

ROMERO MURUBE, JOAQUÍN. (1934)Los jardines de Sevilla. Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, Sevilla.

TEJEDOR CABRERA, ANTONIO. (1998)Jardines históricos de Andalucía: arquitectura y conservación de sus paisajes privados. Universidad de Sevilla(Tesis doctoral Dir. Alfonso Jiménez)Recurso electrónico.

WINTHUYSEN, JAVIER DE. (1990)Jardines clásicos de España: Castilla,Ed.facs. Aranjuez.

VV.AA. (1998) Jardines de Sevilla. Ayuntamiento de Sevilla, Sevilla.

2 Referencias bibliográficas sobre dichos autores:

BARÓN, ANA NIEVES; BUENO,FRANCISCO. (1999) Jardines de los Reales Alcázares de Sevilla. Plantas, historias y leyendas. Editorial Robinia, Sevilla.

BONELLS, JOSE ELIAS. (1983) Plantas y jardines de Sevilla. Ayuntamiento de Sevilla, Sevilla.

ROMERO ZARCO, PEDRO. (2004) Guía Botánica de los Jardines del Real Alcázar de Sevilla. Ayuntamiento de Sevilla. Delegación de Educación y Universidades, Sevilla.

VALDÉS CASTRILLON, BENITO. (1998)Especies vegetales en los jardines y parques de Sevilla. Jardines de Sevilla. Coord. Alfonso Braojos Garrido, págs. 97-135. Ayuntamiento de Sevilla, Sevilla. Para el desarrollo de este trabajo fue inestimable la colaboración del equipo director del Real Alcázar, al mando del Sr. Doctor. Jacinto Pérez Elliott—auténtico impulsor del proyecto—,de los responsables de jardinería y mantenimiento y, por último, del equipo de jardineros, en especial de Javier Sánchez y Antonio Burgos, el más veterano en la actualidad.

4 .-En el lapso que abarca desdelos trabajos de investigación anteriores hasta éste que nos ocupa, hemos podido constatar la pervivencia, desaparición o introducción de múltiples especies vegetales. Este proceso arroja un resultado de 187 especies existentes frente a las 160 de Barón y Bueno o las 169 de Romero Zarco. Además se ha verificado la presencia ocasional o espontánea de otras 33 especies, así como la desaparición de 13 especies respecto a la primera edición de Romero Zarco y 7 desde la segunda edición.

 Entre dichas perdidas se encontrarían singulares ejemplares como el Árbol de Santo Tomas (Bauhinia tomentosa) o el Árbol del Coral (Erytrina crista-galli).

Finalmente, se ha elaborado una segunda visualización independiente para cada especie, donde se representan las interacciones entre éstas mediante grafos que simbolizan la probabilidad de asociación en el modelo real del jardín. Con el objetivo de simplificar y no desvirtuar el análisis, se ha realizado un filtrado de la información limitando la aparición de grafos a la existencia de relaciones en una distancia menor a 10 metros.

También se ha programado la visualización de forma que el grosor de los grafos varíe en función de la frecuencia de asociación.

Se han obtenido así una serie de gráficos con tres niveles de información: el primero, hace referencia a las especies presentes en el jardín; el segundo nivel, a su frecuencia de aparición; y por último, el tercer nivel muestra la probabilidad de cada especie para encontrarse con otras; sugiriendo así el estilo o patrón de asociaciones botánicas existente en los jardines del Real Alcázar de Sevilla.

Entendemos, por tanto, que esta investigación (de la cual no tenemos conocimiento que se haya aplicado con anterioridad a otros estudios paisajísticos y que desarrollaremos con más extensión próximamente) puede ser de gran relevancia para el conocimiento, mantenimiento, o restitución de las características compositivas o ecológicas de jardines históricos como los del Alcázar de Sevilla.

Con ella concluimos este atlas iniciático de los jardines. Diez miradas que pretenden celebrar el valor del Real Alcázar de Sevilla como laboratorio paisajístico no sólo del pasado, sino también del futuro.

5.- Una mirada rápida a la cartografía existente de los jardines nos llevaría a tomar consciencia de la localización de los ejemplares vegetales en las recientes cartografías de Almagro, o incluso a la identificación de aquellos más importantes en los trabajos de Romero Zarco o Baena y Bueno.

Retrotrayéndonos más en el tiempo, nos permitiría imaginar la morfología de los cultivos en época de Olavide, o la disposición de los setos de boj y mirto de los jardines clásicos en el plano que el ingeniero Van der Borch, realizó después del terremoto de Lisboa.

6.- SOLE, JORDI. (2009) Redes Complejas. Editorial Tusquets, Barcelona.

7.- Hasta ahora la tendencia ha sido analizar los efectos históricos y estéticos del jardín. Con esta propuesta pretendemos ampliar esta mirada para comenzar a recoger la influencia de los jardines sobre el cuerpo, la sociedad y la naturaleza. Tres sistemas que, como afirmaba Bateson, gozan de comportamientos auto-correctivos para garantizar su prosperidad.

 En este sentido, contemplamos los jardines urbanos como un soporte esencial para la regulación y el equilibrio de estos sistemas.

8.- Exposición programada para Abril del 2015.

9.- Nomad Garden: Jardines del Real Alcázar de Sevilla” se pondrá a disposición pública a través de Google Play.

10.- Esta hipótesis la apunta Manzano, R. en su artículo “Los patios y jardines del Alcázar de Sevilla”, dentro de la publicación: Apuntes del Alcázar de Sevilla [Recurso electrónico] / Ed. Patronato del Real Alcázar de Sevilla. Fondos 2000-2012, Sevilla.

11.- RODRÍGUEZ ESTÉVEZ, J. CLEMENTE. (2006) El espejo y la serpiente. Una aproximación al jardín islámico. Al-Ándalus y Oriente Medio: pasado y presente de una herencia común, págs.. 167-193 / 205- 211. Fundación El Monte, Sevilla.

12.- Ver: http://cvc.cervantes.es/actcult/jardin_ andalusí/almohades/sevilla_alcazar.htm

13.- Para profundizar más sobre la figura de Vermondo Resta: MARÍN FIDALGO, ANA (1998). Vermondo Resta. Diputación de Sevilla, Sevilla

14.- Para profundizar más sobre la llegada de dichos recursos botánicos: BAENA SÁNCHEZ, MARÍA REYES (2003). Los jardines del Alcázar de Sevilla entre los siglos XVIII y XX. Diputación de Sevilla, Sevilla.

15.- VALDÉS CASTRILLON, BENITO. (1998) Especies vegetales en los jardines y parques de Sevilla. Jardines de Sevilla.Coord Alfonso Braojos Garrido, págs. 97-135. Ayuntamiento de Sevilla. Sevilla.

16.- Recurso digital: http://cvc.cervantes.es/ actcult/jardin_andalusi/cientifico.htm

17.- IRVING, WASHINGTON. (1991) Cuentos de la Alhambra. Miguel Sánchez, Granada.

18.- RODRIGUÉZ ESTÉVEZ, SERGIO. (2011) Tres lecciones de urbanismo islámico para este milenio. Mundo Árabe contemporáneo, págs. 77-98 / 137-150. Fátima Roldán Castro Ed, Sevilla.

19.- GONZÁLEZ DE AMEZÚA, AGUSTÍN. (2010) Felipe II y las Flores. Reino de Cordelia, Madrid.

20.- GARCIA NOVO, FRANCISCO. (1998) El medio ambiente de Sevilla. Jardines de Sevilla. Coord Alfonso Braojos Garrido, págs. 136-181. Ayuntamiento de Sevilla, Sevilla

21.- http://bcnecologia.net/es

22.- STEVEN, JOHNSON. (2010) La invención del Aire. Turner, Madrid.

23.- FIGUEROA CLEMENTE, M. ENRIQUE (2007) Los sumideros naturales de CO2: una estrategia sostenible entre el Cambio Climático y el Protocolo de Kyoto desde las perspectivas urbana y territorial / Manuel Enrique Figueroa Clemente… [et. al.] Universidad de Sevilla, Sevilla.

24.- Para la creación de este análisis hemos contado con la colaboración especial del ingeniero informático Daniel Márquez Quintanilla y del arquitecto Jaime de Miguel Rodríguez, director de las jornadas tecnológicas de Forma 13, donde se conceptualizó su visualización.