Conocí a Cesar Manrique en una reunión de la Asociación Española de Parques y Jardines celebrado en Zaragoza y me pareció un tío estupendo con ideas fantasiosas de respeto a la naturaleza, en aquellos tiempos, y gran devoto de su Lanzarote,.Él hizo mucho por la isla desconocida, la lanzo al mundo y recuerdo que en aquellos momentos ya tenia el problema de estabilizarla, la isla no admitía más proyectos de urbanización, conservar el paisaje era lo importante, tuvo que luchar contra todos para que esto no sucediera, la isla que él había soñado se estaba prostituyendo con un desarrollo mal entendido, no había quien lo parara. Un accidente acabó a uno de sus más grandes defensores.
Decía Cesar Manrique, “Para mí, esta isla es el lugar más hermoso en la Tierra y si los demás podían ver a través de mis ojos, entonces se sentiría la mismo. Eso es lo que me decidió a mostrar al mundo la belleza de Lanzarote “.
La mayor sorpresa en muchos de sus trabajos es el jardín, las plantas que utilizaba para sus composiciones, sensibilizó al pueblo de Lanzarote, para que respetara el estilo de la arquitectura tradicional.
César fue también un jardinero ¡¿había algo que el hombre no podía hacer?!
Me parece interesante divulgar su figura y su obra desconocida por muchos.
César Manrique Cabrera (Arrecife, Lanzarote, 24 de abril de 1919 – Teguise, Lanzarote, 25 de septiembre de 1992) fue un pintor, escultor, arquitecto y artista español. Compaginó su obra con la defensa de los valores medioambientales de Canarias. Buscó la armonía entre el arte y la naturaleza como espacio creativo. Obtuvo, entre otros, el Premio Mundial de Ecología y Turismo y el Premio Europa.
Nació el 24 de abril de 1919 en Arrecife, en el seno de una familia de clase media,1 y desde muy temprana edad evidenció su facilidad para el dibujo y su admiración por autores como Picasso, Matisse y Braque.2 Su infancia transcurrió entre el Charco de San Ginés —zona de Arrecife cercana al puerto y núcleo original de la población— y la Caleta de Famara, lugar que inspiró su posterior vinculación con la defensa del patrimonio natural de la isla de Lanzarote.
Al estallar la Guerra Civil Española en 1936, se alistó como voluntario en el bando franquista, sirviendo en el cuerpo de artillería de Ceuta y combatiendo más tarde en distintos frentes peninsulares. Nunca quiso hablar de su atroz experiencia en la guerra, y al regresar a casa en 1939, aún vistiendo el uniforme, se despojó de la ropa, la pisoteó con rabia y le prendió fuego.12
Concluida la guerra, ingresó en la Universidad de La Laguna para estudiar arquitectura técnica, pero después de dos años abandonó la carrera para trasladarse a Madrid y, gracias a una beca concedida por la Capitanía General de Canarias, ingresa en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando donde se graduó como profesor de arte y pintura en 1945. Ya en 1942 tiene lugar su primera exposición individual en Arrecife, y con el auge del surrealismo en la década de 1950 funda la galería Fernando Fé, la primera galería no figurativa de España. Durante esa época realizó murales en Lanzarote, como el del Aeropuerto de Guacimeta y el parador de Turismo de Arrecife, y en la península, y expone su trabajo en varios países.
En 1964 se trasladó a Nueva York donde expuso, entre otras, en la Galería Catherine Viviano y tuvo contacto con las corrientes artísticas norteamericanas.
En 1966 se instala definitivamente en Lanzarote, donde comenzaba a desarrollarse el sector turístico. A partir de 1973 comienza su estrecha colaboración con el arquitecto Fernando Higueras, quien en 1962 había proyectado la casa de César Manrique en Camorritos, en las afueras de Madrid. Ambos acometen diversos proyectos dentro de la isla lanzaroteña, comenzando por las obras del Mirador del Río.
Durante las décadas de los 70 y 80 tiene lugar una importante actividad como creador de espacios perfectamente integrados en el entorno natural. También participó en proyectos en otras islas del archipiélago y otros lugares de España, como el Centro Comercial La Vaguada 1983 en Madrid.
En 1988 traslada su residencia a su nueva casa de Haría, construida y decorada por Manrique y publica «Escrito en el fuego».
Murió en un accidente de tráfico el 25 de septiembre de 1992, cerca de la sede de la fundación que lleva su nombre, inaugurada en marzo de ese mismo año.
La Fundación, ubicada en la antigua residencia del artista en Taro Tahíche, acoge hoy en día sus obras (esculturas, dibujos, pinturas…) y las de otros artistas.
Casa de Cesar Manrique en Lanzarote,hoy Fundación Cesar Manrique.-Jardin
Algunos espacios diseñados
Jameos del Agua.
Jameos del Agua fue realizado sobre una idea de César Manrique en 1968. Un jameo es un tubo volcánico generado por el flujo de lava en su interior al que se le ha desprendido la parte superior. Los Jameos del Agua está formado por el «jameo chico» (donde se ubica un restaurante) y el «jameo grande» donde se encuentra una piscina rodeada por un jardín. En 1987 se construyó un auditorio para 600 personas dentro de este jameo.
Considerada la obra más grande de Cesar Manrique, esta combinación ridícula de cuevas, albercas y acústica tono perfecto es mágico en un nivel Gandalf.
La cueva es el hogar de los cangrejos ciegos en peligro de extinción albinos (que sólo se encuentran en Lanzarote), que César hizo campaña para proteger.
El Taro de Tahíche. Su casa, construida en 1968, aprovechando el espacio natural de cinco burbujas volcánicas. Es la actual sede de la Fundación César Manrique y en la misma se puede apreciar parte de la obra del artista, así como obras de otros artistas, que son propiedad de la fundación. Tiene más de mil metros de superficie habitable, en dos niveles.
Su casa hasta 1990, hoy en día es una galería de arte y un museo que muestra el trabajo de sus famosos amigos (oh hola Picasso) y sus propios lienzos de arte volcánicas.
Jameos del agua.-Una de sus obras mas relevantes
Mirador del Río.
Mirador del Río: está situado en el norte de la isla, en el Risco de Famara. Excavado en la roca de un acantilado en el lugar donde se situaba una antigua batería de artillería costera, ofrece una vista privilegiada del archipiélago Chinijo. El Mirador dispone de un restaurante con varias terrazas y ventanales. Fue realizado en 1973 por César Manrique, que modificó el proyecto inicial de Fernando Higueras con la colaboración de Jesús Soto y Eduardo Cáceres. Está formado por dos cúpulas enterradas para disminuir el impacto visual.
El Lago de la Costa de Martiánez situado en el Puerto de la Cruz. Construido en 1977 se trata de un complejo de ocio formado por un lago central artificial con un conjunto de piscinas, jardines, terrazas, restaurantes, etc. con el protagonismo de la piedra volcánica. También acoge una serie de esculturas de César Manrique.
Cesar Manrique.-Lago Martiánez, Puerto de la Cruz.-Tenerife
Jardines y piscinas del Hotel las Salinas en Costa Teguise, junto con una serie de murales. El proyecto del hotel, de corte aún racionalista y concluido en 1977, es obra de Fernando Higueras.
Centro Comercial La Vaguada de Madrid. Inaugurado en 1983. Fue el primer centro comercial de España integrado perfectamente en el entorno natural.
Mirador de La Peña. Inaugurado en 1989 en la isla de El Hierro. En él se aloja un restaurante con amplios ventanales y con vistas al valle de El Golfo.
Jardín de Cactus.
Jardín de Cactus. Inaugurado en 1990 en lo que era una antigua cantera de Guatiza. Última obra de César Manrique en Lanzarote. El jardín alberga una gran cantidad de especies de cactus de Canarias y de otras partes del mundo.
El artista tenía una vista inspirada de un paisaje inspirador, trabajando con materiales nativos y plantas creó la obra maestra de Jardín de Cactus.
La naturaleza sigue dando forma al jardín a la vez que las plantas crecen y cambian. Aun así, este jardín sigue siendo una obra maestra espacial de los materiales naturales, la colocación y las plantas.
Lanzarote.-Jardin de cactus
Playa Jardín. El Puerto de la Cruz volvió a contar con el artista en 1992. La playa fue totalmente remodelada: extensas zonas ajardinadas, bares y restaurantes, escollera, etc.
Parque Marítimo César Manrique. Zona de ocio en Santa Cruz de Tenerife concebido al inicio de la década de los 90 consiguiéndose una regeneración del litoral. Piscinas, fuentes, etc. con el respeto a la naturaleza que caracterizó al artista.
Mirador de El Palmarejo. Proyecto de 1989 en La Gomera, inaugurado en 1995. Integrado perfectamente en el paisaje alberga un restaurante-escuela.
Parque Marítimo del Mediterráneo inaugurado en 1995 en la ciudad autónoma de Ceuta, después de su fallecimiento. Muy similar al complejo Martiánez del Puerto de la Cruz: lagos, jardines, solariums, etc.
Horno-Asador de Timanfaya, un establecimiento gastronómico ubicado en el Parque nacional de Timanfaya, cuya particularidad es un horno-asador que aprovecha la energía geotérmica para la cocción de los alimentos.
Horno asador de Timanfaya
Galardones y reconocimientos
Premio Mundial de Ecología y Turismo (1978)
Medalla de Oro de Bellas Artes (1980)
Premio Mönchehauspreis für Kunst und Umwelt de la ciudad de Goslar (Alemania) (1981)
Nederlans Laureat Van D’Aheod (Holanda) (1982)
Premio Europa Nostra (1985)
Premio Canarias de Bellas Artes (1989)
Premio Fritz Schumacher de la Fundación F.S.V de Hamburgo (1989)
Hijo Adoptivo de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria (1994)
Hijo Adoptivo de Tías (1995)
Hijo Predilecto de Lanzarote (1995)
César Manrique: divino, santo y pecador
Articulo de Luis Alemany a los 25 años de su muerte en EL MUNDO
26 SEP. 2017
Hace 25 años (y un día) falleció en un accidente de tráfico un creador simpar. Provocativo, deslenguado, libre. Llegó distinto tras un viaje que hizo a EEUU y se dedicó a hacer de la isla de Lanzarote toda una obra de arte
César Manrique se despertaba temprano, iba a nadar, hacía ejercicios de anillas «como los que hacen los gimnastas en los juegos olímpicos», pintaba en el taller, bajaba a su Almacén en Arrecife (una mezcla de oficina, galería de arte y cine-club) y recibía allí a invitados, a periodistas y a políticos. Por las tardes volvía a su casa de Tahiche y se instalaba en su cuarto de estar, hecho de piedras volcánicas y cojines acharolados, el lugar en el que, según la leyenda, organizaba interminables orgías. Y, entonces, le decía a su ayudante, Carmensa de la Hoz: «Carmensa, ¿Bette Davis o Greta Garbo?».
La casa de Tahíche tenía uno de los primeros reproductores de Beta Max que se vieron en España y, gracias a él, Manrique, el supuesto dios Baco de Lanzarote, podía gastar sus tardes en ver La reina Cristina de Suecia y películas de ese estilo junto a una veinteañera que llevaba con la boca abierta desde la escena de las anillas. No había orgías. No se fumaba. Sólo se bebía café.
El novelista Manuel Puig se habría vuelto loco de felicidad si hubiera podido asistir a un solo día en la rutina lanzaroteña de César Manrique. El artista canario, héroe ecologista, icono gay, santo y pecador, murió hace 25 años y un día en un accidente de tráfico y, ahora que ya ha pasado el tiempo y la tragedia queda lejos, su historia se puede contar como si fuera una ópera italiana. Vamos por el principio: César Manrique nació en 1919, en una familia educada de Arrecife. Fue a la guerra con el ejército rebelde y, cuando volvió, quemó su uniforme en la azotea de su casa. Estudió dos años en La Laguna y después se marchó a Madrid a hacer Bellas Artes en la Academia de San Fernando. Conoció a una mujer llamada Pepi Gómez, se casó con ella y juntos se subieron a la espuma de la primera generación de arte abstracto español. La famosa exposición pionera de la galería Clan de Madrid, en 1954, contaba con él en sus paredes. Aunque su papel era secundario.
Jameos del agua.-Estancia de relax y contemplación
¿Qué cambió la vida de César Manrique en los siguientes años para disparar su carrera? Hay dos teorías que, a simple vista, parecen compatibles. Carmensa de la Hoz recuerda que Pepi Gómez murió en esa época y que el artista quedó desolado. Para salir de la depresión, su primo Manolo, psiquiatra, le recomendó un cambio de aires y Manrique se acordó de los amigos neoyorquinos que había hecho en el pequeño mundo del arte de vanguardia. Hasta el magnate Rockefeller había coincidido con él en alguna fiesta y le había invitado a visitarlo en Manhattan. Eso hizo. «En Nueva York se movía en un círculo de artistas latinoamericanos, muchachos pudientes que vivían la bohemia. Mauricio Aguilar y Waldo Díaz-Balart fueron muy amigos suyos. En esa época fue muy feliz y pintó algunos de sus mejores cuadros», recuerda De la Hoz.
En América, además, Manrique se acostó por primera vez con un hombre. «Él lo contaba con mucha naturalidad: ‘Yo me entregué. Quería ver qué era eso’. Lo que era le gustó. Sobre todo, le gustaban los cuerpos, los apolos, fueran hombres o mujeres».El otro gran cambio en la vida de Manrique fue casual. Un día, en los primerísimos años 60, el canario fue a comprar lienzos a una tienda de Madrid. En la cola empezó a hablar con otro cliente. «Los dos estaban en el informalismo, en cierta actitud política contestataria. Conectaron y quedaron en contacto», explica el arquitecto Jacobo García Germán, que en 2016 fue comisario de la exposición Fernando Higueras. Las Salinas. En efecto: el hombre de aquel encuentro era el otro gran Dionisio de aquella generación, Fernando Higueras, el mejor socio que tuvo Manrique. «Higueras era entonces un arquitecto joven y con éxito, estaba en la onda de Fullaondo y de la revista Nueva Forma. Tenía cierta vocación comercial y llevaba buenos contactos y clientes. Estaba casado con la hija de un catedrático de Arquitectura y era un hombre muy formal, no tenía nada que ver con la imagen disparatada que luego se construyó», explica García Germán. «Manrique se dio cuenta de que su nuevo amigo era un arquitecto al alza y le invitó a visitar Lanzarote. Le decía: ‘Tienes que ver aquello'».
Y en 1962 embarcaron juntos. Manrique e Higueras emprendieron ese año un «viaje iniciático» que cambió sus vidas. La teoría de García Germán es que fue Higueras quien abrió los ojos de Manrique a lo obvio: Lanzarote debía ser el tema al que dedicara su carrera. «Por ejemplo, el Mirador del Río tal y como lo conocemos, es una intuición de Higueras. Hay un croquis suyo que luego siguió César». Más allá de obras concretas, los dos comprendieron en ese viaje que Lanzarote era «un mundo encerrado en sí mismo que podía ser un laboratorio para el arte, un lugar donde construirse su isla del tesoro. Podía ser salvaje y artificial, podía ser la lascivia y la pureza, podía ser el turismo y la arquitectura popular».
El Mirador del Rio.-Durante años Cesar ha sido el eje principal del turismo en Lanzarote, también su salvaguarda y defensor Medioambiental
Higueras, por su parte, se desinhibió en ese viaje: se divorció, empezó a desafiar todos los convencionalismos sociales y a hacer arquitectura cada vez más arriesgada hasta convertirse en un mito lleno de claroscuros. Pero esa es otra historia. Manrique no era arquitecto, aunque, según García Germán, aprendió a opinar, primero, y a tomar decisiones después. Así funcionaba el artista lanzaroteño, a base de intuiciones. «César no era un intelectual, lo decía él mismo. Le llegaban los libros y llamaba a Pepe para que se los contara», cuenta Carmensa de la Hoz. Pepe, esta vez, es Pepe Dámaso, artista grancanario, 14 años más joven que Manrique, protagonista de una preciosa retrospectiva en el CAAM de Las Palmas de Gran Canaria, este mismo año. Carmensa de la Hoz fue la comisaria. “Yo fui a ver a César cuando la exposición en Clan, en 1954. Ese año estaba en el cuartel de Cuatro Vientos, hacía la mili en Aviación, y quise conocerlo. Me acuerdo de que Carlos Edmundo de Ory había escrito un texto para la exposición y también estaba por allí», dice Dámaso. «De César recuerdo el amor y la pasión con la que defendió su isla, la manera en que lo dio todo para que Lanzarote siguiera existiendo. No hubo homosexualidad entre nosotros. Hubo el cariño de dos hombres que amaban Canarias y el arte”. Dámaso fue el amigo que, durante los años de Nueva York, avivó en sus cartas la nostalgia por Canarias.
Después, se convirtió en uno de los grandes defensores de su obra plástica. «Cuando querían atacar a César atacaban a sus cuadros y él sufría mucho por ello. Era injusto: César era un gran artista con cualidades que se adelantaron a su tiempo”. Manrique tenía enemigos, no es ningún secreto: era homosexual y deslenguado. Fue desafiante y después fue poderoso. Durante años, se comportó como el comisario estético de su isla. Reñía a los arquitectos, reñía a los ministros, utilizaba su fama en los medios y exhibía sus amistades en el gran mundo. ¿Fue para bien aquel reinado de Manrique-Turando?
Cualquiera que visite o viva en Lanzarote sabe que, como mínimo, algo bueno quedó.
Textos bajados de Wikipedia y EL MUNDO, fotografías de Internet y mías.